En los días de ponerme a escribir esto mi casa es un caos de grupos de estudio, nervios un poco sueltos y horarios enloquecidos: es fin de curso. Las conversaciones en la mesa son más bien monólogos simultáneos, acerca del esfuerzo, el rendimiento, y el “en qué estaba pensando el profesor al ir a preguntar eso” Viene al hilo porque las matemáticas de primaria son materia peliaguda de la que me ando ocupando día tras día, y metida en estas harinas, me sale al paso una lectura de multiplicaciones.
Son varias las veces que me ha tocado comentar este texto, y no deja de asombrarme como el Espíritu, (que sigue soplando donde quiere) me sugiere una y otra vez diferentes maneras de abordarlo. Para bien de los que me lean, que no se aburrirán, y también mío, que me libro una vez más de sentirme una pesada.
Sabemos de la pobreza que inunda el mundo, y de lo importante que es no olvidarlo nunca en nuestra vida cotidiana. Tener presentes a los que peor lo están pasando puede (y debería) librarnos de una vez y para siempre del consumismo, del afán de acumular y de la convicción de que somos más cuanto más gastamos. Junto a un decidido esfuerzo de austeridad, un acercamiento al mundo del trabajo voluntario, solidario y comprometido junto a los que trabajan por cambiar las estructuras injustas que generan esta situación, sería la manera más perfecta de vivir nuestro compromiso por el “Hágase tu voluntad” y el “Danos hoy nuestro pan de cada día”.
La multiplicación de los cinco panes y los dos peces que un chiquillo (uno de los que no contaban en los cinco mil que acompañaban a Jesús, junto con las mujeres) nos habla de lo mucho que se puede hacer con lo poco. Nos lleva a recordar que cuando los discípulos hacen caso a Jesús y confían en Él, todo cuadra, hasta las cuentas. Todo el mundo se sacia, y repite, y sobra. Que sí, que la fe lo puede todo y Jesús nunca deja abandonados a los suyos. Pero queremos más evidencia, seguimos desconfiando y así nos va…
Para que se multipliquen panes y peces, primero hay que buscarlos. Me imagino a los discípulos husmeando entre la gente, sin mucha convicción, y casi desdeñosos cuando el niño aquel les ofreció su cesta. Como nosotros, que con sentirnos pequeños, amén de practicar la humildad, nos justificamos de nuestra falta de iniciativa, nuestro desánimo previo, nuestra resistencia a empezar alguna acción…
Esto, por hablar del hambre física. ¿Hablamos de la otra? Necesitados estamos de gente optimista, solidaria, responsable, trabajadora, fiel a la palabra dada y dispuesta, a pesar de los pesares, a disfrutar en lo posible de este mundo y esta vida compartiendo lo bueno con todos. ¿Cumplimos los cristianos este perfil? ¿Lo cumplimos como consecuencia de nuestra fe o porque, afortunadamente, somos de buen carácter?
Jesús fue multiplicador de alimento. ¿Y si nos proponemos, además de trabajar contra el hambre en el mundo, ser multiplicadores de vida? Comprometidos con el bien decir sobre el murmurar, el agradecer sobre el quejarnos; el esfuerzo contra el darnos por vencidos y la alabanza en vez de la maledicencia. Esos sí que son actos pequeñitos, como panes, que pueden iniciar una ola que alimente nuestra hambre desanimada y quejumbrosa.
¿Somos capaces de pasar un día entero sin quejarnos, sin hablar mal de nadie, valorando lo que tenemos por encima de lo que nos falta? Los cinco mil salieron detrás de Jesús sin pensar en nada más, y se vieron saciados. ¿Nos arriesgaremos a multiplicar nuestros buenos dones, sin buscar nada más, y a esperar a ver qué pasa? ¿Empezaremos a portarnos como cristianos multiplicadores de esperanza?
A. GONZALO
aurora@dabar.net
DIOS HABLA
II REYES 4, 42 44
En aquellos días, uno de Baal Salisá vino a traer al profeta Eliseo el pan de las primicias, veinte panes de cebada y grano reciente en la alforja. Eliseo dijo: «Dáselos a la gente, que coman». El criado replicó: «¿Qué hago yo con esto para cien personas?» Eliseo insistió: «Dáselos a la gente, que coman. Porque así dice el Señor: Comerán y sobrará». Entonces el criado se los sirvió, comieron y sobró, como había dicho el Señor.
EFESIOS 4, 1 6
Hermanos: Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos; sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.
JUAN 6, 1 15
En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?» Lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo». Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero ¿qué es eso para tantos?» Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie». Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo». Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.
EXEGESIS
PRIMERA LECTURA
La breve narración de hoy sobre la multiplicación de unas primicias ofrecidas al profeta Eliseo que las ofrece para que coma una multitud, no puede por menos que evocar, con el evangelio de hoy, el poder del compartir.
La vida nos recuerda cada día que el pan de los pobres se multiplica y las riqueza de los ricos no bastan ni para ellos mismos. La pensión de los abuelos palian la escasez de familias enteras, mientras que los fabulosos recursos de los ricos necesitan fagocitar los ahorros de la gente media.
