Publicado por Fe Adulta
Es justo que aclamemos tu nombre y te bendigamos, Padre santo,
es lo que nos corresponde hacer en este día de resurrección y vida.
Aunque todavía vivimos en una penumbra de fe, te damos gracias
porque vislumbramos ya un amplio horizonte de esperanza.
Hoy celebramos la pascua, el paso por nuestra historia, de Jesús
y gritamos gozosos el aleluya.
Creemos que él sigue viviendo en ti,
de igual forma que tú, su Padre y fuente de vida, viviste siempre en él. Jesús nos ha descubierto que esta fiesta
también puede ser nuestra propia pascua de liberación
si pasamos de nuestros egoísmos a una vida plena en ti.
Gracias, Padre Dios. Por todo ello te bendecimos
y cantamos en tu honor este himno de alegría.
Santo, santo…
Padre nuestro que vives en Jesús y en todos nosotros,
recordamos ahora, a la luz de los acontecimientos que celebramos,
las palabras de Jesús a Nicodemo: “hay que nacer de nuevo”.
Jesús las hizo realidad: murió como el grano de trigo muere,
pero pervivió, sigue viviendo, en el nuevo tallo germinado.
Recordamos también ahora el signo y sacramento de la eucaristía,
que representa su entrega total para trasmitirnos su vida.
Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,
dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».
Padre de bondad infinita, bendícenos, ya que somos tus hijos,
y derrama tu espíritu sobre nosotros
para que comprendamos que la Vida de la que gozó Jesús
antes y después de su muerte,
es la misma Vida que podemos tener nosotros
si morimos al egoísmo y nacemos al verdadero amor a los demás,
si muriendo en el día a día a todo lo terreno,
nacemos también en el día a día a lo divino.
Sabemos que de esta forma nuestro único horizonte será la Vida.
Te pedimos por todos los que integramos nuestra Iglesia
para que seamos encarnación viva de la buena noticia de Jesús.
En la esperanza renovada de reencontrarnos en ti
con todos nuestros amigos y familiares difuntos,
elevamos agradecidos este pan y esta copa de vino
para brindar en tu honor, en compañía de Jesús,
como queremos hacer por toda la eternidad.
AMÉN.
BENDICIÓN DEL FUEGO
Bendice, Señor, este fuego
y todas las hogueras que se alzan en el mundo
para quemar lo viejo
y alumbrar lo nuevo.
Bendice este fuego y todos los fuegos
que nos dan calor y vida,
que nos acrisolan y purifican,
que nos hacen maleables
y nos llenan de tu Espíritu.
Bendice este fuego y todos los fuegos
que alumbran nuestro caminar día a día,
que nos descubren nuevos horizontes,
que alejan la oscuridad y el miedo,
que llenan de luz nuestro mundo,
que hacen que los hechos y las cosas
tengan brillo y vida.
Bendice este fuego y todos los fuegos
que nos recuerdan que Jesús sigue vivo,
que Él es la luz del mundo,
que Él es nuestra luz,
que gracias a Él no estamos en tinieblas,
y que podemos ser antorchas encendidas.
Que su luz nos acompañe hoy y siempre.
Que su fuego caliente y enternezca nuestros corazones.
Que sus brasas purifiquen nuestras entrañas.
Que todos participemos de su claridad.
¡Que nos quememos en su hoguera!
Y que la Iglesia resplandezca como Buena Noticia
ante todas las personas que buscan y quieren
la paz, la justicia, el amor, la solidaridad.
Bendice este fuego y todos los fuegos
que nos hacen ser más humanos,
que nos recuerdan que somos hijos e hijas,
que nos invitan a ser hermanos
y que hoy nos dan la posibilidad de gozar
con tu paso, con tu pascua, con tus regalos.
¡Bendice este fuego que nos ha reunido!
