Publicado por Cipecar
Lecturas: Isaías 66, 18-21; Salmo 116, 1-2; Hebreos 12,5-7.11-13
Evangelio: Lucas 13, 22-30
Lecturas: Isaías 66, 18-21; Salmo 116, 1-2; Hebreos 12,5-7.11-13
Evangelio: Lucas 13, 22-30
"En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó: Señor, ¿serán pocos los que se salven? Jesús les dijo: - Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo. «Señor, ábrenos» y él os replicará: «No sé quiénes sois». Entonces comenzaréis a decir: «Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas». Pero él os replicará: «No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados». Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur, y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos".
Los últimos serán los primeros
Jesús va de camino hacia Jerusalén. Se le termina el tiempo. Tiene prisa. En las ciudades y alrededores por donde pasa, va dejando el viento del Espíritu. Les enseña el camino de la salvación. Uno le pregunta que si son pocos los que se salvan. Hay preguntas que indican búsqueda, que dejan al descubierto la sed del corazón. Hay otras, ésta es una de ellas, que son teóricas, que parecen hechas para un sondeo o estudio sociológico.
La respuesta de Jesús va a la hondura. Busca ese paso pequeño, pero decisivo, que debe dar todo ser humano para optar por el reino. No basta con escuchar; de nada sirve la palabra si no se pone en práctica. No es suficiente que el agua toque a la piedra por todas partes, si no le llega al corazón. El reino, ¡ahí está!; el amor, ¡ahí sigue abierto a todos!. Pero Jesús dice que, para que crezca, hay que recibirlo y ponerlo en práctica. Ahí es donde el amor despliega toda su fuerza. Todo esto lo dice de prisa, mientras va de camino hacia la ciudad que mata a los profetas.
Orar también en verano:
Apacigua todo tu ser. No busques los primeros puestos, no quieras ser más que nadie. La oración es una oportunidad para estar con humildad y ponerte así ante Dios.
Siéntate a la mesa de la Eucaristía y acoge el amor que las Tres Personas te ofrecen.
Traduce tu intimidad con el Dios, que habita tu morada, en un estilo nuevo de ir por la vida como el que sirve.
Los últimos serán los primeros
Jesús va de camino hacia Jerusalén. Se le termina el tiempo. Tiene prisa. En las ciudades y alrededores por donde pasa, va dejando el viento del Espíritu. Les enseña el camino de la salvación. Uno le pregunta que si son pocos los que se salvan. Hay preguntas que indican búsqueda, que dejan al descubierto la sed del corazón. Hay otras, ésta es una de ellas, que son teóricas, que parecen hechas para un sondeo o estudio sociológico.
La respuesta de Jesús va a la hondura. Busca ese paso pequeño, pero decisivo, que debe dar todo ser humano para optar por el reino. No basta con escuchar; de nada sirve la palabra si no se pone en práctica. No es suficiente que el agua toque a la piedra por todas partes, si no le llega al corazón. El reino, ¡ahí está!; el amor, ¡ahí sigue abierto a todos!. Pero Jesús dice que, para que crezca, hay que recibirlo y ponerlo en práctica. Ahí es donde el amor despliega toda su fuerza. Todo esto lo dice de prisa, mientras va de camino hacia la ciudad que mata a los profetas.
Orar también en verano:
Apacigua todo tu ser. No busques los primeros puestos, no quieras ser más que nadie. La oración es una oportunidad para estar con humildad y ponerte así ante Dios.
Siéntate a la mesa de la Eucaristía y acoge el amor que las Tres Personas te ofrecen.
Traduce tu intimidad con el Dios, que habita tu morada, en un estilo nuevo de ir por la vida como el que sirve.
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