En África muere la gente de miseria, una gran parte de ellos por el nulo valor de sus productos malvendidos, tirados a veces, ante la avalancha de productos occidentales que los invaden movidos por intereses económicos que inmovilizan todo comercio justo. Ingentes ayudas llegan para ‘regalarles’ excedentes que inutilizan los productos nativos más baratos, cercanos y nutritivos incluso, que quedarán inmovilizados y así dejar el paso libre a un comercio ‘gratuito, que proporciona engrase a la maquinaria del control mundial de alimentos. Al precio de arruinar al mundo entero, como ya ha sucedido.
Compartir sería lo justo, lo humano y, en definitiva lo que realmente posibilitaría la alimentación de todos. Pero para ello es preciso compartir lo poco necesario y eliminar lo mucho superfluo.
Eliseo es un profeta que sabe mucho de todo esto. Para él, curioso, lo del comer y beber y lo del hambre y la miseria resulta una verdadera obsesión. Basta repasar los episodios bíblicos referidos a su vida ‘el ciclo de Eliseo’, (II Reyes 2,1-13,20) para comprobar cuánto de todo esto aparece.
Su primer ‘milagro’ será sanar las aguas de Jericó en una fuente que aún hoy día se conoce como el ‘manantial de Eliseo’ (II Re 2,19-22). Y tras un arranque de mal genio (‘Nadie puede burlarse de un profeta’! II Re 2,23-25) de nuevo provee de agua al ejército de Israel (II Re 3,14-22). En el c.4 se encuentra con una viuda a quien remedia su necesidad (la van a embargar a ella y a sus dos hijos, con todos su bienes) multiplicando el aceite de la única botella que le quedaba (II Re 4,1-7). Y si, antes de resucitar al hijo de la sunamita se nos dice que ésta ‘siempre lo acogía y le daba de comer cuando por allá pasaba’ (4,8) inmediatamente se nos cuenta cómo recogiendo hierbas y frutos salvajes y añadiendo luego un poco de harina, remedió el hambre de todo el grupo de profetas que le acompañaban día a día (4, 38-41).
A continuación viene el relato de hoy.
Y aún saldrá a relucir la comida y la bebida un par de veces. La primera, porque dando de comer y beber a un grupo de exploradores enemigos infiltrados en Israel: “Sírveles pan y agua, que coman y beban y que se vuelvan a su amo”, y “Se les preparó un banquete”, logró que no volvieran ni a entrar en territorio israelita’ (II Re 6,21-23). Y el segundo episodio, la descripción de la más terrible escena de canibalismo provocada por el hambre (6, 26-29).
Cada día pedimos en la Plegaria Eucarística al Señor: “Líbranos, Señor de todos los males…. para que ayudados por tu misericordia… y protegidos de toda perturbación, esperemos tu gloriosa venida”.
Es difícil esperar el Reino y trabajar por él… a quienes la miseria del hambre y la sed acucian inhumanamente. Pueden explicarse todos los excesos… y aún así nos dan ejemplo.
TOMÁS RAMÍREZ
tomas@dabar.net
SEGUNDA LECTURA
Este párrafo está puesto al comienzo de la segunda parte de la carta a los Efesios en la que hay muchas exhortaciones, aunque mezclando algunos tema todavía más doctrinales que los anteriores (vg. 4, 4-16).
Pero estas primeras líneas son una exhortación general -el autor sigue interpretando el papel de Pablo, asumiendo circunstancias de su vida- a vivir conforme a la vocación cristiana, con humildad, mansedumbre, grandeza de ánimo y paciencia, junto con el amor. Todo ello tiene no poco que ver con el tema central inmediatamente anunciado: la unidad en el Espíritu.
Por las implicaciones que tiene es evidente que esta unidad se refiere a la iglesia y no sólo a la armonía entre los seres humanos. Siete veces se repite el termino “uno/una” estas pocas líneas. Es realmente el tema de los vv. 4-6.
Hay una formulación trinitaria que comienza por el Espíritu (v.4), para pasar al Señor (evidentemente Jesús, v.5) y terminar con Dios Padre (v. 6). Es interesante notar que al Espíritu queda vinculado el “cuerpo”, que es el de Cristo, o sea, la iglesia. También la vocación mencionada en el mismo versículo parece referirse a la “con-vocación” que ha reunido a la comunidad. Al Señor Jesús se vinculan el bautismo y la fe; del Padre, en cambio, se habla en términos más generales.
FEDERICO PASTOR
federico@dabar.net
EVANGELIO
Texto. El relato que hoy leemos no está tomado de Marcos, por lo que no nos sirve de nada el marco del domingo pasado. Deberemos, pues, leer el relato dentro de las coordenadas trazadas por Juan.
Estas coordenadas nos hablan de la cercanía de la Pascua. Desde Jn. 2,13-16 sabe el lector de Juan que Jesús ha adquirido la categoría de Templo. De ahí que Juan nos presente ahora a la gente acudiendo a celebrar la Pascua no en el templo de Jerusalén, sino allí donde está Jesús, quien representa para esa gente un nuevo espacio religioso, amplio y abierto, donde nadie se pierde.
Pero aún hay más: desde Jn. 1,29.36 sabe también el lector de Juan que Jesús es el Cordero de Pascua. Leyendo con atención el texto descubrimos en el v.11 un detalle significativo que no se encuentra en el paralelo de Marcos ni de los otros sinópticos: Jesús mismo distribuye el alimento, significándose con ello como alimento pascual.
