Si los pobres van al cielo, ¿cómo es que sois tan ricos? ¿por qué os gusta tanto el dinero? Esta es la pregunta que Jesús dirige a los fariseos con la parábola del rico epulón y el pobre Lázaro
SE BURLABAN DE EL
La parábola que comentábamos el domingo pasado, la del administrador, la dirigió Jesús a sus discípulos; los fariseos, que, como era su costumbre, estarían atentos para coger en fallo a Jesús, no encontraron en esta ocasión ninguna herejía; al fin y al cabo los antiguos profetas, que ellos tanto veneraban, habían pronunciado hermosas palabras de consuelo para los pobres. Ellos mismos, en su doctrina, afirmaban que todos los que en esta vida son pobres serán recompensados, por la misericordia de Dios, en la otra vida y ocuparán un lugar de privilegio en el seno de Abrahán. Por esta vez no iban a condenar la predicación del galileo, aunque exageraba mucho y matizaba poco. Porque, ¿no afirmaban los libros sagrados que la riqueza es un premio que Dios concede a sus fieles? (Prov 10,22; 22,4; Job 1,21). Entonces no se puede decir, en sentido estricto, que el dinero sea algo injusto. Pero, por esta vez, pasarían la mano. En este momento seguramente esboza ron una sonrisa burlona («Oyeron todo esto los fariseos, que son amigos del dinero y se burlaban de él»), al tiempo que pensaban cuánto les daría la viuda de turno cuando fueran a rezar con ella por el marido difunto (Lc 20,47): del dicho al hecho... Y seguramente se alegraron porque, por aquel cami no, el fracaso quedaba muy cerca.
Los fariseos, ya entonces, prometían la felicidad eterna a los pobres, siempre que, siendo humildes, no se rebelaran contra su situación; mientras tanto, ellos hacían lo posible por conseguir el dinero aquí, y haciendo alguna obra de cari dad con el dinero conseguido, trataban de asegurarse también la eterna dicha. Ese era su secreto, y ésa, seguramente, la razón de sus burlas ante las palabras de Jesús. A esas burlas, a ese cinismo, responde Jesús con esta parábola; no la dirige a sus discípulos, sino a los fariseos. Por eso hay en ella algunas cosas que quizá nos resultan difíciles de entender...
LAZARO NO ES UN POBRE «CRISTIANO»
Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino, y banqueteaba todos los días espléndidamente. Un pobre llamado Lázaro estaba echado en el portal, cubierto de llagas; habría querido llenarse el estómago con 10 que caía de la mesa del rico... Se murió el pobre y los ángeles lo reclinaron en la mesa al lado de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron.
Pobre cristiano es aquel que renuncia a la riqueza libre mente, por solidaridad y con un objetivo muy concreto: po nerse a trabajar en la construcción de un mundo en el que no haya pobres. Lázaro, sin culpa suya seguramente, se queda pasivo ante su pobreza y ante la de los demás, quizá porque ya no le quedan fuerzas para rebelarse contra su situación o quizá porque lo han engañado diciéndole que siendo pobre agrada al Señor, y que éste lo premiará después de su muerte. No. Lázaro es un «pobre fariseo», víctima de la doctrina farisea. Desgraciado y sometido, que acepta pasivamente su humillación y reconoce con su silencio el derecho de aquel rico a despilfarrar lo que él necesitaba para vivir y que, quizá, desea en su interior ocupar el lugar del rico. Y seguro que haciendo responsable a Dios de la injusticia de la que nacían su pobreza y la riqueza de aquel bribón.
NI ABRAHAN TAMPOCO
El que recibe al pobre en el descanso eterno es Abrahán (Dios no aparece en la parábola). Y la respuesta que da al problema de la pobreza y la riqueza (invertir la situación en la otra vida: «Hijo, recuerda que en la vida te tocó a ti lo bueno y a Lázaro lo malo; por eso ahora éste encuentra con suelo y tú padeces») no es una respuesta cristiana, aunque en ella hay algún elemento que quedará incorporado a la fe de Jesús: que Dios y los que con él se hallan están de parte de los pobres.
Con esta parábola, Jesús resume a los fariseos su propia teoría sobre la pobreza y la riqueza y se la pone ante los ojos... porque su práctica era muy distinta: «Oyeron todo esto los fariseos, que son amigos del dinero... » Si dicen que los pobres van a vivir felices por toda la eternidad, ¿cómo buscan con tanto afán el dinero? ¿No seria rentable pasar unos cuantos años malos a cambio de toda una eternidad feliz?
Ellos no se creen lo que predican, porque silo creyeran actuarían de otra manera muy distinta. Y no es por ignorancia, porque ellos conocen y explican a Moisés y a los Profetas. Los mismos Profetas que en nombre del Dios que intervino en la historia de los hombres para hacer libres en esta vida a un grupo de pobres esclavos- exigieron justicia para los pobres ya en esta vida. No, no creen lo que ellos predican. Y no creerán ni aunque resucite el mismo que dijo: «Dichosos los pobres, porque tenéis a Dios por rey» (Lc 6,20), y «No podéis servir a Dios y al dinero» (Lc 16,13). No, «no se dejarán convencer ni aunque un muerto resucite».
