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lunes, 12 de abril de 2010

Evangelio Misionero del Día: Martes 13 de Abril de 2010 - SEGUNDA SEMANA DE PASCUA


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 3, 7b-15

Jesús dijo a Nicodemo:
«Ustedes tienen que renacer de lo alto.
El viento sopla donde quiere:
tú oyes su voz,
pero no sabes de dónde viene ni a dónde va.
Lo mismo sucede
con todo el que ha nacido del Espíritu».
«¿Cómo es posible todo esto?», le volvió a preguntar Nicodemo.
Jesús le respondió: «¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas?
Te aseguro
que nosotros hablamos de lo que sabemos
y damos testimonio de lo que hemos visto,
pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.
Si no creen
cuando les hablo de las cosas de la tierra,
¿cómo creerán
cuando les hable de las cosas del cielo?
Nadie ha subido al cielo,
sino el que descendió del cielo,
el Hijo del hombre que está en el cielo.
De la misma manera que Moisés
levantó en alto la serpiente en el desierto,
también es necesario
que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
para que todos los que creen en Él
tengan Vida eterna».


Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL

Dejarnos iluminar por la Pascua (II):
Bajo el influjo vivificante del Crucificado Exaltado
Juan 3, 7b- 15
“Tiene que ser levantado el Hijo del hombre,
para que todo el que crea tenga por él vida eterna”


Continuando nuestra lectura del diálogo de Jesús con Nicodemo, notamos cómo Jesús pone de relieve el carácter misterioso de la realización del nuevo nacimiento por el agua y el Espíritu Santo”.

Su obra va más allá de una plena intelección humana. La imagen del viento, también figura del Espíritu (“ruah”), pone de presente lo inaferrable que es en categorías humanas: “El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va” (v.8a). Esta plena libertad, docilidad y apertura hacia el futuro es la gran característica del hombre nuevo: “Así es todo el que nace del Espíritu” (v.8b).

La última expresión de Jesús nos invita a dejarnos asombrar, y no simplemente extrañar, por la obra de Dios. La frase inspirada en Eclesiastés 11,5 (“Como no sabes cómo viene el espíritu a los huesos en el vientre de la mujer en cinta, así tampoco sabes la obra de Dios que todo lo hace”), nos señala cuál es la actitud que nos corresponde: la gratitud a Dios por su obra en nosotros y la humildad y el abandono total en él para que la lleve a plenitud.

La nueva pregunta de Nicodemo no obtiene respuesta. Al comienzo él había reconocido a Jesús como Maestro venido de Dios (v.2). Ahora Jesús exige ser reconocido verdaderamente su autoridad y que se acepte su testimonio. No da ninguna otra razón para sostener sus afirmaciones, sino la calidad de su testimonio (v.11). Él ha bajado del cielo: sabe porque es testigo ocular (v12). Conoce las cosas de Dios. Por lo tanto hay que confiar en su palabra.

Del diálogo de Jesús con Nicodemo aprendemos que:
(1) Para poder participar del Reino de Dios es necesario un comienzo completamente nuevo.
(2) No podemos darnos a nosotros mismos este inicio de una nueva vida, que nos es dado en Bautismo del poder creador de Dios.
(3) En este nuevo comienzo no somos pasivos: éste exige por parte nuestra la fe en el Hijo de Dios.

Pero ni siquiera la fe es algo de orden humano. Jesús muestra que la fe se fundamenta en la prueba de amor que Dios nos ha dado enviando a su Hijo. El nuevo nacimiento de Dios y la fe en el Hijo de Dios nos conducen al sentido y a la plenitud de nuestro ser, a la verdadera vida que no pasa. Si este nacimiento y esta fe arruinamos nuestra vida.

¿Cómo evitar un fin absurdo, una muerte sin sentido y miserable?
¿Cómo mantener y asegurar nuestra vida?

Israel se hacía estas preguntas cuando, en el camino del desierto, fue amenazado por serpientes venenosas (Números 21,4-9). Entonces Dios vino en auxilio de su pueblo. Le encargó a Moisés que construyera una serpiente de bronce y la suspendiera en un palo. Quien era mordido por la serpiente y miraba la serpiente de bronce seguía con vida.

Así se aclara el significado del Hijo del hombre exaltado sobre la Cruz: el crucificado es símbolo de salvación, fuente de vida (3,4-5). No hay que apartar la mirada de Él y tratar de olvidarlo. Más bien debemos levantar nuestra mirada hacia él y reconocerlo como nuestro salvador. No hay otro camino para la vida, ni otra posibilidad de superar la muerte si no es en Él.

En conclusión, la unión con Jesús da la vida. Y esta unión la obtenemos creyente en Él, que es el Crucificado, abandonándonos y confiando completamente en él. Confiando en el Crucificado, reconocemos el amor desmesurado de Dios y nos encontramos la esfera de acción de su potencia vivificante.



Para cultivar la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:

1. ¿Por qué se utiliza aquí la imagen del viento? ¿Qué indica?

2. ¿Qué tipo de Maestro es Jesús? ¿De dónde proviene su enseñanza?

3. ¿De dónde se saca la imagen de la serpiente colgada en un palo? ¿Qué relación tiene con la crucifixión de Jesús? ¿Qué efecto tiene?

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