Por José Enrique Galarreta sj
Este relato se sitúa en "el comienzo del fin". Jesús se dirige a Jerusalén, donde va a ser crucificado. Jesús es rechazado por unos y seguido por otros, pero va dejando muy claro que los que le siguen no siguen a un Mesías triunfante sino que hacen una elección exigente. "El Reino", en este contexto, muestra su doble cara:
· por un lado, se va a plantear de aquí en adelante lo más bello del mensaje, en especial, el capítulo 15 con las llamadas "Parábolas de la Misericordia".
· por otra parte, se muestra también la exigencia total del Reino, el rechazo de algunos y la mediocridad de muchos. De todas formas no deben extrañarnos en estos relatos las respuestas tan drásticas de Jesús. Se trata de respuestas "proféticas".
No es que esté mal despedirse de los parientes o enterrar a un padre: se utiliza la disonancia de las respuestas de Jesús como un recurso literario para mostrar la absoluta preferencia del Reino sobre toda actividad humana, por muy santa que sea.
Es una constante en los evangelios: "dejarlo todo" para seguir a Jesús. El reino es una opción que excluye lo demás: no servir a dos señores, no volver la vista atrás, venderlo todo por el Tesoro.
Pero esto parece no tener aplicación a la vida normal de los cristianos, y se ha explicado demasiadas veces en referencia a la vida religiosa, a la consagración de los frailes, monjas, etc. etc., y no a la vida cristiana común, es decir, a la iglesia en su totalidad. ¿Es que solamente ellos "siguen a Jesús"? ¿Qué significa "dejarlo todo"? ¿Dejar la familia, el matrimonio, los hijos, la posesión, el trabajo...?
En realidad, todo cristiano es alguien que sigue a Jesús y está invitado a dejarlo todo, es decir, a usarlo todo exclusivamente para el Reino. El uso de todas las cosas que suelen hacer las personas es por las cosas mismas, por la satisfacción que producen. Su finalidad está en ellas mismas, y en ellas termina.
Los que siguen a Jesús usan de todas las cosas porque son medios para construir el Reino. Ni poseer ni casarse ni trabajar ni descansar ni disfrutar ni esforzarse ni dimensión humana alguna está fuera de esta categoría esencial: medios para el Reino. Y todas ellas pueden utilizarse o utilizarnos, pueden ser nuestros dueños o nuestros instrumentos.
Vivir para el Reino es cambiar el modo básico de valorarlo todo, porque se ha cambiado previamente el sentido global de la existencia. En esto consiste la radicalidad del seguimiento de Jesús: en que nada de nuestra vida se escapa a su dedicación al Reino.
Jesús es el heraldo del Reino, invita al Reino, un enfoque general de la vida entera, sin exclusión ninguna. Y es ésta otra de las importantes facetas de la palabra "liberar". Quedamos liberados de servir a las cosas, de depender de ellas.
El seguimiento específico de Jesús que practican los religiosos, a través de sus votos de pobreza, castidad y obediencia, sea en vida activa o contemplativa, es un modo límite de renuncia, y tiene sentido solamente para hacer visible ante el resto de los cristianos el seguimiento en estado puro, que ha adoptado la forma de renuncia efectiva, física. Practican la pobreza, castidad y obediencia "desencarnadas", para que el resto de los cristianos puedan vivirlas encarnadas, en una vida normal.
· por un lado, se va a plantear de aquí en adelante lo más bello del mensaje, en especial, el capítulo 15 con las llamadas "Parábolas de la Misericordia".
· por otra parte, se muestra también la exigencia total del Reino, el rechazo de algunos y la mediocridad de muchos. De todas formas no deben extrañarnos en estos relatos las respuestas tan drásticas de Jesús. Se trata de respuestas "proféticas".
No es que esté mal despedirse de los parientes o enterrar a un padre: se utiliza la disonancia de las respuestas de Jesús como un recurso literario para mostrar la absoluta preferencia del Reino sobre toda actividad humana, por muy santa que sea.
Es una constante en los evangelios: "dejarlo todo" para seguir a Jesús. El reino es una opción que excluye lo demás: no servir a dos señores, no volver la vista atrás, venderlo todo por el Tesoro.
Pero esto parece no tener aplicación a la vida normal de los cristianos, y se ha explicado demasiadas veces en referencia a la vida religiosa, a la consagración de los frailes, monjas, etc. etc., y no a la vida cristiana común, es decir, a la iglesia en su totalidad. ¿Es que solamente ellos "siguen a Jesús"? ¿Qué significa "dejarlo todo"? ¿Dejar la familia, el matrimonio, los hijos, la posesión, el trabajo...?
En realidad, todo cristiano es alguien que sigue a Jesús y está invitado a dejarlo todo, es decir, a usarlo todo exclusivamente para el Reino. El uso de todas las cosas que suelen hacer las personas es por las cosas mismas, por la satisfacción que producen. Su finalidad está en ellas mismas, y en ellas termina.
Los que siguen a Jesús usan de todas las cosas porque son medios para construir el Reino. Ni poseer ni casarse ni trabajar ni descansar ni disfrutar ni esforzarse ni dimensión humana alguna está fuera de esta categoría esencial: medios para el Reino. Y todas ellas pueden utilizarse o utilizarnos, pueden ser nuestros dueños o nuestros instrumentos.
Vivir para el Reino es cambiar el modo básico de valorarlo todo, porque se ha cambiado previamente el sentido global de la existencia. En esto consiste la radicalidad del seguimiento de Jesús: en que nada de nuestra vida se escapa a su dedicación al Reino.
Jesús es el heraldo del Reino, invita al Reino, un enfoque general de la vida entera, sin exclusión ninguna. Y es ésta otra de las importantes facetas de la palabra "liberar". Quedamos liberados de servir a las cosas, de depender de ellas.
El seguimiento específico de Jesús que practican los religiosos, a través de sus votos de pobreza, castidad y obediencia, sea en vida activa o contemplativa, es un modo límite de renuncia, y tiene sentido solamente para hacer visible ante el resto de los cristianos el seguimiento en estado puro, que ha adoptado la forma de renuncia efectiva, física. Practican la pobreza, castidad y obediencia "desencarnadas", para que el resto de los cristianos puedan vivirlas encarnadas, en una vida normal.
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