Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Una mujer salió de casa y vio a tres hombres con largas barbas blancas sentados a la puerta. No los reconoció.
Ella les dijo: "Creo que no les conozco, pero deben tener hambre. Pueden entrar y comer algo"."¿Está el señor de la casa dentro?, preguntaron.
"No", respondió la señora. "Está fuera". "Entonces no podemos entrar", contestaron.
Al anochecer cuando llegó el marido, ella le contó lo que le había pasado.
"Ve e invítalos". La mujer salió y los invitó. Pero ellos le dijeron: "Nosotros no entramos en una casa los tres a la vez".
"¿Por qué?" les preguntó curiosa.
Uno de los tres le explicó: "Ese es Mr. Riqueza y aquel es Mr. Éxito y yo soy Mr. Amor. Ahora entra en casa y dile a tu esposo quién de nosotros quiere que entre en su casa."
"Qué interesante". Invitemos a Mr. Riqueza y que nos llene la casa con sus riquezas", dijo el marido.
Su mujer no estaba de acuerdo. "¿Por qué no invitamos a Mr. Éxito? Su nuera que estaba escuchando saltó diciendo: "¿No sería mucho mejor invitar a Mr. Amor y así nuestra casa se llenaría de amor"?
Los tres se pusieron de acuerdo e invitaron a Mr. Amor.
El Amor se levantó y se dirigió hacia la casa. Los otros dos también se levantaron y le siguieron. Sorprendida la señora preguntó a Mr. Riqueza y Éxito:
"Sólo invité a Mr. Amor, ¿por qué quieren entrar también ustedes?"
Y los dos respondieron al unísono: "Si usted hubiera invitado a Mr. Riqueza o Mr. Éxito los otros dos se habrían quedado afuera, pero como invitó a Mr. Amor, adonde él va también vamos nosotros.
Donde hay amor hay también riqueza y éxito.
¿A quién de los tres invitaría usted?
Al amor, por supuesto. La verdad es que si miramos a nuestro alrededor son pocos los que invitan al amor a su mesa. Nos da más seguridad la riqueza, el éxito y la fama que el amor.
El amor no es el calor del nido si no la intemperie de todos los vientos, y las incomodidades de todos los hermanos.
Todos hemos entendido el cuento hermoso de Jesús. Se titula el Buen Samaritano.
El diccionario define al Buen Samaritano como "una persona excepcionalmente caritativa o servicial".
Todos sabemos que Dios es amor.
Todos sabemos que Jesús nos amó y dio su vida por todos.
Todos sabemos que Dios no tiene acepción de personas.
Todos sabemos que la verdadera religión, la única alabanza y la única fiesta es la del amor.
Todos sabemos que los gestos de amor valen más que todas las palabras de amor.
Todos sabemos que sólo se salvan los que aman.
El maestro de la ley que quiso poner a Jesús en apuros también sabía la respuesta a su pregunta: ·¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?"
Y como un loro citó dos textos bíblicos.
"Haz esto y vivirás", le contestó Jesús.
El evangelio de Jesús no es el libro del saber sino del hacer, hacer el bien a todos.
Amar a Dios, para muchos, es algo barato: una misa de vez en cuando, un grito aquí, una alabanza allí, una oración de petición, una promesa a medio cumplir… Y es que Dios como las madres lo da todo y no pide nada a cambio.
Yo creo que Dios se contenta con poco, pide poco para él.
Pero, ay, hermanos, cuando se trata de sus hijos, a Dios todo le parece poco.
"Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de los bandidos"…
Los sabios de la Biblia pasaron de largo. Un samaritano, un hereje, un ateo, uno que no conocía la Biblia, lo vio y se compadeció.
Dios quiere que seamos el buen samaritano, que ve, se compadece y actúa.
El amor humano ve y los ojos se llenan de lujuria y quiere poseer.
El amor samaritano ve, se compadece y actúa.
El amor humano ama a los suyos.
El amor samaritano a los extraños los convierte en amigos.
El amor humano pone límites y quiere respuesta.
El amor samaritano no busca recompensa y no cuenta el coste.
El amor samaritano es el amor de Jesús. El es el Buen Samaritano que sale a nuestro encuentro en el viaje de la vida. Y lo da todo.
El evangelio de Jesús no es el libro del saber, es el libro de hacer el bien. ¿A quién? A Todos.
Jesús no dice que este samaritano sea un santo, no le llama tampoco héroe. Le llama con un nombre mejor: prójimo.
Los héroes hacen cosas maravillosas y hay pocos. Los santos nos parecen lejanos y dedicados sólo a Dios y sus cosas y nadie les hace caso. Dios no quiere que seamos ni santos ni héroes. Dios quiere que seamos prójimos. "Vete y haz tú lo mismo".
Cuenten las veces que Jesús nos manda "hacer" y se convencerán de que el evangelio de Jesús no es el libro del saber sino del hacer el bien, ser prójimo, de todos y siempre.
El domingo pasado les invitaba a compartir con algún hermano el evangelio de los 72 enviados.
Hoy, les invito a no decir nada.
El buen samaritano no dijo nada, simplemente hizo el bien al herido.
Ustedes también, a través de un gesto, una ayuda, una sonrisa, sean prójimo de alguien al que nadie quiere.
Practiquen el amor, no el de… sino el del samaritano, el de Jesús.
No olviden que el mejor culto a Dios no es el que le damos en la iglesia sino el que le damos en el servicio y ayuda a los hijos de Dios, nuestros hermanos en la vida.