La lectura pascual del relato abre éste a otra posible lectura de liberación, la representada por el nacionalismo judío. También de ella se hace eco el texto al final, aunque para rechazarla: Sabiendo Jesús que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña (v.15). La lectura nacionalista limitaba la liberación a sólo los judíos, cuyo símbolo es el templo de Jerusalén.
Comentario. Deformaríamos el sentido del texto, que ve en Jesús el nuevo templo y el alimento liberador, si entendiéramos la liberación de Jesús como algo interior frente a la exterior, representada por el nacionalismo judío, que el texto rechaza. También la de Jesús es exterior, sólo que no es reductora o limitada a unos (los vencedores, los primeros, los buenos) con exclusión o subordinación de otros (los vencidos, los advenedizos, los malos).
Todo el texto rezuma lozanía (hierba) y amplitud (aire libre). La extrañeza que, sin duda, causa la exclusiva mención masculina en el v.10, esa extrañeza desaparece apenas caemos en la cuenta que el autor está describiendo una verdadera liturgia pascual, en la que eran los hombres quienes recogían en el templo el cordero sacrificado.
Todo el texto está presidido por la grandiosa figura del Cordero de Dios, dueño y señor de los acontecimientos, consciente de ser el alimento que Dios ofrece a su pueblo, el cual no es en absoluto reducible a unos pocos privilegiados.
ALBERTO BENITO
alberto@dabar.net
NOTAS PARA LA HOMILIA
Nos encontramos en el evangelio de hoy el texto de la multiplicación de los panes y los peces, y no puedo por menos que recordar un delicioso librito del fallecido cardenal Nguyen van Thuan titulado ‘Cinco panes y dos peces’.
Sería suficiente para estas líneas centrarme en lo nuclear del texto, que por otra parte ya está presentado en la exégesis de Alberto: en un contexto de la preparación de la Pascua, Jesús realiza un signo que representa lo que va a vivir a continuación, el ofrecimiento de lo que uno tiene para dar de comer a otros, tiene un efecto multiplicador, al igual que la propia entrega de Jesús tiene un efecto multiplicador para dar vida a los hombres. Permitidme hoy una licencia y detenerme telegráficamente en algunos elementos aparentemente accesorios del relato.
- Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Es sin lugar a dudas un seguimiento imperfecto, podríamos decir que interesado. Lo que nos da pie sin emitir ningún juicio a cuestionar también la autenticidad de nuestro propio seguimiento, y posiblemente nos sintamos identificados. Pero aunque sea interesado, imperfecto, nuestro seguimiento, el relato nos ilumina mostrándonos la clave de la entrega, del compartir lo poco que tengamos, es decir, vivir nosotros mismos esa misma entrega pascual de Jesús.
- Dice a Felipe: ¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?. Lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Me parece sugerente que los discípulos que aparecen hoy en un relato tan significativo no sean los ‘clásicos’ (Pedro, Santiago y Juan), sino otros ‘de segunda fila’ (Felipe, Andrés) o incluso un desconocido (un muchacho). Llama la atención la pedagogía, una pregunta capciosa a Felipe (la respuesta es clara, no tenían dinero para tantos), que lleva un carga de profundidad (lo decía para tentarlo) en la que Felipe cae inocentemente, pero que da pie a la intervención de Andrés con grandes dosis de ingenuidad. Necesitamos programaciones pastorales para como Jesús saber lo que vamos a hacer y tener la capacidad pedagógica para conducir a las personas a una situación en la que puedan descubrir verdaderamente los signos de Dios en la vida. Estas cosas no se improvisan, son resultado de muchas ‘horas que nunca brillan’.
- Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie. Es frecuente que en muchas comunidades cristianas que se reúnen para celebrar con el clásico ‘traer algo para compartir’, acaben sobrando cosas y después a ver cómo nos las llevamos. Me llama la atención cómo en muchas familias los hermanos heredan la ropa, muchas madres gestionan las sobras de las comidas y las reciclan de mil maneras,… pero también me cuestionan (y a veces me escandaliza) tantos gastos que sólo sirven para el momento y que se van acumulando ya no solo en las casas (videos, cintas, libros, ‘detalles’,…), sino también en las iglesias (vestidos litúrgicos, ornamentos, imágenes,…).
- La gente al ver el signo que había hecho, decía: «Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo». Necesitamos realizar signos en nuestra sociedad que lleguen a la gente como buena noticia, como el lema tan acertado de ‘otro mundo es posible’. El compartir, la entrega, no sólo tiene que ser una conducta habitual y cotidiana entre los cristianos, además tiene que ser visible para el hombre de hoy, y poder así alcanzar también ese reconocimiento de la gente: «Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo».
- Se retiró otra vez a la montaña él solo. Y todo eso sin buscar vanos honores del mundo (para proclamarlo rey), sino con la humildad y la confianza puesta en Aquel que lo puede todo, buscándolo en la soledad. Necesitamos cuidar los tiempos de retirarnos. Este tiempo estival es una buena ocasión.
JOSE ANGEL FUERTES
joseangel@dabar.net
PARA LA ORACION
Dios, Padre nuestro y fuerza de los que en ti confían; abre nuestros ojos para que sepamos ver tu amor, nuestro entendi¬miento para que confiemos en tu ayuda y nuestro corazón para que amemos siempre a los hombres.
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Recibe, Padre, las ofrendas que te presentamos y haznos ge¬nerosos hasta poder ofrecerte, todos los días, el don de nuestra propia vida.
