Publicado por Fe Adulta
Te reconocemos, Señor, como el creador de todo el universo.
Tú eres el Dios de la vida, el Dios de toda la humanidad,
pero eres sobre todo un Padre bueno para nosotros,
que nos amas a todos, sin distinciones, sin esperar nada a cambio.
Gracias, Padre santo.
Apenas llegamos a comprender tu infinita generosidad,
porque nuestros patrones de actuación son siempre interesados.
Pero querríamos aumentar nuestra fe en Ti,
convencernos íntimamente de tu amor, confiar en Ti sin reservas.
Sabemos que no quieres nada para ti,
que nuestra mejor forma de agradecerte tanto cariño
es amando a todos tus hijos como a hermanos.
Y eso queremos hacer.
Permítenos, Señor, que entonemos ahora en tu honor
este sencillo canto de alabanza.
Santo, santo…
Debemos agradecerte muy especialmente, Padre Dios,
el paso por nuestra historia de tu hijo Jesús de Nazaret,
que nos ha acercado a Ti y nos ha dado ejemplo concreto de vida.
Tenemos muy en cuenta su actitud de ayudar, de consolar, de liberar.
Cuando nos reunimos en su nombre, sentimos su presencia entre nosotros.
Queremos decirle como Pedro:
Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te queremos.
Y recordamos como dicha para nosotros su invitación a seguirle.
Nuestro ideal es ser como Jesús, libres de espíritu,
pero buenos y generosos con todos.
Este es el momento de rememorar su entrega total,
este es el momento de comprometernos a imitarle,
es el momento de cerebrarlo repitiendo estos gestos y palabras.
Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,
dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».
Queremos, Padre santo y bueno, continuar la misión de Jesús,
liberar a este mundo de sus egoísmos, de toda opresión e injusticia,
promover mejores sentimientos en el corazón de todos los humanos,
para que todos nos sintamos hermanos, compañeros y amigos,
y marchemos juntos, con un mismo espíritu y en la misma dirección,
para hacer realidad la utopía de tu reino universal.
Queremos decirte con toda verdad la oración del padrenuestro.
Padre nuestro que estás en todos nosotros,
bendito sea tu nombre,
queremos implantar tu reinado en el mundo,
y cumplir así tu voluntad;
nos proponemos repartir nuestro pan entre todos,
perdonar a cuantos nos ofendan,
superar nuestras tentaciones
y hacer siempre el bien.
Por Jesús, tu hijo, nuestro hermano y amigo.
AMÉN.
PRINCIPIO
Reunidos alrededor de tu mesa,
aquí nos tienes, Padre, a tus hijos pecadores, invitados por ti.
Te damos gracias porque siempre nos acoges,
siempre nos perdonas, siempre nos invitas.
Gracias, Padre, por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
OFRENDA
Como Pedro, como el mismo Jesús,
ponemos en esta mesa nuestra vida entera,
significada en el pan y en el vino.
Y que esta entrega a tu Reino sea completa y agradable a tus ojos.
Te lo pedimos por Jesús, tu hijo, nuestro señor.
DESPEDIDA
Al despedirnos nos llevamos en el corazón la imagen de Pedro,
el pecador enamorado de Jesús.
Te pedimos que todos nosotros, la iglesia, seamos como él,
y que el amor a Jesús sea lo más importante de nuestra vida.
Por el mismo Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
TÚ SABES QUE TE QUIERO
Señor, tú sabes que siempre te quise
y que te sigo queriendo;
tú sabes que te quiero.
A pesar de mi soberbia y orgullo,
a pesar de mis miedos e infidelidades,
y de mis quejas permanentes,
tú sabes que te quiero.
A pesar del cansancio y abandono de tantos días,
a pesar de mi cabeza vacía y dura,
y de mi corazón de piedra,
tú sabes que te quiero.
A pesar de que me cuesta adivinarte entre la gente,
a pesar de lo torpe que soy
para verte vestido de pobre,
tú sabes que te quiero.
A pesar de mis dudas de fe,
de mi vacilante esperanza,
y de mi amor posesivo,
tú sabes que te quiero.
A pesar de las bravuconadas de algunos días
y de la apatía y desgana de otros,
a pesar de mis pies cansados,
tú sabes que te quiero.
A pesar de mis entrañas yermas
de mi rostro destemplado,
y de mis manos sucias,
tú sabes que te quiero.
A pesar de que me cuesta quererme a mí mismo,
a pesar de que no siempre te entiendo,
a pesar de los líos que presiento,
tú sabes que te quiero.
Yo te quiero, Señor,
porque tú me quisiste primero
y no renegaste de mí
a pesar de ser torpe y frágil.
Yo te quiero, Señor,
porque siempre confías
en las posibilidades que tengo
de ser, junto a ti,
aquí en mi puesto,
servidor fraterno.
