El Papa ha querido proponer de nuevo, convocando un Año Sacerdotal, la figura de San Juan María Bautista Vianney (1876-1859), el Santo Cura de Ars, con ocasión del 150 aniversario de su muerte.
La vida del Cura de Ars no fue nada fácil. En primer lugar, por las circunstancias históricas que le tocó vivir: la Revolución Francesa, la época napoleónica, la restauración de los Orleans…
Pensemos, por ejemplo, que el sacerdote de su parroquia natal, Dardilly, prestó el juramento a la constitución civil del clero. Más tarde, arrepentido, volvería a ser aceptado por los feligreses.
Tampoco resultó sencillo para Juan María Vianney realizar los estudios sacerdotales. Parece que sabía poco latín, y ello dificultaba el aprendizaje de la Teología. El empeño del abate Belley, párroco de Ecully, fue decisivo para que admitiesen a Vianney a las órdenes sagradas.
Otro problema era la misma parroquia de Ars. Cuando fue destinado allí San Juan María aún no era parroquia, sino una mera capellanía. Los feligreses se sentían distantes de la práctica religiosa, entre otras razones por la apostasía del sacerdote del pueblo durante la revolución.
El Cura de Ars rezó, predicó, atendió a la formación catequética y cultural de los niños y, sobre todo, se dedicó a confesar. Horas y horas. Incansablemente.
El actual Obispo de Belley-Ars ha dicho que San Juan María Vianney “sigue siendo una referencia para nuestro tiempo, como portador del misterio y de la santidad de los ministros”, ayudando a entender “que también en el anonimato de la parroquia más perdida del mundo es posible brillar a la luz de la santidad”.
Sin duda, un modelo. No es fácil añadir a otras renuncias - voluntarias, pero renuncias – la aceptación de un anonimato total como el que lleva consigo desempeñar el ministerio en una parroquia apartada.
La vida del Cura de Ars no fue nada fácil. En primer lugar, por las circunstancias históricas que le tocó vivir: la Revolución Francesa, la época napoleónica, la restauración de los Orleans…
Pensemos, por ejemplo, que el sacerdote de su parroquia natal, Dardilly, prestó el juramento a la constitución civil del clero. Más tarde, arrepentido, volvería a ser aceptado por los feligreses.
Tampoco resultó sencillo para Juan María Vianney realizar los estudios sacerdotales. Parece que sabía poco latín, y ello dificultaba el aprendizaje de la Teología. El empeño del abate Belley, párroco de Ecully, fue decisivo para que admitiesen a Vianney a las órdenes sagradas.
Otro problema era la misma parroquia de Ars. Cuando fue destinado allí San Juan María aún no era parroquia, sino una mera capellanía. Los feligreses se sentían distantes de la práctica religiosa, entre otras razones por la apostasía del sacerdote del pueblo durante la revolución.
El Cura de Ars rezó, predicó, atendió a la formación catequética y cultural de los niños y, sobre todo, se dedicó a confesar. Horas y horas. Incansablemente.
El actual Obispo de Belley-Ars ha dicho que San Juan María Vianney “sigue siendo una referencia para nuestro tiempo, como portador del misterio y de la santidad de los ministros”, ayudando a entender “que también en el anonimato de la parroquia más perdida del mundo es posible brillar a la luz de la santidad”.
Sin duda, un modelo. No es fácil añadir a otras renuncias - voluntarias, pero renuncias – la aceptación de un anonimato total como el que lleva consigo desempeñar el ministerio en una parroquia apartada.
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