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viernes, 15 de octubre de 2010

Evangelio Misionero del Dia: 16 de Otubre de 2010 - SEMANA XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 8-12

Jesús dijo a sus discípulos:
Les aseguro que aquél que me reconozca abiertamente delante de los hombres, el Hijo del hombre lo reconocerá ante los ángeles de Dios. Pero el que no me reconozca delante de los hombres no será reconocido ante los ángeles de Dios.
Al que diga una palabra contra el Hijo del hombre se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará.
Cuando los lleven ante las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir.

Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL

Ser amigo de Jesús implica ser fiel en el testimonio
“El Espíritu Santo os enseñará
en aquel mismo momento lo que os conviene decir”

“Se puso a decir primeramente a sus discípulos” (12,1a). Después del discurso contra los fariseos y rabinos (Lc 11,37-54; ver los evangelios del martes al jueves), Lucas nos reporta una instrucción sobre el justo comportamiento de los discípulos en el mundo.

La vida de los discípulos está amenazada por muchos peligros externos (la persecución) e internos (la falta de firmeza interior). Por eso tienen que trabajar continuamente su vida interior: “Guardaos de la levadura de los fariseos que es la hipocresía” (12,1b). Esta “levadura de los fariseos” es la que fue denunciada en el discurso anterior: pretender una vida exterior correcta cuando por dentro se va en otra dirección. La hipocresía es contagiosa.

La sabiduría de la vida enseña que a lo largo de la vida, la verdadera naturaleza de las personas no puede permanecer mucho tiempo escondida. Lo que consideramos nuestros grandes secretos, con el tiempo terminan manifestándose: “Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse” (12,2). Por eso no tiene sentido la hipocresía.

Ahora bien, los discípulos –quienes son conocidos como los “amigos de Jesús”- muy pronto serán perseguidos. Pero no deben tener miedo de nada –ni de los enemigos ni del martirio- fuera de Dios, “No temáis… temed más bien a…” (12,4-5), porque él no los abandonará (ver 12,6-7).

Sí, Dios no los abandonará a sus discípulos en la persecución. Esta convicción se remarca en el pasaje que leemos hoy:
(1) el Padre creador los sostendrá así como vela por la vida de sus pajaritos (12,6-7);
(2) el Hijo los respaldará a la hora del juicio final (12,8-9);
(3) El Espíritu Santo los asistirá poniendo en sus labios las palabras que necesitan en el momento del interrogatorio ante el tribunal (12,11-12).

La protección por parte de Dios a los discípulos está acompañado por la manera como él afronta a los perseguidores:
• Quien ve en el Jesús terreno solamente a un hombre y en él ofende al “Hijo del hombre” (=Mesías), esto hasta se le puede perdonar: “A todo el que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará” (12,10ª; ver por ejemplo en el relato de la Pasión: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”; 23,34).
• El problema grave es con aquél que se cierra definitivamente a la acción del Espíritu Santo que se manifiesta en Jesús y en los discípulos, éste estará perdido para siempre: “Al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará” (12,10b).

Sólo hay un “pero”. Si Dios se compromete de esta forma con el discípulo perseguido, entonces se le exige también al discípulo firmeza para no echar atrás: debe “declarar” y no “negar” que es amigo de Jesús (12,8-9).

A través de la confesión de fe de los discípulos, el Espíritu Santo estará siempre dando testimonio de Jesús resucitado, exaltado por el Padre desde los abismos de la muerte, y conduciendo a todo hombre a la salvación. Es el Espíritu Santo quien le da a todos la posibilidad de la conversión y del perdón (ver Hch 2,32-41; 3,12-26 y 5,30-32).

Miremos entonces la nueva consecuencia para el perseguidor: precisamente porque es a través del anuncio apostólico sobre Jesús donde obra el Espíritu Santo, aquél que rechace el “testimonio” de los discípulos no podrá ser perdonado, porque despreció la posibilidad del perdón. Esta es la “blasfemia contra el Espíritu Santo”, la cual lo convierte entonces en “adversario de Dios” (como dice Hch 5,39).


Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Cuáles son las principales enseñanzas de Lc 12,1-12? ¿Cómo se conectan las diversas partes de esta preciosa cartilla de discipulado?

2. ¿Qué respaldo le ofrece Dios al evangelizador? ¿Hay una acción trinitaria en su favor? ¿Qué le espera al perseguidor?

3. ¿Qué se le exige al discípulo? ¿Cómo lo debe hacer?


En Dios no temo
“‘Bienaventurados los que están escritos en el libro de esta vida’.
Mas tú, alma mía, si lo eres, ¿por qué estás triste y me conturbas? (ver Sal 41,12).
Espera en Dios, que aún ahora le confesaré a El mis pecados y sus misericordias,
y de todo junto haré cantar las alabanzas al Salvador mío.
Podrá ser venga algún día, cuando le cante mi gloria (Sal 29,13),
donde ya cesarán todos los miedos.
Más entre tanto, en esperanza y silencio, será mi fortaleza (Is 30,15).
Más quiero vivir y morir en pretender y esperar la vida eterna que poseer todas las criaturas y todos los bienes que se han de acabar.
No me desampares, Señor, porque en ti espero no sea confundida mi esperanza;
sírvate yo siempre y has de mi lo que quieras (Sal 30,1)”
(Santa Teresa de Jesús)

P. Fidel Oñoro, cjm
Centro Bíblico del CELAM

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