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Estamos aquí reunidos, Padre, para celebrar la Acción de Gracias que es el propio sacrificio de tu Hijo Jesucristo.
El pasó por la vida haciendo el bien, liberando siempre a los oprimidos por el mal, hasta alumbrar una nueva Pascua, una nueva comunidad y una nueva vida para todos los hombres.
Ante esta sobreabundancia de amor y generosidad queremos responder, desde nuestra pobreza y pequeñez, con esta procla¬mación de tu santidad.
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Recibe, Padre, nuestro agradecimiento por esta Eucaristía en la que hemos participado. Que sepamos vivir en todo momento lo que aquí hemos celebrado y de este modo vayamos colabo¬rando contigo en la construcción de tu Reino.
LA MISA DE HOY
MONICIÓN DE ENTRADA
Queridos amigos, en la liturgia de la palabra de hoy descu¬briremos que la acción de gracias y el reparto de panes unifica elementos dispares contradictorios. Y es que allí donde se dan gracias al Padre y se comparte el pan surge la comunidad de vida.
Para esto, precisamente, nos hemos reunido aquí: para la ac¬ción de gracias y la fracción del pan, y que así se haga presente en nosotros la vida rebosante y sorprendente que nos brinda Dios nuestro Padre en su Hijo Jesucristo.
SALUDO
Hermanos, el amor de Dios nuestro Padre, que nos da el pan que alimenta el cuerpo y la felicidad que llena el espíritu, esté siempre con todos vosotros.
ACTO PENITENCIAL
Dios nos ofrece el pan de vida y nosotros seguimos alimen¬tándonos del egoísmo que produce la muerte. Reconozcamos ante el Señor nuestra obstinación y nuestra ceguera; El nos per¬dona y nos sigue invitando a participar de su mesa.
-Tú, que te ofreces para guiarnos por el camino que nos lleva a la vida. Señor, ten piedad.
-Tú, que quieres que nada ni nadie se pierda y nos ofreces el alimento para el cuerpo y el espíritu. Cristo, ten piedad.
-Tú, que nos invitas a celebrar la Eucaristía en memoria tuya y esperas que comprometamos en ella toda nuestra vida. Señor, ten piedad
MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
También hoy el pueblo pasa hambre, mucha hambre y de muchas clases. Lo más sencillo sería echar las culpas a la obce¬cación de lo hambrientos; pero lo cierto es que ellos buscan con ansia el pan; ¿no será que quienes tienen el pan no siempre saben darlo a los necesitados?
SALMO RESPONSORIAL (Sal 144)
Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas.
Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.
Los ojos de todos te están aguardando, tú les das la comida a su tiempo; abres tú la mano, y sacias de favores a todo viviente.
Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.
El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente.
Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.
MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
Pablo llama a la igualdad y la fraternidad entre todos los hermanos de la Comunidad Cristiana de Efeso porque no hay más que un solo Señor. Y esta llamada es extensiva a todas las Comunidades Cristianas de todos los lugares y todas las épo¬cas: esa es la vocación a la que Dios nos llama.
MONICIÓN A LA LECTURA EVANGÉLICA
También el Evangelio nos habla de un pueblo con hambre; pero ahora sabemos que el pan lo tiene Dios y que la Iglesia es su administradora. ¿Qué respuesta daremos el día que los hombres se den cuenta de esta realidad y en vez de clamar al cielo, clamen a la Iglesia con la misma intensidad y la misma confianza?
ORACIÓN DE LOS FIELES
Pidamos al Señor que abra nuestro corazón y nos dé fuer¬zas para no defraudar nunca las esperanzas de Dios ni las de los hombres, diciendo: Señor, ten misericordia de nosotros
-Para que la Iglesia hable con el lenguaje de los signos y de los hechos, y dé pan a los que tienen hambre. Oremos.
-Para que sepamos dar a todas las cosas su verdadero y justo valor, y busquemos por encima de todo el Reino de Dios. Oremos.
-Para que siempre seamos conscientes de nuestra vocación de testigos del Evangelio. Oremos.
-Para que nuestras eucaristías no sean ritos vacíos sino la fuente y el culmen de toda nuestra vida como comunidad de fe. Oremos.
-Para que nuestra comunidad (parroquial) viva conforme a lo que cree. Oremos.
Oración: Escucha, Padre, las súplicas que te dirigen tus hijos y no permitas que nunca dudemos de tu amor. Por Jesucristo.
CANTOS PARA LA CELEBRACION
Entrada. Dios nos convoca (del disco ’16 Cantos para la misa’); Un solo Señor (1 CLN-708); Con nosotros está el Señor (del disco ’15 Nuevos cantos para la Misa); Vine a alabar a Dios (del Cd titulado ’20 Canciones famosas para las celebraciones’).
Salmo. LdS.
Aleluya. Aleluya, Aleluya, Gloria al Señor (del disco ’16 Cantos para la Misa’).
Ofertorio. Este pan y vino (1 CLN-H 4); Necesitamos comer tu pan (de J. Elezcano).
Santo. (1 CLN-E 5)
Comunión. No podemos caminar (1 CLN-O 13); Te conocimos, Señor ,al partir el pan (1 CLN-O 25).
Final: Hoy, Señor, te damos gracias (1 CLN-O 25); El Señor nos invita (4ª estrofa del Cd titulado ’15 Cantos para la Cena del Señor’ de C. Erdozáin).
