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domingo, 25 de abril de 2010

La institución católica ha instrumentalizado la fe


Publicado por Atrio

La revista GOLIAS es un veterano medio de expresión de los cristianos franceses más progresistas, hoy disponible en Internet. La Radio/Televisión francesa hizo estos días una Entrevista al jefe de redacción de la revista, Christian TERRAS, que fue publicada en Le Monde el 21.04.10. Nosotros la damos a conocer a los lectores de ATRIO gracias a la traducción hecha por Maite Lesmes.

Pregunta (P).- ¿Por qué la Iglesia ha querido enterrar estos escándalos en lugar de apartar, y por consiguiente expulsar, a los responsables de estos actos?

Ch. Terras (T).- Porque la Iglesia, en primer lugar, ha intentado proteger su imagen, la imagen de una institución infalible. Por lo tanto, una Iglesia que no tiene que dar cuenta a la sociedad sobre sus sacerdotes desviados. La Iglesia tiene también su propia justicia interna. Una deriva que lleva a la Iglesia a darse autorización para estar por encima de la ley humana y de la justicia civil.

P.- Creo que la Iglesia es una institución difícilmente reformable. Una evolución profunda necesitaría mucho tiempo. Pero hay personas que en este momento sufren por el comportamiento de ciertos sacerdotes. ¿Qué se puede hacer concretamente desde hoy para proteger a nuestros hijos?

T.- Un dato es evidente: existe un corte entre la cabeza de la Iglesia y su base. La dificultad para reformar la Iglesia está relacionada con su sacralización y con el poder clerical encarnado en el tipo de ministerio eclesial que mantiene la institución. Como ser católico no tiene que ver necesariamente con estar de acuerdo con la jerarquía en todos los aspectos, conviene que las comunidades cristianas planteen de otro modo el ministerio del orden y, concretamente, logren un nuevo rostro de Iglesia a través de iniciativas que permitirían a medio plazo llevar a cabo la reforma necesaria de la institución.

P.- ¿Eso quiere decir concretamente que los sacerdotes han de tener otra formación además de la teología?

T.- Es evidente que la formación actual de los sacerdotes no tiene suficientemente en cuenta la cuestión de su equilibrio psicoafectivo. Pero, más allá de este asunto, se trata de repensar de otro modo el ministerio del orden, suprimiendo esa ley inhumana del celibato, que podría constituir ya un primer paso para conseguir la reestructuración del sistema eclesial.

P.- Para Jean-Blaise Fellay, el problema de la pedofilia está más ligado a una cultura puritana propia de los países anglosajones que a la moral rigorista de la Iglesia católica. “Observo que estos casos de abusos sexuales conciernen a los Estados Unidos sobre todo, a Irlanda y a os países del norte europeo donde predomina cierto puritanismo”, afirma.

T.- Creo que eso no explica suficientemente el fenómeno de los escándalos pedófilos en la Iglesia, en el sentido de que la opinión pública católica en los países anglosajones y germanófonos está mucho más organizada que en los países de cultura latina, y por consiguiente interioriza mucho menos la sacralización del sistema católico y eclesiástico. La pedofilia de los sacerdotes concierne a más iglesias que las del área anglosajona, pero estos problemas no salen del perímetro de la Iglesia católica debido a esta cultura de interiorización de un modelo que todavía presiona las conciencias.

P. ¿La responsabilidad es del papa o más bien es de sus consejeros que le impiden tomar las decisiones adecuadas?

T.-No. Antes de ser papa, J. Ratzinger fue responsable de la congregación para la doctrina de la fe, luego encargado de las sanciones disciplinarias contra los sacerdotes pedófilos. Sin embargo, muy a menudo, no actuó, y esto a pesar de la insistencia frecuente de buen número de obispos con dificultades de ese tipo en su diócesis.

Una vez que tomó conciencia del seísmo que representa este problema para la iglesia, a principios del año 200o, lo único que hizo fue centralizar dossiers, reservándose postular una colaboración de la institución católica con las jurisdicciones civiles de los países afectados que solicitaban entonces la ayuda del Vaticano para incoar los dossiers de sacerdotes pedófilos.

