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jueves, 23 de julio de 2009

XVII Domingo del T. O. (San Juan 6, 1-15) - Ciclo B: RESPONSABLES Y SOLIDARIOS


La exégesis contemporánea descubre en el relato de la multiplicación de los panes un texto muy trabajado teológicamente en el que es fácil detectar diversas llamadas para entender a Cristo como fuente de vida, para comprender mejor la cena eucarística o para vivir de manera más responsable la solidaridad con los necesitados. ¿Cómo leer hoy este relato en el horizonte de ese tercio de la Humanidad que muere de hambre y de miseria?

El relato habla de una muchedumbre necesitada de alimento, en medio de un desierto donde no es posible satisfacer el hambre. Los discípulos presentan «cinco panes y dos peces», símbolo expresivo de la penuria y escasez en aquel grupo que podría, sin embargo, alimentarse en las aldeas cercanas. Así viven hoy millones de seres humanos junto a países ricos donde hay medios suficientes para alimentar a toda la Humanidad.

¿Qué hacer ante esta situación? El relato rechaza el fatalismo o las respuestas fáciles nacidas de la insolidaridad. Los discípulos piensan enseguida en la solución menos comprometida para ellos: «que vayan a las aldeas y se compren de comer», es decir, que cada uno resuelva sus problemas con sus propios medios. Jesús, por el contrario, los llama a la responsabilidad: «Dadles vosotros de comer», no los dejéis abandonados a su suerte.

Más tarde, Jesús «levanta los ojos al cielo» para recordar a todos a ese Dios Padre del que proviene la vida y todo lo que la alimenta. La vida es un don de Dios y no podemos «levantar nuestros ojos» hacia Él si privamos a alguien de lo que necesita para vivir. El pan que comemos es verdaderamente humano cuando es compartido entre todos los hijos de Dios.

El relato culmina con un gesto que llama a la solidaridad responsable. Los discípulos cambian de actitud y ponen a disposición de Jesús todo lo que hay entre ellos. Jesús, por su parte, bendice al Padre y pone toda su fuerza al servicio de aquella muchedumbre hambrienta. Todos quedan saciados.

El «milagro» es signo del mundo querido por Dios: un mundo fraterno y solidario donde todos compartan dignamente la vida que reciben de Dios. El relato de Juan insinúa que es en la cena eucarística donde los creyentes han de alimentar su conciencia fraterna y su responsabilidad.

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