Director: José Ángel Fuertes Sancho •Paricio Frontiñán, s/n• Tlf 976458529 Fax 976439635 • 50004 ZARAGOZA
Tlf. del Evangelio: 976.44.45.46 - Página web: www.dabar.net - Correo-e: dabar@dabar.net
Son varias las veces que me ha tocado comentar este texto, y no deja de asombrarme como el Espíritu, (que sigue soplando donde quiere) me sugiere una y otra vez diferentes maneras de abordarlo. Para bien de los que me lean, que no se aburrirán, y también mío, que me libro una vez más de sentirme una pesada.
Sabemos de la pobreza que inunda el mundo, y de lo importante que es no olvidarlo nunca en nuestra vida cotidiana. Tener presentes a los que peor lo están pasando puede (y debería) librarnos de una vez y para siempre del consumismo, del afán de acumular y de la convicción de que somos más cuanto más gastamos. Junto a un decidido esfuerzo de austeridad, un acercamiento al mundo del trabajo voluntario, solidario y comprometido junto a los que trabajan por cambiar las estructuras injustas que generan esta situación, sería la manera más perfecta de vivir nuestro compromiso por el “Hágase tu voluntad” y el “Danos hoy nuestro pan de cada día”.
La multiplicación de los cinco panes y los dos peces que un chiquillo (uno de los que no contaban en los cinco mil que acompañaban a Jesús, junto con las mujeres) nos habla de lo mucho que se puede hacer con lo poco. Nos lleva a recordar que cuando los discípulos hacen caso a Jesús y confían en Él, todo cuadra, hasta las cuentas. Todo el mundo se sacia, y repite, y sobra. Que sí, que la fe lo puede todo y Jesús nunca deja abandonados a los suyos. Pero queremos más evidencia, seguimos desconfiando y así nos va…
Para que se multipliquen panes y peces, primero hay que buscarlos. Me imagino a los discípulos husmeando entre la gente, sin mucha convicción, y casi desdeñosos cuando el niño aquel les ofreció su cesta. Como nosotros, que con sentirnos pequeños, amén de practicar la humildad, nos justificamos de nuestra falta de iniciativa, nuestro desánimo previo, nuestra resistencia a empezar alguna acción…
Esto, por hablar del hambre física. ¿Hablamos de la otra? Necesitados estamos de gente optimista, solidaria, responsable, trabajadora, fiel a la palabra dada y dispuesta, a pesar de los pesares, a disfrutar en lo posible de este mundo y esta vida compartiendo lo bueno con todos. ¿Cumplimos los cristianos este perfil? ¿Lo cumplimos como consecuencia de nuestra fe o porque, afortunadamente, somos de buen carácter?
Jesús fue multiplicador de alimento. ¿Y si nos proponemos, además de trabajar contra el hambre en el mundo, ser multiplicadores de vida? Comprometidos con el bien decir sobre el murmurar, el agradecer sobre el quejarnos; el esfuerzo contra el darnos por vencidos y la alabanza en vez de la maledicencia. Esos sí que son actos pequeñitos, como panes, que pueden iniciar una ola que alimente nuestra hambre desanimada y quejumbrosa.
¿Somos capaces de pasar un día entero sin quejarnos, sin hablar mal de nadie, valorando lo que tenemos por encima de lo que nos falta? Los cinco mil salieron detrás de Jesús sin pensar en nada más, y se vieron saciados. ¿Nos arriesgaremos a multiplicar nuestros buenos dones, sin buscar nada más, y a esperar a ver qué pasa? ¿Empezaremos a portarnos como cristianos multiplicadores de esperanza?
A. GONZALO
aurora@dabar.net
DIOS HABLA
II REYES 4, 42 44
En aquellos días, uno de Baal Salisá vino a traer al profeta Eliseo el pan de las primicias, veinte panes de cebada y grano reciente en la alforja. Eliseo dijo: «Dáselos a la gente, que coman». El criado replicó: «¿Qué hago yo con esto para cien personas?» Eliseo insistió: «Dáselos a la gente, que coman. Porque así dice el Señor: Comerán y sobrará». Entonces el criado se los sirvió, comieron y sobró, como había dicho el Señor.
EFESIOS 4, 1 6
Hermanos: Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos; sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.
JUAN 6, 1 15
En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?» Lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo». Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero ¿qué es eso para tantos?» Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie». Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo». Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.
EXEGESIS
PRIMERA LECTURA
La breve narración de hoy sobre la multiplicación de unas primicias ofrecidas al profeta Eliseo que las ofrece para que coma una multitud, no puede por menos que evocar, con el evangelio de hoy, el poder del compartir.
La vida nos recuerda cada día que el pan de los pobres se multiplica y las riqueza de los ricos no bastan ni para ellos mismos. La pensión de los abuelos palian la escasez de familias enteras, mientras que los fabulosos recursos de los ricos necesitan fagocitar los ahorros de la gente media.
En África muere la gente de miseria, una gran parte de ellos por el nulo valor de sus productos malvendidos, tirados a veces, ante la avalancha de productos occidentales que los invaden movidos por intereses económicos que inmovilizan todo comercio justo. Ingentes ayudas llegan para ‘regalarles’ excedentes que inutilizan los productos nativos más baratos, cercanos y nutritivos incluso, que quedarán inmovilizados y así dejar el paso libre a un comercio ‘gratuito, que proporciona engrase a la maquinaria del control mundial de alimentos. Al precio de arruinar al mundo entero, como ya ha sucedido.
