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sábado, 19 de junio de 2010

Domingo 20 VI 2010. Confesión de Pedro (Roca), aclaración de Jesús.


Publicado por El Blog de X. Pikaza

12º domingo de tiempo ordinario. Lc 9, 18-24. El evangelio de este domingo se centra en la confesión de Pedro/Roca (que dice que Jesús es Cristo) y en la respuesta de Jesús, que se presenta como Hijo del Hombre, que tiene que sufrir.

Éste es un evangelio clave en la historia de la vida de Jesús y en la vida de la Iglesia (especialmente en la Iglesia Católica, a partir de la versión e Mt 16, donde Jesús responde a Pedro diciendo que sobre su testimonio fundará la Iglesia). Hoy ofrezco una breve reflexión, desde el texto de Lucas, centrándome en la confesión de Pedro/Roca y el la respuesta de Jesùs.En la imagen San Pedro crucificado, de Zurbarán.

Texto Lucas 9, 18-24

Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?"
Ellos contestaron: "Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas."
Él les preguntó: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?"
Pedro tomó la palabra y dijo: "El Mesías de Dios."
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: "El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día."
Y, dirigiéndose a todos, dijo: "El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará."

a. Confesión de Roca: ¡Tú eres el Cristo!

Parece evidente que, en un primer momento, la respuesta del Roca es más exacta que aquella que han dado los de fuera, pues Jesús no es simplemente un profeta del final, sino el verdadero Cristo, es decir, el enviado salvador que debe reconstruir la identidad israelita, en clave de triunfo nacional, liberación social y plenitud humana, haciendo de esa forma que se cumplan las profecías bíblicas.

Eso significa que Jesús ha superado los esquemas del Bautista y de los predicadores penitenciales de su tiempo, pues él busca y promueve desde Israel, en clave mesiánica (como Cristo), la llegada del Reino, como ha venido mostrando toda la parte anterior del evangelio Conocemos ya lo que Jesús ha ido expandiendo en las tierras del entorno del Mar de Galilea. Ya sólo quedaría una cosa: abrir su movimiento de un modo eficaz, en la línea de un despliegue y plenitud israelita, para abrirse después a los gentiles. Eso es lo que Roca quiere y dice al presentar a Jesús como Cristo.

En ese aspecto podemos afirmar que Roca ha sido el primero en confesar el mesianismo de Jesús, hablando en nombre del resto de los seguidores, quizá en el tiempo de la vida histórica de Jesús, quizá (además) en la Pascua. Por eso la Iglesia le recuerda como Roca… Pero la misma Iglesia sabe que ese título de Jesús (es el Cristo) resulta radicalmente ambiguo (y que se puede manipular satánicamente), de manera que Jesús no quiere que lo utilicen.

El sentido de esta confesión de Rora (que dice que Jesús es el Cristo) y la respuesta de Jesús, que le impone silencio y se presenta como Hijo de Hombre, marca desde aquí todo el despliegue del evangelio. Ciertamente, la confesión de Jesús como Cristo ha cristalizado de un modo especial tras la pascua; pero todo nos permite suponer que Roca (y otros discípulos) han visto a Jesús de esa manera y le han seguido pensando él va a manifestarse como Cristo triunfarod. Tanto el Roca como Jesús están sacando las consecuencias de lo que ha sido hasta ahora su camino.

El Roca ha llamado a Jesús Cristo, y al hacerlo, ha querido resituar su obra en el ámbito de las promesas y esperanzas mesiánicas de Israel. De esa forma ha reconocido el poder de Jesús y le ha visto como alguien que tiene facultades para realizar algo que los otros son incapaces de iniciar y culminar. Al llamarle Cristo le ha dicho que ha llegado la hora y le ha pedido que ponga esas facultades al servicio del triunfo nacional, que empiece ya su obra verdadera. Eso es lo que Roca dice y quiere al designarle Cristo.
Esta designación (nominación) desencadena los acontecimientos. Hasta ahora, el proyecto de Jesús se presentaba como abierto, de manera que podía interpretarse y aplicarse quizá en varias direcciones. Pues bien, Roca toma el liderazgo y quiere mover ese proyecto en la línea del mesianismo nacional triunfante de Israel. Lo que dice Roca es bueno, conforme a la esperanza de Israel y a las posibilidades de Jesús, en ese momento crucial de su vida

b. Respuesta de Jesús: El Hijo del Hombre….

