Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Cuentan que en un pueblo remoto había un lugar llamado la Casa de los Mil Espejos.
Un perrito muy alegre supo de la existencia de esa casa y decidió visitarla. Cuando llegó subió las escaleras con las orejas levantadas y agitando su cola velozmente. Y al entrar, oh sorpresa, se encontró mirando a mil perritos felices con sus colas que se agitaban tan veloces como la suya. Sonrió con una gran sonrisa y fue respondido con mil sonrisas tan amistosas y cálidas como la suya.
Al salir se dijo: este es un lugar maravilloso. Volveré aquí muchas veces.
Había también un perrito triste y de pocos amigos que decidió visitar la Casa de los Mil Espejos. Subió la escalera con la cabeza baja y cuando entró vio mil perros que le miraban de mal humor. Cuando vio esos perritos tan poco amigos dio un ladrido y se sintió horrorizado cuando mil ladridos furiosos le contestaron.
Al salir se dijo: este es un lugar horroroso. Nunca más volveré aquí.
Esta es nuestra casa de los mil espejos. Yo espero que tu sonrisa de pascua sea respondida con la sonrisa amable de todos los hermanos ya que la sonrisa de Cristo resucitado está garantizada en esta fiesta de la Eucaristía del primer día de la semana.
La estupidez de la cruz y el escándalo de la cruz del Viernes Santo fue romper en mil pedazos el espejo de la esperanza y de las ilusiones mundanas de sus seguidores. Tuvo lugar una sola vez, un día cualquiera.
La resurrección, recomponer ese espejo en el que nosotros nos miramos hoy, es fruto de muchas revelaciones, muchas apariciones, muchos encuentros y muchas preguntas. ¿Creen en eso que llaman love at first sight o el flechazo? Ustedes, tal vez, sí. Pero Pedro y sus compañeros que se fueron a pescar al lago de siempre no creían.
En el evangelio del domingo pasado, Juan nos decía que Jesús se les apareció el día primero de la semana mientras celebraban su reunión, su Eucaristía dominical.
Hoy, Juan nos dice que se les aparece después de haber intentado pescar durante toda la noche. Nada. En un medio hostil, las aguas del mar. Nada.
Estos hombres no son superhombres. Son hombres corrientes como nosotros. Tienen dificultad para creer. Les cuesta reconocer a Jesús. Experimentan el fracaso, nada. Vuelven a su pueblo, a sus trabajos de siempre, hablan de sus ilusiones, de lo que podía haber sido y no fue.
Y la noche pasa y ya están a punto de volver a casa con las manos vacías.
Nosotros, los aquí reunidos, también tenemos dificultad para creer, nos cuesta reconocer a Jesús, trabajamos mucho y siempre somos pobres, amamos y no somos correspondidos, miramos al pasado y nos quejamos, la noche pasa y no acabamos de encontrar el amor perdido y la felicidad que acariciamos se nos escapa entre los dedos.
La noche pasa y nada.
"Al amanecer, Jesús se presentó en la orilla. Pero los discípulos no podían saber que era Él."
Jesús siempre se presenta de incógnito, disfrazado, humilde. Su presencia es siempre imprevisible, nunca viene en limusina o vestido de Superman. Pero está ahí en la orilla, en la luz del nuevo día, en la luz tenue y tibia del amanecer.
Está ahí para servir, ayudar a los suyos. Y los discípulos siguiendo su consejo hicieron la pesca más grande del año.
La palabra de Jesús y la obediencia de los suyos.
La palabra de Jesús y el trabajo de los suyos.
El milagro es siempre obra de dos: Jesús y nosotros, llamados a colaborar con Él.
"Es el Señor". Sólo el que ama reconoce a Jesús bajo cualquier forma y en cualquier circunstancia.
Y el único milagro verdadero es el del amor.
"Vengan a desayunar".
Como el día de la multiplicación de los panes, Jesús alimenta a sus discípulos con lo que han pescado, con su trabajo.
Es una comida eucarística. Eucaristía en el cenáculo y junto al mar, Eucaristía del domingo y la de la vida de cada día. Ahí comprendieron y comprendemos que Jesús es el Señor.
"Es el Señor" pero tenemos que amar para reconocerle en todas las formas en que se nos aparece. ¿Quieres hacer milagros? Ama.
"Vengan a desayunar". En esta orilla Jesús ya ha preparado el pan y el vino. Es la Eucaristía del amor. Es la presencia más humilde del Señor.
Los que lo recibimos cada domingo experimentamos su fuerza, su fuego y su amor.
Y decimos como el perrito de la casa de los mil espejos: Este es un lugar maravilloso. Volveré aquí muchas veces.
La cruz, el Cristo crucificado, una vez, un día cualquiera.
La resurrección, el Cristo resucitado, muchas Eucaristías, muchos envíos, muchas redes y muchos peces, muchas preguntas…muchos I love you.
