TEMAS Y CONTEXTOS
LA PROFECÍA DE JEREMÍAS
Un texto característico de la predicación de los Profetas: echar en cara a los responsables de Israel (el Rey y los Sacerdotes) su descuido de su misión: ser buenos pastores del pueblo. Por su culpa, el pueblo desconoce a Dios y le sobrevienen toda clase de desgracias. Pero Dios mismo se ocupará de suscitar al Pastor verdadero.
La Iglesia ve en estos oráculos de los profetas anuncios de Jesús, el que podrá llamarse a sí mismo, con toda propiedad, un Buen Pastor.
Pero en el momento actual de la Iglesia, en el que muchos fieles sufren una fuerte perplejidad por la disparidad de posturas de sus pastores y por la intransigencia con que son defendidas, el texto puede ser un aviso muy serio: solemos achacar los problemas actuales de la Iglesia a las circunstancias externas, el mundo secularizado, la sociedad consumista etc etc ... pero nunca a nuestros propios errores, excesos y abusos. Pienso si no se puede decir de la Iglesia, nosotros-laiglesia, la frase de Isaías: “vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis ...”.
LA CARTA A LOS EFESIOS.
El autor entona un himno de pura mentalidad paulina, dando gracias a Dios que ha derribado la muralla que dividía a los judíos de los demás pueblos. Esta fue la gran obra de Pablo, abrir los estrechos límites del judaísmo ortodoxo que la oprimían, hacer comprender a todos que lo de Jesús rebasa las fronteras de cualquier pueblo o cultura, es una Buena Noticia para toda la humanidad. Ésta será la tesis fundamental de Lucas en Los Hechos de los Apóstoles. En Jesús ha muerto toda distinción de las personas por su raza, religión, condición social… Jesús hace presente al Hombre Nuevo, cuya identidad de hermano se debe ante todo a su conciencia de Hijo.
El texto plantea para nosotros varios problemas: ante todo, Pablo (el que sea el autor de este escrito) está hablando de un problema que en sí nos resulta lejanísimo, aunque en su momento fuera crucial: si lo de Jesús es un judaísmo renovado o es algo más; si hace falta pasar por la Antigua Ley para llegar a Jesús. Este problema no nos importa hoy gran cosa, pero bajo él subyace otro, muy actual, que sí nos importa. Las primeras comunidades de sello paulino rompieron de hecho coin la mentalidad de las comunidades de sello “judaizante” (las de Santiago). Pero la Iglesia triunfalista que fue naciendo a partir de mediados del siglo II y la Iglesia triunfal y aparatosa de los siglos IV y siguientes recuperaron ideas modos y formas del Antiguo Testamento que nada tienen que ver con Jesús, por ejemplo en la concepción de Dios (de Abbá al Padre Todopoderoso Juez más temible que entrañable), en la introducción de la idea de redención como sangrienta expiación vicaria aplicada a la muerte de Jesús y extendida luego a la teología del sacrificio aplicada a la Cena del Señor y en muchos otros casos. La Iglesia se re-judaizó. La teología de la carta a los Efesios se resiente ya de este retroceso. Como dijimos a propósito del domingo pasado, y éste es el segundo problema que plantea el texto, estas lecturas, por su teología más que discutible y por su complicación que las hace incomprensibles para la gente normal, no son convenientes para la Eucaristía.
EL EVANGELIO DE MARCOS
La escena se sitúa en el regreso de los apóstoles de aquella misión que Jesús les había confiado, como leíamos el domingo pasado. Podemos imaginarla bien. La gente que no les deja ni respirar, ni comer; los discípulos cansados del viaje, deseando contar a Jesús lo que les había sucedido. Parece como si Jesús les dijera:
- Vámonos en la barca. Buscamos una cala escondida, pescamos un poco, hacemos unos peces a la brasa y me vais contando cosas….
Pero la gente se da cuenta, se les adelantan y al desembarcar, allí están todos. Y Jesús se conmueve de tanta fidelidad. ¡Adiós excursión con los amigos!. Con toda la paciencia del mundo, Jesús se pone a enseñarles muchas cosas, porque ve que están “como ovejas sin pastor”.
El evangelio de Marcos muestra una de las escenas más interesantes de la predicación de Jesús en Galilea, precisamente porque no tiene ningún mensaje escondido, ningún carácter simbólico. Es un suceso que nos acerca extraordinariamente bien al conocimiento de Jesús, y de Dios.