La “confesión” de Roca ha puesto en marcha el desarrollo definitivo del mesianismo de Jesús. Parecen claros los temas básicos (Jesús se sitúa en la línea del mesianismo israelita…), queda por fijar el coste del camino que Jesús ha comenzado. )Estará dispuesto a pagar el precio que supone crear una familia universal, empezando por los pobres, en grupos de comunicación de pan, superando así un tipo de nacionalismo religioso de Jerusalén? ¿Cómo ha de actuar, en esta situación, si es que quiere ser Cristo? )No tendrá que estar dispuesto a dar vida por ello? ¿No deberá reinterpretar desde aquí la tarea del Hijo del Hombre? En este contexto, el título “Cristo” resulta menos apropiado, a no ser que se reformule su sentido. Eso es precisamente lo que Jesús hará, presentándose como Hijo de Hombre.

Roca le había dicho que es el Cristo, y Jesús, tras exigirles que guarden silencio sobre él, enseña a Roca y a los otros diciendo: El Hijo del Hombre debe padecer... utilizando una fórmula teológica (dei) que significa “Dios lo quiere”, es necesario. Se pensaba que Cristo es quien hace, en creatividad triunfadora. Pues bien, Jesús descubre que el auténtico Cristo es quien sabe padecer, dejando que le hagan, quien ama en gratuidad, poniendo la vida a merced de los otros, para así transformarles.

Ha ofrecido solidaridad o reino de Dios, pero él descubre que los jueces del orden judío de Jerusalén no le aceptarán (no aprobarán su proyecto). Ha creado comunión, dando voz a los mudos, pan a los hambrientos, salud a los enfermos, pero los jerarcas religiosos y sociales de su pueblo le han juzgado peligroso y en nombre de su ley social estrecha, han empezado a perseguirle, de manera que si sube a Jerusalén podrán matarle. Así lo ha descubierto Jesús, así lo acepta, sabiendo que al final de ese camino se halla Dios: (al tercer día resucitará! La fe en el Dios de vida (cf. 12, 27) le mantiene decidido, incluso ante el fracaso, en esperanza de reino.

Para hacerse solidario de los hombres (especialmente de los pobres, enfermos, marginados y hambrientos), ha renunciado a la violencia o lucha externa por el Reino. No puede imponer su proyecto por la fuerza, ni emplear en su favor las armas de la guerra u opresión humana, pues ellas las controlan los ancianos, escribas y sacerdotes de Jerusalén, vinculados al poder de Roma. Es claro que en este enfrentamiento desigual él se halla derrotado de antemano. A pesar de ello (precisamente por ello) se mantiene, para que actúe Dios a través de su derrota, ratificando su entrega por el Reino.

Jesús acepta ese “destino”, descubriendo que la obra de Dios se realiza a través de su muerte. Así lo sabe y declara en el momento central de su vida. No ha rechazado las consecuencias de su movimiento, no ha iniciado ninguna rebelión armada, sino que acepta las implicaciones de su obra, iniciando un ascenso que le puede costar la propia vida. Todo su camino posterior será expansión de estas palabras, crónica y despliegue de una muerte anunciada, pero con esperanza de resurrección (que no es básicamente para él, sino para su proyecto de Reino).

De esta forma, al final de una primera etapa misionera, Jesús descubre y presenta a sus discípulos, abiertamente, su más honda vocación, en la línea de eso que pudiéramos llamar su conversión evangélica. Al exponer su programa en Galilea, Jesús ofrecía a los hombres la metanoia o mutación que surge del Reino que lleva. Al servicio de ese ofrecimiento ha venido cumpliendo su tarea y ahora dice que por ella está dispuesto a que le maten. Por eso quiere y debe reinterpretar su misión mesiánica (de profeta y Cristo) en términos de Hijo de hombre que padece y muere. No lo ha buscado, pero lo acepta. No lo había programado así, pero lo asume, dejando que Dios mismo marque su camino a través de lo que hagan con él los representantes de su pueblo (escribas-sacerdotes-ancianos).

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