En estos días "el fuego sagrado" de la memoria se agiganta y nos convoca a recordar paginas importantísimas de nuestra historia, acontecimientos diocesanos, opciones eclesiales, persecución y muerte de hermanos y amigos, religiosos, sacerdotes y laicos. Ocasión propicia para traer a la mente y al corazón el testimonio vivo y consecuente de una iglesia que se hizo pueblo, asumiendo las alegrías y las esperanzas, las angustias y las tristezas de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, en nuestra patria y en nuestra provincia. Tiempo providencial para reflexionar sobre nuestra fidelidad "hoy" a esta "herencia" y sobre nuestros silencios y omisiones con esta sangre mártir, sangre feliz. Momentos oportunos para celebrar el triunfo de la vida y la concreción de un rostro de iglesia y un proyecto de pueblo; tiempo para apostar una vez más por nuestro compromiso con Jesús y su reino, con la esperanza de que otra iglesia, otra patria y otro mundo son posibles .el martirio, decía Juan Pablo II, es un "lugar teológico", un lugar desde donde nos habla dios. Dios ha dicho una palabra en nuestra querida rioja, dios nos habla y tiene algo que decirnos y nos grita a través de este acontecimiento. El martirio de ayer y de hoy tiene su mensaje, y hacer memoria es recoger con más apertura y disponibilidad que nos dijo, y nos dicen hoy nuestros mártires y testigos.
La iglesia del concilio, agiornada y renovada volvió a recuperar su identidad. Iglesia ¿qué dices de ti misma? ¿Cuál es tu rol y misión? volvió a sus fuentes y a sus raíces más genuinas. la iglesia se hizo pueblo de dios! asumió el camino del hombre. nada de lo que vive y padece al hombre será ajeno a su misión. Desviada no, vuelta si, se dirá. Transitar el camino de los hombres y del pueblo, con una pastoral no solo para el pueblo sino desde el mismo pueblo será su nueva consigna. Para ello habrá que cultivar la escucha, el dialogo y el compromiso. Poner un oído al evangelio y al pueblo, escuchar lo que el espíritu dice a los hombres y a las iglesias, acoger sus mensajes, dialogar con todos, interactuar, sumar, y con todos y entre todos responder con generosidad, participación y compromiso. Un mensaje que sea buena noticia y bienaventuranza para todos, especialmente para los más pobres. Iglesia profética, con la palabra y los gestos, que anuncia el amor de dios y denuncia lo que atenta a la vida, lo que no es voluntad de dios. Iglesia samaritana, servidora de la humanidad, especialmente con los que están a la orilla del camino y a las orillas de los pueblos y ciudades, los excluidos, los que "sobran", los que no cuentan; que no tiene miedo de "meterse en el barro"; iglesia que se alimenta del pan de vida para alentar y construir la vida de sus hijos y hermanos, para que el pueblo en el tenga vida. Iglesia sacramento del amor del padre y entregada sacrificialmente por la salvación y liberación de los hombres.
Esta iglesia nueva, que acogió el llamado a la conversión y a responder a los nuevos desafíos, a una sociedad con mayor justicia y fraternidad, a los signos de los tiempos, es la iglesia que vivieron Wenceslao, Carlos Murias, Gabriel Longueville Y Enrique Angelelli. Hombres y mujeres de iglesia y del pueblo que estuvieron a la altura de las circunstancias como ciudadanos del reino. Urgidos y comprometidos con la hora de la iglesia y de la patria. "es signo de ignorancia el considerar que un cristiano, ya sea en forma individual u organizada, no le competa y no tenga el grave deber está metido en la construcción de la sociedad", exhortaba el obispo pastor. Invitar a la conversión pastoral de la iglesia y trabajar por la transformación de las estructuras de la sociedad riojana, fue el corazón del mensaje de la iglesia riojana. Una iglesia nueva para una patria nueva! una rioja nueva en una argentina nueva.
