Una vez concluido el tiempo de Pascua, la Iglesia celebra en este domingo, la Fiesta de la Santísima Trinidad, con ello se pone ante nuestros ojos el más grande misterio de la fe cristiana.
Sólo el asombro, nos permite intuir el misterio: “¡Oh Trinidad eterna! Tú eres un mar sin fondo en el que, cuanto más me hundo, más te encuentro; y cuando más te encuentro, más te busco todavía. De Ti jamás se puede decir: ¡basta! El alma que se sacia en tus profundidades, te desea sin cesar, porque siempre está deseosa de ver la luz en tu luz” (Santa Catalina de Siena).
Junto con otros muchos creyentes, compartimos la fe en un único Dios, esto es motivo de alegría; pero sólo los cristianos experimentamos el gozo de creer que este Dios Uno es también, Trino.
I.ª Lectura Proverbios 8, 22-31: ¡Mi alegría es estar con los hombres!
Dios es sabiduría creadora, ya que sin ella no podemos ni admirar a Dios, ni admirarnos de nosotros mismos. Este texto de la sabiduría personificada antes de la creación del mundo, juntamente con otros textos veterotestamentarios (Eclo 24; Sab 7-9) se ha visto como una especie de puente en AT de la gran revelación de Jesucristo como palabra creadora y eterna (Jn 1,24-30) y como sabiduría de Dios (Mt 11,29-20; Lc 11,49; 1 Cor 1,24-30). Pero podemos decir que es un poema de amor divino en lo humano. Dios no se complace en su mismidad sino en estar con nosotros.
La sabiduría es vida; es decir, el misterio de Dios es vida para el hombre, no muerte. No es Dios, sabiduría de vida, una esencia encerrada, sino que se complace en derramarse y en que todos los hombres la posean. En ese sentido, la sabiduría se ha acercado a los hombres en Jesucristo. Toda la creación, toda la inteligencia humana, todos los descubrimientos del mundo, son la manifestación de esta sabiduría. Pero si la "ofendemos" creyendo que podemos construir un mundo al margen de la sabiduría de Dios, y desde nuestras propias posibilidades humanas, vamos camino de la destrucción, de la muerte.
El Salmo 8, que es el salmo responsorial, una de las piezas maestras de la literatura religiosa, canta todo esto con grandeza y humildad. Merecería la pena una alusión teológica y catequética en la homilía.
II.ª Lectura (Rom 5, 1-5): Porque al darnos al Espíritu, Dios ha derramado su amor en nuestros corazones
Aquí Pablo comienza en su carta a los Romanos a poner de manifiesto lo que ha significado el acontecimiento de gracia revelado en Jesucristo, y al cual accedemos por la fe. Esta es la experiencia de la gloria de Dios, de su sabiduría de Dios y de su amor. Esto es real solamente porque el misterio de Dios es un darse sin medida por nosotros. Se ha dado en Jesucristo y se da continuamente por su Espíritu.
La puerta de acceso a ese misterio es solamente la fe, no hay nada previo que impida el acceso a la paz y a la gloria de Dios, ni siquiera el pecado que existe y tiene su poder. Dios, pues, no hace el misterio de su vida inaccesible para nosotros. Dios no es avaro de su mismidad, de su misterio, de sus sabiduría o de su gracia, sino que se complace en entregarse. Esto es vivir la realidad de Dios que es salvación y redención, como Pablo se encarga de proclamar en este momento.
Evangelio (Juan 16, 12-15): El Espíritu de la verdad, nos ilumina
Este último anuncio del Paráclito en el discurso de despedida del evangelio de Juan responde a la alta teología del cuarto evangelio. ¿Qué hará el Espíritu? Iluminará. Sabemos que no podemos tender hacia Dios, buscar a Dios, sin una luz dentro de nosotros, porque los hombres tendemos a apgar las luces de nuestra existencia y de nuestro corazón. El será como esa "lámpara de fuego" de que hablaba San Juan de la Cruz en su "Llama de amor viva".
Es el Espíritu el que transformará por el fuego, por el amor, lo que nosotros apagamos con el desamor. Aquí aparece el concepto "verdad", que en la Biblia no es un concepto abstracto o intelectual; en la Biblia, la verdad "se hace", es operativa a todos los niveles existenciales, se siente con el corazón. Se trata de la verdad de Dios, y esta no se experimenta sino amando sin medida. Lo que el Padre y el Hijo tienen, la verdad de su vida, es el mismo Padre y el hijo, porque se relacionan en el amor, y la entregan por el Espíritu. Nosotros, sin el amor, estamos ciegos, aunque queramos ser como dioses.
