P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Cuentan que Christian Herter gobernador de Massachussets, estaba haciendo campaña para su reelección. Un día en que ni había desayunado ni comido acudió a una barbacoa para levantar fondos para la campaña.
Se puso en la fila y cuando llegó su turno le sirvieron un trozo de pollo.
-Perdone, señora, pero estoy hambriento.
-Lo siento, señor, pero sólo se da un trozo por persona.
Este señor, habitualmente sencillo y amable, quiso echar todo el peso de su oficio y de su prestigio y le dijo: "Señora, ¿sabe quién soy? Soy el gobernador de este estado".
Y ella le contestó: "Señor, ¿sabe quién soy yo? Soy la encargada del pollo. Siga la fila, señor".
En las relaciones, en los banquetes y en las invitaciones humanas pasaba en tiempo de Jesús lo que pasa hoy. Todos quieren "buscar los primeros puestos"; sentirse importante, darse a conocer, intercambiar tarjetas de visita para conectarse.
Pero lo importante es ser invitado y codearse con la gente importante. El que no es invitado es que no existe socialmente.
"Jesús fue a comer a la casa de uno de los fariseos más importantes".
Jesús era siempre huésped de los pobres, siempre conectado con los marginados, siempre atado a los débiles, pero ocasionalmente, también los hombres importantes lo querían sentar a su mesa: en la mesa con Mateo, en la mesa con Zaqueo, en la mesa con Simón, y hoy en la mesa con un fariseo importante. Y hoy sábado. Después del servicio en la sinagoga, la alegría de la fiesta en torno a la mesa.
Los evangelios no nos dicen el menú de estas comidas. Sí nos dicen siempre el menú de Jesús, su enseñanza, el efecto de su presencia, porque donde Jesús estaba siempre irrumpía la gracia de Dios.
Lucas nos dice que Jesús observaba el comportamiento de las personas y "al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos les dio esta lección:
-los primeros frente a los últimos,
-los que se engrandecen frente a los que se humillan,
-los que son servidos frente a los que sirven,
-los poderosos frente a los humildes.
Jesús, hoy, y en todo el evangelio nos invita a sus hijos a vivir y elegir la difícil virtud de la humildad. La humildad nos coloca en nuestro puesto frente a Dios.
La humildad nos hace reconocer a Dios como el único primero, el único santo, el único bueno, el único Señor.
La humildad nos recuerda nuestra fragilidad, nuestra caducidad y nuestro fin.
La humildad nos hace sentirnos iguales a los hermanos. Nadie es más que nadie. Sólo Dios es más que todos nosotros.
En la sociedad puede haber muchas capas sociales. En el mundo de Dios los últimos son los preferidos y los primeros invitados.
En el mundo de Dios los únicos excluidos, no somos los pecadores, sino los orgullosos, los que se creen justos, los perfectos, los que nada deben a Dios.
El orgullo es la gran barrera que nos separa de Dios.
El orgulloso se hace Dios.
Una frase que Jesús repite muchas veces en su enseñanza es esta de hoy. "El que se eleva será humillado y el que se humilla será elevado".
Jesús, decíamos el domingo pasado no nos manda hacer nada que él no haya hecho primero. Nunca buscó el primer lugar.
Jesús siendo de condición divina, Dios, se hizo humano, hombre.
Jesús siendo dueño de todo, se hizo esclavo.
Jesús siendo el primero se hizo el último, siendo inocente se hizo culpable.
Por humillarse Dios lo enalteció, resucitó y le dio un nombre sobre todo nombre y todos proclaman Jesucristo es Señor.
En esta comida en casa del fariseo importante, Jesús nos dicta la lección de la humildad y la generosidad, invitar a los que no nos pueden invitar y celebrar con los humildes y pecadores el amor y el perdón de Dios y servir el menú de Jesús.
Las comidas humanas. Tiempo de relación, de amistad, de conversar y de gozar. Estar juntos y celebrar la vida familiar y social.
Las comidas eucarísticas. Tiempo de estar con Jesús y con los hermanos en la fe. Tiempo de unificar a los hermanos y de crecer y robustecer la fe en Jesucristo, nuestro anfitrión .