PARA LA VIGILIA PASCUAL
PREGÓN PASCUAL
El pregón pascual anuncia la resurrección inmediatamente después de encender el cirio pascual y los cirios de los fieles. Su contenido está concebido desde un concepto de pecado y redención “manifiestamente mejorable”. Proponemos una versión diferente, inspirada en la original pero modificada en bastantes aspectos.
Alégrense los coros de los ángeles,
alégrense los cielos y la tierra
y contemplando a Jesús resucitado
que nuestros corazones se llenen de gozo.
Que sienta esta alegría la tierra entera
inundada de la luz de Jesús
que se sienta libre del temor y llena de esperanza.
Que nosotros la iglesia
sintamos la alegría de la libertad,
la claridad de Jesús Resucitado
El Señor esté con vosotros.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario
aclamar con nuestras voces
y con todo el afecto del corazón
a Dios invisible, el Padre todo amor,
y a su Hijo, Jesús, nuestro Señor.
Porque el Viento del Padre fue en él tan poderoso
que le hizo valeroso y consecuente hasta la muerte,
entregado por todos, sembrado como el grano de trigo,
muerto para que todos tengamos vida.
Porque Él nos ha mostrado el rostro del Padre
y nos ha revelado su corazón.
Porque Él nos ha quitado el temor
nos ha sacado de la oscuridad
nos ha mostrado el amor de nuestro Padre
nos invita a vivir como Hijos
trabajando por su reino.
Porque esta noche celebramos la victoria de la luz sobre la oscuridad,
del amor de Dios sobre todo mal,
la victoria del grano de trigo y las uvas exprimidas,
la victoria de Jesús, más fuerte que la muerte,
por el amor poderoso del Padre.
Esta es la noche, cercana ya al amanecer,
en que celebramos ese amor del Padre
que ha exaltado a Jesús
más allá del poder del pecado y de la muerte.
Ésta es la noche
en la que, por toda la tierra,
los que confesamos nuestra fe en Jesús
podemos gritar con entusiasmo
“Dios estaba con él”
y proclamamos que su cruz fue su victoria.
¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros
¡Qué incomparable ternura y caridad!
No escatimaste a tu hijo preferido
para que nosotros pudiéramos conocerte y amarte.
¡Qué noche tan dichosa!
Sólo ella conoció el momento
en que Cristo resucitó de entre los muertos.
Ésta es la noche de la que estaba escrito:
«Será la noche clara como el día,
la noche iluminada por mi gozo.»
Y así, esta noche santa
ahuyenta los pecados,
lava las culpas,
devuelve la inocencia a los caídos,
la alegría a los tristes,
expulsa el odio, trae la concordia,
doblega a los poderosos.
En esta noche de gracia,
acepta, Padre santo,
la alabanza y el agradecimiento de toda la iglesia,
representada en este cirio, hecho con cera de abejas.
Sabemos ya lo que anuncia este cirio,
que arde en llama viva para gloria de Dios,
y distribuye su luz,
alimentada por esta cera que elaboró la abeja fecunda
para hacer esta lámpara preciosa
que representa la vida de Jesús, consumida para el Reino,
y nuestra propia vida, encendida en Jesús
para iluminar un poco a nuestros hermanos.
¡Qué noche tan dichosa
en que se une el cielo con la tierra,
lo humano y lo divino!
Te rogamos, Padre, que este cirio,
que representa a Jesús y a nosotros la iglesia
arda sin apagarse
para hacer presente tu luz en nuestro espíritu
y para iluminar a todos tus hijos en el mundo entero.
Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo,
ese lucero que no conoce ocaso
y es Jesús, tu Hijo resucitado,
que, al salir del sepulcro,
brilla sereno para el linaje humano,
y vive y reina glorioso
por los siglos de los siglos.
Amén.
ORACIONES QUE ACOMPAÑAN A LAS LECTURAS.
(Suponemos que se hacen solamente tres: 1ª, 2ª y 5ª)
Después de la lectura de la creación
Dios, Padre de todos y de todo,
que estás siempre creando, sustentando, alentado
para que toda criatura llegue hasta ti:
haznos sentir tu presencia, aumenta nuestra fe en tu amor todopoderoso.
