Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Érase una vez un sacerdote y un fabricante de jabón que estaban dando un paseo.
El fabricante de jabón le dijo: "Padre, ¿para qué sirve la religión? Mire la miseria y las guerras y el sufrimiento que hay en el mundo. Después de tantas oraciones, sermones y enseñanzas todo sigue igual. Si la religión es buena y verdadera, ¿por qué todo sigue igual?"
Siguieron caminando y se encontraron con un niño todo sucio.
El sacerdote le dijo al fabricante de jabón: "Mire ese niño. Usted dice que el jabón limpia pero ese niño sigue estando sucio. ¿Para qué sirve el jabón?".
El fabricante de jabón le contestó: "Padre, el jabón no puede evitar la suciedad a no ser que sea usado todos los días."
Exacto replicó el sacerdote, exacto.
¿Miedo a usar todos los días la religión y a ser atrevidos?
Dicen que la televisión es una gran ventana por la que nos asomamos al mundo. Vemos los tornados de hoy y las pirámides de los faraones de ayer; contemplamos el mundo de los animales y el de los hombres, el hundimiento del Titanic y el lanzamiento de un satélite.
Una ventana que mira al pasado, al presente y al futuro. Una ventana mágica. Pasan miles de cosas y a mí no me pasa nada. Soy un espectador de lujo.
La Palabra de Dios es muchas cosas pero es también la ventana por la que nos asomamos al ayer: a Jesús y a la primera comunidad cristiana; al hoy: esta iglesia del Pilar ¿ con qué ojos mira al ayer, con qué esperanza vive la Pascua y celebra la Pascua?
La Palabra de Dios mira también al futuro como dice el libro del Apocalipsis: "escribe lo que ves ahora y lo que está por suceder".
La Palabra de Dios es ventana, pero no mágica, no es un desfile de personajes de la Operación Triunfo ni una ventana escaparate para mirarla sin más.
San Juan nos dice hoy "otros muchos signos hizo Jesús que no están recogidos aquí. Éstos los he escrito para ayudarles a creer que Jesús es el Mesías, el hijo de Dios y así a través de esta fe tengan vida en su nombre".
San Juan nos ha abierto esta ventana, la de Jesús, no para satisfacer nuestra curiosidad, no para informarnos, no para que yo o ustedes tengamos algo de que predicar o comentar como loros los domingos, San Juan nos ha abierto esta ventana para que creamos que Jesús es el hijo de Dios.
Cuando yo me asomo a la ventana de la Palabra de Dios tengo que sentir la llamada de Jesús, tengo que sentir el vértigo de la fe, tengo que sentir el latido de la vida. Si te sientes mero espectador es que no has mirado, mejor, no te has dejado mirar por el que está al otro lado: el hijo de Dios. Tu salvador.
¿Qué vemos hoy por esta ventana de la Palabra?
Vemos a los discípulos reunidos el día primero de la semana, el domingo.
Durante la semana están en sus trabajos, tenían que atender el negocio, la casa, la escuela…No podían estar reunidos siempre. Pero los vemos reunidos el domingo y no es por casualidad que el Señor se les aparezca cuando están todos reunidos. Jesús se les aparece en la reunión semanal, en la eucaristía dominical.
Hermanos, la fe no es un asunto individual. Nosotros constatamos que la presencia de Jesucristo Resucitado se experimenta en plenitud en el marco de un encuentro comunitario.
Los discípulos estaban juntos, reunidos, en iglesia.
Vemos que están con las puertas bien cerradas.
Tenían miedo. Eran tiempos de persecución. Algunos habían desertado, habían abandonado la fe. Pero los fieles al Señor seguían reuniéndose el domingo, a pesar de todo.
Y allí en el Cenáculo se presenta Cristo Resucitado.
Cada domingo se renueva el signo de aquel primer domingo: Cristo Resucitado misteriosamente se presenta en Jerusalén, en Éfeso, en Roma y en la parroquia del Pilar, allí donde están los suyos reunidos. Ahí, en el corazón de nuestras vidas está el Señor, Él nos hace vivir y sin verle estamos llamados a creer en Él.
Los primeros discípulos habían puesto cerrojos a sus puertas. Y Cristo las rompió.
Cada domingo el Señor quiere romper el cerrojo de nuestro corazón, de nuestros miedos, de esa situación imposible en la que vives…
Venir a este cenáculo es venir a abrir las puertas al Salvador y a su presencia liberadora.
¿Qué les dice el Señor en esta visita?
Shalom. La paz sea con vosotros.
La paz y la alegría después del miedo.
El domingo es el día de la paz, de la alegría, de la familia…
"Como el Padre me ha enviado, yo también les envío".
Si Jesús abrió los candados era para que salieran, para darles una misión, para anunciar la buena noticia de la vida: Jesús vive.
Cada domingo el Señor viene a decirnos: tú, hombre, tú, mujer, tú, joven …tienes un mensaje que decir a tus hermanos. Tú tienes que ser una ventana por la que otros se asomen a la vida de Dios.
"Recibid el don del Espíritu Santo".
Con su fuerza sed liberadores del mal y del pecado. Sed portadores de la misericordia divina y de la gracia pascual y proclamad la última bienaventuranza del Señor: "dichosos los que sin haber visto han creído".
La vida interna de la comunidad, en cada cenáculo, es muy importante. El culto, la alabanza, la alegría y la fiesta de la eucaristía son indispensables para creer en el Resucitado pero la misión, la vida externa, el anuncio, es la otra cara del ser cristiano sin la cual no existe plenitud y fidelidad.
