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sábado, 8 de agosto de 2009

Cuatro momentos para meditar el Evangelio: XIX Domingo del T.O. (Juan 6,41-52) - Ciclo B

Por Rogelio Narváez Martínez

I - LA MADUREZ DE LA INFANCIA ESPIRITUAL

Estimados amigos: ¡Qué distintos somos los hombres con el paso del tiempo!

Mientras que un niño es promesa y confianza, el adulto suele sentirse ya concluído y autoanula con sus inamovibles posturas cualquier esperanza. Mientras que un niño es considerado un espejo del rostro divino, los adultos gozamos usurpando el lugar de Dios y se van desdibujando de su rostro los rasgos divinos que se poseían.

2.- ¡Qué distintos somos los hombres con el paso del tiempo!

Nuestra etapa de la infancia se caracterizaba por la sencillez y la ausencia de complicación, por el predominio del amor en nuestras actitudes y no por el rencor, por la docilidad y no por nuestras reservas, por la debilidad y no por la propia fortaleza, y por la necesidad de confiarnos a alguien más fuerte así como por la experiencia de necesidad en relación a aquellos que nos han dado la vida y por el vivir a plenitud cada uno de los momentos presentes sin estar atados a un pasado o a un futuro.

Con el paso del tiempo, sobreviene nuestro crecimiento físico, con la autoconciencia y todas esas adquisiciones materiales, laborales e intelectuales. Los elementos anteriores, en modo alguno, son en sí mismos negativos; el problema se ubica cuando acontecen en la ausencia de Dios, y es que entonces pueden propiciar la soberbia, la autosuficiencia, el orgullo y, al mismo tiempo, suelen ser los detonantes de todos esos distintos conflictos que afectan la vida del hombre adulto en su relación con el hermano, con Dios, con su mundo y consigo mismo.

Los adultos lejos de que vivamos en la sencillez nos hemos vuelto laberínticos. En nuestra infancia y juventud las personas podían acceder a nosotros, pero una vez que hemos crecido ¡Nos hemos vuelto inaccesibles!, y muy distantes de ofrecer el perdón vivimos encadenados por los eslabones del rencor y sino el odio si los resentimientos, dejamos de vivir el presente preocupados tanto por un pasado que no ha de regresar e inquietos por un porvenir que en la actualidad es solamente un bosquejo y una posibilidad.

3.- El tiempo inexorable ha recorrido su curso y, durante su paso por nuestra vida, nos ha dejado distintas adquisiciones y nos ha ido despojando de algunas pertenencias.

La fuerza, la estatura, la experiencia, los conocimientos, los logros y las monedas van siendo atesoradas celosamente en nuestras arcas, a cambio de una costosa y lamentable factura: el vacío espiritual y la ausencia de sentido. Se trata de la sucesión de nuestros días, que cuando no es vivida en la presencia de Dios, nos va despojando de nuestras propiedades y nos endilga apropiaciones.

¡Fíjate! Cómo las personas nos sentimos hombres de éxito midiendo nuestros criterios con parámetros monetarios o por títulos que colgamos en la pared. ¿Qué es un hombre de éxito en nuestro tiempo? Y, ¿saben?, no nos queremos dar cuenta de que si se pudiera ganar todo el dinero del mundo, pero a costa de ellos se pierde la familia, la salud y la vida, no se puede considerar esto un éxito verdadero.

En la vida personal somos tantos los adultos que hipotecamos la salud a costa de despojar a nuestros cuerpos de las horas de descanso. Nos estamos enfilando hacia la autodestrucción. Y al no saber parar un día nuestro cuerpo lo hará en alguna suite del hospital más cercano a nuestra propia casa.

En ocasiones hipotecamos nuestra propia vida, a costa de querer tener mayores alcances en nuestras ambiciones laborales. Pensamos en nuestros logros siguientes, sin imaginar que el mayor logro puede ser el vivir otro día de vida o alcanzar a apagar otra velita en nuestro siguiente pastel cumpleañero, al lado de las personas que verdaderamente nos desean un feliz cumpleaños porque celebran con sinceridad nuestra vida.

La familia también la hipotecamos a causa de nuestras ambiciones, el tiempo que le corresponde ha entrado como depósito en garantía hipotecaria en torno a la firma del siguiente contrato comercial, del siguiente ascenso o del próximo aumento de suelto.

Hemos hipotecado la vida en torno a la adquisición de formas de sobrevivencia muy suntuosas pero que nos despojan de la capacidad de una verdadera vida digna. Nos engañamos al pensar que el mundo se derrumbará si paso una semana con mi familia disfrutando de unas merecidas vacaciones. Y la verdad es que un día a la empresa que hoy consideramos que les somos indispensables un día llegará alguien más joven con más conocimientos y que por un menor sueldo hará lo que en este momento hacemos y sin escrúpulo alguno se te enviará a tu casa, quizá a contemplar unas paredes de las que ya han emigrado aquellos que nosotros mismos habíamos abandonado.

4.- ¡Qué distintos somos los hombres con el paso del tiempo!