J. Ratzinger, cuando se convirtió en Benedicto XVI, tomó las decisiones que tenía que tomar sin necesidad de consejeros parásitos.

P.- ¿No será que la institución ha confiscado la religión?

T.- La institución católica, sobre todo en este asunto de la gestión de los sacerdotes pedófilos, ha traicionado los valores evangélicos al considerar que la defensa de sus intereses institucionales era más importante que la protección de las víctimas y su derecho a solicitar reparación. Ahí estamos ante uno de los casos en que la institución católica ha instrumentalizado la fe cristiana en nombre de la razón de Iglesia, que entonces funciona como la razón de Estado.

P.- El hecho de haber recibido a víctimas ¿indica un cambio de política o es una operación de comunicación?

T.- El papa está profundamente afectado por el asunto de los sacerdotes pedófilos. Su estrategia de defensa desde hace cuatro meses, completamente alucinante y suicida, le ha llevado efectivamente a realizar un gesto simbólico al recibir a unas cuantas víctimas de sacerdotes pedófilos de Malta.

El papa se habría empeñado desde el principio, es decir, desde enero, en recibir solemnemente en el Vaticano a las organizaciones de hijos y de padres víctimas, y en el curso de esa recepción podría haber establecido un pacto eclesial de compromiso en tres puntos:

1) tolerancia cero con los sacerdotes pedófilos en la Iglesia;
2) colaboración de la Iglesia con la justicia de los países afectados;
3) sanción inmediata destituyendo de su cargo eclesiástico al sacerdote pedófilo, si se ha confirmado la investigación de su pedofilia.
Su gesto en Malta dice cosas a su favor, pero, desgraciadamente, interviene demasiado tarde, lo que se ve como un descrédito del papa y de la iglesia católica que se han equivocado a causa de una estrategia defensiva inoperante, cuando no arrogante.

P.- ¿Debe el papa dimitir? ¿Se puede hablar de un posible cisma en la iglesia católica?

T.- El papa no dimitirá, eso no forma parte de su modo de concebir el ministerio papal. Cree que debe ir hasta el final de su misión, sean los que sean los problemas que encuentre. Lo ha dado a entender el domingo de Ramos, al declarar que la Iglesia tenía que hacer oídos sordos de la opinión pública. Con ello mostraba su determinación en continuar su misión, sean cuales sean las dificultades. El problema está en que, con semejante enfoque de la opinión pública, despreciativo, cuando se trata de una opinión pública católica esencialmente, el papa está provocando un cisma rampante entre él y el pueblo de Dios.

Los católicos van de puntillas hoy, no harán chantaje al cisma como los integristas católicos lo hicieron en 1988; eso no impide que ya no se reconozcan en esta iglesia de Benedicto XVI ni que abandonen hoy buen número de parroquias y de movimientos católicos, como se observa sobre todo en Alemania, Austria, Estados Unidos y en Irlanda.

P.- Si J. Ratzinger es papa, es porque ha sido elegido, es porque la Iglesia católica lo ha elegido. ¿No habrá un problema global de “renovación del personal” al frente de la institución? Muchas personas dentro de la Iglesia son más progresistas, o simplemente van más con su época, pero parecen no estar de acuerdo con la voz oficial… ¿Habrá llegado el momento de una reforma de la estructura de la iglesia católica?

T.- El papa fue elegido en 2005 por cardenales que tenían miedo del futuro tras la muerte de un papa carismático que ocultaba un buen número de problemas a los que la Iglesia debía enfrentarse. Su comunicación prevalecía sobre el fondo.

J. Ratzinger fue elegido por un cónclave que tenía miedo también de la evolución del mundo, y consideraron que J. Ratzinger era el candidato más seguro para conducir bien esta transición y esta sucesión del papa polaco. Es evidente que el programa de restauración conservadora a partir del cual fue elegido Benedicto XVI no se corresponde en nada con la aspiración de numerosos fieles de base de la Iglesia que hoy no se reconocen en esta visión identitaria y y condenatoria del mundo moderno.