El fabricante de jabón le dijo: "Padre, ¿para qué sirve la religión? Mire la miseria y las guerras y el sufrimiento que hay en el mundo. Después de tantas oraciones, sermones y enseñanzas todo sigue igual. Si la religión es buena y verdadera, ¿por qué todo sigue igual?"
Siguieron caminando y se encontraron con un niño todo sucio.
El sacerdote le dijo al fabricante de jabón: "Mire ese niño. Usted dice que el jabón limpia pero ese niño sigue estando sucio. ¿Para qué sirve el jabón?".
El fabricante de jabón le contestó: "Padre, el jabón no puede evitar la suciedad a no ser que sea usado todos los días."
Exacto replicó el sacerdote, exacto.
¿Miedo a usar todos los días la religión y a ser atrevidos?
Dicen que la televisión es una gran ventana por la que nos asomamos al mundo. Vemos los tornados de hoy y las pirámides de los faraones de ayer; contemplamos el mundo de los animales y el de los hombres, el hundimiento del Titanic y el lanzamiento de un satélite.
Una ventana que mira al pasado, al presente y al futuro. Una ventana mágica. Pasan miles de cosas y a mí no me pasa nada. Soy un espectador de lujo.
La Palabra de Dios es muchas cosas pero es también la ventana por la que nos asomamos al ayer: a Jesús y a la primera comunidad cristiana; al hoy: esta iglesia del Pilar ¿ con qué ojos mira al ayer, con qué esperanza vive la Pascua y celebra la Pascua?
La Palabra de Dios mira también al futuro como dice el libro del Apocalipsis: "escribe lo que ves ahora y lo que está por suceder".
La Palabra de Dios es ventana, pero no mágica, no es un desfile de personajes de la Operación Triunfo ni una ventana escaparate para mirarla sin más.
San Juan nos dice hoy "otros muchos signos hizo Jesús que no están recogidos aquí. Éstos los he escrito para ayudarles a creer que Jesús es el Mesías, el hijo de Dios y así a través de esta fe tengan vida en su nombre".
San Juan nos ha abierto esta ventana, la de Jesús, no para satisfacer nuestra curiosidad, no para informarnos, no para que yo o ustedes tengamos algo de que predicar o comentar como loros los domingos, San Juan nos ha abierto esta ventana para que creamos que Jesús es el hijo de Dios.
Cuando yo me asomo a la ventana de la Palabra de Dios tengo que sentir la llamada de Jesús, tengo que sentir el vértigo de la fe, tengo que sentir el latido de la vida. Si te sientes mero espectador es que no has mirado, mejor, no te has dejado mirar por el que está al otro lado: el hijo de Dios. Tu salvador.
¿Qué vemos hoy por esta ventana de la Palabra?
Vemos a los discípulos reunidos el día primero de la semana, el domingo.
Durante la semana están en sus trabajos, tenían que atender el negocio, la casa, la escuela…No podían estar reunidos siempre. Pero los vemos reunidos el domingo y no es por casualidad que el Señor se les aparezca cuando están todos reunidos. Jesús se les aparece en la reunión semanal, en la eucaristía dominical.
Hermanos, la fe no es un asunto individual. Nosotros constatamos que la presencia de Jesucristo Resucitado se experimenta en plenitud en el marco de un encuentro comunitario.
Los discípulos estaban juntos, reunidos, en iglesia.
Vemos que están con las puertas bien cerradas.
Tenían miedo. Eran tiempos de persecución. Algunos habían desertado, habían abandonado la fe. Pero los fieles al Señor seguían reuniéndose el domingo, a pesar de todo.
Y allí en el Cenáculo se presenta Cristo Resucitado.
Cada domingo se renueva el signo de aquel primer domingo: Cristo Resucitado misteriosamente se presenta en Jerusalén, en Éfeso, en Roma y en la parroquia del Pilar, allí donde están los suyos reunidos. Ahí, en el corazón de nuestras vidas está el Señor, Él nos hace vivir y sin verle estamos llamados a creer en Él.
Los primeros discípulos habían puesto cerrojos a sus puertas. Y Cristo las rompió.
Cada domingo el Señor quiere romper el cerrojo de nuestro corazón, de nuestros miedos, de esa situación imposible en la que vives…
Venir a este cenáculo es venir a abrir las puertas al Salvador y a su presencia liberadora.
¿Qué les dice el Señor en esta visita?
Shalom. La paz sea con vosotros.
La paz y la alegría después del miedo.
El domingo es el día de la paz, de la alegría, de la familia…
"Como el Padre me ha enviado, yo también les envío".
Si Jesús abrió los candados era para que salieran, para darles una misión, para anunciar la buena noticia de la vida: Jesús vive.
Cada domingo el Señor viene a decirnos: tú, hombre, tú, mujer, tú, joven …tienes un mensaje que decir a tus hermanos. Tú tienes que ser una ventana por la que otros se asomen a la vida de Dios.
"Recibid el don del Espíritu Santo".
Con su fuerza sed liberadores del mal y del pecado. Sed portadores de la misericordia divina y de la gracia pascual y proclamad la última bienaventuranza del Señor: "dichosos los que sin haber visto han creído".
La vida interna de la comunidad, en cada cenáculo, es muy importante. El culto, la alabanza, la alegría y la fiesta de la eucaristía son indispensables para creer en el Resucitado pero la misión, la vida externa, el anuncio, es la otra cara del ser cristiano sin la cual no existe plenitud y fidelidad.
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