Compartir sería lo justo, lo humano y, en definitiva lo que realmente posibilitaría la alimentación de todos. Pero para ello es preciso compartir lo poco necesario y eliminar lo mucho superfluo.
Eliseo es un profeta que sabe mucho de todo esto. Para él, curioso, lo del comer y beber y lo del hambre y la miseria resulta una verdadera obsesión. Basta repasar los episodios bíblicos referidos a su vida ‘el ciclo de Eliseo’, (II Reyes 2,1-13,20) para comprobar cuánto de todo esto aparece.
Su primer ‘milagro’ será sanar las aguas de Jericó en una fuente que aún hoy día se conoce como el ‘manantial de Eliseo’ (II Re 2,19-22). Y tras un arranque de mal genio (‘Nadie puede burlarse de un profeta’! II Re 2,23-25) de nuevo provee de agua al ejército de Israel (II Re 3,14-22). En el c.4 se encuentra con una viuda a quien remedia su necesidad (la van a embargar a ella y a sus dos hijos, con todos su bienes) multiplicando el aceite de la única botella que le quedaba (II Re 4,1-7). Y si, antes de resucitar al hijo de la sunamita se nos dice que ésta ‘siempre lo acogía y le daba de comer cuando por allá pasaba’ (4,8) inmediatamente se nos cuenta cómo recogiendo hierbas y frutos salvajes y añadiendo luego un poco de harina, remedió el hambre de todo el grupo de profetas que le acompañaban día a día (4, 38-41).
A continuación viene el relato de hoy.
Y aún saldrá a relucir la comida y la bebida un par de veces. La primera, porque dando de comer y beber a un grupo de exploradores enemigos infiltrados en Israel: “Sírveles pan y agua, que coman y beban y que se vuelvan a su amo”, y “Se les preparó un banquete”, logró que no volvieran ni a entrar en territorio israelita’ (II Re 6,21-23). Y el segundo episodio, la descripción de la más terrible escena de canibalismo provocada por el hambre (6, 26-29).
Cada día pedimos en la Plegaria Eucarística al Señor: “Líbranos, Señor de todos los males…. para que ayudados por tu misericordia… y protegidos de toda perturbación, esperemos tu gloriosa venida”.
Es difícil esperar el Reino y trabajar por él… a quienes la miseria del hambre y la sed acucian inhumanamente. Pueden explicarse todos los excesos… y aún así nos dan ejemplo.
TOMÁS RAMÍREZ
tomas@dabar.net
SEGUNDA LECTURA
Este párrafo está puesto al comienzo de la segunda parte de la carta a los Efesios en la que hay muchas exhortaciones, aunque mezclando algunos tema todavía más doctrinales que los anteriores (vg. 4, 4-16).
Pero estas primeras líneas son una exhortación general -el autor sigue interpretando el papel de Pablo, asumiendo circunstancias de su vida- a vivir conforme a la vocación cristiana, con humildad, mansedumbre, grandeza de ánimo y paciencia, junto con el amor. Todo ello tiene no poco que ver con el tema central inmediatamente anunciado: la unidad en el Espíritu.
Por las implicaciones que tiene es evidente que esta unidad se refiere a la iglesia y no sólo a la armonía entre los seres humanos. Siete veces se repite el termino “uno/una” estas pocas líneas. Es realmente el tema de los vv. 4-6.
Hay una formulación trinitaria que comienza por el Espíritu (v.4), para pasar al Señor (evidentemente Jesús, v.5) y terminar con Dios Padre (v. 6). Es interesante notar que al Espíritu queda vinculado el “cuerpo”, que es el de Cristo, o sea, la iglesia. También la vocación mencionada en el mismo versículo parece referirse a la “con-vocación” que ha reunido a la comunidad. Al Señor Jesús se vinculan el bautismo y la fe; del Padre, en cambio, se habla en términos más generales.
FEDERICO PASTOR
federico@dabar.net
EVANGELIO
Texto. El relato que hoy leemos no está tomado de Marcos, por lo que no nos sirve de nada el marco del domingo pasado. Deberemos, pues, leer el relato dentro de las coordenadas trazadas por Juan.
Estas coordenadas nos hablan de la cercanía de la Pascua. Desde Jn. 2,13-16 sabe el lector de Juan que Jesús ha adquirido la categoría de Templo. De ahí que Juan nos presente ahora a la gente acudiendo a celebrar la Pascua no en el templo de Jerusalén, sino allí donde está Jesús, quien representa para esa gente un nuevo espacio religioso, amplio y abierto, donde nadie se pierde.
Pero aún hay más: desde Jn. 1,29.36 sabe también el lector de Juan que Jesús es el Cordero de Pascua. Leyendo con atención el texto descubrimos en el v.11 un detalle significativo que no se encuentra en el paralelo de Marcos ni de los otros sinópticos: Jesús mismo distribuye el alimento, significándose con ello como alimento pascual.
La lectura pascual del relato abre éste a otra posible lectura de liberación, la representada por el nacionalismo judío. También de ella se hace eco el texto al final, aunque para rechazarla: Sabiendo Jesús que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña (v.15). La lectura nacionalista limitaba la liberación a sólo los judíos, cuyo símbolo es el templo de Jerusalén.