Los adultos somos buenos para cultivar la ciencia y nos olvidamos de la verdadera Sabiduría. Nos adormecemos en los conocimientos estériles, en la abundante cultura, en el caracol de los discursos y nos olvidamos de la Sabiduría que proviene de Dios.

Todo sobre esta vida y sobre la eterna lo queremos razonar, todo lo queremos demostrar, todo lo especulamos y perdemos la dimensión y la autoconciencia de que existen cosas que no se razonan o que no se demuestran. Nos olvidamos que hay una serie de realidades en nuestra vida, tanto naturales como sobrenaturales, de las que quizá jamás obtendremos una explicación, y en las cuales, traspasamos las fronteras del entendimiento y nos trasladamos al universo de la fe cristiana.

5.- Don Miguel de Unamuno, captó esta gran verdad al pedirle a Dios que le permitiera regresar a la etapa de la infancia.
“Agranda la puerta, Padre,
Porque no puedo pasar;
La hiciste para los niños,
Yo he crecido a mi pesar.

Si no me agrandas la puerta,
Achícame por piedad;
Vuélveme a la edad bendita
En que vivir es soñar.

Gracias, Padre, que ya siento
Que se va mi pubertad;
Vuelvo a los días rosados
En que era hijo nada más...”

Se trata de un hombre honesto, el cual reconoce que la inexorabilidad de la existencia, como se vive en la actualidad, le empuja a un crecimiento que no pretendía y genera una muerte que él mismo no ha solicitado.

Sin embargo, sucede que un día el niño ha dejado de ser niño. Es entonces, cuando el hombre se obstina en su búsqueda de respuestas, en sus cuestionamientos intelectuales: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?

6.- Todos somos conscientes de que hay un momento en la vida, cuando caminamos al margen de Dios, en el que las preguntas humanas de los que nos sentimos adultos no encuentran una respuesta aparentemente satisfactoria.

Para los cristianos es nuestra fe la que iluminará nuestra propia vida, nuestras relaciones, los acontecimientos, nuestras limitaciones, nuestros naufragios, nuestros cansancios y, todas aquellas circunstancias en las que humanamente nos sintamos descorazonados. La fe en Dios funciona como una especie de lámpara en la noche oscura de nuestros propios cuestionamientos. Si bien, es cierto que una lámpara nunca cancelará la noche, también es verdad que nos ayuda para que nuestros pies no tropiecen al caminar en la oscuridad.

La fe nos ayuda, incluso, a comprender de un modo distinto todo aquello que humanamente nos desilusiona por provenir de la maldad y de la incoherencia.

La Sabiduría, que es un don de Dios y no una conquista orgullosa del hombre, no se adquiere ni con los años, ni con el dinero, ni en una universidad, ni en un aula, ni en una cátedra, sino en la escucha de la Palabra de Dios y en la Mesa del Pan vivo que ha bajado del Cielo. La verdadera Sabiduría es mucho más que los conocimientos, que la cultura y que la ciencia.

7.- ¿No lo quieres creer? Permíteme entonces hacerte algunas preguntas: “¡Oye tú!, el erudito; que entiendes la teoría de los Quantums; que dominas la cibernética, la virtualidad y el espectro; que conoces los códigos civiles y penales a la perfección o que dominas la armonía de los espacios en la construcción; que eres el genio de la publicidad, de la comunicación o de las finanzas... hazme el favor de explicarle a una madre la enfermedad de su hijo nacido “niño down” o anencefálico,...; ¡por favor!, explícale a unos esposos que llevan años y años buscando la gestación de un bebé el porque no ha llegado,...; explícale a una madre joven que tiene a sus hijos en la escolaridad el porque murió su esposo en el momento en que más lo necesitaba,...; date un poco de tiempo y explícale a ése joven recién graduado el porque le detectaron cáncer en el hígado. ¡Explícales por favor!...

Cuando vivimos conforme a la sabiduría de Dios, lejos de preguntarnos el ¿por qué? de las cosas, nos preguntamos el ¿para qué? de aquello que nos ha sucedido. Es entonces cuando podemos comprender los misterios propios de nuestra naturaleza y los misterios sobrenaturales que Dios ha querido legarnos y confiarnos en su Hijo muy amado.

8.- El cristiano, que en su “ser como niño” ha alcanzado la sabiduría que proviene de Dios, puede afirmar junto con Santo Tomás acerca de la Eucaristía y de cualquier situación: “No puedo explicar cómo es que un pan puede convertirse en el Cuerpo de Cristo, sin embargo, creo profundamente en Aquel que lo ha dicho.”

Solamente entonces, cuando nos adhiramos a las verdades que Cristo nos ha revelado, los eruditos seremos realmente sabios, y alcanzaremos a comprender lo que significa la infancia espiritual y el verdadero valor de nuestras propiedades que hemos hipotecado a cambio de las apropiaciones.




II - LA EDAD DEL MUNDO.


“En aquel tiempo los judíos murmuraban contra Jesús, porque había dicho: Yo soy el Pan vivo bajado del cielo”, y decían: “¿No es éste, Jesús, el hijo de José? ¿Acaso no conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo nos dice que ha bajado del cielo?”

1.- Muy queridos amigos:

¿Cuál es la edad de nuestra humanidad? ¿Cuáles son las etapas de nuestra propia vida?

