Por Alfonso Bailly-Bailliére (Roma)
Publicado por Religión Confidencial
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Una respetable voz de la Iglesia italiana ha reabierto el debate de la atención de la Iglesia con los divorciados que se vuelven a casar. “Todos estamos en la misma barca” es el título del libro que recoge el diálogo entre el cardenal Martini, ex arzobispo de Milán, y el casi nonagenario sacerdote Luigi Verzé, fundador del Hospital San Rafael de Milán, en el que se afronta, entre otros, este argumento.
El biblista y teólogo jesuita de 82 años, enfermo de parkinson, que guió la archidiócesis de Milán entre 1979 y 2002, siempre ha despertado interés, sobre todo en Italia, por crear debates sobre determinados temas de índole eclesial, que han provocado reacciones de diferentes signos.
En este último libro, por ejemplo, cuando su amigo don Verzé le pregunta qué piensa sobre el rechazo de los sacramentos a fieles divorciados, el cardenal afirma que la Iglesia debe encontrar soluciones para estas personas. En este sentido habla de los que sufren porque “se sienten marginados”. Aquí se está refiriendo en especial a los divorciados que se han vuelto a casar, aunque admite que no hay que abrir la mano a todos, para no caer en la superficialidad, sino promover la fidelidad y la perseverancia.
El presidente de los obispos italianos, cardenal Angelo Bagnasco, que está “en la misma barca” que su colega, reconoce que la Iglesia italiana tiene que dedicar más energías a la pastoral familiar, pero no concuerda con la idea de ofrecer un “gesto de misericordia papal”, como en el caso de los lefebvrianos, con las personas que se divorcian y se vuelven a casar.
Está claro que la solución no es sencilla. Bagnasco observa sin embargo que en estos tiempos borrascosos para la familia y el matrimonio hay que hacer una inversión aún más capilar; es decir, hay que ir a las raíces del problema y prestar una atención particular a la institución familiar desde que nace. Si se actúa así, no habrá que buscar gestos y remedios a los dicen sentirse marginados.
El biblista y teólogo jesuita de 82 años, enfermo de parkinson, que guió la archidiócesis de Milán entre 1979 y 2002, siempre ha despertado interés, sobre todo en Italia, por crear debates sobre determinados temas de índole eclesial, que han provocado reacciones de diferentes signos.
En este último libro, por ejemplo, cuando su amigo don Verzé le pregunta qué piensa sobre el rechazo de los sacramentos a fieles divorciados, el cardenal afirma que la Iglesia debe encontrar soluciones para estas personas. En este sentido habla de los que sufren porque “se sienten marginados”. Aquí se está refiriendo en especial a los divorciados que se han vuelto a casar, aunque admite que no hay que abrir la mano a todos, para no caer en la superficialidad, sino promover la fidelidad y la perseverancia.
El presidente de los obispos italianos, cardenal Angelo Bagnasco, que está “en la misma barca” que su colega, reconoce que la Iglesia italiana tiene que dedicar más energías a la pastoral familiar, pero no concuerda con la idea de ofrecer un “gesto de misericordia papal”, como en el caso de los lefebvrianos, con las personas que se divorcian y se vuelven a casar.
Está claro que la solución no es sencilla. Bagnasco observa sin embargo que en estos tiempos borrascosos para la familia y el matrimonio hay que hacer una inversión aún más capilar; es decir, hay que ir a las raíces del problema y prestar una atención particular a la institución familiar desde que nace. Si se actúa así, no habrá que buscar gestos y remedios a los dicen sentirse marginados.
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