«Hace unos años era frecuente entre los cristianos hablar de «opción preferencial por los pobres». La teología de la liberación estaba viva. Se percibía una nueva sensibilidad en la Iglesia. Parecía que los cristianos queríamos escuchar en serio el «Evangelio de los pobres». ¿Qué ha sido de esta llamada del Espíritu?
La «opción por los pobres» no es de ahora. Es una invitación desconcertante de Jesús a vivir atentos a su necesidad y sufrimientos: «Cuando des una comida, no invites a tus amigos ni a tus vecinos ricos...; invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos». Dios ama a todos, sin excluir a nadie, pero en su corazón de Padre, ocupan un lugar preferente los que no tienen sitio entre los hombres.
Optar por los pobres es saber mirarlos de manera especial. No andar por la vida con mirada distraída. Fijarnos en los pequeños, los humillados, los que sobran. Pensar en ellos, estar atentos a esa pobreza inmensa, creciente, vergonzosa de tantos pueblos hundidos en el hambre y la miseria.
Es muy importante mirar la vida desde los pobres. Lo que vemos depende de dónde nos coloquemos. No es lo mismo mirar el mundo desde arriba, desde los intereses de nuestro pueblo o las preocupaciones de nuestra Iglesia, que mirarlo desde abajo, desde las necesidades y sufrimientos de los que no tienen pan ni dignidad.
Es importante también saber escuchar sus gritos de protesta o sus gemidos. Si nadie los escucha, los pobres «desaparecen» y «se evaporan». ¿Quién va a pensar en ellos, por ejemplo, durante las vacaciones de verano, cuando toda Europa se relaja, se divierte y disfruta de su bienestar? Alguien tiene que escuchar su sufrimiento y gritarlo con fuerza en el interior de la Iglesia y de la sociedad.
Cada uno hemos de preguntarnos qué podemos hacer, cómo concretar nuestra responsabilidad, cómo defender la causa de los últimos, cómo concienciarnos más, cómo hacer valer los derechos de los débiles, cómo compartir más lo que tenemos. Podemos engañarnos de muchas maneras, pero todo es inútil. No se puede seguir a Jesús sin optar de manera preferente por los pobres.
La «opción por los pobres» no es de ahora. Es una invitación desconcertante de Jesús a vivir atentos a su necesidad y sufrimientos: «Cuando des una comida, no invites a tus amigos ni a tus vecinos ricos...; invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos». Dios ama a todos, sin excluir a nadie, pero en su corazón de Padre, ocupan un lugar preferente los que no tienen sitio entre los hombres.
Optar por los pobres es saber mirarlos de manera especial. No andar por la vida con mirada distraída. Fijarnos en los pequeños, los humillados, los que sobran. Pensar en ellos, estar atentos a esa pobreza inmensa, creciente, vergonzosa de tantos pueblos hundidos en el hambre y la miseria.
Es muy importante mirar la vida desde los pobres. Lo que vemos depende de dónde nos coloquemos. No es lo mismo mirar el mundo desde arriba, desde los intereses de nuestro pueblo o las preocupaciones de nuestra Iglesia, que mirarlo desde abajo, desde las necesidades y sufrimientos de los que no tienen pan ni dignidad.
Es importante también saber escuchar sus gritos de protesta o sus gemidos. Si nadie los escucha, los pobres «desaparecen» y «se evaporan». ¿Quién va a pensar en ellos, por ejemplo, durante las vacaciones de verano, cuando toda Europa se relaja, se divierte y disfruta de su bienestar? Alguien tiene que escuchar su sufrimiento y gritarlo con fuerza en el interior de la Iglesia y de la sociedad.
Cada uno hemos de preguntarnos qué podemos hacer, cómo concretar nuestra responsabilidad, cómo defender la causa de los últimos, cómo concienciarnos más, cómo hacer valer los derechos de los débiles, cómo compartir más lo que tenemos. Podemos engañarnos de muchas maneras, pero todo es inútil. No se puede seguir a Jesús sin optar de manera preferente por los pobres.
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