Al pensar en un hombre que sigue murmurando contra Dios y que se sigue manifestando incrédulo ante las enseñanzas de Jesucristo, el día de hoy, se nos está ofreciendo una valiosa oportunidad para que nos detengamos a pensar en la verdadera edad que posee nuestro mundo, y para que con ello reflexionemos sobre las edades de los hombres.

Los hombres murmuramos contra Dios cuando no compartimos su proyecto, y esto acontece, no precisamente a una edad sino a cualquiera, cuando consideramos que nuestras genialidades humanas superan en eficacia su sabiduría divina.

2.- En relación a la edad del mundo, ha existido una diferencia en la apreciación antes y después del siglo XVII.

Voltaire en su obra “El Mundano”, presumía de la madurez del autopropuesto siglo de las luces y se burlaba de lo oscuro y cusio que debieron haber sido los tiempos de nuestro padre Adán. Difería de la visión de Miguel de Cervantes y Saavedra quien, en el Primer Libro del Quijote, llamaba Era de Hierro a su tiempo y Era Dorada a aquella en la que los hombres compartían, y no existía ni lo tuyo ni lo mío.

Cervantes conservaba la visión cristiana del tiempo y de la historia. Y es que los cristianos nos hemos referido a la Leyenda Dorada como a una etapa en los inicios de la Iglesia, mientras que Nietzsche, Freud, Marx, Darwin y Comte, desde su propia apreciación y conforme a sus propias ideas, ubicaban la infancia en los tiempos pasados y proponían o prometían la llegada de una edad adulta.

¿Cuál es la decadencia y cuál es la plenitud? ¿Hemos evolucionado o padecemos la involución? ¿Cuál es la edad de oro y cuál es la de hierro? ¿Cuál es la infancia y cuál es la madurez? ¿La madurez es el valor o es el valor la infancia?

3.- Hoy, vivimos en este nuestro tiempo que, ya desde el final del pasado siglo XX y segundo milenio, se ha ufanado en el sentirse y autonombrarse adulto.

Tendríamos que ser objetivos y clarificar nuestros criterios de discernimiento. ¿A qué le llamamos edad de oro? ¿A un hombre que expulsa a Dios de sus ambientes?

¿Puedes llamarle dorado al tiempo de Hiroshima, Nagasaki y de Auschwitz? ¿Es de oro el tiempo del “próspero negocio” de los narcóticos, del crimen organizado y de la pornografía? ¿Es aúreo el tiempo en que el hombre con su ciencia sigue queriendo ser dios y decidir quien vive y quien muere? ¿Será metal dorado el calificativo para un tiempo llamado de la comunicación y en el que se aprecia tanto espectro de soledad en el corazón del hombre? ¿Es de un fino metal el tiempo de las maestrías y de los doctorados en aquellos que experimentan la muerte de los ideales, el vacío y andan en una búsqueda insaciable de nuevas sensaciones que nos regresan a la mismísima animalidad?

Ya el apreciable Julián Marías marcaba los fuertes contrastes que viven en el mismo vecindario al manifestar, en su libro “La educación sentimental”, el trabajo que a él le cuesta entender la coexistencia en la época del Renacimiento de un altísimo refinamiento estético con una increíble insensibilidad para la crueldad.

4.- ¿Cuál es la edad de nuestra humanidad?

Juan Mateos al final del milenio pasado hacía un análisis acerca de los “veintiún años” que vive nuestra humanidad en el inicio del nuevo milenio. En él habla de la nueva edad del mundo, y cada centuria de cristianismo la ubica como si fuera un año de edad en la existencia del universo.

Refiere la infancia en el primer milenio como si fuera un equivalente a los primeros diez años de vida en el que la existencia se desarrolla en torno al hogar y a la inocencia, a la vivencia confiada de la fe y en la apertura, en el aprendizaje y en el inicio de la definición de los distintos rasgos de la personalidad.

Con el segundo milenio sobrevino la inquietud de los siglos XIV y XV, e inexorablemente llegó la etapa rebelde en el siglo XVI con los cuestionamientos y las búsquedas, con las negaciones y la necesidad de respuestas que pudieran satisfacer el inquieto corazón del joven.

Los dieciocho años equivalen al tiempo de la ilustración, en el que la revolución francesa significó la búsqueda de la liberación, fue el tiempo en que iniciaba esa solicitud de reconocimiento en la mayoría de edad.

El inicio del siglo veintinuno, y con ello del tercer milenio, nos presenta un mundo que ha cumplido veintiún años y que se sacude cualquier especie de tutelas. ¡Que esté maduro o no!, eso es otra cuestión, pero es innegable que la sociedad contemporánea se considera capaz de enfrentarse con sus problemas y tiene buenas esperanzas para resolverlos. El hombre de veintiún años se siente ya mayorcito como para manejar los cromosomas y así orientar la herencia, los juegos de su infancia se han transformado en estas prósperas empresas que envían satélites a la estratósfera para así controlar ciclones y envíar exploradores siderales sin tripulación, que sean capaces de indagar rasgos de vida en cualquier planeta del sistema solar.

