Publicado por Acción Católica General
“Imitar a Jesús, ésta es la meta de mi vida, el fin a que tienden todos mis acciones, y pensamientos, el objeto de todos mis votos y deseos. Sin esto no seré un buen sacerdote no trabajaré eficazmente por el bien de los almas. Estudiar a Jesús es mi estudio. Imitar a Jesús. ¡Oh Dios mío, qué profundo sentido contiene esta palabra!” (P. Chevrier).
Le pido a Dios que me ilumine para que comprenda cuanto quiera decirme.
● Recurro a una cruz, me pongo delante. Veo el letrero que está encima de la cruz. Imagino ante el crucifijo lo que me dice el Evangelio de hoy. Escucho las palabras de los ajusticiados con Jesús y sus mismas palabras. Jesús que muerte salvando.
● Jesús rey. Características de su reinado y de su realeza.
● ¿Es mi rey?
● ¿En qué medida coopero en su reinado?
● Le pido ayuda para tenerlo siempre como rey y para que sepa cooperar en su reinado.
● Llamadas.
Oro lo contemplado
“MÁS QUE UN REY CONSTITUCIONAL”
Hay países en los que la forma de gobierno es la monarquía. En Europa las monarquías reinantes son parlamentarias o constitucionales, es decir, el rey ostenta la jefatura del estado, pero los poderes públicos son ejercidos por representantes elegidos por el pueblo. Y todos se encuentran bajo una constitución como ley fundamental que define los derechos y libertades de los ciudadanos y por la que se rigen los poderes e instituciones de la organización política. Esta organización constitucional evita que un gobierno, sea monárquico o no, degenere en tiranía o despotismo, como ha ocurrido a lo largo de la historia.
Hoy nosotros estamos celebrando la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo. Para nosotros, sus seguidores, además del respeto que debemos a nuestro ordenamiento político, por encima de éste, Jesús es nuestro Rey. Un Rey que ejerce su monarquía de un modo peculiar.
En la 1ª lectura hemos escuchado cómo se entendía, al principio, la monarquía en el pueblo de Israel: «todos los ancianos de Israel fueron a Hebrón a ver al rey, y el rey David hizo con ellos un pacto... y ellos ungieron a David como rey de Israel». Se entendía la monarquía como un pacto: el rey se comprometía a dirigir y organizar al pueblo para que no perdiese su identidad por el contacto con los otros pueblos entre quienes habitaba, y por su parte el pueblo obedecía lo que el rey decía porque entendía que estaba puesto por el mismo Dios: «El Señor te ha prometido: “Tú serás el pastor de mi pueblo, Israel, tú serás el jefe de Israel”». Es decir, se aceptaba al rey, pero todos tenían claro que por encima del rey se encontraba Yahvé. Sin embargo, a partir de Salomón, los reyes israelitas, salvo excepciones, se apartaron de Dios y se convirtieron en déspotas y tiranos, ejerciendo el poder a su conveniencia sin tener en cuenta los intereses del pueblo.
En tiempo de Jesús, Herodes era el rey, pero era un rey cruel y además estaba sometido y en connivencia con el poder de Roma. Pero Jesús empieza a anunciar el Reino de Dios, un reino distinto a lo que hasta ahora se había conocido, y comienza a realizar signos que muestren que ese Reino ya ha llegado. El pueblo reacciona e intenta nombrar rey a Jesús, pero «se dio cuenta de que pretendían proclamarlo rey y entonces se retiró al monte, él solo» (Jn 6, 15).
Porque efectivamente Jesús es Rey, como hemos escuchado en la 2ª lectura: «Dios Padre... nos ha trasladado al reino de su Hijo querido. Jesús es Rey porque por medio de Él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles... Él es la cabeza del cuerpo: de la Iglesia... Él es el primero en todo». Pero Jesús no utiliza su poder para tiranizar, sino para servir; Jesús reina e inicia su Reino entre nosotros “despojándose de su rango y tomando la condición de esclavo...”, lo que le traerá como consecuencia que tenga que “someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz” (cfr. Flp 2, 6ss), entre la burla y el desprecio por pretender ser un Rey diferente. Así lo hemos escuchado en el Evangelio: «Se burlaban de él también los soldados...: Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: Éste es el rey de los judíos».
Pero es precisamente en la cruz donde la realeza de Jesús queda más patente y diferenciada de los otros “reyes”, una realeza fundamentada en el amor y el perdón, como reconoce uno de los malhechores: «éste no ha faltado en nada... Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino». Jesús es el Rey que realmente quiere el bien de su pueblo, y nos invita a todos a su Reino, “un reino eterno y universal, de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, el amor y la paz” (Prefacio).
Finalizando el año litúrgico, podemos preguntarnos: ¿Ha sido Jesús mi Rey durante estos meses? ¿Acepto la realeza de Jesús como servicio, amor y entrega? ¿Me comporto como un buen ciudadano de su Reino, procuro hacer vida las actitudes que lo caracterizan?
