Publicado por Servicios Koinonía
Is 11,1-10: Juzgará a los pobres con justicia
Salmo 71: Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente.
Rom 15,4-9: Cristo salva a todos los hombres
Mt 3,1-12: Arrepiéntanse, que está cerca el reino de los cielos
La primera lectura, de Isaías, es uno de esos varios preciosos textos de Isaías, y de los profetas bíblicos en general, que nos «describen» la utopía bíblica. Por definición, la u-topía «no tiene lugar», no se la puede encontrar, todavía no se ha concretado en ningún sitio, no existe... y en ese sentido tampoco se puede describir cómo es. Pero si hablamos de la utopía -y si incluso soñamos con ella- es porque sí tiene alguna forma de existencia. No existe concretamente... «todavía». Como decía Ernst Bloch, no sólo existe lo que es, sino lo que no-es-todavía (el “noch nicht Sein”). No es, pero puede ser, quiere ser, y como podemos comprobar de tantas maneras, lucha por llegar a ser.
El pensamiento utópico, es un componente esencial del judeocristianismo. No lo es de otras religiones, incluidas las grandes religiones. No hay sólo un tipo de religiosidad. Podemos encontrar varias corrientes en las religiones (neolíticas, de los últimos cinco mil años). Unas experimentan lo sagrado sobre todo en la conciencia (el pensamiento silencioso, la experiencia de la iluminación, de la no dualidad...), otras lo experimentan en la naturaleza, en la experiencia cósmica... Las religiones abrahámicas, por su parte, experimentan lo sagrado en la historia, a través del llamado de una Utopía de Amor-Justicia.
Es el ADN de nuestra religión. Todo lo demás (doctrina, moral, liturgia, institución eclesiástica...) se suma, reviste, completa... pero la esencia de la religiosidad abrahámica es esa fuerza de la experiencia espiritual mediante el llamado de la Utopía del Amor-Justicia. Que, por ser “amor-justicia”, obviamente, siempre estará de parte de los pobres, de los “injusticiados”, en cualquier nivel o tipo de injusticia (económica, cultural, racial, de género...).
Los profetas, Isaías en el caso de lalectura de hoy, «describe» la Utopía, o «cuenta el sueño» que le anima: un mundo amorizado, fraterno, sin injusticia, sin injusticiados, en armonía incluso con la naturaleza... La Utopía fue tomando en Israel el nombre de «reinado de Dios»: cuando Dios reina el mundo se transforma, la injusticia se convierte en justicia, el pecado en perdón, el odio en amor... las relaciones humanas descompuestas se recomponen en una red de amor y solidaridad. El conocido estribillo del canto del salmo 71 (el de la liturgia de este domingo) lo dice magistralmente: «Tu Reino es Vida, tu Reino es Verdad, tu Reino es Justicia, tu Reino es Paz, tu Reino es Gracia, tu Reino es Amor». Donde Dios está presente y «reina», es decir, donde se hacen las cosas «como Dios manda», allí hay Vida, Verdad, Justicia, Paz, Gracia y Amor. Por eso hay que clamar con el estribillo cantado de ese salmo: «Venga a nosotros tu Reino, Señor». No hay sueño ni utopía más grande, aunque esté tan lejana.
El adviento es, por antonomasia, el tiempo litúrgico de la esperanza. Y la esperanza es la «virtud» (la virtus, la fuerza) de la Utopía, la fuerza que la Utopía provoca, crea en nosotros para esperar contra toda esperanza. Adviento es por eso un tiempo adecuado para reflexionar sobre esta dimensión utópica esencial del cristianismo, y un tiempo para examinar si con el paso del tiempo nuestro cristianismo tal vez olvidó su esencia, tal vez arrincónó tanto la utopía como la esperanza.
El evangelio de Mateo nos presenta a Juan Bautista pidiendo a sus coetáneos la conversión, «porque el reinado de Dios [“de los cielos” dirá Mateo con un pudor reverencial judío] está cerca». En aquellos tiempos de mentalidad apocalíptica, la propensión a imaginar futuras irrupciones del cielo o del infierno servía para mover a las masas. Hoy, con una visión radicalmente distinta sobre la plausibilidad de tales expectativas apocalípticas, la argumentación de Juan Bautista ya no sirve, resulta increíble para la mayor parte de nuestros contemporáneos. No es que hayamos de cambiar (que hayamos de convertirnos) «porque el reino de Dios está cerca», sino exactamente al revés: el Reino de Dios puede estar cerca porque (y en la medida en que) decidimos cambiar nosotros (nos convirtimos) y con ello cambiamos este mundo... Ya no estamos en tiempos de apocalipsis (una irrupción venida de fuera y de arriba), sino de praxis histórica (una transformación venida de abajo y de dentro). El reinado de Dios -la Utopía -por decirlo con un lenguaje más amplio- no es ni puede ser objeto de «espera» (algo que sucederá al margen de nosotros), sino de «esperanza» (la desinencia «anza» expresa ese matiz de actividad endógena), es decir, de esa actitud que consiste en «desear provocando», desear ardientemente una realidad todavía «u-tópica», tratando de hacerla «tópica», presente en el «topos», en el lugar, aquí y ahora, en la Tierra presente, no en el cielo futuro.