Con la pretendida mayoría de edad, han sobrevenido muchos elementos positivos. Los descubrimientos científicos han sido enormemente beneficiosos para la humanidad: lucha contra enfermedades y epidemias, descubrimiento de recursos alimentarios, intensificación e implementación de recursos en comunicaciones, prevención y defensa contra catástrofes naturales... Sin embargo, los peligros no pueden ser ignorados: el pasado jueves 06 de agosto recordábamos la primera bomba atómica lanzada y detonada en Hiroshima, y el día de hoy domingo 09 de agosto recordamos el horror que provoca el sólo rememorar a Nagasaki, y así podríamos hablar de Chernobyl el 25 de Julio de 1986 y de los derrames en Galicia en diciembre de 2002, que le han dado la pauta al mismo Herbert Marcuse para expresar: “ninguna compañía de seguros se atrevería a garantizar los riesgos de la historia”.

La ciencia de este hombre de veintiún años, que ha llegado a la etapa de la madurez universal, al igual que Jano, aquel rey legendario de Lacio, tiene dos caras que van contemplando a aquellos que cohabitan, que coexisten o que conviven a su lado.

En una de sus caras, la ciencia del hombre maduro ha cambiado las condiciones de vida y ha aportado una mentalidad científico-técnica que se ha convertido en patrimonio del mundo.

La otra cara de Jano se contempla con facilidad cuando nuestros científicos actuales andan en la búsqueda de saber más para hacer más cosas redituables, ya sea para su bolsillo o, por lo menos para su ego. Y, de hecho, en la actualidad los científicos difícilmente conseguirán financiación para sus investigaciones si éstas no son susceptibles de aplicaciones técnicas lucrativas, y es este precisamente el peligro que enfrentamos en la actualidad.

5.- ¿Quién halló el hierro escondido en las venas de la tierra? ¿Quién hizo el cuchillo para romper nuestras carnes? ¿Quién hizo saetas? ¿Quién fue el que hizo las lanzas? ¿Quién hizo las lombardas? ¿Quién hizo las armas? ¿Quién hizo las bombas? ¿Quién halló tantas artes de quitarnos la vida, sino el entendimiento y la ciencia humana? ¿Por qué no ha hallado otras tantas formas de devolvernos la salud?

No toda ciencia ni todo científico pueden calificarse como nocivo. Sin embargo, una ciencia que se ha vuelto utilitarista y asalariada nos ha conducido a la mutilación de los espíritus y a la manipulación de las personas. Algunos de los intelectuales de veintiún años se han convertido en esos nuevos bárbaros que llegan a negar las realidades más sagradas, y no me refiero solamente a lo religioso, por el sólo hecho de no ser susceptibles de la verificación empírica. Ya Ortega y Gasset acusaba el terrorismo de los laboratorios.

El científico cree en lo que puede ver y tocar, pero se ha olvidado de observar con detenimiento, y más aún ignora lo que significa la contemplación, y esto resulta grave para todos. Resulta lamentable el que no seamos capaces de darnos cuenta, como lo señalaba Gilbert Keith Chesterton, de que todos navegamos en el mismo barco en medio de un mar tormentoso, y que nos debemos mutuamente una enorme lealtad, sólo así podrá haber mañana.

Hoy, hemos cruzado la frontera de la barbarie. La ciencia se ha convertido en fiscalizadora de la procreación, influyendo en el crecimiento, en la alteración y determinación del individuo y de la especie. Es la ciencia la que quiere decidir quien nace y quien muere.

6.- Pareciera contradictorio, pero el hombre actual se ha convertido en un ser sin interrogantes y sin respeto, sin preguntas últimas y sin soluciones eternas. Nos hemos convertido en los borregos del laboratorio (como lo decía Lukes), los idiotas habilidosos (así nos llamaba Erik Erikson), los hombres robots (es la opinión de Gérard Mendel), los genios analfabetos (gritaba a los cuatro vientos López Ibor). Bastaría que leyeras “Abdón el exterminador” de Ernesto Sabato para coincidir con su apreciación.

Hoy, se vive la época del conocimiento sin sabiduría, de la ciencia sin humanidad y de los negocios sin moral. Las otroras luces de la ciencia se están convirtiendo en veleidosas fogatas que empiezan a incendiar al mundo entero y que le están dando muerte a la dignidad misma del hombre.

7.- Los hombres murmuran contra Dios: la religión parece poco atractiva. El hombre no pide permisos ni a Dios ni a la religión, es terreno suyo y se considera autónomo.

La relación hijo-Padre respecto al hombre para con Dios toma nuevos matices. Dios ha conseguido que su hijo se desplace sólo y se alegra. Pero el hombre ya no se mueve en el jardín de la infancia sino en una ciudad que ha expulsado a Dios de sus fronteras. Este joven de veintiún años ha cambiado las novenas por píldoras y las conferencias y las terapias han suplantado las oraciones.

Un día el hombre empezará a pasar necesidad y se convertirá, lejos de Dios, en un ser solitario y hambriento.

¿Sabes? Me gustaba aquél poster que encontré en la Parroquia de san Juan Bosco cuando llegue aquél jueves 04 de Septiembre de 1992: tenía un jóven pidiendo limosna con una taza deportillada en la mano, su vestidura rota y sucia y su porte lamentable que daba lástima. En el calce del mismo una leyenda verdaderamente triste: "Ayúdame que mis días son más oscuros que tus noches".




