Para el hombre
Dios no recuerda. Recordar es propio del que vive en el tiempo. Me gusta repetir, y convendría tenerlo metido en la conciencia, que espacio y tiempo son las coordenadas de cuanto empieza y acaba: de todo lo que no es Dios.
Nuestra existencia, nuestra vida es un devenir con un ayer que pasó, un mañana que no es, y un hoy que se va yendo mientras lo vamos viviendo. El “ahora” se nos escapa de las manos sin poderlo retener. He ahí la fuente de inestabilidad: se nos resbala lo único que es nuestro: el tiempo. ¡Y sin nunca poderlo abrazar!
La vida de Dios, su existir no tiene espacio ni tiempo. Es un hoy eterno. Sin ayer y sin mañana. Por eso, cualquier afirmación sobre Dios siempre será errónea. No sabemos ni qué decimos. Imposible comprender ese “hoy eterno”. Dios no “recuerda”. Para Él, todo es presente.
Para nosotros la vida es, sobre todo, recordar y soñar. El presente es una rara mezcla de recuerdo y espera. Si no recordamos ni esperamos no vivimos. Recordar es lo más propio del anciano o de la persona mayor. Del joven el soñar. La gran diferencia entre recordar y esperar, es que el recuerdo está hecho de historia. No podemos cambiarla. El mañana está sin escribir. El ayer es un hecho histórico. El mañana es una utopía, mera posibilidad. La memoria del ayer es la fuente de cultura y sabiduría. El mañana, junto a la esperanza, también es miedo a la desesperanza.
Para vivir, no podemos prescindir del pasado. No podemos olvidar. Nos guste o no, hay que echarse la historia a cuestas. Porque ella forma parte de nuestra vida. Somos así hoy, porque fuimos así ayer. Y es bello recordar para asumirla, para comprender y comprendernos, para hacer las paces con nosotros mismos. Lo pasado no está pasado, se nos quedó dentro. Sería peligroso llevarlo como un quiste que, con sus continuas metástasis, envenenara o falseara nuestro presente y nuestro mañana. Merece la pena volver a vivir lo pasado para digerirlo. Aunque nos quede ya sólo una tarde.
Para el israelita
La fe de Israel se funda y se alimenta en el recuerdo. Quien pierde la memoria, además de perder su cultura, puede también perder su fe. Sin memoria no se comprende nada. Los profetas, los salmos, todo el Antiguo Testamento insiste, una y otra vez, en el recuerdo. El Antiguo Testamento es la historia de la fe de un pueblo.
Acuérdate de los días de antaño,
considera los años de edad en edad.
Interroga a tu padre, que te lo contará,
a tus ancianos, que te lo dirán.
Deut. 32,7
Recuerda
que fuiste esclavo en el país de Egipto
y que Yahvé tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y tenso brazo.
Deut. 5,15
Recuerda
las grandes pruebas que tus ojos han visto,
las señales y prodigios,
la mano fuerte y el tenso brazo con que Yahvé tu Dios te ha sacado.
Deut. 7,19
Recuerda
todo el camino que Yahvé tu Dios te ha hecho recorrer…
para conocer lo que había en tu corazón.
No olvides a Yahvé tu Dios
No sea que cuando comas hasta hartarte,
cuando edifiques casas hermosas y las habites,
cuando críen tus reses y ovejas, aumenten tu plata y tu oro,
te vuelvas engreído y te olvides del Señor tu Dios
que te sacó del país de Egipto, de la casa de servidumbre.
Acuérdate de Yahvé tu Dios,
que es el que te da la fuerza para crear la riqueza,
Deut 8,2-19
Te acordarás
que tú fuiste esclavo en el país de Egipto
y que Yahvé tu Dios te rescató.
D. 15,15
Para que te acuerdes
del día en que saliste del país de Egipto.
Todos los días de tu vida.
