Comenzamos el Adviento, que abre el nuevo año litúrgico. En la segunda lectura dice Pablo que “la noche está avanzada, el día se echa encima”, lo cual, cuando se escucha en Murmansk, suena un tanto irónico. Llegué aquí el martes, y los días se acortan a ojos vistas, ahora tenemos unas tres horas de luz, “la noche se echa encima”. Será por eso, será porque estamos quinientos kilómetros por encima del círculo polar y hay menos oxígeno, el caso es que más que frío (y eso que hemos llegado a los – 22º), aquí lo que hace es sueño. Hay que combatir continuamente los deseos de dormir que nos asaltan sin darnos tregua… Habrá que irse habituando, pues voy a venir una semana al mes para estar con Juan, mientras encontramos a un misionero de raza que se decida a reforzar esta misión de frontera: no sólo por el círculo polar o las próximas fronteras de Finlandia y Noruega, sino también porque estamos en la frontera con la ortodoxia, el otro pulmón con el que, al decir de Juan Pablo II, tiene que respirar la Iglesia.
Otra frontera que aquí tiene mucha actualidad es la de la solidaridad y la justicia, pues nuestros parroquianos y muchas otras personas viven en condiciones de gran estrechez, sea en sentido estrictamente económico, sea por otros problemas, como el alcoholismo de familiares, la debilidad de la misma familia, etc. También en la relación con la cultura hay mucho que hacer. Y aquí, a Dios gracias las posibilidades son grandes. Hay muchos deseos de comunicación, lo que se entiende, por la gran distancia de los grandes centros. Hoy he estado en la Universidad de Humanidades en un encuentro con profesores y alumnos, en el que hemos dialogado sobre cuestiones de identidad cultural, filosofía (española y rusa), diálogo entre culturas, etc. Esta pequeña parroquia es realmente una plataforma con inmensas posibilidades.
Juan ha conseguido crear aquí una comunidad cristiana extraordinariamente viva y cálida, que compensa con creces las gélidas temperaturas. Confiamos que la espera de ese claretiano de refuerzo no sea como la espera de Godó; sería una lástima que si no se encontrara tuviéramos que acabar dejando esta avanzada misionera, en la que hemos visto nacer la comunidad católica de la nada, a base de trabajo y sacrificio; dejaríamos además de cumplir las palabras proféticas del P. Claret que una vez escribió: “Inflamados por el fuego del Espíritu Santo, los misioneros apostólicos han llegado, llegan y llegarán hasta los confines del mundo, desde uno y otro polo, para anunciar la palabra divina”. De hecho, ya estamos en este polo norte (también hay claretianos cerca del polo sur, también argentinos). Y la Palabra se va extendiendo: mañana nos vamos a Apatity, a 200 kms al sur, en donde se reúne una pequeña comunidad católica (unos 25 fieles) y a la que visitamos cada quince días. Y ya hay perspectivas de ir creando otras comunidades similares en Níquel, Kadalasha, Menchogorsk… Demasiado para uno solo.
Pero, en lo que respecta a nosotros, no perdemos la esperanza: la de encontrar a un misionero apostólico inflamado del fuego del Espíritu, que no le tenga miedo ni al frío (¡es fuego!) ni a la lengua (es un fuego que nos hace hablar en lenguas). Mientras tanto seguiré viniendo cada mes para atemperar la soledad de este misionerazo lleno de Espíritu y fuego que es Juan. También irán viniendo de modo más esporádico Alejandro Carbajo y Mariano Sedano, los otros dos claretianos de San Petersburgo. La verdad es que si finalmente aparece ese otro claretiano que refuerce esta misión procuraré seguir viniendo regularmente, porque esta comunidad cristiana te alimenta el alma.
La esperanza es el tema, el ambiente, el aire del Adviento. Ante las muchas carencias que sentimos en la vida (yo he expuesto algunas de las nuestras), es claro que empezamos este camino que conduce a Belén llenos de esperanza. Aunque nos adentramos en la noche polar, sentimos la verdad de las palabras de Pablo: la noche está avanzada, el día se echa encima, pues asoma en el horizonte el Sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
Un abrazo a todos,
Otra frontera que aquí tiene mucha actualidad es la de la solidaridad y la justicia, pues nuestros parroquianos y muchas otras personas viven en condiciones de gran estrechez, sea en sentido estrictamente económico, sea por otros problemas, como el alcoholismo de familiares, la debilidad de la misma familia, etc. También en la relación con la cultura hay mucho que hacer. Y aquí, a Dios gracias las posibilidades son grandes. Hay muchos deseos de comunicación, lo que se entiende, por la gran distancia de los grandes centros. Hoy he estado en la Universidad de Humanidades en un encuentro con profesores y alumnos, en el que hemos dialogado sobre cuestiones de identidad cultural, filosofía (española y rusa), diálogo entre culturas, etc. Esta pequeña parroquia es realmente una plataforma con inmensas posibilidades.
Juan ha conseguido crear aquí una comunidad cristiana extraordinariamente viva y cálida, que compensa con creces las gélidas temperaturas. Confiamos que la espera de ese claretiano de refuerzo no sea como la espera de Godó; sería una lástima que si no se encontrara tuviéramos que acabar dejando esta avanzada misionera, en la que hemos visto nacer la comunidad católica de la nada, a base de trabajo y sacrificio; dejaríamos además de cumplir las palabras proféticas del P. Claret que una vez escribió: “Inflamados por el fuego del Espíritu Santo, los misioneros apostólicos han llegado, llegan y llegarán hasta los confines del mundo, desde uno y otro polo, para anunciar la palabra divina”. De hecho, ya estamos en este polo norte (también hay claretianos cerca del polo sur, también argentinos). Y la Palabra se va extendiendo: mañana nos vamos a Apatity, a 200 kms al sur, en donde se reúne una pequeña comunidad católica (unos 25 fieles) y a la que visitamos cada quince días. Y ya hay perspectivas de ir creando otras comunidades similares en Níquel, Kadalasha, Menchogorsk… Demasiado para uno solo.
Pero, en lo que respecta a nosotros, no perdemos la esperanza: la de encontrar a un misionero apostólico inflamado del fuego del Espíritu, que no le tenga miedo ni al frío (¡es fuego!) ni a la lengua (es un fuego que nos hace hablar en lenguas). Mientras tanto seguiré viniendo cada mes para atemperar la soledad de este misionerazo lleno de Espíritu y fuego que es Juan. También irán viniendo de modo más esporádico Alejandro Carbajo y Mariano Sedano, los otros dos claretianos de San Petersburgo. La verdad es que si finalmente aparece ese otro claretiano que refuerce esta misión procuraré seguir viniendo regularmente, porque esta comunidad cristiana te alimenta el alma.
La esperanza es el tema, el ambiente, el aire del Adviento. Ante las muchas carencias que sentimos en la vida (yo he expuesto algunas de las nuestras), es claro que empezamos este camino que conduce a Belén llenos de esperanza. Aunque nos adentramos en la noche polar, sentimos la verdad de las palabras de Pablo: la noche está avanzada, el día se echa encima, pues asoma en el horizonte el Sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
Un abrazo a todos,
No hay comentarios:
Publicar un comentario