La comida escatológica. Dios será el primero. Todos seremos iguales. No se parecerá en nada a nuestra manera de hacer y celebrar.
Se puso en la fila y cuando llegó su turno le sirvieron un trozo de pollo.
-Perdone, señora, pero estoy hambriento.
-Lo siento, señor, pero sólo se da un trozo por persona.
Este señor, habitualmente sencillo y amable, quiso echar todo el peso de su oficio y de su prestigio y le dijo: "Señora, ¿sabe quién soy? Soy el gobernador de este estado".
Y ella le contestó: "Señor, ¿sabe quién soy yo? Soy la encargada del pollo. Siga la fila, señor".
En las relaciones, en los banquetes y en las invitaciones humanas pasaba en tiempo de Jesús lo que pasa hoy. Todos quieren "buscar los primeros puestos"; sentirse importante, darse a conocer, intercambiar tarjetas de visita para conectarse.
Pero lo importante es ser invitado y codearse con la gente importante. El que no es invitado es que no existe socialmente.
"Jesús fue a comer a la casa de uno de los fariseos más importantes".
Jesús era siempre huésped de los pobres, siempre conectado con los marginados, siempre atado a los débiles, pero ocasionalmente, también los hombres importantes lo querían sentar a su mesa: en la mesa con Mateo, en la mesa con Zaqueo, en la mesa con Simón, y hoy en la mesa con un fariseo importante. Y hoy sábado. Después del servicio en la sinagoga, la alegría de la fiesta en torno a la mesa.
Los evangelios no nos dicen el menú de estas comidas. Sí nos dicen siempre el menú de Jesús, su enseñanza, el efecto de su presencia, porque donde Jesús estaba siempre irrumpía la gracia de Dios.
Lucas nos dice que Jesús observaba el comportamiento de las personas y "al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos les dio esta lección:
-los primeros frente a los últimos,
-los que se engrandecen frente a los que se humillan,
-los que son servidos frente a los que sirven,
-los poderosos frente a los humildes.
Jesús, hoy, y en todo el evangelio nos invita a sus hijos a vivir y elegir la difícil virtud de la humildad. La humildad nos coloca en nuestro puesto frente a Dios.
La humildad nos hace reconocer a Dios como el único primero, el único santo, el único bueno, el único Señor.
La humildad nos recuerda nuestra fragilidad, nuestra caducidad y nuestro fin.
La humildad nos hace sentirnos iguales a los hermanos. Nadie es más que nadie. Sólo Dios es más que todos nosotros.
En la sociedad puede haber muchas capas sociales. En el mundo de Dios los últimos son los preferidos y los primeros invitados.
En el mundo de Dios los únicos excluidos, no somos los pecadores, sino los orgullosos, los que se creen justos, los perfectos, los que nada deben a Dios.
El orgullo es la gran barrera que nos separa de Dios.
El orgulloso se hace Dios.
Una frase que Jesús repite muchas veces en su enseñanza es esta de hoy. "El que se eleva será humillado y el que se humilla será elevado".
Jesús, decíamos el domingo pasado no nos manda hacer nada que él no haya hecho primero. Nunca buscó el primer lugar.
Jesús siendo de condición divina, Dios, se hizo humano, hombre.
Jesús siendo dueño de todo, se hizo esclavo.
Jesús siendo el primero se hizo el último, siendo inocente se hizo culpable.
Por humillarse Dios lo enalteció, resucitó y le dio un nombre sobre todo nombre y todos proclaman Jesucristo es Señor.
En esta comida en casa del fariseo importante, Jesús nos dicta la lección de la humildad y la generosidad, invitar a los que no nos pueden invitar y celebrar con los humildes y pecadores el amor y el perdón de Dios y servir el menú de Jesús.
Las comidas humanas. Tiempo de relación, de amistad, de conversar y de gozar. Estar juntos y celebrar la vida familiar y social.
Las comidas eucarísticas. Tiempo de estar con Jesús y con los hermanos en la fe. Tiempo de unificar a los hermanos y de crecer y robustecer la fe en Jesucristo, nuestro anfitrión .
La comida escatológica. Dios será el primero. Todos seremos iguales. No se parecerá en nada a nuestra manera de hacer y celebrar.
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