Después de la lectura del éxodo.
Dios Padre libertador,
que trabajas siempre para librarnos del pecado y de la muerte;
rescátanos del poder de nuestros pecados, que nos ahogan.
Que la fe en Jesús sea para nosotros fuente de libertad y de alegría.
Después de la lectura de Isaías
Padre que eres para nosotros el agua que refresca y da vida y la fecundidad,
te damos gracias porque Jesús nos ha enseñado a conocerte
y a escuchar constantemente tu Palabra.
OFRENDA
Padre, queremos que este pan y este vino que ahora ponemos en tu mesa,
signifiquen nuestra vida entera,
entregada, como la de Jesús, a trabajar por el Reino.
Por el mismo Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
DESPEDIDA
Gracias, Padre, por esta noche de luz y de esperanza.
Gracias por Jesús, luz que triunfa de la tiniebla.
Gracias por él, por su vida y por su muerte.
Gracias Padre por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
PARA LA EUCARISTÍA DEL DOMINGO DE RESURRECCIÓN
PRINCIPIO
Padre de la luz y la esperanza;
en este domingo en que celebramos a Jesús resucitado,
llena nuestro espíritu de su claridad
y aliéntanos para que cada día le conozcamos más y le sigamos mejor.
Por el mismo Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
OFRENDA
En la mesa de su última cena,
Jesús vio en el pan y el vino el símbolo perfecto de su vida entregada a ti:
aquí están nuestro pan y nuestro vino:
queremos que signifiquen nuestro deseo de entregar la vida plenamente por el Reino.
Por el mismo Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
DESPEDIDA
Gracias, Padre, por estas fiestas de Semana Santa,
por la fiesta del pan y el vino,
por la contemplación de la muerte de Jesús,
por la alegría de la resurrección.
Que esta Palabra tuya permanezca siempre, fecunda y activa, en nuestro espíritu.
Gracias sobre todo por Jesús, nuestro Señor.
Es justo que aclamemos tu nombre y te bendigamos, Padre santo,
es lo que nos corresponde hacer en este día de resurrección y vida.
Aunque todavía vivimos en una penumbra de fe, te damos gracias
porque vislumbramos ya un amplio horizonte de esperanza.
Hoy celebramos la pascua, el paso por nuestra historia, de Jesús
y gritamos gozosos el aleluya.
Creemos que él sigue viviendo en ti,
de igual forma que tú, su Padre y fuente de vida, viviste siempre en él. Jesús nos ha descubierto que esta fiesta
también puede ser nuestra propia pascua de liberación
si pasamos de nuestros egoísmos a una vida plena en ti.
Gracias, Padre Dios. Por todo ello te bendecimos
y cantamos en tu honor este himno de alegría.
Santo, santo…
Padre nuestro que vives en Jesús y en todos nosotros,
recordamos ahora, a la luz de los acontecimientos que celebramos,
las palabras de Jesús a Nicodemo: “hay que nacer de nuevo”.
Jesús las hizo realidad: murió como el grano de trigo muere,
pero pervivió, sigue viviendo, en el nuevo tallo germinado.
Recordamos también ahora el signo y sacramento de la eucaristía,
que representa su entrega total para trasmitirnos su vida.
Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,
dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».
Padre de bondad infinita, bendícenos, ya que somos tus hijos,
y derrama tu espíritu sobre nosotros
para que comprendamos que la Vida de la que gozó Jesús
antes y después de su muerte,
es la misma Vida que podemos tener nosotros
si morimos al egoísmo y nacemos al verdadero amor a los demás,
si muriendo en el día a día a todo lo terreno,
nacemos también en el día a día a lo divino.
Sabemos que de esta forma nuestro único horizonte será la Vida.
Te pedimos por todos los que integramos nuestra Iglesia
para que seamos encarnación viva de la buena noticia de Jesús.
