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domingo, 19 de septiembre de 2010

No pongas una vela a Dios y otra al Dinero (Lc 16, 13)


Publicado por El Blog de X. Pikaza

Ayer he presentado el texto del evangelio entero (Lc 16, 1-13), con la parábola de Jesús (el ecónomo o administrador “injusto”), la reflexión del redactor (alabó el amo al administrador…), los dos comentarios (hacerse amigos con el dinero malo y ser fieles en lo poco) y la conclusión o sentencia final, que sigue siendo escalofriante:

Nadie puede servir a dos señores; pues, o bien, odiará a uno y amará al otro, o se vinculará con uno y despreciará al otro: No podéis servir a Dios y a Mamón (Lc 16, 13).

Todo lo anterior era una preparación, en parte discutible, como la discusión ha mostrado, pues no es fácil interpretar una “parábola”, que es, por principio, un género literario abierto. De todas formas, quedaban claras dos o tres cosas.

a) A Jesús le interesado la “alta política”, es decir, el tema de la administración del dinero, tema que tiene algo (mucho) que ver con Dios. Precisamente “por entrar en esos temas” le han matado.
b) El administrador “injusto” puede servir de “ejemplo” (de parábola) para plantear un tema clave: el de las relaciones humanas, el de “ganar amigos” (o ser amigos).
c) El dinero es algo “pequeño” (es lo poco) pero está internamente relacionado con “lo mucho”, que es el Reino, que es el amor mutuo, que es la humanidad. Si no se es fiel en lo poco (dinero) no se puede ser fiel en lo mucho (el Reino de Dios).

Todo lo anterior (Lc 16, 1-12) le sirve a Lucas (al evangelista) para presentar la gran sentencia de Jesús: No se puede servir a Dios y… al Dinero (en el lugar donde esperábamos que dijera Diablo o Ídolo o Anticristo pone dinero). En otras palabras: no se puede poner una vela a Dios y otra al Dinero. El dinero está ahí, para algo valdrá: pero no se le puede poner una Vela (no se le puede servir)

Tema clave

Toda la vida de Jesús, todo su mensaje y evangelio se centra en este dicho, transmitido también en forma paralela por Mt 6, 24. Hoy quiero comentarlo, siguiendo la palabra de domingo de ayer y situándolo ante la fiesta de la Merced (día 24 IX 2010)…, pues la Merced es, por esencia, la forma de convertir el dinero en Merced, es decir, en regalo de libertad (para la libertad y fraternidad de los hombres). Las preguntas de fondo son éstas:

¿puede ser liberador el dinero?
¿puede "convertirse" en merced, es decir, en signo de gratuidad?
¿hay un Banco de Dios donde el dinero se vuelve sacramento al servicio de la redención y del amor entre los hombres?

Un dicho de Jesús. Dios y Mamón

Es muy difícil aventurar hipótesis históricas, pero todo nos permite suponer que las palabras centrales de ese dicho (no podéis servir a Dios a Mamón o aldinero) forman parte del mensaje de Jesús, pues se ajustan muy bien a su predicación y movimiento. Mamón no es el dinero en sí (como realidad material) sino aquello que el dinero implica y simboliza, dentro de una sociedad mercantilizada, como la que está surgiendo en Galilea.

(a) Antes (en los buenos tiempos simbólicos del principio) las cosas y personas valían por sí mismas, en su realidad concreta, como seres a los que amar, como realidades para alimentar y servir a los hombres.

(b) Ahora, todas ellas, se han convertido en Mamón, dinero absolutizado, Rey universal: todo se compra y se vende, todo se transforma en dinero. Ésta es la novedad que Jesús ha descubierto en la sociedad de Galilea, dominada por el nuevo mercantilismo monetario del imperio romano. En este contexto, Mamón es el dinero absolutizado, que somete a los hombres y les divide, haciendo a unos pobres y a otros ricos.

No se puede servir… (como se sirve-ama a Dios)

Evidentemente, quizá se puede emplear el dinero, como se emplean otras cosas… pero no se puede “servir”, es decir, no se puede convertir el dinero en ídolo absoluto, en un tipo de Dios. (Sobre el valor del dinero, como medio de uso e intercambio… y sobre el riesgo del dinero como Ídolo, capital que se toma como Dios escribió lo suficiente Marx, hace siglo y medio).

Ésta sentencia de Jesús nos sitúa ante la confesión de fe de Israel. Frente a Mamón está Dios, el verdadero Dios de Israel, que es el garante de la vida de los pobres. En este contexto se evoca, de un modo bien claro, el primer mandamiento:

“Escucha, Israel, Yahvé tu Dios es Dios uno (único); amarás a Yahvé…” (Dt 6, 4-5; citado por Jesús en Mc 12, 29-30 par). En el contexto judío (y en la explicación posterior del texto) amar y servir son equivalentes. Frente al amor/servicio de Dios se eleva aquí la gran Idolatría: el servicio al dinero, que constituye la clave de la nueva economía imperial.