Comentario. Deformaríamos el sentido del texto, que ve en Jesús el nuevo templo y el alimento liberador, si entendiéramos la liberación de Jesús como algo interior frente a la exterior, representada por el nacionalismo judío, que el texto rechaza. También la de Jesús es exterior, sólo que no es reductora o limitada a unos (los vencedores, los primeros, los buenos) con exclusión o subordinación de otros (los vencidos, los advenedizos, los malos).
Todo el texto rezuma lozanía (hierba) y amplitud (aire libre). La extrañeza que, sin duda, causa la exclusiva mención masculina en el v.10, esa extrañeza desaparece apenas caemos en la cuenta que el autor está describiendo una verdadera liturgia pascual, en la que eran los hombres quienes recogían en el templo el cordero sacrificado.
Todo el texto está presidido por la grandiosa figura del Cordero de Dios, dueño y señor de los acontecimientos, consciente de ser el alimento que Dios ofrece a su pueblo, el cual no es en absoluto reducible a unos pocos privilegiados.
ALBERTO BENITO
alberto@dabar.net
NOTAS PARA LA HOMILIA
Nos encontramos en el evangelio de hoy el texto de la multiplicación de los panes y los peces, y no puedo por menos que recordar un delicioso librito del fallecido cardenal Nguyen van Thuan titulado ‘Cinco panes y dos peces’.
Sería suficiente para estas líneas centrarme en lo nuclear del texto, que por otra parte ya está presentado en la exégesis de Alberto: en un contexto de la preparación de la Pascua, Jesús realiza un signo que representa lo que va a vivir a continuación, el ofrecimiento de lo que uno tiene para dar de comer a otros, tiene un efecto multiplicador, al igual que la propia entrega de Jesús tiene un efecto multiplicador para dar vida a los hombres. Permitidme hoy una licencia y detenerme telegráficamente en algunos elementos aparentemente accesorios del relato.
- Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Es sin lugar a dudas un seguimiento imperfecto, podríamos decir que interesado. Lo que nos da pie sin emitir ningún juicio a cuestionar también la autenticidad de nuestro propio seguimiento, y posiblemente nos sintamos identificados. Pero aunque sea interesado, imperfecto, nuestro seguimiento, el relato nos ilumina mostrándonos la clave de la entrega, del compartir lo poco que tengamos, es decir, vivir nosotros mismos esa misma entrega pascual de Jesús.
- Dice a Felipe: ¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?. Lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Me parece sugerente que los discípulos que aparecen hoy en un relato tan significativo no sean los ‘clásicos’ (Pedro, Santiago y Juan), sino otros ‘de segunda fila’ (Felipe, Andrés) o incluso un desconocido (un muchacho). Llama la atención la pedagogía, una pregunta capciosa a Felipe (la respuesta es clara, no tenían dinero para tantos), que lleva un carga de profundidad (lo decía para tentarlo) en la que Felipe cae inocentemente, pero que da pie a la intervención de Andrés con grandes dosis de ingenuidad. Necesitamos programaciones pastorales para como Jesús saber lo que vamos a hacer y tener la capacidad pedagógica para conducir a las personas a una situación en la que puedan descubrir verdaderamente los signos de Dios en la vida. Estas cosas no se improvisan, son resultado de muchas ‘horas que nunca brillan’.
- Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie. Es frecuente que en muchas comunidades cristianas que se reúnen para celebrar con el clásico ‘traer algo para compartir’, acaben sobrando cosas y después a ver cómo nos las llevamos. Me llama la atención cómo en muchas familias los hermanos heredan la ropa, muchas madres gestionan las sobras de las comidas y las reciclan de mil maneras,… pero también me cuestionan (y a veces me escandaliza) tantos gastos que sólo sirven para el momento y que se van acumulando ya no solo en las casas (videos, cintas, libros, ‘detalles’,…), sino también en las iglesias (vestidos litúrgicos, ornamentos, imágenes,…).
- La gente al ver el signo que había hecho, decía: «Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo». Necesitamos realizar signos en nuestra sociedad que lleguen a la gente como buena noticia, como el lema tan acertado de ‘otro mundo es posible’. El compartir, la entrega, no sólo tiene que ser una conducta habitual y cotidiana entre los cristianos, además tiene que ser visible para el hombre de hoy, y poder así alcanzar también ese reconocimiento de la gente: «Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo».
- Se retiró otra vez a la montaña él solo. Y todo eso sin buscar vanos honores del mundo (para proclamarlo rey), sino con la humildad y la confianza puesta en Aquel que lo puede todo, buscándolo en la soledad. Necesitamos cuidar los tiempos de retirarnos. Este tiempo estival es una buena ocasión.
JOSE ANGEL FUERTES
joseangel@dabar.net
PARA LA ORACION
Dios, Padre nuestro y fuerza de los que en ti confían; abre nuestros ojos para que sepamos ver tu amor, nuestro entendi¬miento para que confiemos en tu ayuda y nuestro corazón para que amemos siempre a los hombres.
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Recibe, Padre, las ofrendas que te presentamos y haznos ge¬nerosos hasta poder ofrecerte, todos los días, el don de nuestra propia vida.
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Estamos aquí reunidos, Padre, para celebrar la Acción de Gracias que es el propio sacrificio de tu Hijo Jesucristo.
El pasó por la vida haciendo el bien, liberando siempre a los oprimidos por el mal, hasta alumbrar una nueva Pascua, una nueva comunidad y una nueva vida para todos los hombres.