Nos disponemos a iniciar un nuevo año litúrgico. Que la fiesta de hoy nos ayude a tener a Jesús como Rey y a manifestarlo en nuestro actuar, sirviéndole por amor, de modo que vayamos haciendo realidad su Reinado y Él pueda ser reconocido como el verdadero Rey del Universo.
Le pido a Dios que me ilumine para que comprenda cuanto quiera decirme.
● Recurro a una cruz, me pongo delante. Veo el letrero que está encima de la cruz. Imagino ante el crucifijo lo que me dice el Evangelio de hoy. Escucho las palabras de los ajusticiados con Jesús y sus mismas palabras. Jesús que muerte salvando.
● Jesús rey. Características de su reinado y de su realeza.
● ¿Es mi rey?
● ¿En qué medida coopero en su reinado?
● Le pido ayuda para tenerlo siempre como rey y para que sepa cooperar en su reinado.
● Llamadas.
Oro lo contemplado
“MÁS QUE UN REY CONSTITUCIONAL”
VER
Hay países en los que la forma de gobierno es la monarquía. En Europa las monarquías reinantes son parlamentarias o constitucionales, es decir, el rey ostenta la jefatura del estado, pero los poderes públicos son ejercidos por representantes elegidos por el pueblo. Y todos se encuentran bajo una constitución como ley fundamental que define los derechos y libertades de los ciudadanos y por la que se rigen los poderes e instituciones de la organización política. Esta organización constitucional evita que un gobierno, sea monárquico o no, degenere en tiranía o despotismo, como ha ocurrido a lo largo de la historia.
JUZGAR
Hoy nosotros estamos celebrando la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo. Para nosotros, sus seguidores, además del respeto que debemos a nuestro ordenamiento político, por encima de éste, Jesús es nuestro Rey. Un Rey que ejerce su monarquía de un modo peculiar.
En la 1ª lectura hemos escuchado cómo se entendía, al principio, la monarquía en el pueblo de Israel: «todos los ancianos de Israel fueron a Hebrón a ver al rey, y el rey David hizo con ellos un pacto... y ellos ungieron a David como rey de Israel». Se entendía la monarquía como un pacto: el rey se comprometía a dirigir y organizar al pueblo para que no perdiese su identidad por el contacto con los otros pueblos entre quienes habitaba, y por su parte el pueblo obedecía lo que el rey decía porque entendía que estaba puesto por el mismo Dios: «El Señor te ha prometido: “Tú serás el pastor de mi pueblo, Israel, tú serás el jefe de Israel”». Es decir, se aceptaba al rey, pero todos tenían claro que por encima del rey se encontraba Yahvé. Sin embargo, a partir de Salomón, los reyes israelitas, salvo excepciones, se apartaron de Dios y se convirtieron en déspotas y tiranos, ejerciendo el poder a su conveniencia sin tener en cuenta los intereses del pueblo.
En tiempo de Jesús, Herodes era el rey, pero era un rey cruel y además estaba sometido y en connivencia con el poder de Roma. Pero Jesús empieza a anunciar el Reino de Dios, un reino distinto a lo que hasta ahora se había conocido, y comienza a realizar signos que muestren que ese Reino ya ha llegado. El pueblo reacciona e intenta nombrar rey a Jesús, pero «se dio cuenta de que pretendían proclamarlo rey y entonces se retiró al monte, él solo» (Jn 6, 15).
Porque efectivamente Jesús es Rey, como hemos escuchado en la 2ª lectura: «Dios Padre... nos ha trasladado al reino de su Hijo querido. Jesús es Rey porque por medio de Él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles... Él es la cabeza del cuerpo: de la Iglesia... Él es el primero en todo». Pero Jesús no utiliza su poder para tiranizar, sino para servir; Jesús reina e inicia su Reino entre nosotros “despojándose de su rango y tomando la condición de esclavo...”, lo que le traerá como consecuencia que tenga que “someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz” (cfr. Flp 2, 6ss), entre la burla y el desprecio por pretender ser un Rey diferente. Así lo hemos escuchado en el Evangelio: «Se burlaban de él también los soldados...: Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: Éste es el rey de los judíos».
Pero es precisamente en la cruz donde la realeza de Jesús queda más patente y diferenciada de los otros “reyes”, una realeza fundamentada en el amor y el perdón, como reconoce uno de los malhechores: «éste no ha faltado en nada... Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino». Jesús es el Rey que realmente quiere el bien de su pueblo, y nos invita a todos a su Reino, “un reino eterno y universal, de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, el amor y la paz” (Prefacio).
ACTUAR
Finalizando el año litúrgico, podemos preguntarnos: ¿Ha sido Jesús mi Rey durante estos meses? ¿Acepto la realeza de Jesús como servicio, amor y entrega? ¿Me comporto como un buen ciudadano de su Reino, procuro hacer vida las actitudes que lo caracterizan?
Nos disponemos a iniciar un nuevo año litúrgico. Que la fiesta de hoy nos ayude a tener a Jesús como Rey y a manifestarlo en nuestro actuar, sirviéndole por amor, de modo que vayamos haciendo realidad su Reinado y Él pueda ser reconocido como el verdadero Rey del Universo.





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