Por Hernán Gerez
Autor de Camino Misionero
Autor de Camino Misionero
Queridos Amigos:
Ante todo quisiera presentarme, mi nombre es Hernán Gerez y desde hace casi dos años, vengo publicando este pequeño blog, que no intenta otra cosa que compartir las diferentes posturas y opiniones que hay dentro de nuestra Iglesia, sin intentar influir, sino más bien, ayudando a pensar y elegir libremente en nuestra vida cotidiana.
Día a día recibo muchísimos correos de ustedes, contando anécdotas, realizando críticas constructivas, disintiendo con algunos artículos publicados, pero por sobre todo, compartiendo este Camino, que no es otro que el señalado por Jesús, para unir lazos entre hermanos que liberan una lucha cotidiana por hacer carne el Evangelio y poder difundirlo en cada ambiente.
Conversando con varios amigos, me animaron a comenzar esta columna, que decidí llamar “Apuntes para el Camino”, ya que pretenderá ser un racconto del contacto que tenemos a través de este blog y el feedback entre las distintas experiencias, que surgen a través de la diversidad de carismas que tenemos en nuestra querida Iglesia. Es por ello importantísimo que participen con sus comentarios y aportes para enriquecer este espacio, que será un poquito de todos.
Deseando que esta iniciativa tenga eco en cada uno de ustedes y dejándolos con la primera reflexión de esta sección, los saludo en Cristo Salvador.
Hoy festejamos la Solemnidad de Cristo Rey. Fiesta denostada por algunos, debido a sus orígenes, y ensalsadas por otros. Lo importante de esta fecha es que marca el fin de un ciclo dentro de la liturgia y nos pone en estado de alerta permanente sobre lo que ha de venir.
El cansancio y la rutina que a esta altura del año estamos sometidos, nos hace olvidarnos un poco de las cosas importantes. Como es acostumbrado realizamos distintos balances, sobre nuestra situación económica, el trabajo, los amigos, la familia, etc. Pero descuidamos, quizás lo prioritario y urgente: la faz espiritual.
Nuestro interior es abandonado por tener que atender cosas más inmediatas. De esa manera, nos vamos topando con diferentes situaciones, que se convierten en problemas y nos llevan a vivir crisis de distintas dimensiones. Entonces comienzan las angustias, las desesperaciones, hasta los problemas físicos, debido a que las soluciones no aparecen, pero en realidad, haciendo honor a la verdad, somos nosotros los que nos convertimos en ciegos y mudos afectivos que están incapacitados para enfrentar una situación que requiera una madurez espiritual y afectiva.
Y sufrimos…
Y comenzamos a cuestionar a Dios. O a atosigarlo con pedidos.
Pero la solución está dentro nuestro. En nuestro corazón. Debemos mirar en este tiempo hacia dentro y ensancharlo para que pueda haber un espacio para Dios. Un espacio importante y preferencial, desde donde pueda orientar nuestra vida y acompañar nuestras elecciones y nuestras vivencias. Desde donde pueda curar heridas del pasado y fortalecer los cimientos para encarar nuestro presente y porvenir.
No es una tarea fácil. El sólo hecho de tener un rol activo dentro de la comunidad eclesial, no nos asegura que podamos hacerlo. Requiere el propósito, tenacidad en la oración y mucha ayuda de compañeros de camino. Sólo de esa forma podremos comenzar un nuevo rumbo. Donde ese Jesús, personaje de la Biblia, pasa a ser una persona real, viva y centro de nuestra vida.
Nos tomemos unos minutos durante estos días para reflexionar y hacernos preguntas elementales: ¿Soy feliz? ¿Qué es la felicidad hoy para mí? ¿Comó es mi relación con Dios? ¿Qué puedo hacer con mi presente? ¿Qué espero en mi vida?
Seguramente muchos serán los disparadores, pero será un buen momento para volver a empezar, justamente en este tiempo, que es nuestro tiempo de prepararnos para recibirlo al Señor y a nuestros hermanos en el día a día de nuestras vidas…
Día a día recibo muchísimos correos de ustedes, contando anécdotas, realizando críticas constructivas, disintiendo con algunos artículos publicados, pero por sobre todo, compartiendo este Camino, que no es otro que el señalado por Jesús, para unir lazos entre hermanos que liberan una lucha cotidiana por hacer carne el Evangelio y poder difundirlo en cada ambiente.
Conversando con varios amigos, me animaron a comenzar esta columna, que decidí llamar “Apuntes para el Camino”, ya que pretenderá ser un racconto del contacto que tenemos a través de este blog y el feedback entre las distintas experiencias, que surgen a través de la diversidad de carismas que tenemos en nuestra querida Iglesia. Es por ello importantísimo que participen con sus comentarios y aportes para enriquecer este espacio, que será un poquito de todos.
Deseando que esta iniciativa tenga eco en cada uno de ustedes y dejándolos con la primera reflexión de esta sección, los saludo en Cristo Salvador.
HERNAN GEREZ
VOLVER A EMPEZAR
Hoy festejamos la Solemnidad de Cristo Rey. Fiesta denostada por algunos, debido a sus orígenes, y ensalsadas por otros. Lo importante de esta fecha es que marca el fin de un ciclo dentro de la liturgia y nos pone en estado de alerta permanente sobre lo que ha de venir.
El cansancio y la rutina que a esta altura del año estamos sometidos, nos hace olvidarnos un poco de las cosas importantes. Como es acostumbrado realizamos distintos balances, sobre nuestra situación económica, el trabajo, los amigos, la familia, etc. Pero descuidamos, quizás lo prioritario y urgente: la faz espiritual.
Nuestro interior es abandonado por tener que atender cosas más inmediatas. De esa manera, nos vamos topando con diferentes situaciones, que se convierten en problemas y nos llevan a vivir crisis de distintas dimensiones. Entonces comienzan las angustias, las desesperaciones, hasta los problemas físicos, debido a que las soluciones no aparecen, pero en realidad, haciendo honor a la verdad, somos nosotros los que nos convertimos en ciegos y mudos afectivos que están incapacitados para enfrentar una situación que requiera una madurez espiritual y afectiva.
Y sufrimos…
Y comenzamos a cuestionar a Dios. O a atosigarlo con pedidos.
Pero la solución está dentro nuestro. En nuestro corazón. Debemos mirar en este tiempo hacia dentro y ensancharlo para que pueda haber un espacio para Dios. Un espacio importante y preferencial, desde donde pueda orientar nuestra vida y acompañar nuestras elecciones y nuestras vivencias. Desde donde pueda curar heridas del pasado y fortalecer los cimientos para encarar nuestro presente y porvenir.
No es una tarea fácil. El sólo hecho de tener un rol activo dentro de la comunidad eclesial, no nos asegura que podamos hacerlo. Requiere el propósito, tenacidad en la oración y mucha ayuda de compañeros de camino. Sólo de esa forma podremos comenzar un nuevo rumbo. Donde ese Jesús, personaje de la Biblia, pasa a ser una persona real, viva y centro de nuestra vida.
Nos tomemos unos minutos durante estos días para reflexionar y hacernos preguntas elementales: ¿Soy feliz? ¿Qué es la felicidad hoy para mí? ¿Comó es mi relación con Dios? ¿Qué puedo hacer con mi presente? ¿Qué espero en mi vida?
Seguramente muchos serán los disparadores, pero será un buen momento para volver a empezar, justamente en este tiempo, que es nuestro tiempo de prepararnos para recibirlo al Señor y a nuestros hermanos en el día a día de nuestras vidas…
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