las fuerzas del mal y los poderes de este mundo quisieron acallar "la vos de los de tierra adentro", los feudos de los pueblos intentaron silenciar el mensaje liberador del evangelio; los dueños de la vida y de la muerte quisieron hacer desaparecer la propuesta pastoral de "la iglesia que tocaba campanas en el corazón de los pobres"; los hijos de las tinieblas pretendieron apagar la luz de esperanza de un pueblo que buscaba en la justicia el camino para hacer realidad el tinkunaco entre los riojanos .Carlos Murias, Gabriel Longueville, Wenceslao Pedernera, Enrique Angelelli, son expresiones de esta iglesia nueva, samaritana, profética y martirial. hombres de fe, hombres de iglesia, ciudadanos del reino, defensores de la vida, amigos de los pobres, servidores de la justicia, y artesanos de la paz, en esta rioja creyente, oprimida y esperanzada. Que junto a tantos y tantas hermanos y hermanas, siguiendo los aires nuevos del concilio o por diferentes caminos tenían un único objetivo: una rioja y una patria que merezca ser vivida con dignidad y justicia para todos. Por ellos y con ellos la iglesia riojana y argentina; la patria y Latinoamérica hacen memoria de todos aquellos que supieron "poner su oído en el evangelio y en el pueblo", aportaron lo mejor de sí a la construcción de una patria nueva.
En tiempos del bicentenario, recordamos a tantos hijos de la iglesia que supieron jugarse hasta las últimas consecuencias por la felicidad del pueblo y la construcción de la nación. Y con ellos queremos "continuar esta caminata"; acompañados por la multitud de santos, confesores, testigos y mártires que derramaron su sangre y entregaron todo, hasta sus propias vidas por la vigencia de los derechos humanos para todos en nuestra querida patria. Estamos en camino, nos encontramos buscando nuevas huellas que animen la conciencia y la participación ciudadana, viviendo una nueva y gran oportunidad que haga realidad la inclusión, el desarrollo, la equidad y la distribución de la riqueza y la justicia largamente esperada. Asumiendo en este bicentenario y entre todos, como ciudadanos y militantes de la vida, el gran desafío de la deuda social. Como iglesia y sociedad en estos días no podemos dejar de lado el cuestionamiento del génesis ¿qué hicieron con la sangre de sus hermanos? sabemos que clama al cielo y se hace grito de en el clamor de todo un pueblo. ¿Cómo recogemos hoy el legado, el mensaje y el llamado de nuestros mártires y testigos para seguir construyendo una nueva iglesia y comprometidos en la construcción de ciudadanía? estas muertes, y seguramente muchas otras, siguen clamando justicia, y solo con justicia podremos poner la simiente de la reconciliación que hará posible una nueva patria y una nueva nación.
hoy queremos asumir sus opciones, y sus sueños; si afinamos el oído a los mensajes nuevos que nos llegan desde nuestra sociedad; si abrimos de verdad el corazón al evangelio que "nos enamora" con la causa de Jesús y su evangelio; si continuamos transitando el camino del hombre y del pueblo, como el maestro, el señor de la historia, y redoblamos nuestro compromiso con la utopía de su reino; si nos hermanamos con todos los que quieren otro mundo y otra vida para todos; si hacemos de nuestras vidas una ofrenda agradable al padre y a la causa de los pobres; si nos disponemos a crear nuevos espacios de participación y compromiso ciudadano en nuestras comunidades y organizaciones; si como creyentes "nos arremangamos" en serio para servir a nuestra pueblo con una palabra profética, una presencia incisiva y transformadora, una solidaridad efectiva y un testimonio de unidad más nítido y coherente. si seguimos construyendo una iglesia más fiel al proyecto de Jesús y a los anhelos de justicia y equidad de nuestra gente, con mayor inclusión y posibilidades para todos. Solo así, su sangre unida a la del mártir del Gólgota, y a la sangre de otros hermanos, será semilla y fruto maduro de vida para un pueblo y una argentina nueva, donde como pueblo seamos corresponsables de un proyecto de pueblo y la construcción de nuestro destino común. solo así podremos decir con Juan Pablo II, que esto "es una herencia que no se puede perder y se ha de transmitir con el deber de gratitud y un renovado propósito de imitación" (NMI8).