Está claro que la iglesia católica no saldrá de esta estrategia restauradora a no ser por una reestructuración completa de su sistema, de su funcionamiento y de su arquitectura doctrinal y teológica. No se trata de hacer una simple reforma, como el concilio Vaticano II hizo en los años sesenta; se trata sin duda de una completa renovación de un sistema y de un funcionamiento de cuyo fracaso hay pruebas a diario.

P.¿A qué se parecería la reforma ideal de la iglesia?

T.- En cuanto a la reforma de la Iglesia, uno de los primeros puntos consiste en salir de un sistema de monarquía absoluta de derecho divino en que la iglesia funciona desde hace siglos.

A continuación, la cultura democrática debe transpirar en todas las estructuras de la institución católica, ya sea en la cúpula, en las instituciones intermedias o en la base. Efectivamente, no es normal que el pueblo de Dios, que representa más de mil millones de fieles, no tenga nunca voz ni voto en las decisiones que se toman en esta institución, y que no sea escuchado más que sobre bases consultivas, y no operativas ni decisivas.

Segundo punto: desclericalizar el sistema católico proponiendo otra concepción de la llamada al ministerio, más comunitario y en el seno de un compromiso más humano. En una palabra, repensar de otro modo el ministerio del orden mismo, suprimiendo ante todo la ley del celibato eclesiástico, que permitiría una renovación en profundidad de la iglesia católica, aunque esta medida no sería en sí suficiente.

Tercer punto: en el contexto de nuestro siglo XXI, la iglesia tendría que repensar radicalemtne su propuesta de fe en el marco de una arquitectura teológica y ética que daría la espalda a su arquitectura actual dogmático-disciplinar.

P.- ¿Una reforma de la iglesia correría el riesgo de dividir aún más a los fieles, y empañaría aún más su imagen? Si se reforma demasiado la Iglesia ¿no daría miedo a los fieles y se irían a los evangelistas y a otros movimientos?

T.- Creo que se trata de lo contrario: no reformar la Iglesia católica hoy es consumar una ruptura cada vez más importante entre el papa y los responsables de la Iglesia, y su base. Retrasar esta reforma hace que la iglesia católica corra el riesgo de entrar en una lñógica de sectarismo, convirtiéndose en el refugio de católicos integristas, minoritarios ciertamente, pero muy activos en términos de grupo de presión. Y la cuestión que se plantea entonces hoy consiste en saber hasta qué punto podrán recuperarse las cosas si se continúa en esta política de restauración identitaria conservadora.

La condenación de la teología de la liberación en América latina por este mismo papa cuando estaba en la congregación para la doctrina de la fe en los años 80, provocó un desastre enla base de la Iglesia, puesto que millones de católicos se fueron a las Iglesias evangelistas, o a sectas cristianas sincretistas.

Este ejemplo muestra que abordar una reforma de la Iglesia en profundidad, lejos de dividir a los fieles, consistiría por el contrario en una oportunidad para ella de recuperar su credibilidad y de recomponer los nudos, hoy sueltos, con el puebloo de Dios que ya no se reconoce en este tipo de Iglesia.

P.- De acuerdo, pero ¿quién puede conducir semejante reforma?

T.- Para que una reforma de este tipo tenga lugar en la Iglesia católica, se necesita que haya una opinión pública en su interior que cada vez haga oir más su voz en cuanto al camino a tomar para llevar a cabo semejante perspectiva.

Pero en el sistema católico, esta opinión pública activa, dinámica, creadora, deberá encontrar a medio plazo un sucesor para Benedicto XVI, que escuche tales perspectivas. De otro modo, la Iglesia católica perderá la ocasión de un giro fundamental tanto en su existencia, que sería fatal para ella, como en la transmisión del mensaje evangélico, que entonces sería instrumentalizada por un sistema que de cristiano sólo tendría el nombre.

[Traducción de Maite Lesmes para ATRIO]

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