Pautas para la homilía
Lo que celebramos: Dios relación- comunión
Al celebrar la Fiesta de la Trinidad, muchos aspectos se podrían señalar, nos fijamos en alguno de ellos.
Nuestro Dios es relación-comunión. Creemos, no en un Dios no solitario, sino en Un solo Dios Amor-Trinidad.
“El padre y Yo somos uno”, sobre esta verdad revelada se apoya nuestra fe en un Dios que siendo Uno es la vez relación plena y comunión absoluta.
En esta relación que genera Dios en sí mismo, hemos de fijarnos los cristianos para fortalecer nuestras relaciones fraternas, ellas deben ser un reflejo del Dios en quien creemos.
Un Misterio de intimidad
Pero este Dios en el que creemos y cuya fiesta hoy celebramos, se nos revela de igual modo, como el Dios cercano “vendremos a él y en él haremos nuestra morada”. Frente al Dios totalmente Otro e inaccesible, nosotros decimos creer en un Dios totalmente cercano, tanto que el Dios Trinidad está dentro de cada uno de nosotros.
Dios Trinidad, Misterio profundo que nos revela el ser íntimo de Dios. Misterio de amor, misterio de relación. Dios al hacerse uno de nosotros en Cristo, se nos revela como Amor; y de este modo se nos manifiesta como Trino.
Y lo mejor es que este misterio no es lejano e insondable, como ya hemos dicho, sino que está en el fondo del ser. Hay que aprender a sumergirse en el interior para que poco a poco se vaya desvelando el misterio y conozcamos lo mejor que hay dentro de nosotros.
Hoy es la fiesta de la Trinidad. No sé exactamente lo que se encierra detrás de esas palabras. Pero, quiero vivir y morir "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".
Un Misterio que nos acompaña siempre
La vida cristiana se desarrolla totalmente en el signo y en presencia de la Trinidad. Al inicio de nuestro ser cristianos, fuimos bautizados «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» y al final, de nuestra vida también se invocará a la Trinidad, “en el Nombre de Dios, el Padre omnipotente que te ha creado, en el nombre de Jesucristo que te ha redimido, y en el nombre del Espíritu Santo que te santifica».
Entre estos dos momentos extremos, se enmarcan todos los otros que vamos viviendo a lo largo de nuestras jornadas y que siempre realizamos en su nombre. En la liturgia de la Iglesia toda oración que se realiza en este nombre. No es éste un misterio remoto e irrelevante, sino más bien fundante de nuestra fe y existir como cristianos.
Por todo lo que venimos diciendo, no es casual el que la Iglesia dedique este día a orar por aquellos y aquellas cristianos que han hecho de este Misterio el centro de sus vidas, los monjes y monjas. Sus vidas carecerían de sentido si la Trinidad desapareciese de su horizonte vital. Es el Dios escondido que los inhabita (como a todos los cristianos) al que han consagrado totalmente su existencia, al que le dedican su adoración y alabanza (“Venid, adoradores”, reza el lema de este año). Y siempre con el deseo ardiente de que este Dios comunión, sea conocido y amado por todos los hombres.
¡Dios mío, Trinidad a quien adoro!,
La Iglesia nos sumerge en tu misterio;
te confesamos y te bendecimos,
Señor Dios nuestro.
Como un río en el mar de tu grandeza,
el tiempo desemboca en hoy eterno,
lo pequeño se anega en lo infinito,
Señor, Dios nuestro.
Oh, Palabra del Padre, te escuchamos;
oh, Padre, mira el rostro de tu Verbo;
oh, Espíritu de amor, ven a nosotros;
Señor, Dios nuestro.
¡Dios mío, Trinidad a quien adoro!,
haced de nuestros almas vuestro cielo,
llevadnos al hogar donde tú habitas,
Señor, Dios nuestro.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu:
Fuente de gozo pleno y verdadero,
al Creador del cielo y de la tierra,
Señor, Dios nuestro. Amén.
(Vísperas de la Solemnidad de la Santísima Trinidad.)