Nuestros mártires y testigos viven y son testigos de una iglesia nueva, una rioja nueva y una patria nueva. Ya está "albeando"! Algo nuevo está naciendo, desde abajo, despacito. No solo resistiendo, sino construyendo, uniendo voluntades, tejiendo redes de esperanza, organizando la solidaridad, haciendo realidad fe y política, evangelio y vida.
Qué esta memoria agradecida, acreciente nuestra esperanza, alivie nuestros cansancios, y renueve nuestros compromisos con dios y nuestro pueblo, en esta rioja del bicentenario.
* Presbítero. Ulapes, La Rioja
La iglesia del concilio, agiornada y renovada volvió a recuperar su identidad. Iglesia ¿qué dices de ti misma? ¿Cuál es tu rol y misión? volvió a sus fuentes y a sus raíces más genuinas. la iglesia se hizo pueblo de dios! asumió el camino del hombre. nada de lo que vive y padece al hombre será ajeno a su misión. Desviada no, vuelta si, se dirá. Transitar el camino de los hombres y del pueblo, con una pastoral no solo para el pueblo sino desde el mismo pueblo será su nueva consigna. Para ello habrá que cultivar la escucha, el dialogo y el compromiso. Poner un oído al evangelio y al pueblo, escuchar lo que el espíritu dice a los hombres y a las iglesias, acoger sus mensajes, dialogar con todos, interactuar, sumar, y con todos y entre todos responder con generosidad, participación y compromiso. Un mensaje que sea buena noticia y bienaventuranza para todos, especialmente para los más pobres. Iglesia profética, con la palabra y los gestos, que anuncia el amor de dios y denuncia lo que atenta a la vida, lo que no es voluntad de dios. Iglesia samaritana, servidora de la humanidad, especialmente con los que están a la orilla del camino y a las orillas de los pueblos y ciudades, los excluidos, los que "sobran", los que no cuentan; que no tiene miedo de "meterse en el barro"; iglesia que se alimenta del pan de vida para alentar y construir la vida de sus hijos y hermanos, para que el pueblo en el tenga vida. Iglesia sacramento del amor del padre y entregada sacrificialmente por la salvación y liberación de los hombres.
Esta iglesia nueva, que acogió el llamado a la conversión y a responder a los nuevos desafíos, a una sociedad con mayor justicia y fraternidad, a los signos de los tiempos, es la iglesia que vivieron Wenceslao, Carlos Murias, Gabriel Longueville Y Enrique Angelelli. Hombres y mujeres de iglesia y del pueblo que estuvieron a la altura de las circunstancias como ciudadanos del reino. Urgidos y comprometidos con la hora de la iglesia y de la patria. "es signo de ignorancia el considerar que un cristiano, ya sea en forma individual u organizada, no le competa y no tenga el grave deber está metido en la construcción de la sociedad", exhortaba el obispo pastor. Invitar a la conversión pastoral de la iglesia y trabajar por la transformación de las estructuras de la sociedad riojana, fue el corazón del mensaje de la iglesia riojana. Una iglesia nueva para una patria nueva! una rioja nueva en una argentina nueva.
las fuerzas del mal y los poderes de este mundo quisieron acallar "la vos de los de tierra adentro", los feudos de los pueblos intentaron silenciar el mensaje liberador del evangelio; los dueños de la vida y de la muerte quisieron hacer desaparecer la propuesta pastoral de "la iglesia que tocaba campanas en el corazón de los pobres"; los hijos de las tinieblas pretendieron apagar la luz de esperanza de un pueblo que buscaba en la justicia el camino para hacer realidad el tinkunaco entre los riojanos .Carlos Murias, Gabriel Longueville, Wenceslao Pedernera, Enrique Angelelli, son expresiones de esta iglesia nueva, samaritana, profética y martirial. hombres de fe, hombres de iglesia, ciudadanos del reino, defensores de la vida, amigos de los pobres, servidores de la justicia, y artesanos de la paz, en esta rioja creyente, oprimida y esperanzada. Que junto a tantos y tantas hermanos y hermanas, siguiendo los aires nuevos del concilio o por diferentes caminos tenían un único objetivo: una rioja y una patria que merezca ser vivida con dignidad y justicia para todos. Por ellos y con ellos la iglesia riojana y argentina; la patria y Latinoamérica hacen memoria de todos aquellos que supieron "poner su oído en el evangelio y en el pueblo", aportaron lo mejor de sí a la construcción de una patria nueva.