El evangelista es aquí más bien cronista. En otros sucesos encontramos segundas intenciones, proclamaciones de fe, mensajes envueltos en los sucesos. Aquí no hay más mensaje que contemplar cómo es Jesús con sus amigos, cómo reacciona cuando le estropean una excursión.
Ante todo, el texto es para disfrutarlo, en especial por la enorme atracción que ejerce Jesús sobre la gente. No le dejaban ni comer, le seguían con fascinación, porque curaba a sus enfermos y porque “jamás ha hablado nadie como ese hombre”. Porque hablaba de Dios de forma que entusiasmaba, porque hablaba de Dios y le entendían, porque, como constatan los de Emaús, oyéndole ardía el corazón. Es necesario que nos abandonemos un momento al gozo de esta contemplación de Jesús querido, admirado, seguido, atropellado por la gente.
El texto es, además, para conocer el ambiente que reinaba entre Jesús y sus discípulos, sus amigos. El Maestro y el Señor no se pondrá a lavar los pies de los discípulos en la última cena por excepción. El Maestro y el Señor es maestro de cordialidad, señor de la amistad. Está alegre de volver a verles, y ellos de verle a él; deseoso de tener un rato tranquilo para descansar con ellos.
Pero el Maestro y el Señor es, sobre todo señor de la compasión. Es un rasgo sobresaliente del carácter de Jesús, motivo de varios de sus milagros. Toda esa gente que ha venido corriendo por la costa, dando un largo rodeo, hambrienta de oírle, no puede ser defraudada. Están hambrientos de la Palabra. Sus pastores no les alimentan bien, los tienen abrumados con la Ley, con los impuestos, con los tabúes.
Y Jesús se pone a hablarles, de muchas cosas.
Es una de las mejores imágenes de Jesús: un buen pastor, el que se preocupa de las ovejas, el que les busca buenos pastos, el que las guarda de peligros, el que se tira al monte a buscar una que se la ha perdido, el que siente enorme alegría cuando la encuentra. Finalmente, el que llega hasta dar la vida por esas ovejas. Una interpretación superficial pero importante de la muerte de Jesús nace de aquí: Jesús pudo evitar la muerte, pudo esfumarse, escapar de Judea, perderse en cualquier estado cercano, ganarse la vida de mil maneras… Pero no podía abandonar al rebaño, a los que creían en él. Fue consecuente hasta la muerte por sus ovejas.
Este texto nos lleva de nuevo a la consideración del domingo pasado: nos sirve para conocer a Jesús, nos conduce a la admiración por él… Y desde la fe entendemos que ahí es donde conocemos a Dios. Jesús es así porque se parece a su Padre, porque en él está el Espíritu. En ese Jesús cercano, compasivo, amistoso, poderoso para curar, consecuente hasta dar la vida, en él y sólo en él conocemos cómo es Dios. Una vez más, “el que me ve, ve a mi Padre”.
El más poderoso medio para la conversión es la contemplación: quedarse mirando, disfrutar con la escena, dejarse fascinar por Jesús, por sus sentimientos. Sin pensar demasiado, ya lo hacemos otras veces; sentir, disfrutar sintiendo alegría, sentirse bien mirando a Jesús. La contemplación nos cambia por dentro, hace que nos vayamos pareciendo a lo que contemplamos, nos proporciona una evidencia que la razón no puede proporcionar. Sin sacar conclusiones, sin hacer propósitos, dejando descansar al pensamiento y a la voluntad. Sólo contemplar y sentir.
CONSIDERACIÓN AÑADIDA.
Una peligrosa tentación de este domingo, especialmente para los predicadores, sería aprovechar la ocasión para tronar contra los malos pastores, porque “vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis, no las guardasteis…”, pensando que hacen una correcta aplicación actual de la palabra de Jesús. Pero hacen más, hacen una aplicación y una interpretación, mezclando la palabra de Jesús con su propio juicio. Y es demasiado frecuente (y ha sido escandalosa y dañinamente frecuente), hacer este tipo de apropiación de la Palabra, sin distinguir entre el mensaje de Jesús y nuestro propio mensaje.
Tuve yo un compañero sacerdote que decía “Palabra de Dios”, no al terminar la lectura del evangelio, sino al terminar la homilía … y no había manera de convencerle del disparate que estaba cometiendo. Mucho me temo que en la Iglesia pueda pasar esto con más frecuencia de lo que parece. De hecho muchos de los sermones y discursos de los eclesiásticos hablan poquito de Jesús, poquito de sus parábolas … y mucho de doctrinas eclesiásticas más o menos razonables y oportunas, pero que no pueden pretender ser palabras de Jesús.