MM. Dominicas. Monasterio de Sancti Spiritus
Toro
Sólo el asombro, nos permite intuir el misterio: “¡Oh Trinidad eterna! Tú eres un mar sin fondo en el que, cuanto más me hundo, más te encuentro; y cuando más te encuentro, más te busco todavía. De Ti jamás se puede decir: ¡basta! El alma que se sacia en tus profundidades, te desea sin cesar, porque siempre está deseosa de ver la luz en tu luz” (Santa Catalina de Siena).
Junto con otros muchos creyentes, compartimos la fe en un único Dios, esto es motivo de alegría; pero sólo los cristianos experimentamos el gozo de creer que este Dios Uno es también, Trino.
Comentario bíblico
I.ª Lectura Proverbios 8, 22-31: ¡Mi alegría es estar con los hombres!
Dios es sabiduría creadora, ya que sin ella no podemos ni admirar a Dios, ni admirarnos de nosotros mismos. Este texto de la sabiduría personificada antes de la creación del mundo, juntamente con otros textos veterotestamentarios (Eclo 24; Sab 7-9) se ha visto como una especie de puente en AT de la gran revelación de Jesucristo como palabra creadora y eterna (Jn 1,24-30) y como sabiduría de Dios (Mt 11,29-20; Lc 11,49; 1 Cor 1,24-30). Pero podemos decir que es un poema de amor divino en lo humano. Dios no se complace en su mismidad sino en estar con nosotros.
La sabiduría es vida; es decir, el misterio de Dios es vida para el hombre, no muerte. No es Dios, sabiduría de vida, una esencia encerrada, sino que se complace en derramarse y en que todos los hombres la posean. En ese sentido, la sabiduría se ha acercado a los hombres en Jesucristo. Toda la creación, toda la inteligencia humana, todos los descubrimientos del mundo, son la manifestación de esta sabiduría. Pero si la "ofendemos" creyendo que podemos construir un mundo al margen de la sabiduría de Dios, y desde nuestras propias posibilidades humanas, vamos camino de la destrucción, de la muerte.
El Salmo 8, que es el salmo responsorial, una de las piezas maestras de la literatura religiosa, canta todo esto con grandeza y humildad. Merecería la pena una alusión teológica y catequética en la homilía.
II.ª Lectura (Rom 5, 1-5): Porque al darnos al Espíritu, Dios ha derramado su amor en nuestros corazones
Aquí Pablo comienza en su carta a los Romanos a poner de manifiesto lo que ha significado el acontecimiento de gracia revelado en Jesucristo, y al cual accedemos por la fe. Esta es la experiencia de la gloria de Dios, de su sabiduría de Dios y de su amor. Esto es real solamente porque el misterio de Dios es un darse sin medida por nosotros. Se ha dado en Jesucristo y se da continuamente por su Espíritu.
La puerta de acceso a ese misterio es solamente la fe, no hay nada previo que impida el acceso a la paz y a la gloria de Dios, ni siquiera el pecado que existe y tiene su poder. Dios, pues, no hace el misterio de su vida inaccesible para nosotros. Dios no es avaro de su mismidad, de su misterio, de sus sabiduría o de su gracia, sino que se complace en entregarse. Esto es vivir la realidad de Dios que es salvación y redención, como Pablo se encarga de proclamar en este momento.
Evangelio (Juan 16, 12-15): El Espíritu de la verdad, nos ilumina
Este último anuncio del Paráclito en el discurso de despedida del evangelio de Juan responde a la alta teología del cuarto evangelio. ¿Qué hará el Espíritu? Iluminará. Sabemos que no podemos tender hacia Dios, buscar a Dios, sin una luz dentro de nosotros, porque los hombres tendemos a apgar las luces de nuestra existencia y de nuestro corazón. El será como esa "lámpara de fuego" de que hablaba San Juan de la Cruz en su "Llama de amor viva".
Es el Espíritu el que transformará por el fuego, por el amor, lo que nosotros apagamos con el desamor. Aquí aparece el concepto "verdad", que en la Biblia no es un concepto abstracto o intelectual; en la Biblia, la verdad "se hace", es operativa a todos los niveles existenciales, se siente con el corazón. Se trata de la verdad de Dios, y esta no se experimenta sino amando sin medida. Lo que el Padre y el Hijo tienen, la verdad de su vida, es el mismo Padre y el hijo, porque se relacionan en el amor, y la entregan por el Espíritu. Nosotros, sin el amor, estamos ciegos, aunque queramos ser como dioses.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
Pautas para la homilía
Lo que celebramos: Dios relación- comunión
Al celebrar la Fiesta de la Trinidad, muchos aspectos se podrían señalar, nos fijamos en alguno de ellos.