E inviten a Mr. Amor a su mesa.
Ella les dijo: "Creo que no les conozco, pero deben tener hambre. Pueden entrar y comer algo"."¿Está el señor de la casa dentro?, preguntaron.
"No", respondió la señora. "Está fuera". "Entonces no podemos entrar", contestaron.
Al anochecer cuando llegó el marido, ella le contó lo que le había pasado.
"Ve e invítalos". La mujer salió y los invitó. Pero ellos le dijeron: "Nosotros no entramos en una casa los tres a la vez".
"¿Por qué?" les preguntó curiosa.
Uno de los tres le explicó: "Ese es Mr. Riqueza y aquel es Mr. Éxito y yo soy Mr. Amor. Ahora entra en casa y dile a tu esposo quién de nosotros quiere que entre en su casa."
"Qué interesante". Invitemos a Mr. Riqueza y que nos llene la casa con sus riquezas", dijo el marido.
Su mujer no estaba de acuerdo. "¿Por qué no invitamos a Mr. Éxito? Su nuera que estaba escuchando saltó diciendo: "¿No sería mucho mejor invitar a Mr. Amor y así nuestra casa se llenaría de amor"?
Los tres se pusieron de acuerdo e invitaron a Mr. Amor.
El Amor se levantó y se dirigió hacia la casa. Los otros dos también se levantaron y le siguieron. Sorprendida la señora preguntó a Mr. Riqueza y Éxito:
"Sólo invité a Mr. Amor, ¿por qué quieren entrar también ustedes?"
Y los dos respondieron al unísono: "Si usted hubiera invitado a Mr. Riqueza o Mr. Éxito los otros dos se habrían quedado afuera, pero como invitó a Mr. Amor, adonde él va también vamos nosotros.
Donde hay amor hay también riqueza y éxito.
¿A quién de los tres invitaría usted?
Al amor, por supuesto. La verdad es que si miramos a nuestro alrededor son pocos los que invitan al amor a su mesa. Nos da más seguridad la riqueza, el éxito y la fama que el amor.
El amor no es el calor del nido si no la intemperie de todos los vientos, y las incomodidades de todos los hermanos.
Todos hemos entendido el cuento hermoso de Jesús. Se titula el Buen Samaritano.
El diccionario define al Buen Samaritano como "una persona excepcionalmente caritativa o servicial".
Todos sabemos que Dios es amor.
Todos sabemos que Jesús nos amó y dio su vida por todos.
Todos sabemos que Dios no tiene acepción de personas.
Todos sabemos que la verdadera religión, la única alabanza y la única fiesta es la del amor.
Todos sabemos que los gestos de amor valen más que todas las palabras de amor.
Todos sabemos que sólo se salvan los que aman.
El maestro de la ley que quiso poner a Jesús en apuros también sabía la respuesta a su pregunta: ·¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?"
Y como un loro citó dos textos bíblicos.
"Haz esto y vivirás", le contestó Jesús.
El evangelio de Jesús no es el libro del saber sino del hacer, hacer el bien a todos.
Amar a Dios, para muchos, es algo barato: una misa de vez en cuando, un grito aquí, una alabanza allí, una oración de petición, una promesa a medio cumplir… Y es que Dios como las madres lo da todo y no pide nada a cambio.
Yo creo que Dios se contenta con poco, pide poco para él.
Pero, ay, hermanos, cuando se trata de sus hijos, a Dios todo le parece poco.
"Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de los bandidos"…
Los sabios de la Biblia pasaron de largo. Un samaritano, un hereje, un ateo, uno que no conocía la Biblia, lo vio y se compadeció.
Dios quiere que seamos el buen samaritano, que ve, se compadece y actúa.
El amor humano ve y los ojos se llenan de lujuria y quiere poseer.
El amor samaritano ve, se compadece y actúa.
El amor humano ama a los suyos.
El amor samaritano a los extraños los convierte en amigos.
El amor humano pone límites y quiere respuesta.
El amor samaritano no busca recompensa y no cuenta el coste.
El amor samaritano es el amor de Jesús. El es el Buen Samaritano que sale a nuestro encuentro en el viaje de la vida. Y lo da todo.
El evangelio de Jesús no es el libro del saber, es el libro de hacer el bien. ¿A quién? A Todos.
Jesús no dice que este samaritano sea un santo, no le llama tampoco héroe. Le llama con un nombre mejor: prójimo.
Los héroes hacen cosas maravillosas y hay pocos. Los santos nos parecen lejanos y dedicados sólo a Dios y sus cosas y nadie les hace caso. Dios no quiere que seamos ni santos ni héroes. Dios quiere que seamos prójimos. "Vete y haz tú lo mismo".
Cuenten las veces que Jesús nos manda "hacer" y se convencerán de que el evangelio de Jesús no es el libro del saber sino del hacer el bien, ser prójimo, de todos y siempre.
El domingo pasado les invitaba a compartir con algún hermano el evangelio de los 72 enviados.
Hoy, les invito a no decir nada.
El buen samaritano no dijo nada, simplemente hizo el bien al herido.
Ustedes también, a través de un gesto, una ayuda, una sonrisa, sean prójimo de alguien al que nadie quiere.
Practiquen el amor, no el de… sino el del samaritano, el de Jesús.
No olviden que el mejor culto a Dios no es el que le damos en la iglesia sino el que le damos en el servicio y ayuda a los hijos de Dios, nuestros hermanos en la vida.
E inviten a Mr. Amor a su mesa.
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