Te reconocemos, Señor, como el creador de todo el universo.
Tú eres el Dios de la vida, el Dios de toda la humanidad,
pero eres sobre todo un Padre bueno para nosotros,
que nos amas a todos, sin distinciones, sin esperar nada a cambio.
Gracias, Padre santo.
Apenas llegamos a comprender tu infinita generosidad,
porque nuestros patrones de actuación son siempre interesados.
Pero querríamos aumentar nuestra fe en Ti,
convencernos íntimamente de tu amor, confiar en Ti sin reservas.
Sabemos que no quieres nada para ti,
que nuestra mejor forma de agradecerte tanto cariño
es amando a todos tus hijos como a hermanos.
Y eso queremos hacer.
Permítenos, Señor, que entonemos ahora en tu honor
este sencillo canto de alabanza.
Santo, santo…
Debemos agradecerte muy especialmente, Padre Dios,
el paso por nuestra historia de tu hijo Jesús de Nazaret,
que nos ha acercado a Ti y nos ha dado ejemplo concreto de vida.
Tenemos muy en cuenta su actitud de ayudar, de consolar, de liberar.
Cuando nos reunimos en su nombre, sentimos su presencia entre nosotros.
Queremos decirle como Pedro:
Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te queremos.
Y recordamos como dicha para nosotros su invitación a seguirle.
Nuestro ideal es ser como Jesús, libres de espíritu,
pero buenos y generosos con todos.
Este es el momento de rememorar su entrega total,
este es el momento de comprometernos a imitarle,
es el momento de cerebrarlo repitiendo estos gestos y palabras.
Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,
dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».
Queremos, Padre santo y bueno, continuar la misión de Jesús,
liberar a este mundo de sus egoísmos, de toda opresión e injusticia,
promover mejores sentimientos en el corazón de todos los humanos,
para que todos nos sintamos hermanos, compañeros y amigos,
y marchemos juntos, con un mismo espíritu y en la misma dirección,
para hacer realidad la utopía de tu reino universal.
Queremos decirte con toda verdad la oración del padrenuestro.
Padre nuestro que estás en todos nosotros,
bendito sea tu nombre,
queremos implantar tu reinado en el mundo,
y cumplir así tu voluntad;
nos proponemos repartir nuestro pan entre todos,
perdonar a cuantos nos ofendan,
superar nuestras tentaciones
y hacer siempre el bien.
Por Jesús, tu hijo, nuestro hermano y amigo.
AMÉN.
Rafael Calvo Beca
PRINCIPIO
Reunidos alrededor de tu mesa,
aquí nos tienes, Padre, a tus hijos pecadores, invitados por ti.
Te damos gracias porque siempre nos acoges,
siempre nos perdonas, siempre nos invitas.
Gracias, Padre, por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
OFRENDA
Como Pedro, como el mismo Jesús,
ponemos en esta mesa nuestra vida entera,
significada en el pan y en el vino.
Y que esta entrega a tu Reino sea completa y agradable a tus ojos.
Te lo pedimos por Jesús, tu hijo, nuestro señor.
DESPEDIDA
Al despedirnos nos llevamos en el corazón la imagen de Pedro,
el pecador enamorado de Jesús.
Te pedimos que todos nosotros, la iglesia, seamos como él,
y que el amor a Jesús sea lo más importante de nuestra vida.
Por el mismo Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
José Enrique Galarreta
TÚ SABES QUE TE QUIERO
Señor, tú sabes que siempre te quise
y que te sigo queriendo;
tú sabes que te quiero.
A pesar de mi soberbia y orgullo,
a pesar de mis miedos e infidelidades,
y de mis quejas permanentes,
tú sabes que te quiero.
A pesar del cansancio y abandono de tantos días,
a pesar de mi cabeza vacía y dura,
y de mi corazón de piedra,
tú sabes que te quiero.
A pesar de que me cuesta adivinarte entre la gente,
a pesar de lo torpe que soy
para verte vestido de pobre,
tú sabes que te quiero.
A pesar de mis dudas de fe,
de mi vacilante esperanza,
y de mi amor posesivo,
tú sabes que te quiero.
A pesar de las bravuconadas de algunos días
y de la apatía y desgana de otros,
a pesar de mis pies cansados,
tú sabes que te quiero.
A pesar de mis entrañas yermas
de mi rostro destemplado,
y de mis manos sucias,
tú sabes que te quiero.
A pesar de que me cuesta quererme a mí mismo,
a pesar de que no siempre te entiendo,
a pesar de los líos que presiento,
tú sabes que te quiero.
Yo te quiero, Señor,
porque tú me quisiste primero
y no renegaste de mí
a pesar de ser torpe y frágil.
Yo te quiero, Señor,
porque siempre confías
en las posibilidades que tengo
de ser, junto a ti,
aquí en mi puesto,
servidor fraterno.
Florentino Ulibarri
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