Y te regocijarás en presencia de Yahvé tu Dios,
tú, tu hijo y tu hija, tu siervo y tu sierva,
y el levita que vive en tus ciudades,
y el forastero, el huérfano y la viuda que viven en medio de ti.
Te acordarás de que fuiste esclavo en Egipto.
Deut. 16,3-12
El cristiano
“Haced esto en recuerdo mío”
Luc 22,19. -1ª Cor 11,25
El cimiento de nuestra fe es una historia. No es un mañana. Una historia que, por llevar el sello de Dios, está por encima del tiempo y del espacio. Una historia que por ser la de Jesús, se hace presente en nuestro ahora. No es una tesis de teología, ni un catecismo, ni un Concilio. Es un recordar. Se trata de una historia que comenzó siendo Quirino gobernador de Siria. Y acabó siendo Pilato Gobernador de Judea. Y Sumo sacerdote del Templo un tal Caifás, yerno de un tal Anás.
A partir de esos hechos, podremos elaborar ideologías cristianas, fabricar cristiandades, interpretar las palabras, desarrollar tesis teológicas, incluso escribir nuevas biografías de Jesús. Incluso podemos montar bellos espectáculos litúrgicos, pero lo histórico seguirá ahí.
Nos hemos hecho especialistas en manejar la historia: la nuestra, la social, la política, la religiosa para encontrar, en esas historias, la justificación de nuestros intereses. Incluso nos arrojamos la historia unos a otros como arma ofensiva o defensiva.
Pero manipular la historia puede ser ese pecado contra el Espíritu que no puede tener perdón. Manipular la historia es como profanar la verdad, para crearse una verdad a medida.
Si las iglesias cristianas quieren unirse tienen, necesariamente, que recordar con limpieza en los ojos, fidelidad y trabajo la historia de Jesús. Si las diferentes corrientes cristianas quieren comulgar en Jesús no pueden encontrar un camino más seguro que recodar al Jesús histórico.
Saber volver a las fuentes y saber traer aquel ayer a nuestro hoy, ese es nuestro trabajo. En memoria de Jesús. La iglesia de Jesús tiene que ser un recuerdo de Jesús. Para que todos se salven.
Nuestra existencia, nuestra vida es un devenir con un ayer que pasó, un mañana que no es, y un hoy que se va yendo mientras lo vamos viviendo. El “ahora” se nos escapa de las manos sin poderlo retener. He ahí la fuente de inestabilidad: se nos resbala lo único que es nuestro: el tiempo. ¡Y sin nunca poderlo abrazar!
La vida de Dios, su existir no tiene espacio ni tiempo. Es un hoy eterno. Sin ayer y sin mañana. Por eso, cualquier afirmación sobre Dios siempre será errónea. No sabemos ni qué decimos. Imposible comprender ese “hoy eterno”. Dios no “recuerda”. Para Él, todo es presente.
Para nosotros la vida es, sobre todo, recordar y soñar. El presente es una rara mezcla de recuerdo y espera. Si no recordamos ni esperamos no vivimos. Recordar es lo más propio del anciano o de la persona mayor. Del joven el soñar. La gran diferencia entre recordar y esperar, es que el recuerdo está hecho de historia. No podemos cambiarla. El mañana está sin escribir. El ayer es un hecho histórico. El mañana es una utopía, mera posibilidad. La memoria del ayer es la fuente de cultura y sabiduría. El mañana, junto a la esperanza, también es miedo a la desesperanza.
Para vivir, no podemos prescindir del pasado. No podemos olvidar. Nos guste o no, hay que echarse la historia a cuestas. Porque ella forma parte de nuestra vida. Somos así hoy, porque fuimos así ayer. Y es bello recordar para asumirla, para comprender y comprendernos, para hacer las paces con nosotros mismos. Lo pasado no está pasado, se nos quedó dentro. Sería peligroso llevarlo como un quiste que, con sus continuas metástasis, envenenara o falseara nuestro presente y nuestro mañana. Merece la pena volver a vivir lo pasado para digerirlo. Aunque nos quede ya sólo una tarde.
