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miércoles, 3 de marzo de 2010

Evangelio Misionero del Día: Jueves 04 de Marzo de 2010 - II Semana de Cuaresma


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 16, 19-31

Jesús dijo a los fariseos:
Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas.
El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado.
En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: «Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan».
«Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí».
El rico contestó: «Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento».
Abraham respondió: «Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen».
«No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán».
Pero Abraham respondió: «Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán».


Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL

Una conversión social
Lucas 16, 19-31
“Si no hacen caso a los profetas tampoco se convencerán
aunque resucite un muerto”


Hemos escuchado en el día de ayer la franca confrontación que hace Jesús entre la gloria del Hijo del Hombre y la gloria que ofrece este mundo. Fuimos invitados en cuanto discípulos suyos a entrar por el camino del servicio humilde para poder caminar con Él hacia la Resurrección.

El Evangelio de hoy sigue ofreciéndonos a través de imágenes vivas cómo Jesús en su Persona y en su mensaje contrasta abiertamente con los valores y jerarquías de este mundo, precisamente porque es el hombre nuevo y ha venido a inaugurar el mundo nuevo de la igualdad, de la fraternidad y la solidaridad.

1. La mesa excluyente

El relato parabólico nos presenta a un rico que banquetea y se divierte, símbolo de quien se ha colocado a sí mismo como el centro de todo. También vemos a un pobre llamado Lázaro, quien echado junto al portal del rico, ignorado, excluido, desamparado; igualmente lo vemos cubierto de llagas deseando hartarse de las migajas que caen de su mesa.

El hecho de que el pobre tenga nombre propio y el rico sea un desconocido nos confirma en la verdad de que Dios conoce al humilde e ignora a los soberbios, que se alejan de el por su propia voluntad.

Mueren los dos y la muerte desvela la verdad de cada uno. El pobre es llevado por los ángeles al seno de Abraham para participar con el en el Banquete mesiánico; y el rico es sepultado en el hades, mansión de los muertos. Con la muerte termina el tiempo concedido para convertirse, su suerte ya es irremediable.

Para tomar decisiones correctas debemos colocarnos en la perspectiva de la muerte y hacer ahora lo que en ese momento nos gustaría haber hecho.

2. El abismo que es verdaderamente insalvable

El diálogo entre el rico atormentado y el Padre Abraham, puntualiza el mensaje central de Jesús. El rico recibió bienes en la tierra pero no supo aprovecharlos para recibir la gloria del Señor. Los retuvo para sí, colocó en ellos su seguridad y se hizo insensible a las necesidades de los otros. Se cerró en sí mismo y no se compadeció del pobre Lázaro, que estuvo tan cerca de su casa, pero tan lejos de su corazón.

La misericordia con los más pequeños y necesitados es lo que decide nuestra salvación (ver Mateo 25,31-40) su destino ya es irrevocable, “entre nosotros y ustedes se interpone un gran abismo” (16,26), es decir, se acabaron las posibilidades para los unos y los otros.

La vida humana es como un puente tendido entre la felicidad y la infelicidad eterna. Se atraviesa el puente ejercitando la misericordia. Cuando la vida se termina, ya no hay más posibilidad de ejercitarla.

Y para que a nosotros no nos suceda igual tenemos que abrir el corazón y escuchar atentamente la Palabra de Dios, creer en ella y dejarnos cambiar el corazón por la Palabra; que es Jesús mismo.

En la escucha continua del Maestro y en la contemplación de sus actitudes aprendemos a tener entrañas de misericordia ante fragilidades de nuestros hermanos.

Esta página del evangelio, que con imágenes vivas nos ha mostrado el actuar de Dios cantado por María en el Magnificat y proclamando en las bienaventuranzas, nos ayuda a confrontar nuestras acciones y nuestro corazón con los sentimientos y actitudes de Jesús, el últimos de los pobres, quien ha derramado sobre nosotros la misericordia del Padre para darnos la posibilidad de ser como Él.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:

1. ¿Por qué se afirma que Jesús en su persona y en su mensaje contrasta con los valores de este mundo?

2. La parábola que nos presenta el evangelio de hoy nos invita a revisar si nuestra vida está puesta al servicio de los demás. ¿En qué forma concreta he salido al encuentro de las necesidades de los demás?

3. ¿Cómo hemos asumido los momentos de estrechez y dificultad que se han presentado en nuestra familia? ¿Nos hemos desesperado? ¿La unión familiar se ha visto amenazada?

En la Transfiguración de Jesús…

“…La esperanza de la Iglesia recibía su fundamento; el Cuerpo de Cristo todo entero tendría una idea de la transformación que sería su recompensa, y a cada uno de sus miembros se prometería una parte de la Gloria que acababa de brillar en la Cabeza”.
(San León Magno, “Sermón 51”)

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