III - HIROSHIMA Y NAGASAKI

En aquel tiempo Jesús dijo a la multitud: “No murmuren. Nadie puede venir a mí, sino lo atrae el Padre, que me ha enviado, y a ése yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: Todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que conoce al Padre y aprende de Él, se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquel que procede de Dios. Ese sí ha visto al Padre”
Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida.

1.- Les agradeco infinitamente las oraciones que el pasado miércoles hicieron por un servidor en mi cumpleaños.

2.- Muy queridos amigos:

En esta semana en que también el pasado jueves hemos recordado tristemente el aniversario sexagésimo cuarto de la detonación de las bombas atómicas en la ciudad de Hiroshima y el día de hoy en el puerto de Nagasaki, quisiera invitarte a elevar una oración para pedirle a Dios por la paz del mundo.

La humanidad jamás debe olvidar ni lo que sucedió un día como hoy ni lo que aconteció en aquella mañana del 6 de agosto de 1945, cuando a las 8:15 de la mañana el Enola Gay, un bombardero norteamericano dejó caer aquella funesta arma de destrucción y de alteración masiva: en una leve fracción de tiempo se detuvo el reloj biológico de una población completa, 230,000 personas murieron por la explosión y sus secuelas.

Tres días después, es decir un día, el físico alemán Otto Hahn, célebre inventor de la fisión del átomo de uranio, quien se hallaba recluído en un campo de concentración inglés, junto con otros eminentes hombres de ciencia, aquel 9 de agosto de 1945, le llegó la noticia de que el puerto de Nagasaki en Japón también acababa de ser arrasado por la detonación de la segunda bomba atómica, la cual había provocado la muerte de otras 80,000 personas.

La reacción de Otto Hahn fue de profundísima culpabilidad. Fue entonces que él se dio cuenta de que sus investigaciones sobre la fisión del uranio, galardonadas un año antes, en 1944 con el premio de la Academia de las Ciencias y de las Artes, el premio Nóbel a la Química, habían acabado de servir para una secuela de masacre.

Y es que la muerte y la destrucción proceden de las actitudes de este hombre que murmura contra Dios, y que no admite sus enseñanzas ni su ejemplo de vida verdadera, ¡Éstas le parecen demasiado descabelladas!

3.- El hombre de la más bárbara de las épocas sigue murmurando contra Dios y quiere manipular para sus interesés mezquinos el don de la creación... El resultado con esas pretensiones son todos esos frutos aparentemente bellos pero insípidos, todas esas flores disimuladamente hermosas pero sin aroma.

Las murmuraciones del hombre se convierten en manipuleo del rumbo de la vida y de unas flores que han perdido su fragancia.

Recordaba también en esta semana tristemente célebre, aquella triste canción que en mi mocedad le escuchaba a mi muy querida Tania Libertad, escrita por el compositor y poeta brasileño Vinisius de Moraes: La Rosa de Hiroshima.
Piensa en tantos niños mudos telepáticos,
piensa en las muchachas, secas inexactas.
Piensa en las mujeres rotas alteradas,
piensa en las heridas como rosas cálidas.

Pero nunca olvides la rosa de las rosas,
la rosa de Hiroshima, rosa hereditaria.

La rosa radioactiva, estúpida e invalida
la rosa con cirrosis, antirosa atómica,
sin color, sin perfume, sin rosa, sin nada.

4.- Es tiempo de orar por la paz y de esforzarnos por ser sus constructores.

La paz aparece como un anhelo del reino de los hombres y como una de las características del Reino de Dios.

Se trata de una necesidad que apremia en nuestros corazones y que solamente Dios puede satisfacer plenamente.

Y es que, vivimos en la selva de asfalto, en la jungla de concreto y este hombre que vive golpeando el rostro del hermano, reclama la paz para su vida.

Decía Séneca: “una era construye las ciudades y una hora las destruye”.

Entendamos que el hombre no podrá encontrar, al margen de Dios, la verdadera fisonomía de la paz.

5.- ¿Quién puede olvidar a un San Agustín buscando la paz? Cuando aquellas noches de inquietud salía a la costa y les gritaba a las caudalosas aguas en sus límites martítimos: ¡Mares-oceános, dadme un poco de paz!, y entre el ruido del impetuoso mar alcanzo a escuchar que le decían: Busca más arriba. Se dirigió entonces a las crestas que trazaban las líneas de las colinas: Montes y montañas, ¡Dadme un poco de paz!, y entre el sonido del viento pudo escuchar que le decían: Busca más arriba. Finalmente se dirigió al firmamento celeste y les gritaba: Astros del cielo, ¡Dádme un poco de paz!, -y entre el silencio elocuente de la cúpula estelar pudo escuchar que se le decía: ¡Busca más arriba!. Y san Agustín levantó su corazón a Dios, y encontró la paz

Amigos muy queridos: ¿Quién puede olvidar escenas trágicas como las de Lady Macbeth huyendo de su propio conflicto de conciencia, expresando que el fétido olor de las manchas de sangre que tiene en sus manos, ni siquiera los más intensos perfumes árabes podían neutralizarlas?