La Unidad de Dios… frente al Dinero

Ésta sentencia (no podéis servir a Dios “y” al dinero) es “escatológica”, es decir, nos sitúa ante los últimos tiempos, ante la realidad definitiva. Aquí se elevan frente a frente el Dios Creador (que garantiza la vida de todos los seres) y el Diablo Destructor (que es un demonio “económico”: es decir, el Dinero convertido en algo absoluto, en aquello por lo que vivimos y para lo que vivimos).

Ésta es la lucha final de la historia de los hombres, la revelación apocalíptica: podemos crear (ser recreados por Dios) o podemos destruirnos, quedando en manos del Mamón-Ídolo que nosotros mismos inventamos. Éste es el “golem” de la tradiciones místicas judías, es el “dios” de todas las religiones de mentira. Aquí se sitúa la gran decisión entre la vida y la muerte, entre la humanidad y la des-humanidad.

Un recuerdo de la Celestina

A Calisto, enamorado de Melibea, en la Celestina, le preguntan si cree en Dios, en el Dios cristiano, es decir, si es “cristiano”. Calisto responde:

Melibeo soy
Y a Melibea creo, a Melibea amo, y en Melibea espero.

De manera semejante, a un hombre que “adora” al dinero se le puede preguntar de verdad en qué cree, si es cristiano… y podrá responder, si responde de verdad:

Del dinero soy (del dinero he nacido)
Y en el dinero creo, al dinero amo, en el dinero espero.

Un dicho de la comunidad Q de Galilea

No sabemos cómo fue, no podemos describirla con todos los detalles, pero existió esa comunidad y ha dejado sus huellas en los evangelios de Mateo y Lucas. Fue una comunidad de seguidores de Jesús, que mantuvieron su movimiento y esperanza en Galilea, poniendo de relieve dos rasgos de su mensaje: la necesidad de conversión (ética) y la llegada de los últimos tiempos (escatología). Ellos, los miembros de esta comunidad, transmitieron y recrearon este dicho de Jesús, con la oposición entre Dios y Mamón, interpretándolo como resumen y compendio de su mensaje.

Éstos parecen ser los rasgos que pusieron de relieve:

a. Situaron este dicho en el trasfondo de la gran elección entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte, que aparece en Dt 30, 15: «Mira, pues, yo pongo hoy delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal». Jesús nos pone así ante la elección definitiva, ante el principio de toda moral.

b. Destacaron el sentido del amor y el odio, oponiendo así los dos principios que guían la existencia humana: amar a Dios implica “odiar” aquello que no es Dios. O se ama a Dios y se odia a Mamón o se ama a Mamón y se odia a Dios. Pero hay una gran diferencia: el amor a Dios creador nos permite amar en él a las personas (y a las cosas); por el contrario, el amor de Mamón (que es odio de Dios) nos lleva a destruir a los demás, en un egoísmo de muerte.

Éste fue el principio básico de la teología de la comunidad Q, de los entusiastas galileos, cuyos dichos quedaron fijados en el documento de ese nombre (el Q), del que tomaron gran parte de su material los evangelios de Mateo y Lucas. Todos los cristianos posteriores dependemos de la fidelidad de aquellos primeros cristianos del Q.

Un dicho de Mt 6, 24. El paralelo de Lc 16, 13

El evangelio de Mateo ha recogido este dicho de Jesús (este principio básico de vida de la comunidad Q) en Sermón de la Montaña, en un contexto donde se habla del auténtico tesoro de los hombres y del ojo limpio que saber mirar y ver en la oscuridad del mundo (Mt 6, 19-23), antes de hablar de la superación de los cuidados que nos atan y destruyen en el mundo (Mt 6, 25-34). Allí pone este dicho, en el centro de la “Gran Plaza” de la economía del Reino, como Gran Obelisco, como Monumento y Memoria del Reino. No lo comenta más, lo deja allí, para que todos los lectores de su evangelio vean y comprendan a qué se comprometen al seguir a Cristo.

Como señalado ya, Lucas lo introduce después de haber presentado la parábola del administrador injusto, en medio de un gran “discurso” sobre la pobreza y el dinero (Lc 16-17).

Mamón. La avaricia es la idolatría

La oposición Dios-Mamón nos sitúa en la línea de la controversia anti-idolátrica judía, que aparece, por ejemplo, en Sab 13-15, pero con una diferencia: los muchos ídolos antiguos han venido a centrarse en el ídolo central que es la Mamona, de tal forma que frente al monoteísmo del Dios verdadero (que es gracia creadora) hallamos ahora el mono-idolismo del sistema mercantilista absolutizado (entendido ya como pecado original de la humanidad). Iluminados por esta «revelación» del mal, los cristianos han debido acoger y recrear palabras que provienen del entorno judío, dándoles un nuevo contenido. Éstos son algunos de los textos básicos, que podemos poner al lado de Lc 16, 13 y Mt 6, 24.

