Publicado por Mi Vocación
En muchos aspectos estamos todos sumergidos en problemas que carecen de solución, que nos sobrepasan y nos acompañan siempre. Esta realidad no es nueva para nadie, también en tiempos de Jesús muchas personas o familias tenían que hacer frente a realidades difíciles o para las que no se veía solución.
Leyendo el evangelio de San Mateo encontramos el relato de numerosos milagros de Jesús, y todos ellos llegan como una respuesta amorosa de Jesús a quienes le presentan sus problemas, sus dificultades ante la enfermedad o la muerte. Podemos captar el sufrimiento que encierra cada una de esas peticiones: el padre que implora por su hijo, el jefe de familia que suplica a favor de su sirviente. Y es que siempre y en todos los ambientes los problemas nos acompañan cada día. La vida no es un “camino de rosas” para nadie.
Ante el sufrimiento, debemos mantener nuestra confianza en el Dios, el Padre que nos ama y nos conoce. Solo Él sabe cuanto es bueno para cada persona, y aunque no podamos comprenderlo sabemos que nos protege y nos auxilia ante el mal. Jesús trataba a todos aquello que se le acercaban con dulzura, con bondad. Ojala que todos aquellos que nos sabemos de uno u otro modo comprometidos en su seguimiento procuremos ser para aquellos que tenemos cerca y se hallan en una etapa de su vida marcada por el sufrimiento, portadores de dulzura y bondad. Texto: Hna. Carmen Solé.
Leyendo el evangelio de San Mateo encontramos el relato de numerosos milagros de Jesús, y todos ellos llegan como una respuesta amorosa de Jesús a quienes le presentan sus problemas, sus dificultades ante la enfermedad o la muerte. Podemos captar el sufrimiento que encierra cada una de esas peticiones: el padre que implora por su hijo, el jefe de familia que suplica a favor de su sirviente. Y es que siempre y en todos los ambientes los problemas nos acompañan cada día. La vida no es un “camino de rosas” para nadie.
Ante el sufrimiento, debemos mantener nuestra confianza en el Dios, el Padre que nos ama y nos conoce. Solo Él sabe cuanto es bueno para cada persona, y aunque no podamos comprenderlo sabemos que nos protege y nos auxilia ante el mal. Jesús trataba a todos aquello que se le acercaban con dulzura, con bondad. Ojala que todos aquellos que nos sabemos de uno u otro modo comprometidos en su seguimiento procuremos ser para aquellos que tenemos cerca y se hallan en una etapa de su vida marcada por el sufrimiento, portadores de dulzura y bondad. Texto: Hna. Carmen Solé.
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