Por Franz W. Niehl en Rev Pedagogía Religiosa
Un hombre tenía dos hijos. Tenía también negocios que le daban mucho trabajo. A menudo volvía tarde a casa; y lo que entonces buscaba era su tranquilidad.
Un día ya no volvió. Se quedó en la ciudad donde trabajaba.
Y llegó a oídos de su mujer, que vivía allí con otra.
Después de algún tiempo, esta llegó a saber que los negocios de aquel hombre habían ido al traste, y que por motivo de estafas le habían llevado a tribunales y había acabado en la cárcel.
Pasados los años, un buen día aquel hombre apareció a la puerta de casa. Pálido y delgado, no era capaz de pronunciar palabra alguna. La mujer le abrazó, le proporcionó ropa limpia y comenzó a preparar algo para comer.
Cuando el hijo menor volvió del colegio se sorprendió al ver a su madre sentada a la mesa, en compañía de su padre. Sin decir palabra se sentó callado a la mesa y el padre, avergonzado y entre balbuceos, les contó lo que había sido su vida en los últimos años.
Cuando terminaron de comer, el padre se quedó con su hijo en la mesa y dijo: "Realmente no os merezco, ni a vosotros, que sois mis hijos, ni, sobre todo, a vuestra madre". Y le brotaron las lágrimas.
Después de un tiempo, el hijo respondió:
"Padre, tú habías muerto para nosotros y yo te he odiado un montón por habernos abandonado. Pero ahora me alegro que estés otra vez con nosotros y que intentemos, de nuevo, vivir juntos".
A la noche vino el hijo mayor después de su trabajo y vio sorprendido a su madre, a su hermano y a su padre, sentados juntos y hablando entre ellos. Su padre se levantó y fue hacia él intentando abrazarle, pero el hijo mayor se apartó sin pronunciar palabra. Se encerró en su habitación y no quiso hablar más con ninguno de ellos.
Franz W. Niehl ha sido durante años director del Instituto Pedagógico de la diócesis de Tréveris (Trier).
La Revista de Pedagogía Religiosa de la que está tomada la cita (KatBl 2/2009) es el órgano anual de la Asociación Catequética de Munich.
Un día ya no volvió. Se quedó en la ciudad donde trabajaba.
Y llegó a oídos de su mujer, que vivía allí con otra.
Después de algún tiempo, esta llegó a saber que los negocios de aquel hombre habían ido al traste, y que por motivo de estafas le habían llevado a tribunales y había acabado en la cárcel.
Pasados los años, un buen día aquel hombre apareció a la puerta de casa. Pálido y delgado, no era capaz de pronunciar palabra alguna. La mujer le abrazó, le proporcionó ropa limpia y comenzó a preparar algo para comer.
Cuando el hijo menor volvió del colegio se sorprendió al ver a su madre sentada a la mesa, en compañía de su padre. Sin decir palabra se sentó callado a la mesa y el padre, avergonzado y entre balbuceos, les contó lo que había sido su vida en los últimos años.
Cuando terminaron de comer, el padre se quedó con su hijo en la mesa y dijo: "Realmente no os merezco, ni a vosotros, que sois mis hijos, ni, sobre todo, a vuestra madre". Y le brotaron las lágrimas.
Después de un tiempo, el hijo respondió:
"Padre, tú habías muerto para nosotros y yo te he odiado un montón por habernos abandonado. Pero ahora me alegro que estés otra vez con nosotros y que intentemos, de nuevo, vivir juntos".
A la noche vino el hijo mayor después de su trabajo y vio sorprendido a su madre, a su hermano y a su padre, sentados juntos y hablando entre ellos. Su padre se levantó y fue hacia él intentando abrazarle, pero el hijo mayor se apartó sin pronunciar palabra. Se encerró en su habitación y no quiso hablar más con ninguno de ellos.
Franz W. Niehl ha sido durante años director del Instituto Pedagógico de la diócesis de Tréveris (Trier).
La Revista de Pedagogía Religiosa de la que está tomada la cita (KatBl 2/2009) es el órgano anual de la Asociación Catequética de Munich.
1 comentario:
Muy buena,
Gracias
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