Nuestro Dios es relación-comunión. Creemos, no en un Dios no solitario, sino en Un solo Dios Amor-Trinidad.
“El padre y Yo somos uno”, sobre esta verdad revelada se apoya nuestra fe en un Dios que siendo Uno es la vez relación plena y comunión absoluta.
En esta relación que genera Dios en sí mismo, hemos de fijarnos los cristianos para fortalecer nuestras relaciones fraternas, ellas deben ser un reflejo del Dios en quien creemos.
Un Misterio de intimidad
Pero este Dios en el que creemos y cuya fiesta hoy celebramos, se nos revela de igual modo, como el Dios cercano “vendremos a él y en él haremos nuestra morada”. Frente al Dios totalmente Otro e inaccesible, nosotros decimos creer en un Dios totalmente cercano, tanto que el Dios Trinidad está dentro de cada uno de nosotros.
Dios Trinidad, Misterio profundo que nos revela el ser íntimo de Dios. Misterio de amor, misterio de relación. Dios al hacerse uno de nosotros en Cristo, se nos revela como Amor; y de este modo se nos manifiesta como Trino.
Y lo mejor es que este misterio no es lejano e insondable, como ya hemos dicho, sino que está en el fondo del ser. Hay que aprender a sumergirse en el interior para que poco a poco se vaya desvelando el misterio y conozcamos lo mejor que hay dentro de nosotros.
Hoy es la fiesta de la Trinidad. No sé exactamente lo que se encierra detrás de esas palabras. Pero, quiero vivir y morir "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".
Un Misterio que nos acompaña siempre
La vida cristiana se desarrolla totalmente en el signo y en presencia de la Trinidad. Al inicio de nuestro ser cristianos, fuimos bautizados «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» y al final, de nuestra vida también se invocará a la Trinidad, “en el Nombre de Dios, el Padre omnipotente que te ha creado, en el nombre de Jesucristo que te ha redimido, y en el nombre del Espíritu Santo que te santifica».
Entre estos dos momentos extremos, se enmarcan todos los otros que vamos viviendo a lo largo de nuestras jornadas y que siempre realizamos en su nombre. En la liturgia de la Iglesia toda oración que se realiza en este nombre. No es éste un misterio remoto e irrelevante, sino más bien fundante de nuestra fe y existir como cristianos.
Jornada Pro-orantibus
Por todo lo que venimos diciendo, no es casual el que la Iglesia dedique este día a orar por aquellos y aquellas cristianos que han hecho de este Misterio el centro de sus vidas, los monjes y monjas. Sus vidas carecerían de sentido si la Trinidad desapareciese de su horizonte vital. Es el Dios escondido que los inhabita (como a todos los cristianos) al que han consagrado totalmente su existencia, al que le dedican su adoración y alabanza (“Venid, adoradores”, reza el lema de este año). Y siempre con el deseo ardiente de que este Dios comunión, sea conocido y amado por todos los hombres.
¡Dios mío, Trinidad a quien adoro!,
La Iglesia nos sumerge en tu misterio;
te confesamos y te bendecimos,
Señor Dios nuestro.
Como un río en el mar de tu grandeza,
el tiempo desemboca en hoy eterno,
lo pequeño se anega en lo infinito,
Señor, Dios nuestro.
Oh, Palabra del Padre, te escuchamos;
oh, Padre, mira el rostro de tu Verbo;
oh, Espíritu de amor, ven a nosotros;
Señor, Dios nuestro.
¡Dios mío, Trinidad a quien adoro!,
haced de nuestros almas vuestro cielo,
llevadnos al hogar donde tú habitas,
Señor, Dios nuestro.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu:
Fuente de gozo pleno y verdadero,
al Creador del cielo y de la tierra,
Señor, Dios nuestro. Amén.
(Vísperas de la Solemnidad de la Santísima Trinidad.)
MM. Dominicas. Monasterio de Sancti Spiritus
Toro
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