En tiempos del bicentenario, recordamos a tantos hijos de la iglesia que supieron jugarse hasta las últimas consecuencias por la felicidad del pueblo y la construcción de la nación. Y con ellos queremos "continuar esta caminata"; acompañados por la multitud de santos, confesores, testigos y mártires que derramaron su sangre y entregaron todo, hasta sus propias vidas por la vigencia de los derechos humanos para todos en nuestra querida patria. Estamos en camino, nos encontramos buscando nuevas huellas que animen la conciencia y la participación ciudadana, viviendo una nueva y gran oportunidad que haga realidad la inclusión, el desarrollo, la equidad y la distribución de la riqueza y la justicia largamente esperada. Asumiendo en este bicentenario y entre todos, como ciudadanos y militantes de la vida, el gran desafío de la deuda social. Como iglesia y sociedad en estos días no podemos dejar de lado el cuestionamiento del génesis ¿qué hicieron con la sangre de sus hermanos? sabemos que clama al cielo y se hace grito de en el clamor de todo un pueblo. ¿Cómo recogemos hoy el legado, el mensaje y el llamado de nuestros mártires y testigos para seguir construyendo una nueva iglesia y comprometidos en la construcción de ciudadanía? estas muertes, y seguramente muchas otras, siguen clamando justicia, y solo con justicia podremos poner la simiente de la reconciliación que hará posible una nueva patria y una nueva nación.
hoy queremos asumir sus opciones, y sus sueños; si afinamos el oído a los mensajes nuevos que nos llegan desde nuestra sociedad; si abrimos de verdad el corazón al evangelio que "nos enamora" con la causa de Jesús y su evangelio; si continuamos transitando el camino del hombre y del pueblo, como el maestro, el señor de la historia, y redoblamos nuestro compromiso con la utopía de su reino; si nos hermanamos con todos los que quieren otro mundo y otra vida para todos; si hacemos de nuestras vidas una ofrenda agradable al padre y a la causa de los pobres; si nos disponemos a crear nuevos espacios de participación y compromiso ciudadano en nuestras comunidades y organizaciones; si como creyentes "nos arremangamos" en serio para servir a nuestra pueblo con una palabra profética, una presencia incisiva y transformadora, una solidaridad efectiva y un testimonio de unidad más nítido y coherente. si seguimos construyendo una iglesia más fiel al proyecto de Jesús y a los anhelos de justicia y equidad de nuestra gente, con mayor inclusión y posibilidades para todos. Solo así, su sangre unida a la del mártir del Gólgota, y a la sangre de otros hermanos, será semilla y fruto maduro de vida para un pueblo y una argentina nueva, donde como pueblo seamos corresponsables de un proyecto de pueblo y la construcción de nuestro destino común. solo así podremos decir con Juan Pablo II, que esto "es una herencia que no se puede perder y se ha de transmitir con el deber de gratitud y un renovado propósito de imitación" (NMI8).
Nuestros mártires y testigos viven y son testigos de una iglesia nueva, una rioja nueva y una patria nueva. Ya está "albeando"! Algo nuevo está naciendo, desde abajo, despacito. No solo resistiendo, sino construyendo, uniendo voluntades, tejiendo redes de esperanza, organizando la solidaridad, haciendo realidad fe y política, evangelio y vida.
Qué esta memoria agradecida, acreciente nuestra esperanza, alivie nuestros cansancios, y renueve nuestros compromisos con dios y nuestro pueblo, en esta rioja del bicentenario.
* Presbítero. Ulapes, La Rioja
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