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martes, 25 de agosto de 2009

Efesios 5: ¿Deben las mujeres someterse a sus maridos) (2). Encuadre histórico

Publicado por El Blog de X. Pikaza

Ayer he comentado de un modo más exegético la “epístola” del domingo (Ef 5, 21-33), que ha dado y sigue dando tantos quebraderos de cabeza a mujeres y varones. Ofrecí una interpretación “benevolente” y quiero insistir en ella, situando el pasaje dentro de su contexto, que son las cartas a los Colosenses y Efesios. No quiero ni puedo resolver el tema, pero me gustaría ofrecer una ayuda a los que quieren entenderlo.

Punto de partida: una Iglesia que es principio de reconciliación universal.

Pablo había sido creador de comunión en sus comunidades. Ef le presenta como portavoz de un misterio cósmico, expresado en la reconciliación de cielo y tierra, de todos los humanos. Más que simple apóstol y profeta es mistagogo de la libertad y reconciliación universal.

Según Efesios, Pablo no es un puro administrador eclesial, que organiza la convivencia concreta de pequeños grupos, sino ministro de reconciliación. Mirado desde fuera su proyecto es una utopía no expresada todavía en la iglesia posterior, que se ha vuelto un grupo más, al lado de los otros, y se ha enfrentado pronto, en discusiones de poder, con judíos y gentiles.

Podría hasta decirse que la historia ha desmentido el proyecto de Col y Ef, pues la iglesia no ha podido (ni querido) volverse de hecho signo de reconciliación universal, como muestran sus disputas interiores (herejías...) y sus fuertes deseos de dominio sobre el mundo. Pero podemos y debemos afirmar que esa utopía ha sido proclamada y su fuerza sigue iluminando a los humanos.

Unidad por medio de la Iglesia

La unidad de los hombres según Ef no se logra de modo político (estado) o racional (logos cósmico). No es sistema económico-administrativo (neo-liberalismo), sino comunión del Cristo, que reconcilia en su cuerpo de amor y esperanza a todos los humanos. Ef ha descubierto y desarrollado en forma histórica algo implícito en el mensaje de Jesús y en la primera comunidad: el evangelio puede vincular y vincula a todos los humanos, como sacramento y signo de reconciliación. Desde ese fondo se entiende la continuación de la cita anterior:

a) A cada uno le ha sido conferida la gracia según la medida del don de Cristo. Y él mismo constituyó a unos (1) apóstoles, a otros (2) profetas, a otros (3) evangelistas, a otros (4) pastores y (5) maestros, para que los santos contribuyan a la obra del ministerio, para edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que todos alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios...
b). para que siendo verdaderos en amor crezcamos en todo hacia aquel que es la Cabeza, Cristo; desde el cual todo el cuerpo, bien concertado y entrelazado a través de nervios y articulaciones, recibe su crecimiento de acuerdo con la actividad proporcionada a cada uno de los miembros, para su edificación en el amor (cf. Ef 4, 7-16)

a). Gracia y ministerios. De la unidad del cuerpo (Ef 4, 4-6) pasamos a la diversidad de los cinco misterios, todos de palabra (apóstoles, profetas, evangelistas, maestros), menos el de pastor, que parece de dirección eclesial. Ellos pertenecen a todos los santos (=creyentes), en unidad de fe y conocimiento, para formar el cuerpo de Cristo, que es la iglesia (Ef 1, 22), como vimos en Col 1, 18.
b). La clave de la comunión es la verdad que conduce al amor y unifica a los fieles (a todos los humanos) por un entrelazado de "nervios y articulaciones" o medios de comunicación, que pasan del Cristo cabeza al cuerpo de la iglesia. El tema central sigue siendo la unidad de la iglesia, como había destacado también Col 2, 19.

La unidad de la iglesia se realizaba, según Pablo, a través de la diversidad de sus miembros. Al servicio de ella pone Ef cuatro ministerios significativamente centrados en la palabra, para indicar que la unidad del cuerpo se expresas y realiza a nivel de anuncio y diálogo, conocimiento y testimonio personal, no por imposición política o militar, económica o social.