Creo que la iglesia necesitamos más Jesús, Jesús directo en estado puro, y menos atribución de Palabra Divina a nuestras propias interpretaciones.
La Iglesia ve en estos oráculos de los profetas anuncios de Jesús, el que podrá llamarse a sí mismo, con toda propiedad, un Buen Pastor.
Pero en el momento actual de la Iglesia, en el que muchos fieles sufren una fuerte perplejidad por la disparidad de posturas de sus pastores y por la intransigencia con que son defendidas, el texto puede ser un aviso muy serio: solemos achacar los problemas actuales de la Iglesia a las circunstancias externas, el mundo secularizado, la sociedad consumista etc etc ... pero nunca a nuestros propios errores, excesos y abusos. Pienso si no se puede decir de la Iglesia, nosotros-laiglesia, la frase de Isaías: “vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis ...”.
LA CARTA A LOS EFESIOS.
El autor entona un himno de pura mentalidad paulina, dando gracias a Dios que ha derribado la muralla que dividía a los judíos de los demás pueblos. Esta fue la gran obra de Pablo, abrir los estrechos límites del judaísmo ortodoxo que la oprimían, hacer comprender a todos que lo de Jesús rebasa las fronteras de cualquier pueblo o cultura, es una Buena Noticia para toda la humanidad. Ésta será la tesis fundamental de Lucas en Los Hechos de los Apóstoles. En Jesús ha muerto toda distinción de las personas por su raza, religión, condición social… Jesús hace presente al Hombre Nuevo, cuya identidad de hermano se debe ante todo a su conciencia de Hijo.
El texto plantea para nosotros varios problemas: ante todo, Pablo (el que sea el autor de este escrito) está hablando de un problema que en sí nos resulta lejanísimo, aunque en su momento fuera crucial: si lo de Jesús es un judaísmo renovado o es algo más; si hace falta pasar por la Antigua Ley para llegar a Jesús. Este problema no nos importa hoy gran cosa, pero bajo él subyace otro, muy actual, que sí nos importa. Las primeras comunidades de sello paulino rompieron de hecho coin la mentalidad de las comunidades de sello “judaizante” (las de Santiago). Pero la Iglesia triunfalista que fue naciendo a partir de mediados del siglo II y la Iglesia triunfal y aparatosa de los siglos IV y siguientes recuperaron ideas modos y formas del Antiguo Testamento que nada tienen que ver con Jesús, por ejemplo en la concepción de Dios (de Abbá al Padre Todopoderoso Juez más temible que entrañable), en la introducción de la idea de redención como sangrienta expiación vicaria aplicada a la muerte de Jesús y extendida luego a la teología del sacrificio aplicada a la Cena del Señor y en muchos otros casos. La Iglesia se re-judaizó. La teología de la carta a los Efesios se resiente ya de este retroceso. Como dijimos a propósito del domingo pasado, y éste es el segundo problema que plantea el texto, estas lecturas, por su teología más que discutible y por su complicación que las hace incomprensibles para la gente normal, no son convenientes para la Eucaristía.
EL EVANGELIO DE MARCOS
La escena se sitúa en el regreso de los apóstoles de aquella misión que Jesús les había confiado, como leíamos el domingo pasado. Podemos imaginarla bien. La gente que no les deja ni respirar, ni comer; los discípulos cansados del viaje, deseando contar a Jesús lo que les había sucedido. Parece como si Jesús les dijera:
- Vámonos en la barca. Buscamos una cala escondida, pescamos un poco, hacemos unos peces a la brasa y me vais contando cosas….
Pero la gente se da cuenta, se les adelantan y al desembarcar, allí están todos. Y Jesús se conmueve de tanta fidelidad. ¡Adiós excursión con los amigos!. Con toda la paciencia del mundo, Jesús se pone a enseñarles muchas cosas, porque ve que están “como ovejas sin pastor”.
REFLEXIÓN
El evangelio de Marcos muestra una de las escenas más interesantes de la predicación de Jesús en Galilea, precisamente porque no tiene ningún mensaje escondido, ningún carácter simbólico. Es un suceso que nos acerca extraordinariamente bien al conocimiento de Jesús, y de Dios.
El evangelista es aquí más bien cronista. En otros sucesos encontramos segundas intenciones, proclamaciones de fe, mensajes envueltos en los sucesos. Aquí no hay más mensaje que contemplar cómo es Jesús con sus amigos, cómo reacciona cuando le estropean una excursión.