En la esperanza renovada de reencontrarnos en ti
con todos nuestros amigos y familiares difuntos,
elevamos agradecidos este pan y esta copa de vino
para brindar en tu honor, en compañía de Jesús,
como queremos hacer por toda la eternidad.
AMÉN.
Rafael Calvo Beca
BENDICIÓN DEL FUEGO
Bendice, Señor, este fuego
y todas las hogueras que se alzan en el mundo
para quemar lo viejo
y alumbrar lo nuevo.
Bendice este fuego y todos los fuegos
que nos dan calor y vida,
que nos acrisolan y purifican,
que nos hacen maleables
y nos llenan de tu Espíritu.
Bendice este fuego y todos los fuegos
que alumbran nuestro caminar día a día,
que nos descubren nuevos horizontes,
que alejan la oscuridad y el miedo,
que llenan de luz nuestro mundo,
que hacen que los hechos y las cosas
tengan brillo y vida.
Bendice este fuego y todos los fuegos
que nos recuerdan que Jesús sigue vivo,
que Él es la luz del mundo,
que Él es nuestra luz,
que gracias a Él no estamos en tinieblas,
y que podemos ser antorchas encendidas.
Que su luz nos acompañe hoy y siempre.
Que su fuego caliente y enternezca nuestros corazones.
Que sus brasas purifiquen nuestras entrañas.
Que todos participemos de su claridad.
¡Que nos quememos en su hoguera!
Y que la Iglesia resplandezca como Buena Noticia
ante todas las personas que buscan y quieren
la paz, la justicia, el amor, la solidaridad.
Bendice este fuego y todos los fuegos
que nos hacen ser más humanos,
que nos recuerdan que somos hijos e hijas,
que nos invitan a ser hermanos
y que hoy nos dan la posibilidad de gozar
con tu paso, con tu pascua, con tus regalos.
¡Bendice este fuego que nos ha reunido!
Florentino Ulibarri
PARA LA VIGILIA PASCUAL
PREGÓN PASCUAL
El pregón pascual anuncia la resurrección inmediatamente después de encender el cirio pascual y los cirios de los fieles. Su contenido está concebido desde un concepto de pecado y redención “manifiestamente mejorable”. Proponemos una versión diferente, inspirada en la original pero modificada en bastantes aspectos.
Alégrense los coros de los ángeles,
alégrense los cielos y la tierra
y contemplando a Jesús resucitado
que nuestros corazones se llenen de gozo.
Que sienta esta alegría la tierra entera
inundada de la luz de Jesús
que se sienta libre del temor y llena de esperanza.
Que nosotros la iglesia
sintamos la alegría de la libertad,
la claridad de Jesús Resucitado
El Señor esté con vosotros.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario
aclamar con nuestras voces
y con todo el afecto del corazón
a Dios invisible, el Padre todo amor,
y a su Hijo, Jesús, nuestro Señor.
Porque el Viento del Padre fue en él tan poderoso
que le hizo valeroso y consecuente hasta la muerte,
entregado por todos, sembrado como el grano de trigo,
muerto para que todos tengamos vida.
Porque Él nos ha mostrado el rostro del Padre
y nos ha revelado su corazón.
Porque Él nos ha quitado el temor
nos ha sacado de la oscuridad
nos ha mostrado el amor de nuestro Padre
nos invita a vivir como Hijos
trabajando por su reino.
Porque esta noche celebramos la victoria de la luz sobre la oscuridad,
del amor de Dios sobre todo mal,
la victoria del grano de trigo y las uvas exprimidas,
la victoria de Jesús, más fuerte que la muerte,
por el amor poderoso del Padre.
Esta es la noche, cercana ya al amanecer,
en que celebramos ese amor del Padre
que ha exaltado a Jesús
más allá del poder del pecado y de la muerte.
Ésta es la noche
en la que, por toda la tierra,
los que confesamos nuestra fe en Jesús
podemos gritar con entusiasmo
“Dios estaba con él”
y proclamamos que su cruz fue su victoria.
¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros
¡Qué incomparable ternura y caridad!