6.- ¿En qué consiste la paz de la que todos los hombres nos sentimos necesitados?

El pueblo hebreo entendía la paz como la prosperidad material y espiritual, en tanto que los griegos entendían la paz como un estado libre de contrastes, y el pueblo Romano pretendía alcanzar la paz como una especie de prosperidad Universal.

El hombre actual sigue caminando en la búsqueda de la paz verdadera. Se nos refiere que Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collin cuando alunizaron, llevaron una inscripción en metal que dejaron en la superficie lunar aquel 21 de julio de 1969 cuando a las 2:56 horas Armstrong descendió de la nave hacia el mar de la tranquilidad, y que es todo un testimonio del anhelo de todos los hombres: “Hemos venido en busca de la paz para toda la humanidad”. Ya han pasado cuarenta años de aquel acontecimiento y resulta que aquellos que el pueblo que dejó esta inscripción es el que se encarga de convertirla en un anhelo inalcansable.

7.- ¿En qué consiste la paz que nos brinda el Reino de Dios?

Los cristianos entendemos la paz como la unión con Dios y la recepción plena de sus dones. La paz cristiana sobrepasa todo anhelo y esfuerzo humano, es uno de los frutos del Espíritu Santo y una de las características del Reino de Dios.

La paz de Cristo aparece como uno de los elementos centrales del mensaje Evangélico. Desde las primeras escenas hasta sus últimos episodios, el mensaje de la paz va danzando a lo largo y ancho de la Buena Nueva que el Señor Jesús nos ha traído.

Al nacer en el tiempo el Hijo eterno del Padre, el canto de los ángeles es exclamación de gloria para Dios y un sincero deseo de paz para los hombres. Al concluir el Evangelio, el mensaje es también de paz: Jesucristo que ha resucitado, muestra sus llagas y al saludar a los apóstoles, les dice en repetidas ocasiones: “La paz sea con ustedes”. Es Cristo el Rey de la Paz que ha vencido con la mansedumbre y con su propia vida, la violencia de Caín y la de todos los hombres.

Y no obstante los hombres seguimos haciendo la guerra al hermano. ¿No te parece contradictorio y al mismo tiempo aleccionador que en aquella ciudad de Altus en Oklahoma en donde existe una base aérea de los Estados Unidos con aviones que tenían motores encendidos las 24 horas durante la llamada guerra fría tuviera a su capellán castrense ubicado en una parroquia llamada: “Príncipe de la Paz”?

8.- Los acontecimientos desgarradores de nuestros días deben dejarnos en claro lo que nunca será la paz. Debemos darnos cuenta de que la paz de Dios no es como la paz del mundo. La oferta del mundo parece decir: Vive tu vida, sé feliz, disfruta cuanto puedas y deja los asuntos importantes para cuando no haya más remedio. Es como preferir unos momentos de locura a toda una vida de verdadera paz.

Hoy hemos creado imágenes ficticias de la paz, bellas como esferas, pero tan frágiles como las mismas.

Debemos ser conscientes de que la paz y la guerra comienzan en la propia casa. Si en verdad queremos paz para el mundo, comencemos por amarnos mutuamente dentro de nuestras familias.

¿No te has dado cuenta? Si al mundo podemos llamarle aldea global, a nuestros hogares podemos llamarles: Universo concentrado. Pensemos en nuestro microcosmos que es nuestra propia casa y consideremos las siguientes imágenes ficticias de la paz:

Unos la entienden como la ausencia de conflictos. Otros viven la paz de aquel que impone y de aquelllos que son sumisos. Otros, finalmente, viven la paz de los que no se comprometen ni se preocupan por el otro.

9.- La paz cristiana no es la ausencia de conflictos sino la capacidad de solucionarlos. La paz no puede ser confundida ni con la subterránea paz de los sepulcros, en donde nadie realmente vive, ni con la paz de los subyugados esclavos que han perdido la dimensión de su propia dignidad. La paz no es del que vence sino del que convence.

La paz de Jesús tampoco es el conformismo con la injusticia, la violencia, el egoísmo, el desamor, la dulce comodidad del status quo, el laxismo y la mentira.

Se trata de la paz que Jesús llamó suya y que es mucho más que unas relaciones sociales no-violentas. La paz es la plenitud de la dicha y del perdón. La paz se convierte en acciones no en omisiones, la paz se construye, es algo por lo que se trabaja.

Se trata de la paz de un corazón que está bien con Dios, y por eso está en condición para estar en bien con todos los hombres.

La verdadera paz que nadie puede quitar es la que cada uno puede lograr desde la fidelidad a la Vida y al Amor. La Paz Cristiana se consigue, no tan sólo en el respeto al derecho ajeno sino también en el mismo ejercicio de los propios deberes y obligaciones.

Hermanos, que nada nos quite la paz del corazón. Que la paz del alma y del mundo la concede Dios a quienes sirven y a quienes soportan con alegría el peso de la vida y del servicio sincero a los hermanos.

¡LA PAZ SEA CONTIGO!




IV - EL SOL Y LOS GIRASOLES.

