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lunes, 29 de junio de 2009

Pedro y Pablo: piedra y fuego

Publicado por Entra y Verás

Celebramos la fiesta de Pedro y Pablo los dos grandes apóstoles. De ellos podemos tomar ejemplo. Conocemos sus vidas, sus logros y sus sonrojos… pero lo importante es que nos sintamos continuadores de lo que ellos emprendieron.

Hagamos hoy una incursión en terrenos taurinos. Yo no sé si a Pablo lo podremos considerar como patrón de los picadores, por aquello de que fue derribado del caballo. Pero sí cuentan, en evidente formato de chiste, que Pedro es el patrón de los toreros. ¿Por qué? Pues porque conoció al gallo y a la Verónica, cortó una oreja y le dieron tres avisos.

Pedro: decidido, entusiasta, generoso, fiel a su Patrón Galileo. Firme como una piedra y débil como cualquiera por miedo y disimulo. Pescador, apóstol y cabeza de los Apóstoles. Cabeza y cabezón, líder sin chulerías, terco sin paliativos y cobarde como todos los que estamos hechos de barro agujereado, frágil como para no poder presumir de número uno.

Pablo: vehemente, viajero infatigable para, primero, castigar al Evangelio y, luego, predicarlo. De Pablo –abierto, lanzado, impetuoso– aprendemos que la Buena Noticia del Maestro de Nazaret no tiene fronteras: ni internas ni externas. Pablo fue desmesurado. Antes y después de encontrar la luz de Jesús para su vida galopada a ritmo de vértigo. Apasionado –en su juventud– de la ley judía y su férreo corsé fariseo; y apasionado –después y sobre todo– del Evangelio de la Libertad. Tenaz hasta la extenuación. Imperfecto y limitado, claro que sí: impulsivo hasta la imprudencia, bronco y arrogante en ocasiones. Pero fue siempre él mismo, sin máscaras. Y se puso por entero, sin frenos en las bridas, al servicio del Evangelio.

Pedro y Pablo son dos personajes diferentes pero complementarios. No son dos fuerzas opuestas. Con ellos aprendemos que la ley de Dios es la del pacífico reparto de bienes. Nadie lo tiene todo, todos tenemos algo. Mis cualidades y capacidades no son contrarios de los tuyos, sólo son complementarios. Aunque tú y yo nos empeñemos tontamente en mostrarnos incompatibles y vivamos en estúpidas tensiones. Todos tenemos un lugar, cada uno el suyo. El día que admitamos con realismo, humildad y madurez que la vida, el amor, la verdad y la razón se construyen por complementariedades y no por oposiciones habremos descubierto un buen trozo de nuestra felicidad.

Pedro y Pablo no son fuego y agua, son piedra y fuego. Y aunque fueran agua y fuego, esa agua no está hecha para apagar el fuego, sino para ser calentada por él. No nos importunemos buscándonos las cosquillas de las discrepancias. Encendamos juntos la llama que nos une. Con finura, con habilidad, con paciencia. Son éstas tres dotes para el toreo. Tres pivotes para la vida. Un trípode bendito para labrar en él las columnas de nuestra fe.

José Manuel Berruete, agustino recoleto. Parroquia Santa Rita, Madrid

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