Insistimos: otras religiosidades discurren por otra experiencia de lo sagrado -y ello no es malo, es muy bueno, y es muestra de la pluriformidad de la religiosidad-, pero la vivencia espiritual específicamente cristiana es esta esperanza activa histórico-utópica. En este Adviento podríamos hacer de esto una materia de reflexión y examen.
Por cierto, la segunda lectura, de la carta a los romanos, coincide curiosamente con este mismo enfoque esencial: «Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza»... Mantener la «esperanza», mantener esa tensión de compromiso histórico-utópico es el objetivo de las Escrituras (por cierto, «de todas las Escrituras», no sólo de la Biblia...). Es decir: las Escrituras fueron escritas para eso. No para fines piadosos, para fines estrictamente transcendentes o sobrenaturales... sino «para mantenernos en la esperanza», por tanto, para comprmeternos en la historia, para encontrar lo divino en lo humano, el Futuro absoluto en el futuro histórico. Cualquier utilización bíblica que nos encierre en la misma Bíblia, nos separe de la vida o nos haga olvidar el compromiso histórico de construir apasionadamente la Utopía en esta tierra, será un uso malversado -o incluso perverso- de la Biblia.
El evangelio de hoy es dramatizado en varios capítulos de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil. Son los capítulos 2, 3 y 6. El guión -y su comentario- del capítulo 2 puede ser tomado de aquí: http://www.untaljesus.net/texesp.php?id=1100002
Puede ser escuchado aquí: http://www.untaljesus.net/audios/cap02b.mp3
Los guiones, comentarios y audios de los demás capítulos pueden ser encontrados en www.untaljesus.net
Para la revisión de vida
- ¿Soy persona de Utopía? ¿Vibro por ella? ¿Puedo decir que mi vida es un «vivir y luchar por la Causa (Utopía) que Jesús nos comunicó? ¿He llegado a descubrir y vivir el cristianismo como «militancia» histórica, como construcción de un Mundo Nuevo?
Juan es la antítesis de la sociedad de su tiempo; es decir, no se amoldó cómodamente a las maneras de ser y de pensar de sus contemporáneos. ¿Cómo me comporto yo en el ambiente en que vivo? ¿Hay algo de anuncio-denuncia en mi manera de ser y de transmitir el mensaje?
Para la reunión de grupo
- Recoger, reunir los pasajes bíblicos más importantes que parecen describir el mundo de la Utopía. Comentar tras su lectura.
- Nos sirve hoy la manera de argumentar de la predicación de Juan Bautista? ¿Por qué no?
- Recordar el canto del salmo 71 (de Juan Antonio Manzano), y su estribillo: «Tu Reino es Vida, tu Reino es Verdad, tu Reino es Justicia, tu Reino es Paz, tu Reino es Gracia, tu Reino es Amor. ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!». ¿Por qué ese estribillo es una de las mejores síntesis del mensaje cristiano y de su Utopía? Aprenderse ese estribillo como una definición muy práctica y asequible del Reinado de Dios.
Para la oración de los fieles
- Por nuestros grupos y comunidades células de la Iglesia, para que fieles a la misión que nos corresponde seamos capaces de anunciar valientemente el evangelio en todos los lugares.
- Por los que trabajan por la paz, la justicia y la prosperidad: para que descubran en su empeño el proyecto de Dios revelado en Jesús.
- Por las comunidades cristianas de todas las confesiones: para que nos preparaos a la conmemoración de la venida de nuestro salvador con obras de amor, justicia y de paz.
- Por todos nosotros para que este tiempo de adviento haga resonar en nuestros corazones las palabras de Juan que nos preparen de verdad a celebrar la llegada de Jesús.
Oración comunitaria
Dios Padre-Madre que nos entregas todo tu amor; haz que nuestras palabras y obras muestren siempre nuestra disposición al amor y la reconciliación; aleja de nosotros toda actitud de discordia, egoísmo y violencia, y haz que el encuentro que hoy celebramos nos fortalezca en la construcción de la Utopía del “otro mundo posible” que tú nos propones ayudarte a crear. Nosotros te lo pedimos por Jesús de Nazaret, hijo tuyo, hermano mayor nuestro. Amén.