Ante esta sobreabundancia de amor y generosidad queremos responder, desde nuestra pobreza y pequeñez, con esta procla¬mación de tu santidad.
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Recibe, Padre, nuestro agradecimiento por esta Eucaristía en la que hemos participado. Que sepamos vivir en todo momento lo que aquí hemos celebrado y de este modo vayamos colabo¬rando contigo en la construcción de tu Reino.
LA MISA DE HOY
MONICIÓN DE ENTRADA
Queridos amigos, en la liturgia de la palabra de hoy descu¬briremos que la acción de gracias y el reparto de panes unifica elementos dispares contradictorios. Y es que allí donde se dan gracias al Padre y se comparte el pan surge la comunidad de vida.
Para esto, precisamente, nos hemos reunido aquí: para la ac¬ción de gracias y la fracción del pan, y que así se haga presente en nosotros la vida rebosante y sorprendente que nos brinda Dios nuestro Padre en su Hijo Jesucristo.
SALUDO
Hermanos, el amor de Dios nuestro Padre, que nos da el pan que alimenta el cuerpo y la felicidad que llena el espíritu, esté siempre con todos vosotros.
ACTO PENITENCIAL
Dios nos ofrece el pan de vida y nosotros seguimos alimen¬tándonos del egoísmo que produce la muerte. Reconozcamos ante el Señor nuestra obstinación y nuestra ceguera; El nos per¬dona y nos sigue invitando a participar de su mesa.
-Tú, que te ofreces para guiarnos por el camino que nos lleva a la vida. Señor, ten piedad.
-Tú, que quieres que nada ni nadie se pierda y nos ofreces el alimento para el cuerpo y el espíritu. Cristo, ten piedad.
-Tú, que nos invitas a celebrar la Eucaristía en memoria tuya y esperas que comprometamos en ella toda nuestra vida. Señor, ten piedad
MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
También hoy el pueblo pasa hambre, mucha hambre y de muchas clases. Lo más sencillo sería echar las culpas a la obce¬cación de lo hambrientos; pero lo cierto es que ellos buscan con ansia el pan; ¿no será que quienes tienen el pan no siempre saben darlo a los necesitados?
SALMO RESPONSORIAL (Sal 144)
Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas.
Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.
Los ojos de todos te están aguardando, tú les das la comida a su tiempo; abres tú la mano, y sacias de favores a todo viviente.
Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.
El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente.
Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.
MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
Pablo llama a la igualdad y la fraternidad entre todos los hermanos de la Comunidad Cristiana de Efeso porque no hay más que un solo Señor. Y esta llamada es extensiva a todas las Comunidades Cristianas de todos los lugares y todas las épo¬cas: esa es la vocación a la que Dios nos llama.
MONICIÓN A LA LECTURA EVANGÉLICA
También el Evangelio nos habla de un pueblo con hambre; pero ahora sabemos que el pan lo tiene Dios y que la Iglesia es su administradora. ¿Qué respuesta daremos el día que los hombres se den cuenta de esta realidad y en vez de clamar al cielo, clamen a la Iglesia con la misma intensidad y la misma confianza?
ORACIÓN DE LOS FIELES
Pidamos al Señor que abra nuestro corazón y nos dé fuer¬zas para no defraudar nunca las esperanzas de Dios ni las de los hombres, diciendo: Señor, ten misericordia de nosotros
-Para que la Iglesia hable con el lenguaje de los signos y de los hechos, y dé pan a los que tienen hambre. Oremos.
-Para que sepamos dar a todas las cosas su verdadero y justo valor, y busquemos por encima de todo el Reino de Dios. Oremos.
-Para que siempre seamos conscientes de nuestra vocación de testigos del Evangelio. Oremos.
-Para que nuestras eucaristías no sean ritos vacíos sino la fuente y el culmen de toda nuestra vida como comunidad de fe. Oremos.
-Para que nuestra comunidad (parroquial) viva conforme a lo que cree. Oremos.
Oración: Escucha, Padre, las súplicas que te dirigen tus hijos y no permitas que nunca dudemos de tu amor. Por Jesucristo.
CANTOS PARA LA CELEBRACION
Entrada. Dios nos convoca (del disco ’16 Cantos para la misa’); Un solo Señor (1 CLN-708); Con nosotros está el Señor (del disco ’15 Nuevos cantos para la Misa); Vine a alabar a Dios (del Cd titulado ’20 Canciones famosas para las celebraciones’).
Salmo. LdS.
Aleluya. Aleluya, Aleluya, Gloria al Señor (del disco ’16 Cantos para la Misa’).
Ofertorio. Este pan y vino (1 CLN-H 4); Necesitamos comer tu pan (de J. Elezcano).
Santo. (1 CLN-E 5)
Comunión. No podemos caminar (1 CLN-O 13); Te conocimos, Señor ,al partir el pan (1 CLN-O 25).
Final: Hoy, Señor, te damos gracias (1 CLN-O 25); El Señor nos invita (4ª estrofa del Cd titulado ’15 Cantos para la Cena del Señor’ de C. Erdozáin).
Director: José Ángel Fuertes Sancho •Paricio Frontiñán, s/n• Tlf 976458529 Fax 976439635 • 50004 ZARAGOZA
Tlf. del Evangelio: 976.44.45.46 - Página web: www.dabar.net - Correo-e: dabar@dabar.net
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