Por José María Maruri, SJ
1.- Querer solucionar con una ley humana el más profundo de los problemas humanos, querer regir el amor central de todos los amores del hombre con una ley es querer llenar una cesta de agua. Es confundir atracción sexual con amor.Jesús prescinde de legalismos, prescinde de la noción del contrato con obligaciones y derechos. Y nos lleva a pensar en la dignidad de la persona, en la seriedad del verdadero amor. Ello está en la intención verdadera del Creador de formar hogares, no entre un TU y un YO enfrentados, sino con un NOSOTROS donde todos es común, “serán una sola carne”, que al doler duele a los dos, duele al NOSOTROS, el NOSOTROS el que padece.
2.- Jesús no apela a la ley, Jesús apela a lo más profundo del ser humano, a la conciencia regida por el corazón. Es facilísimo conjugar la más escrupulosa observancia de la ley con la traición más escandalosa de los valores que debería defender la ley. Es facilísimo arropar entre los pliegues jurídicos de un artículo las propias conveniencias. Pero cuando se apela al amor, a la conciencia, no nos quedamos tranquilos hasta que los hemos dado todo.
3.- La convivencia es muy difícil, viene el cansancio, la monotonía, los roces y esas manos que se unieron ante el altar empiezan a aflojarse y solo una tercera mano, la de Dios, puede mantener firmemente unidas las manos que estaban a punto de soltarse.
Bajo la luz de Dios, Jesús pide una fidelidad creativa, no vacía de alegría y contenido. Una fidelidad que invente el futuro, no que arrastre el pasado. No una fidelidad que continua, sino que recomienza cada día. Jesús no pide apuntalar un edificio en ruinas, sino pide su reconstrucción por el amor.
Dios en su relación de amor con su criatura humana tuvo la misma experiencia. Llegó a arrepentirse de haber creado al hombre, pero precisamente, cuando yo no había nada común entre Él y nosotros, cuando todos eran enemigos suyos, dio el gran paso, se hizo hombre, se acercó a nosotros no para traernos los papeles del divorcio, sino para decirnos que nos amaba más que nunca. Porque nos amó desde el principio.
Y eso es lo que habría que ver en tantos casos. Si desde el principio hubo amor, ese amor “que disculpa sin límites, aguanta sin límites”. Ese amor “que no pasa nunca”.




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