Los ministerios de la Iglesia

Sólo en ese fondo de comunión dialogal (palabra de Jesús) recibe su sentido el cuarto ministerio, que ejercen los pastores. Esta es una iglesia que no vive para sí (buscando su provecho), sino para unidad de todos los humanos. Ella es valiosa en la medida en que no se valora; cumple su función en la medida en que no quiere buscarse a sí misma. Esta tarea resulta difícil de cumplir: entre el universalismo (ser fermento de unidad universal) y el particularismo (buscar su propio espacio y distinguirse de otros grupos humanos) se moverá la iglesia. Su apertura universal se diluye a veces entre las necesidades concretas de la comunidad: de esa forma queda en segundo plano el ideal de comunión mesiánica y se destaca el aspecto espiritualista y mundano de los ministerios eclesiales.

Ellos se espiritualizan allí donde se entienden como revelación de una unidad más alta: los fieles se sienten de algún modo salvados por su unión celeste en Cristo. Al mismo tiempo se mundanizan las estructuras eclesiales, de manera que los seguidores de Pablo aceptan el orden familiar patriarcalista del entorno.

De esa forma se une la confesión mística (a nivel sacral se ha logrado la unidad de todos los humanos) con una estrategia de supervivencia (aceptación del orden actual). Para expresar su más alto misterio en las estructuras sociales de su tiempo, los cristianos han optado por asumir el orden jerárquico de su entorno, con su modelo de familia y autoridad patriarcal, pactando así con este mundo. Este ha sido un fenómeno complejo, quizá necesario, que debe valorarse no sólo desde las tendencias espiritualistas de su tiempo (propensas a una gnosis intimista), sino también desde la prudencia evangélica.

Orden patriarcal. Maridos y mujeres

Estos cristianos de Colosenses y Efesios no han querido oponerse frontalmente al entorno social, sino transformarlo por dentro y por eso han aceptado el orden patriarcal. El problema consiste en saber si ese orden pertenece a una estructura neutral que el evangelio puede asumir o si es negativo y debe ser superado desde el Cristo. Pero esta cuestión hoy básica, no podían plantearla los autores de Col-Ef, pues no tenían distancia suficiente para ello:

1. Mujeres, someteos a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres y no seáis ásperos con ellas.
2. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto es agradable al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten.
3. Siervos, obedeced en todo a vuestros señores en la tierra, no para ser vistos, como queriendo agradar a los hombres, sino con sinceridad de corazón, temiendo al Señor. Señores, comportaos de manera justa y moderada con vuestro siervos, sabiendo que también vosotros tenéis un Señor en el Cielo (Col 3, 18-4,1).

1. Matrimonio jerárquico. No hay reciprocidad entre varón y mujer, pues a ella se le pide sumisión (como inferior), a él amor de condescendencia, como superior.
2. Paternidad condescendiente. A los padres (varón y mujer) se les ruega que moderen su autoridad; los hijos deben mostrarse obedientes.
3. Servidumbre. El texto no rechaza el modelo esclavista de sociedad, pero quiere humanizarlo, tanto desde los siervos (que son como niños perpetuos, dependiendo de sus amos) como desde los señores, a quienes pide un tipo de reciprocidad: no son dueños absolutos de sus siervos, han de responder ante Dios de lo que hacen.

1. Someteos unos a otros con temor de Cristo.
2. Las mujeres a sus propios maridos como al Señor. Porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo Salvador del cuerpo... Maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a su iglesia y se entregó por ella...
3. Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque esto es justo... Padres, no irritéis a vuestros hijos, criadlos en disciplina e instrucción del Señor.
4. Siervos, obedeced a vuestros señores en la tierra, con temor y temblor, con la sinceridad de vuestro corazón, como a Cristo... Señores, haced lo mismo con los siervos... (Ef 5, 21-6, 9).

