Por Jesús Peláez
Cuando un gran personaje (un jefe de Estado o de Gobierno, el Papa, un artista famoso) viaja a cualquier país, se prepara todo desde mucho tiempo antes: itinerarios, discursos, comidas, homenajes, gestos...
Adviento significa venida: en este tiempo, esperamos la llegada de alguien muy importante, mucho más que cualquier artista, que cualquier gobernante, que el mismo Papa...
¿Cómo nos estamos preparando?
¡ Qué duro y qué terrible era Juan Bautista! ¡Gamada de víboras!, ... castigo inminente..., hoguera que no se apaga... Parece como si más que atraer a la gente quisiera espantarla. ¿ Verdad que resulta un poco exagerado?
Sí, hay que reconocerlo: el Bautista, en algunas cosas, se pasa. Pero en otras lleva toda la razón.
Se pasa, o mejor, no llega, al hablar de Dios y de su inmi nente intervención en la historia de los hombres. Porque la idea que Juan tiene del modo de ser de Dios quedará definiti vamente anticuada cuando Jesús explique cómo es el Padre. Hablaremos de eso en el siguiente comentarlo.
Pero si al hablar de un Dios amenazador y terrible (Mt 3, 10-12; Lc 3,9.17) se equivoca, en lo que acierta al ciento por ciento es al exigir sinceridad y seriedad a quienes, interesados por su mensaje, se acercan a él: dad el fruto que corresponde al arrepentimiento.
YA ESTA CERCA...
Juan anunciaba la cercanía del reinado de Dios: «Enmen daos, que está cerca el reinado de Dios». Era ésta una vieja esperanza del pueblo de Israel, que aguardaba que Dios resta bleciera la justicia en la sociedad israelita y en sus instituciones y devolviera a su nación su antiguo esplendor.
Por eso las gentes del pueblo responden a su anuncio ma sivamente y se preparan para la ya próxima intervención de Dios confesando sus pecados y bautizándose. Este bautismo era señal de que estaban dispuestos a enmendar su comporta miento, de que estaban decididos a romper totalmente con la injusticia.
También se acercaron al Jordán unos individuos que pro vocaron la ira de Juan: unos saduceos y fariseos que preten dían bautizarse como los demás. Estos pertenecían a dos par tidos opuestos entre sí pero unidos por un hecho: compartían el poder y, cada grupo a su manera, dominaban y explotaban al pueblo. Y por la reacción de Juan ante su presencia, no pa rece que estuvieran muy dispuestos a cambiar de actitud. Por eso Juan les plantea una clara exigencia: «dad el fruto que corresponde al arrepentimiento». Les está pidiendo simple mente que sean sinceros, que no intenten engañarle a él y a la gente, que no pretendan burlarse de Dios. Ellos, responsables en gran parte del desorden establecido, de la injusticia legali zada y de la explotación y opresión de los pobres... ¡ se atreven a presentarse aparentando que también ellos vibran con la mis ma esperanza del pueblo que soporta sus injusticias! No. Para
prepararse a los acontecimientos que se acercan no basta con un gesto exterior: es menester dar frutos que demuestren que de hecho el arrepentimiento es sincero; es necesario abando nar la injusticia y adoptar un nuevo modo de actuar.
... CERCA TAMBIEN PARA NOSOTROS
Jesús de Nazaret sale constantemente a nuestro encuentro. Para nosotros la cercanía del reinado de Dios es un hecho per manente. La celebración del Adviento y de la Navidad no es un puro recuerdo histórico ni una simple celebración tradicio nal. Es una invitación a prepararnos para que Jesús entre defi nitivamente en nuestra vida y en nuestra historia.
Y tampoco a nosotros nos basta con algunos gestos exter nos. Para que nuestro encuentro con Jesús pueda realizarse es condición indispensable que ni practiquemos nosotros la injus ticia ni seamos cómplices de la injusticia del sistema.
¿Cómo nos estamos preparando?
Adviento significa venida: en este tiempo, esperamos la llegada de alguien muy importante, mucho más que cualquier artista, que cualquier gobernante, que el mismo Papa...
¿Cómo nos estamos preparando?
¿SE PASA..., O NO LLEGA?
¡ Qué duro y qué terrible era Juan Bautista! ¡Gamada de víboras!, ... castigo inminente..., hoguera que no se apaga... Parece como si más que atraer a la gente quisiera espantarla. ¿ Verdad que resulta un poco exagerado?
Sí, hay que reconocerlo: el Bautista, en algunas cosas, se pasa. Pero en otras lleva toda la razón.
Se pasa, o mejor, no llega, al hablar de Dios y de su inmi nente intervención en la historia de los hombres. Porque la idea que Juan tiene del modo de ser de Dios quedará definiti vamente anticuada cuando Jesús explique cómo es el Padre. Hablaremos de eso en el siguiente comentarlo.
Pero si al hablar de un Dios amenazador y terrible (Mt 3, 10-12; Lc 3,9.17) se equivoca, en lo que acierta al ciento por ciento es al exigir sinceridad y seriedad a quienes, interesados por su mensaje, se acercan a él: dad el fruto que corresponde al arrepentimiento.
YA ESTA CERCA...
Juan anunciaba la cercanía del reinado de Dios: «Enmen daos, que está cerca el reinado de Dios». Era ésta una vieja esperanza del pueblo de Israel, que aguardaba que Dios resta bleciera la justicia en la sociedad israelita y en sus instituciones y devolviera a su nación su antiguo esplendor.
Por eso las gentes del pueblo responden a su anuncio ma sivamente y se preparan para la ya próxima intervención de Dios confesando sus pecados y bautizándose. Este bautismo era señal de que estaban dispuestos a enmendar su comporta miento, de que estaban decididos a romper totalmente con la injusticia.
También se acercaron al Jordán unos individuos que pro vocaron la ira de Juan: unos saduceos y fariseos que preten dían bautizarse como los demás. Estos pertenecían a dos par tidos opuestos entre sí pero unidos por un hecho: compartían el poder y, cada grupo a su manera, dominaban y explotaban al pueblo. Y por la reacción de Juan ante su presencia, no pa rece que estuvieran muy dispuestos a cambiar de actitud. Por eso Juan les plantea una clara exigencia: «dad el fruto que corresponde al arrepentimiento». Les está pidiendo simple mente que sean sinceros, que no intenten engañarle a él y a la gente, que no pretendan burlarse de Dios. Ellos, responsables en gran parte del desorden establecido, de la injusticia legali zada y de la explotación y opresión de los pobres... ¡ se atreven a presentarse aparentando que también ellos vibran con la mis ma esperanza del pueblo que soporta sus injusticias! No. Para
prepararse a los acontecimientos que se acercan no basta con un gesto exterior: es menester dar frutos que demuestren que de hecho el arrepentimiento es sincero; es necesario abando nar la injusticia y adoptar un nuevo modo de actuar.
... CERCA TAMBIEN PARA NOSOTROS
Jesús de Nazaret sale constantemente a nuestro encuentro. Para nosotros la cercanía del reinado de Dios es un hecho per manente. La celebración del Adviento y de la Navidad no es un puro recuerdo histórico ni una simple celebración tradicio nal. Es una invitación a prepararnos para que Jesús entre defi nitivamente en nuestra vida y en nuestra historia.
Y tampoco a nosotros nos basta con algunos gestos exter nos. Para que nuestro encuentro con Jesús pueda realizarse es condición indispensable que ni practiquemos nosotros la injus ticia ni seamos cómplices de la injusticia del sistema.
¿Cómo nos estamos preparando?
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