SE BURLABAN DE EL
La parábola que comentábamos el domingo pasado, la del administrador, la dirigió Jesús a sus discípulos; los fariseos, que, como era su costumbre, estarían atentos para coger en fallo a Jesús, no encontraron en esta ocasión ninguna herejía; al fin y al cabo los antiguos profetas, que ellos tanto veneraban, habían pronunciado hermosas palabras de consuelo para los pobres. Ellos mismos, en su doctrina, afirmaban que todos los que en esta vida son pobres serán recompensados, por la misericordia de Dios, en la otra vida y ocuparán un lugar de privilegio en el seno de Abrahán. Por esta vez no iban a condenar la predicación del galileo, aunque exageraba mucho y matizaba poco. Porque, ¿no afirmaban los libros sagrados que la riqueza es un premio que Dios concede a sus fieles? (Prov 10,22; 22,4; Job 1,21). Entonces no se puede decir, en sentido estricto, que el dinero sea algo injusto. Pero, por esta vez, pasarían la mano. En este momento seguramente esboza ron una sonrisa burlona («Oyeron todo esto los fariseos, que son amigos del dinero y se burlaban de él»), al tiempo que pensaban cuánto les daría la viuda de turno cuando fueran a rezar con ella por el marido difunto (Lc 20,47): del dicho al hecho... Y seguramente se alegraron porque, por aquel cami no, el fracaso quedaba muy cerca.
Los fariseos, ya entonces, prometían la felicidad eterna a los pobres, siempre que, siendo humildes, no se rebelaran contra su situación; mientras tanto, ellos hacían lo posible por conseguir el dinero aquí, y haciendo alguna obra de cari dad con el dinero conseguido, trataban de asegurarse también la eterna dicha. Ese era su secreto, y ésa, seguramente, la razón de sus burlas ante las palabras de Jesús. A esas burlas, a ese cinismo, responde Jesús con esta parábola; no la dirige a sus discípulos, sino a los fariseos. Por eso hay en ella algunas cosas que quizá nos resultan difíciles de entender...
LAZARO NO ES UN POBRE «CRISTIANO»
Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino, y banqueteaba todos los días espléndidamente. Un pobre llamado Lázaro estaba echado en el portal, cubierto de llagas; habría querido llenarse el estómago con 10 que caía de la mesa del rico... Se murió el pobre y los ángeles lo reclinaron en la mesa al lado de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron.
Pobre cristiano es aquel que renuncia a la riqueza libre mente, por solidaridad y con un objetivo muy concreto: po nerse a trabajar en la construcción de un mundo en el que no haya pobres. Lázaro, sin culpa suya seguramente, se queda pasivo ante su pobreza y ante la de los demás, quizá porque ya no le quedan fuerzas para rebelarse contra su situación o quizá porque lo han engañado diciéndole que siendo pobre agrada al Señor, y que éste lo premiará después de su muerte. No. Lázaro es un «pobre fariseo», víctima de la doctrina farisea. Desgraciado y sometido, que acepta pasivamente su humillación y reconoce con su silencio el derecho de aquel rico a despilfarrar lo que él necesitaba para vivir y que, quizá, desea en su interior ocupar el lugar del rico. Y seguro que haciendo responsable a Dios de la injusticia de la que nacían su pobreza y la riqueza de aquel bribón.
NI ABRAHAN TAMPOCO
El que recibe al pobre en el descanso eterno es Abrahán (Dios no aparece en la parábola). Y la respuesta que da al problema de la pobreza y la riqueza (invertir la situación en la otra vida: «Hijo, recuerda que en la vida te tocó a ti lo bueno y a Lázaro lo malo; por eso ahora éste encuentra con suelo y tú padeces») no es una respuesta cristiana, aunque en ella hay algún elemento que quedará incorporado a la fe de Jesús: que Dios y los que con él se hallan están de parte de los pobres.
Con esta parábola, Jesús resume a los fariseos su propia teoría sobre la pobreza y la riqueza y se la pone ante los ojos... porque su práctica era muy distinta: «Oyeron todo esto los fariseos, que son amigos del dinero... » Si dicen que los pobres van a vivir felices por toda la eternidad, ¿cómo buscan con tanto afán el dinero? ¿No seria rentable pasar unos cuantos años malos a cambio de toda una eternidad feliz?
Ellos no se creen lo que predican, porque silo creyeran actuarían de otra manera muy distinta. Y no es por ignorancia, porque ellos conocen y explican a Moisés y a los Profetas. Los mismos Profetas que en nombre del Dios que intervino en la historia de los hombres para hacer libres en esta vida a un grupo de pobres esclavos- exigieron justicia para los pobres ya en esta vida. No, no creen lo que ellos predican. Y no creerán ni aunque resucite el mismo que dijo: «Dichosos los pobres, porque tenéis a Dios por rey» (Lc 6,20), y «No podéis servir a Dios y al dinero» (Lc 16,13). No, «no se dejarán convencer ni aunque un muerto resucite».
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