1. Principio: reciprocidad universal en el servicio mutuo.
2, El marido es Señor para la esposa; ella es cuerpo para el marido. De esa forma se establece entre ambos un diálogo no reversible de sometimiento afectivo. El texto corre el riesgo de entender a la mujer como pasividad, cuerpo para la obediencia
3. La estructura paterna, con dominio de los padres sobre los hijos. Ella aparece como signo de evangelio: se corre el riesgo de sacralizar la dependencia
4. Sometimiento cristiano. Siervos y señores tienen en común una misma exigencia de sometimiento, pero el texto puede


Códigos domésticos

Estos códigos domésticos, de tipo jerárquico, asumen una tradición patriarcalista, que los herederos de Pablo, partidarios de la más honda unidad (de judíos y gentiles, humanos y ángeles), han aceptado, en gesto que marcará la historia posterior de la iglesia. Sin duda, el evangelio como buena nueva de entrega mutua y comunión de los humanos se sigue manteniendo, pero queda a nivel trascendente e intimista (como ideal de transformación espiritual). En el plano de las estructuras familiares (esposo/esposa, padres/hijos) y sociales (siervos/amos) la iglesia asume la sabiduría patriarcalista del entorno, aunque introduce en ellas unos matices significativos.

--Reciprocidad. Las relaciones de marido-mujer, señor-siervo no son reversibles (a no ser en el principio de Ef 5, 21, que pide sometimiento mutuo, en la línea de Flp 2), pero tanto Col como Ef destacan cierta reciprocidad en obligaciones: padres y señores han de respetar a hijos y siervos.

--Imagen matrimonial de cabeza-cuerpo. Ef 5 interpreta el matrimonio en perspectiva cristológica. Ella no implica reciprocidad: al marido se le pide amor, a la mujer sometimiento... Pero supone que debe dar más quien más tiene (aquí el marido) de manera que desde la diferencia, puede superarse toda diferencia.

--Patriarcalismo del amor. Ambos textos son patriarcales: aceptan el poder de los padres de familia (varones). Pero en ambos ese poder queda re-situado desde el amor cristiano que, bien cumplido, debería superar toda diferencia.

Este esquema jerárquico de organización social no se funda en los pobres y excluidos que Jesús amaba, sino que responde a una casa-familia rica, con buen amo, mujer, hijos y criados (cf. Ef 2, 21; 4, 12.16.29). Tanto Jesús como Pablo buscaron una comunidad igualitaria de hombre y mujeres libres donde el mismo amor (servicio mutuo) fuera creando estructuras de convivencia no jerárquica. Pero la iglesia posterior ha optado por encarnarse en una forma jerárquica de vida y estructura social, que no responde al evangelio, sino al entorno social de los privilegiados.

Conclusión

Esta opción ha sido comprensible y quizá necesaria, siempre que el amor mesiánico sea capaz de enriquecer y/o cambiar esa base familiar y social. Parece claro que no lo ha conseguido, al menos plenamente, de manera que la iglesia ha venido a fijarse después de un modo patriarcalista: los dirigentes de la comunidad tenderán a situarse en la parte de los maridos y amos, pero sobre todo de los padres, creando una jerarquía religiosa lejana al evangelio. Ciertamente, la iglesia ha introducido cambios en ese modelo patriarcal y jerárquico, pero en el fondo lo ha seguido manteniendo hasta el momento actual, definiendo así su forma de entender los ministerios, a partir de los obispos que parecen buenos padres de familia rica, con subordinados, iglesia-esposa y fámulo. Pienso que ha llegado el tiempo de replantear el tema, desde la fidelidad a Jesús y el conocimiento de la sociedad actual .

Esta cartas (Col-Ef) han mostrado la vitalidad del mensaje de Pablo, destacando sus valores de tipo espiritual (cósmico-sacral) y, sobre todo, abriendo un camino de unificación para los humanos. Así han ratificado el carácter espiritual y social del evangelio, pero lo han hecho a costa de un pacto, hoy superado, con la sabiduría y sociedad del entorno patriarcalista.

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