Jesús les respondió: “No murmuren. Nadie puede venir a mí, sino lo atrae el Padre, que me ha enviado, y a ése yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: Todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que conoce al Padre y aprende de Él, se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquel que procede de Dios. Ese sí ha visto al Padre”

1.- Muy queridos amigos:

De acuerdo con el Informe Auger “El 90 por ciento de los hombres de ciencia e investigadores que han existido desde el principio de la historia viven en la actualidad.”

Y hoy tenemos que seguir profundizando acerca de este hombre qe sigue murmurando contra Dios, y es que,… ¿saben? Esta historia es una historia que continuará...

Se trata de la historia del ser humano que fue creado a imagen y semejanza de Dios. Este hombre que es la plenitud de la creación.

Es la historia de un hombre que no fue creado pecador. Sin embargo, en el momento en que creó a ese hombre libre, Dios aceptó correr el riesgo de ver que el hombre optara contra él, abusando del don de su libertad.

La libertad humana optó por el mal desde los orígenes. El hombre prefirió la insumisión a la obediencia, optó por el egoísmo en vez del amor.

2.- Y esta es la historia de todos los tiempos, también de estos tiempos presentes, en los cuales vivimos tú y yo.

Hoy en día, nuestra eterna tentación, sigue siendo la que se le presentó a la primera pareja en el inicio de la creación: “Seréis como dioses”.

3.- Muy queridos amigos:

Hace veintiun años, cuando apenas contaba con 22 años, leía una narrativa emergida de la pluma del sacerdote jesuíta José Ignacio González Faus, que él mismo bautizó como el Mito de la des-creación del mundo, la cual debe leerse a la luz del capítulo primero del Génesis, así como de nuestra parábola evangélica y de todos esos periódicos que cada día leemos en nuestros hogares. Nos puede molestar esta referencia, pero ojalá que también nos pueda hacer pensar, aunque sea un solo momento en el reloj de nuestra vida:

“Al principio creó Dios el cielo y la tierra y todo era belleza y armonía y Dios veía que todo lo que había creado estaba bien...

Y entonces dijo el hombre: tálense los árboles de la tierra para que den espacio a las centrales nucleares, ardan los bosques en beneficio de las inmobiliarias, y florezca el petróleo sobre los mares y la contaminación de las fábricas sobre los aires de las ciudades.

Y las fábricas manaron humo, y los suelos cemento. Y los bloques taparon la vista de los mares. Y el hombre llamó a sus cementerios “civilización”, y a los árboles los llamó “atraso”.

Y vio Dios lo que el hombre había hecho, y era malo.

Y dijo el hombre: produzca la tierra sólo para mí y para los míos; trabajen los demás al mínimo precio para mí y para los míos, y sirvan las riquezas de todos los pueblos para mis caprichos y no para las necesidades primarias de los demás.

Y las máquinas arrojaron al fondo del mar toneladas de alimentos para que no bajaran los beneficios de los exportadores. Y los vientres de los niños se hincharon por el hambre, y los sociólogos contaron treinta millones de muertos de hambre en un año. Y el hombre llamó a su obra “libertad de empresa y globalización de la economía y a sus propias riquezas robadas las llamó regalo del cielo”.

Y vio Dios lo que el hombre había hecho, y era malo. Y atardeció y amaneció, y los hombres estaban muriéndose de hambre.

Y dijo el hombre: sepárense los negros de los blancos y que no turben su placidez. Y no se acerquen a ellos más que para servirles o para que los entretengan, y que no tengan derechos aunque tengan monedas, porque ellos manchan a la raza humana. Sepárense bloques de naciones de otros bloques de naciones, porque unas son más grandes que las otras.

Y la tierra se pobló de ghettos aislados y de países pobres, con alambradas y fronteras. Y a su propio racismo el hombre lo llamó “pureza”; y a su deprecio de los demás lo llamó “patriotismo”.

Y vio Dios lo que el hombre había hecho, y era malo.

Y dijo el hombre: carezcan de derechos todos, porque sólo saben emplearlos para el libertinaje o para la injusticia. Y entreguen su libertad al “jefe” para que decida por ellos, o al partido para que les sirva de conciencia. Y llamó el hombre “vanguardia” al partido, y al caudillo le llamó “mesías”.

Y callaron las bocas, y se vaciaron las calles, y se llenaron las cárceles, y desaparecieron los familiares, y brotó en las ciudades la paz de los cementerios. Y atardeció y amaneció, y la libertad siguió ausente.

Y vio Dios lo que el hombre había hecho, y era malo.

Y dijo el hombre: sea la hembra a imagen y semejanza de mis caprichos, y funcione según mis deseos, y sométala su debilidad a mis antojos. Y el varón dispuso de la mujer, y la convirtió en un objeto, y la obligó a darle gracias cuando la estaba utilizando.

Y vio Dios lo que el hombre había hecho, y era malo.

Y dijo el hombre; puéblese la tierra de armas nucleares que puedan aniquilarla cientos de veces. Y apunten a todos los rincones del planeta. Y multiplíquense los arsenales aunque sean ya superfluos, y tenga yo a mi mano la muerte del universo mundo.