Para el israelita
La fe de Israel se funda y se alimenta en el recuerdo. Quien pierde la memoria, además de perder su cultura, puede también perder su fe. Sin memoria no se comprende nada. Los profetas, los salmos, todo el Antiguo Testamento insiste, una y otra vez, en el recuerdo. El Antiguo Testamento es la historia de la fe de un pueblo.
Acuérdate de los días de antaño,
considera los años de edad en edad.
Interroga a tu padre, que te lo contará,
a tus ancianos, que te lo dirán.
Deut. 32,7
Recuerda
que fuiste esclavo en el país de Egipto
y que Yahvé tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y tenso brazo.
Deut. 5,15
Recuerda
las grandes pruebas que tus ojos han visto,
las señales y prodigios,
la mano fuerte y el tenso brazo con que Yahvé tu Dios te ha sacado.
Deut. 7,19
Recuerda
todo el camino que Yahvé tu Dios te ha hecho recorrer…
para conocer lo que había en tu corazón.
No olvides a Yahvé tu Dios
No sea que cuando comas hasta hartarte,
cuando edifiques casas hermosas y las habites,
cuando críen tus reses y ovejas, aumenten tu plata y tu oro,
te vuelvas engreído y te olvides del Señor tu Dios
que te sacó del país de Egipto, de la casa de servidumbre.
Acuérdate de Yahvé tu Dios,
que es el que te da la fuerza para crear la riqueza,
Deut 8,2-19
Te acordarás
que tú fuiste esclavo en el país de Egipto
y que Yahvé tu Dios te rescató.
D. 15,15
Para que te acuerdes
del día en que saliste del país de Egipto.
Todos los días de tu vida.
Y te regocijarás en presencia de Yahvé tu Dios,
tú, tu hijo y tu hija, tu siervo y tu sierva,
y el levita que vive en tus ciudades,
y el forastero, el huérfano y la viuda que viven en medio de ti.
Te acordarás de que fuiste esclavo en Egipto.
Deut. 16,3-12
El cristiano
“Haced esto en recuerdo mío”
Luc 22,19. -1ª Cor 11,25
El cimiento de nuestra fe es una historia. No es un mañana. Una historia que, por llevar el sello de Dios, está por encima del tiempo y del espacio. Una historia que por ser la de Jesús, se hace presente en nuestro ahora. No es una tesis de teología, ni un catecismo, ni un Concilio. Es un recordar. Se trata de una historia que comenzó siendo Quirino gobernador de Siria. Y acabó siendo Pilato Gobernador de Judea. Y Sumo sacerdote del Templo un tal Caifás, yerno de un tal Anás.
A partir de esos hechos, podremos elaborar ideologías cristianas, fabricar cristiandades, interpretar las palabras, desarrollar tesis teológicas, incluso escribir nuevas biografías de Jesús. Incluso podemos montar bellos espectáculos litúrgicos, pero lo histórico seguirá ahí.
Nos hemos hecho especialistas en manejar la historia: la nuestra, la social, la política, la religiosa para encontrar, en esas historias, la justificación de nuestros intereses. Incluso nos arrojamos la historia unos a otros como arma ofensiva o defensiva.
Pero manipular la historia puede ser ese pecado contra el Espíritu que no puede tener perdón. Manipular la historia es como profanar la verdad, para crearse una verdad a medida.
Si las iglesias cristianas quieren unirse tienen, necesariamente, que recordar con limpieza en los ojos, fidelidad y trabajo la historia de Jesús. Si las diferentes corrientes cristianas quieren comulgar en Jesús no pueden encontrar un camino más seguro que recodar al Jesús histórico.
Saber volver a las fuentes y saber traer aquel ayer a nuestro hoy, ese es nuestro trabajo. En memoria de Jesús. La iglesia de Jesús tiene que ser un recuerdo de Jesús. Para que todos se salven.
No hay comentarios:
Publicar un comentario