«Mortificad vuestros miembros terrenos: fornicación, impureza, pasión, concupiscencia y la avaricia que es idolatría; por ellas llega la ira de Dios sobre los desobedientes» (cf. Col 3, 5).

«Sabed que todo fornicario o impuro o avaricioso, es decir, idólatra no podrá heredar el reino de Cristo y de Dios» (cf. Ef 5, 5).

La avaricia no es el dinero en sí, sino el amor al dinero absolutizado… No es tampoco un vicio interior (como en el Avaro de Milière), sino un vicio “real”, objetivado en forma de sistema. La Iglesia ha tendido a condenar el mosquito de la avaricia individual (como un pequeño vicio, una patología)… pero se ha colado el “camello” de la avaricia del Sistema, que puede ser una Iglesia (que busca la riqueza institucional) o el gran Capitalismo: lo que individualmente sería vicio aparece aquí como “virtud”, la Virtud del Sistema que todo lo consume, todo lo quiere tener.

La avaricia es el pecado

Recordemos que en la tradición israelita la idolatría no era «un pecado», sino «el pecado» por excelencia, la oposición a Dios. Por eso, al decir que la avaricia es la idolatría, se está suponiendo que el deseo de dinero es el ídolo supremo, el antidiós, lo mismo que se decía en Mt 6, 24. Vista así, más que un pecado capital, la avaricia es el pecado originario o central. Así lo suponen los textos citados de Colosenses y Efesios, donde aparece la sentencia clave:
Entendida en sentido radical, desde el fondo judío, desde el mensaje de Jesús, la avaricia es el único pecado básico, el principio de todos los pecados. El dinero al que doran los avaros es Mamón, el anti-dios. Por eso, la avaricia no es un pecado más, sino "el pecado". Todos los demás vienen en un lugar muy posterior, han de entenderse en otro contexto.
La avaricia es un pecado individual (importante)… Pero es sobre todo un pecado social, es la avaricia de un sistema que tiende a multiplicar sus ganancias, a definirse por sus posesiones, en plano social o religioso.

La avaricia puede ser el gran pecado de la Iglesia

En ese contexto es significativa la aportación de 1 Tim 6, 10 que ha recogido elementos de la tradición judía y los aplica a la nueva situación del cristianismo, pues está preocupado por aquellos que convierten el mensaje de Jesús en objeto de mercado. Aquí aparece de nuevo el Dinero-Mamón como Antidios, base de todos los pecados

«Porque el amor al dinero (filarguria)
es la raíz de todos los males: aspirando a la riqueza
muchos se han apartado de la fe
y se han ocasionado a sí mismos muchos sufrimientos» (1 Tim 6, 10).

La misma experiencia evangélica puede volverse fuente de codicia: hay cristianos que buscan el dinero y quieren conseguirlo utilizando para ello el evangelio. La Iglesia se convierte de ese modo en un mercado donde predicadores y ministros, reformadores o tradicionales, buscan la manera de sacar ventaja del mensaje, como nuestro autor ya señalaba.

De nuevo ante el mensaje de Jesús

Teniendo como fondo esa experiencia, podemos volver al mensaje de Jesús entender mejor su antítesis de Dios y la mamona. Parece que Jesús no ha fijado en este campo unas soluciones definitivas, en el nivel de la estructura económico-social, como han puesto de relieve las tensiones y disputas posteriores de la Iglesia. Parece también claro que algunos han tomado al pie de la letra su palabra contra la mamona, renunciando a todas las riquezas y siguiendo un ideal de vida plenamente pobre, como harán los ebionitas; es posible que Sant 4-5 refleje esa tendencia.

Pero, siendo radical, Jesús no fue un fanático en sentido externo: no rechazó el mundo sin más, sino que introdujo dentro de él la gratitud de Dios, para transformarlo en ámbito del Reino. No condenó son más el dinero… sino que puso de relieve el riesgo de “servir” al dinero, de convertir al dinero en Dios.

Conclusión. No podemos poner una vela a Dios y otra al Diablo (al dinero)

Como buen judío, Jesús nos puso ante la gran elección, ante los dos caminos (el del bien y el del mal), y tenemos que escoger:

a) O escogemos a Dios, que es la gracia y el amor de la vida… y en ese caso amaremos a Dios y “nos serviremos del dinero” para las cosas de Dios, es decir, para crear fraternidad.

b) O escogemos al dinero, convertido en Dios de Nuestra Vida, elevado como las Torres Gemelas o como el Gran Banco Universal, al que todos servimos… Servir al dinero es matarnos, destruirnos como humanos…

Por eso, esta palabra de Jesús es una palabra de gran esperanza: Somos algo más que Dinero, no estamos condenados a servir al dinero… podemos amar al Amor, vivir en el amor, que es principio de todo. Por no servir al dinero mataron a Jesús (le estimaron en treinta monedas, muy barato le compraron). Murió por un delito “político”: no servir al Dinero, representado, en sus formas clásicas, por el poder religioso de Caifás y por el poder imperial del César.

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