Y brotaron misiles en toda la faz del orbe, y el terror paralizó la tierra. Y atardeció y amaneció: día sexto.

Y vio Dios lo que el hombre había hecho, y era malo.

Y dijo el hombre: hagamos el terrorismo a imagen y semejanza nuestra, y que dicte cada cual su propia justicia, y sea cada cual el ejecutor de sus propios juicios de condena. Y cargó el hombre con sus metralletas, y robó explosivos, y dispuso de la vida de los que tenía a sus alcance. Y dispuso el hombre de la vida de sus propios compañeros cuando estos disentían de él, y dispusieron otros en venganza de la vida de quienes –según ellos- habían empezado primero... Y los unos llamaron a sus propia justicia “pena de muerte”, y los otros la llamaron “justicia del pueblo”. Y la faz de la tierra se pobló de sangre.

Y vio Dios todo lo que el hombre había hecho, y era muy malo.

4.- Querido amigo: Hasta aquí la alegoría de lo irracional, ahora debemos dirigir nuestra mirada hacia esa realidad que supera en mucho a la alegoría.

Fíjate, como el hombre antiguo y el contemporáneo, no se ha conformado con ser el centro y el vértice de la creación de Dios.

5.- El hombre se ha adueñado de la porción de la casa que Dios le ha confiado.

La alegoría de González Faus, no está tan lejana de lo que seguimos viviendo. Cada vez que oigo hablar de civilización, no he podido dejar de caer en la perplejidad.

Es muy cierto, que nuestro tiempo nos asombra con las empresas espaciales y con la era de la cibernética, el hombre nos sobrepasa con esa capacidad que se tiene de reducir distancias y nos entusiasma con las vertiginosas conquistas de la técnica.

Sin embargo, la perplejidad surge cuando considero que, por ejemplo el bebé en gestación es un marginado de nuestra sociedad, lo mismo que los adultos mayores y los discapacitados. El aborto y la eutanasia son los más abominables de los crímenes que se perpetran, precisamente en contra de las más indefensas de las criaturas.

La verdadera civilización todavía está por empezar, a pesar de los aviones supersónicos, de los satélites artificiales y de los milagros de la cibernética.

La primera página de la historia de la civilización tendrá que empezar con una noticia vulgar para muchos: sobre la tierra puede llegar a haber un pedazo de pan para cada hombre.

6.- Todavía hoy se escribe la historia de la barbarie. Una barbarie capaz de cosas inauditas, de adelantos y refinamientos inesperados, pero al fin y al cabo todavía vivimos en la época de la barbarie de un hombre que se ha convertido en el usurpador de un mundo que se le confío en custodia.

¿Cómo olvidar aquella respuesta de Gandhi cuando le cuestionaron sobre los factores que destruyen al hombre? Señalaba siete elementos: Política sin principios, Placer sin compromiso, Riqueza sin trabajo, Sabiduría sin carácter, Negocios sin moral, Ciencia sin humanidad y Oración sin caridad.

Hoy, hemos cruzado la frontera de la barbarie. La ciencia se ha convertido en fiscalizadora de la procreación, influyendo en el crecimiento, en la alteración y determinación del individuo y de la especie. Quiere decidir quien nace y quien muere.

Sobre la clonación humana y terapéutica, el Papa ha llamado la atención sobre la mentalidad brutal que carece de ética y consideración humana. Rechaza cualquier experimento científico que amenace la dignidad de la vida humana desde su concepción y hasta su fin natural.

Nuestro Cardenal ha manifestado su rechazo ante la posibilidad de la clonación, puesto que atenta contra la individualidad que Dios le da al hombre.

7.- La Iglesia tiene el deber de recordarle a la ciencia irracional que un hombre existe en donde antes existió un niño. Un niño existe en dónde antes existió un bebé. Un bebé existe en donde antes existió un ser en gestación. Si aplastamos los brotes jamás existirán los árboles, y si cortamos las flores jamás existirán los frutos.

Resulta extraña la actitud del hombre: Se ha reaccionado legalmente contra el transgenismo en los alimentos y se ha creado una neocultura de lo “orgánico”, pero tal parece que el transgenismo en la vida humana no mereciera un poco de atención.

Cada nuevo ser que es concebido es portador de un destino único e irrepetible. Es una realidad sagrada que no puede profanarse. Es un misterio que debe ser acogido y respetado.

Propugnamos un control sobre la ciencia y la técnica. La ciencia es un medio y, como tal, suceptible de ser puesto al servicio de fines muy diversos: buenos y malos. La maldad en la ciencia, no radica en la ciencia, sino en la insuficiente educación para el uso racional y controlado de la misma.

Los hombres antiguos tenían fines pero no medios, hoy el hombre tiene medios pero no tiene fines, más aún ha convertido a la ciencia en un fin.

La apuesta del cristianismo es por la humanización de la técnica y de la ciencia, haciendo de ella un vehículo de la bondad de Dios a favor de todo hombre.

Los hombres intelectuales de Israel han murmurado contra Dios. ¿Qué extraño? Los girasoles se inclinan ante la presencia del Sol, aunque parece ser que, hoy en día el Sol es el que tiene que inclinarse ante los girasoles.

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