Un perrito muy alegre supo de la existencia de esa casa y decidió visitarla. Cuando llegó subió las escaleras con las orejas levantadas y agitando su cola velozmente. Y al entrar, oh sorpresa, se encontró mirando a mil perritos felices con sus colas que se agitaban tan veloces como la suya. Sonrió con una gran sonrisa y fue respondido con mil sonrisas tan amistosas y cálidas como la suya.
Al salir se dijo: este es un lugar maravilloso. Volveré aquí muchas veces.
Había también un perrito triste y de pocos amigos que decidió visitar la Casa de los Mil Espejos. Subió la escalera con la cabeza baja y cuando entró vio mil perros que le miraban de mal humor. Cuando vio esos perritos tan poco amigos dio un ladrido y se sintió horrorizado cuando mil ladridos furiosos le contestaron.
Al salir se dijo: este es un lugar horroroso. Nunca más volveré aquí.
Esta es nuestra casa de los mil espejos. Yo espero que tu sonrisa de pascua sea respondida con la sonrisa amable de todos los hermanos ya que la sonrisa de Cristo resucitado está garantizada en esta fiesta de la Eucaristía del primer día de la semana.
La estupidez de la cruz y el escándalo de la cruz del Viernes Santo fue romper en mil pedazos el espejo de la esperanza y de las ilusiones mundanas de sus seguidores. Tuvo lugar una sola vez, un día cualquiera.
La resurrección, recomponer ese espejo en el que nosotros nos miramos hoy, es fruto de muchas revelaciones, muchas apariciones, muchos encuentros y muchas preguntas. ¿Creen en eso que llaman love at first sight o el flechazo? Ustedes, tal vez, sí. Pero Pedro y sus compañeros que se fueron a pescar al lago de siempre no creían.
En el evangelio del domingo pasado, Juan nos decía que Jesús se les apareció el día primero de la semana mientras celebraban su reunión, su Eucaristía dominical.
Hoy, Juan nos dice que se les aparece después de haber intentado pescar durante toda la noche. Nada. En un medio hostil, las aguas del mar. Nada.
Estos hombres no son superhombres. Son hombres corrientes como nosotros. Tienen dificultad para creer. Les cuesta reconocer a Jesús. Experimentan el fracaso, nada. Vuelven a su pueblo, a sus trabajos de siempre, hablan de sus ilusiones, de lo que podía haber sido y no fue.
Y la noche pasa y ya están a punto de volver a casa con las manos vacías.
Nosotros, los aquí reunidos, también tenemos dificultad para creer, nos cuesta reconocer a Jesús, trabajamos mucho y siempre somos pobres, amamos y no somos correspondidos, miramos al pasado y nos quejamos, la noche pasa y no acabamos de encontrar el amor perdido y la felicidad que acariciamos se nos escapa entre los dedos.
La noche pasa y nada.
"Al amanecer, Jesús se presentó en la orilla. Pero los discípulos no podían saber que era Él."
Jesús siempre se presenta de incógnito, disfrazado, humilde. Su presencia es siempre imprevisible, nunca viene en limusina o vestido de Superman. Pero está ahí en la orilla, en la luz del nuevo día, en la luz tenue y tibia del amanecer.
Está ahí para servir, ayudar a los suyos. Y los discípulos siguiendo su consejo hicieron la pesca más grande del año.
La palabra de Jesús y la obediencia de los suyos.
La palabra de Jesús y el trabajo de los suyos.
El milagro es siempre obra de dos: Jesús y nosotros, llamados a colaborar con Él.
"Es el Señor". Sólo el que ama reconoce a Jesús bajo cualquier forma y en cualquier circunstancia.
Y el único milagro verdadero es el del amor.
"Vengan a desayunar".
Como el día de la multiplicación de los panes, Jesús alimenta a sus discípulos con lo que han pescado, con su trabajo.
Es una comida eucarística. Eucaristía en el cenáculo y junto al mar, Eucaristía del domingo y la de la vida de cada día. Ahí comprendieron y comprendemos que Jesús es el Señor.
"Es el Señor" pero tenemos que amar para reconocerle en todas las formas en que se nos aparece. ¿Quieres hacer milagros? Ama.
"Vengan a desayunar". En esta orilla Jesús ya ha preparado el pan y el vino. Es la Eucaristía del amor. Es la presencia más humilde del Señor.
Los que lo recibimos cada domingo experimentamos su fuerza, su fuego y su amor.
Y decimos como el perrito de la casa de los mil espejos: Este es un lugar maravilloso. Volveré aquí muchas veces.
La cruz, el Cristo crucificado, una vez, un día cualquiera.
La resurrección, el Cristo resucitado, muchas Eucaristías, muchos envíos, muchas redes y muchos peces, muchas preguntas…muchos I love you.
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