Ante todo, el texto es para disfrutarlo, en especial por la enorme atracción que ejerce Jesús sobre la gente. No le dejaban ni comer, le seguían con fascinación, porque curaba a sus enfermos y porque “jamás ha hablado nadie como ese hombre”. Porque hablaba de Dios de forma que entusiasmaba, porque hablaba de Dios y le entendían, porque, como constatan los de Emaús, oyéndole ardía el corazón. Es necesario que nos abandonemos un momento al gozo de esta contemplación de Jesús querido, admirado, seguido, atropellado por la gente.
El texto es, además, para conocer el ambiente que reinaba entre Jesús y sus discípulos, sus amigos. El Maestro y el Señor no se pondrá a lavar los pies de los discípulos en la última cena por excepción. El Maestro y el Señor es maestro de cordialidad, señor de la amistad. Está alegre de volver a verles, y ellos de verle a él; deseoso de tener un rato tranquilo para descansar con ellos.
Pero el Maestro y el Señor es, sobre todo señor de la compasión. Es un rasgo sobresaliente del carácter de Jesús, motivo de varios de sus milagros. Toda esa gente que ha venido corriendo por la costa, dando un largo rodeo, hambrienta de oírle, no puede ser defraudada. Están hambrientos de la Palabra. Sus pastores no les alimentan bien, los tienen abrumados con la Ley, con los impuestos, con los tabúes.
Y Jesús se pone a hablarles, de muchas cosas.
Es una de las mejores imágenes de Jesús: un buen pastor, el que se preocupa de las ovejas, el que les busca buenos pastos, el que las guarda de peligros, el que se tira al monte a buscar una que se la ha perdido, el que siente enorme alegría cuando la encuentra. Finalmente, el que llega hasta dar la vida por esas ovejas. Una interpretación superficial pero importante de la muerte de Jesús nace de aquí: Jesús pudo evitar la muerte, pudo esfumarse, escapar de Judea, perderse en cualquier estado cercano, ganarse la vida de mil maneras… Pero no podía abandonar al rebaño, a los que creían en él. Fue consecuente hasta la muerte por sus ovejas.
Este texto nos lleva de nuevo a la consideración del domingo pasado: nos sirve para conocer a Jesús, nos conduce a la admiración por él… Y desde la fe entendemos que ahí es donde conocemos a Dios. Jesús es así porque se parece a su Padre, porque en él está el Espíritu. En ese Jesús cercano, compasivo, amistoso, poderoso para curar, consecuente hasta dar la vida, en él y sólo en él conocemos cómo es Dios. Una vez más, “el que me ve, ve a mi Padre”.
PARA NUESTRA ORACIÓN
El más poderoso medio para la conversión es la contemplación: quedarse mirando, disfrutar con la escena, dejarse fascinar por Jesús, por sus sentimientos. Sin pensar demasiado, ya lo hacemos otras veces; sentir, disfrutar sintiendo alegría, sentirse bien mirando a Jesús. La contemplación nos cambia por dentro, hace que nos vayamos pareciendo a lo que contemplamos, nos proporciona una evidencia que la razón no puede proporcionar. Sin sacar conclusiones, sin hacer propósitos, dejando descansar al pensamiento y a la voluntad. Sólo contemplar y sentir.
CONSIDERACIÓN AÑADIDA.
Una peligrosa tentación de este domingo, especialmente para los predicadores, sería aprovechar la ocasión para tronar contra los malos pastores, porque “vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis, no las guardasteis…”, pensando que hacen una correcta aplicación actual de la palabra de Jesús. Pero hacen más, hacen una aplicación y una interpretación, mezclando la palabra de Jesús con su propio juicio. Y es demasiado frecuente (y ha sido escandalosa y dañinamente frecuente), hacer este tipo de apropiación de la Palabra, sin distinguir entre el mensaje de Jesús y nuestro propio mensaje.
Tuve yo un compañero sacerdote que decía “Palabra de Dios”, no al terminar la lectura del evangelio, sino al terminar la homilía … y no había manera de convencerle del disparate que estaba cometiendo. Mucho me temo que en la Iglesia pueda pasar esto con más frecuencia de lo que parece. De hecho muchos de los sermones y discursos de los eclesiásticos hablan poquito de Jesús, poquito de sus parábolas … y mucho de doctrinas eclesiásticas más o menos razonables y oportunas, pero que no pueden pretender ser palabras de Jesús.
Creo que la iglesia necesitamos más Jesús, Jesús directo en estado puro, y menos atribución de Palabra Divina a nuestras propias interpretaciones.
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