1. - Este Evangelio siempre ha tenido para mí resonancias taurinas. El pobre torero en medio de la plaza haciendo lo que puede ante un toro resabiado y que ve mal de un ojo y desde todos los tendidos escucha insultos y gritos de la gente exigiéndole que se arrime.
Una cosa es gritar y otra estar en la arena con el capote en la mano y dos enormes cuernos a veinte centímetros de la nariz.
Jesús nos quiere decir aquí que si somos uno de esos 72 discípulos, es decir, si pertenecemos a su Iglesia, a su familia, a su pueblo misionero, no podemos quedarnos sentados en el tendido de sombra criticando a los demás, sino que todos, vosotros y yo, tenemos que tirarnos al ruedo.
Aquella concepción de Iglesia de curas para arriba y de pueblo que usa los templos, de curas para abajo, no tiene cartel ya. Es cosa vieja.
2. - Se oye con frecuencia que los curas acabamos con la afición, sobre todo de los jóvenes, con nuestras misas y nuestros sermones. Y lo comprendo perfectamente, porque los curas somos unos pesados predicando y, por otro lado, la misma misa, a pesar de todas las reformas de sus cánones y oraciones, todavía queda muy alejada del lenguaje inteligible.
Pero también habría que preguntarse si por parte de los 72 discípulos del pueblo, en la profesión de la propia Fe en el credo, en el rezo comunitario de la oración cristiana por excelencia del Padre Nuestro, o en las contestaciones de la liturgia, muestra una Fe convencida, vibrante, expresada con decisión o todo se va en un murmullo apagado con deseo de ver a quien acaba antes. Eso también acaba con la afición de los jóvenes.
Todos nos tenemos que tirar al ruedo para predicar, para enseñar a los demás nuestra Fe.
3. - “La mies es mucha y lo operarios pocos”. ¿Por qué pocos? ¿Podéis imaginar lo que podrían hacer en este mundo cuatrocientos millones de misioneros católicos?
Cuatrocientos millones que salieran a segar la mies con la urgencia con al que uno dice Jesús. Sin entretenerse en cosas vanas. Sin estar apegados a los bienes materiales, buscando tan sólo llevar a los demás el mensaje del Reino, mensaje de paz y de justicia.
Vosotros sois la luz del mundo. ¿No iluminaríamos al mundo entero si fuéramos cuatrocientos millones de antorchas luciendo en la oscuridad de la vida?
¿No habría cuatrocientos millones de hogares que recibirían con agradecimiento el mensaje de alegría y paz, cuando el mundo entero está anhelando la paz?
Cada uno de nosotros tiene que convertirse en su propio ambiente en mensajero de alegría y de paz. ¿No creéis que si lo hiciéramos así todos, si nos quedásemos en nuestro tendido de sombra criticando con saña al pobre torero, si todos nos lanzáramos al ruedo, se haría realidad el deseo de Jesús de que el Padre habría enviado operarios suficientes en sus Mies?
Vamos a pedir con la Oración de San Francisco de Asís que sepamos llevar al mundo la Paz del Señor.
Una cosa es gritar y otra estar en la arena con el capote en la mano y dos enormes cuernos a veinte centímetros de la nariz.
Jesús nos quiere decir aquí que si somos uno de esos 72 discípulos, es decir, si pertenecemos a su Iglesia, a su familia, a su pueblo misionero, no podemos quedarnos sentados en el tendido de sombra criticando a los demás, sino que todos, vosotros y yo, tenemos que tirarnos al ruedo.
Aquella concepción de Iglesia de curas para arriba y de pueblo que usa los templos, de curas para abajo, no tiene cartel ya. Es cosa vieja.
2. - Se oye con frecuencia que los curas acabamos con la afición, sobre todo de los jóvenes, con nuestras misas y nuestros sermones. Y lo comprendo perfectamente, porque los curas somos unos pesados predicando y, por otro lado, la misma misa, a pesar de todas las reformas de sus cánones y oraciones, todavía queda muy alejada del lenguaje inteligible.
Pero también habría que preguntarse si por parte de los 72 discípulos del pueblo, en la profesión de la propia Fe en el credo, en el rezo comunitario de la oración cristiana por excelencia del Padre Nuestro, o en las contestaciones de la liturgia, muestra una Fe convencida, vibrante, expresada con decisión o todo se va en un murmullo apagado con deseo de ver a quien acaba antes. Eso también acaba con la afición de los jóvenes.
Todos nos tenemos que tirar al ruedo para predicar, para enseñar a los demás nuestra Fe.
3. - “La mies es mucha y lo operarios pocos”. ¿Por qué pocos? ¿Podéis imaginar lo que podrían hacer en este mundo cuatrocientos millones de misioneros católicos?
Cuatrocientos millones que salieran a segar la mies con la urgencia con al que uno dice Jesús. Sin entretenerse en cosas vanas. Sin estar apegados a los bienes materiales, buscando tan sólo llevar a los demás el mensaje del Reino, mensaje de paz y de justicia.
Vosotros sois la luz del mundo. ¿No iluminaríamos al mundo entero si fuéramos cuatrocientos millones de antorchas luciendo en la oscuridad de la vida?
¿No habría cuatrocientos millones de hogares que recibirían con agradecimiento el mensaje de alegría y paz, cuando el mundo entero está anhelando la paz?
Cada uno de nosotros tiene que convertirse en su propio ambiente en mensajero de alegría y de paz. ¿No creéis que si lo hiciéramos así todos, si nos quedásemos en nuestro tendido de sombra criticando con saña al pobre torero, si todos nos lanzáramos al ruedo, se haría realidad el deseo de Jesús de que el Padre habría enviado operarios suficientes en sus Mies?
Vamos a pedir con la Oración de San Francisco de Asís que sepamos llevar al mundo la Paz del Señor.
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