No escatimaste a tu hijo preferido
para que nosotros pudiéramos conocerte y amarte.
¡Qué noche tan dichosa!
Sólo ella conoció el momento
en que Cristo resucitó de entre los muertos.
Ésta es la noche de la que estaba escrito:
«Será la noche clara como el día,
la noche iluminada por mi gozo.»
Y así, esta noche santa
ahuyenta los pecados,
lava las culpas,
devuelve la inocencia a los caídos,
la alegría a los tristes,
expulsa el odio, trae la concordia,
doblega a los poderosos.
En esta noche de gracia,
acepta, Padre santo,
la alabanza y el agradecimiento de toda la iglesia,
representada en este cirio, hecho con cera de abejas.
Sabemos ya lo que anuncia este cirio,
que arde en llama viva para gloria de Dios,
y distribuye su luz,
alimentada por esta cera que elaboró la abeja fecunda
para hacer esta lámpara preciosa
que representa la vida de Jesús, consumida para el Reino,
y nuestra propia vida, encendida en Jesús
para iluminar un poco a nuestros hermanos.
¡Qué noche tan dichosa
en que se une el cielo con la tierra,
lo humano y lo divino!
Te rogamos, Padre, que este cirio,
que representa a Jesús y a nosotros la iglesia
arda sin apagarse
para hacer presente tu luz en nuestro espíritu
y para iluminar a todos tus hijos en el mundo entero.
Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo,
ese lucero que no conoce ocaso
y es Jesús, tu Hijo resucitado,
que, al salir del sepulcro,
brilla sereno para el linaje humano,
y vive y reina glorioso
por los siglos de los siglos.
Amén.
ORACIONES QUE ACOMPAÑAN A LAS LECTURAS.
(Suponemos que se hacen solamente tres: 1ª, 2ª y 5ª)
Después de la lectura de la creación
Dios, Padre de todos y de todo,
que estás siempre creando, sustentando, alentado
para que toda criatura llegue hasta ti:
haznos sentir tu presencia, aumenta nuestra fe en tu amor todopoderoso.
Después de la lectura del éxodo.
Dios Padre libertador,
que trabajas siempre para librarnos del pecado y de la muerte;
rescátanos del poder de nuestros pecados, que nos ahogan.
Que la fe en Jesús sea para nosotros fuente de libertad y de alegría.
Después de la lectura de Isaías
Padre que eres para nosotros el agua que refresca y da vida y la fecundidad,
te damos gracias porque Jesús nos ha enseñado a conocerte
y a escuchar constantemente tu Palabra.
OFRENDA
Padre, queremos que este pan y este vino que ahora ponemos en tu mesa,
signifiquen nuestra vida entera,
entregada, como la de Jesús, a trabajar por el Reino.
Por el mismo Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
DESPEDIDA
Gracias, Padre, por esta noche de luz y de esperanza.
Gracias por Jesús, luz que triunfa de la tiniebla.
Gracias por él, por su vida y por su muerte.
Gracias Padre por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
PARA LA EUCARISTÍA DEL DOMINGO DE RESURRECCIÓN
PRINCIPIO
Padre de la luz y la esperanza;
en este domingo en que celebramos a Jesús resucitado,
llena nuestro espíritu de su claridad
y aliéntanos para que cada día le conozcamos más y le sigamos mejor.
Por el mismo Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
OFRENDA
En la mesa de su última cena,
Jesús vio en el pan y el vino el símbolo perfecto de su vida entregada a ti:
aquí están nuestro pan y nuestro vino:
queremos que signifiquen nuestro deseo de entregar la vida plenamente por el Reino.
Por el mismo Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
DESPEDIDA
Gracias, Padre, por estas fiestas de Semana Santa,
por la fiesta del pan y el vino,
por la contemplación de la muerte de Jesús,
por la alegría de la resurrección.
Que esta Palabra tuya permanezca siempre, fecunda y activa, en nuestro espíritu.
Gracias sobre todo por Jesús, nuestro Señor.
José Enrique Galarreta
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