Oh Fuerza Misteriosa que animas este proceso bio-cósmico, en el que nos sentimos inmersos sin comprenderlo ni terminar dejarnos transformar por él. Nos entregamos a Ti, Misterio de atracción irresistible, que del caos has originado este cosmos, con esa flecha meta-histórica que todo lo arrastra y lo lleva hacia adelante, también en nuestra propia vida, como en todo lo existente... Haz que nos sintamos cada vez más atraídos por Ti, Fuerza que todo lo atraes, y dejemos pasar esa Fuerza a través nuestro, para que asumida y multiplicada, siga transformando toda la realidad, esa Fuerza que eres Tú misma, que todo lo crea y lo recrea. Amén.
Salmo 71: Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente.
Rom 15,4-9: Cristo salva a todos los hombres
Mt 3,1-12: Arrepiéntanse, que está cerca el reino de los cielos
La primera lectura, de Isaías, es uno de esos varios preciosos textos de Isaías, y de los profetas bíblicos en general, que nos «describen» la utopía bíblica. Por definición, la u-topía «no tiene lugar», no se la puede encontrar, todavía no se ha concretado en ningún sitio, no existe... y en ese sentido tampoco se puede describir cómo es. Pero si hablamos de la utopía -y si incluso soñamos con ella- es porque sí tiene alguna forma de existencia. No existe concretamente... «todavía». Como decía Ernst Bloch, no sólo existe lo que es, sino lo que no-es-todavía (el “noch nicht Sein”). No es, pero puede ser, quiere ser, y como podemos comprobar de tantas maneras, lucha por llegar a ser.
El pensamiento utópico, es un componente esencial del judeocristianismo. No lo es de otras religiones, incluidas las grandes religiones. No hay sólo un tipo de religiosidad. Podemos encontrar varias corrientes en las religiones (neolíticas, de los últimos cinco mil años). Unas experimentan lo sagrado sobre todo en la conciencia (el pensamiento silencioso, la experiencia de la iluminación, de la no dualidad...), otras lo experimentan en la naturaleza, en la experiencia cósmica... Las religiones abrahámicas, por su parte, experimentan lo sagrado en la historia, a través del llamado de una Utopía de Amor-Justicia.
Es el ADN de nuestra religión. Todo lo demás (doctrina, moral, liturgia, institución eclesiástica...) se suma, reviste, completa... pero la esencia de la religiosidad abrahámica es esa fuerza de la experiencia espiritual mediante el llamado de la Utopía del Amor-Justicia. Que, por ser “amor-justicia”, obviamente, siempre estará de parte de los pobres, de los “injusticiados”, en cualquier nivel o tipo de injusticia (económica, cultural, racial, de género...).
Los profetas, Isaías en el caso de lalectura de hoy, «describe» la Utopía, o «cuenta el sueño» que le anima: un mundo amorizado, fraterno, sin injusticia, sin injusticiados, en armonía incluso con la naturaleza... La Utopía fue tomando en Israel el nombre de «reinado de Dios»: cuando Dios reina el mundo se transforma, la injusticia se convierte en justicia, el pecado en perdón, el odio en amor... las relaciones humanas descompuestas se recomponen en una red de amor y solidaridad. El conocido estribillo del canto del salmo 71 (el de la liturgia de este domingo) lo dice magistralmente: «Tu Reino es Vida, tu Reino es Verdad, tu Reino es Justicia, tu Reino es Paz, tu Reino es Gracia, tu Reino es Amor». Donde Dios está presente y «reina», es decir, donde se hacen las cosas «como Dios manda», allí hay Vida, Verdad, Justicia, Paz, Gracia y Amor. Por eso hay que clamar con el estribillo cantado de ese salmo: «Venga a nosotros tu Reino, Señor». No hay sueño ni utopía más grande, aunque esté tan lejana.
El adviento es, por antonomasia, el tiempo litúrgico de la esperanza. Y la esperanza es la «virtud» (la virtus, la fuerza) de la Utopía, la fuerza que la Utopía provoca, crea en nosotros para esperar contra toda esperanza. Adviento es por eso un tiempo adecuado para reflexionar sobre esta dimensión utópica esencial del cristianismo, y un tiempo para examinar si con el paso del tiempo nuestro cristianismo tal vez olvidó su esencia, tal vez arrincónó tanto la utopía como la esperanza.
El evangelio de Mateo nos presenta a Juan Bautista pidiendo a sus coetáneos la conversión, «porque el reinado de Dios [“de los cielos” dirá Mateo con un pudor reverencial judío] está cerca». En aquellos tiempos de mentalidad apocalíptica, la propensión a imaginar futuras irrupciones del cielo o del infierno servía para mover a las masas. Hoy, con una visión radicalmente distinta sobre la plausibilidad de tales expectativas apocalípticas, la argumentación de Juan Bautista ya no sirve, resulta increíble para la mayor parte de nuestros contemporáneos. No es que hayamos de cambiar (que hayamos de convertirnos) «porque el reino de Dios está cerca», sino exactamente al revés: el Reino de Dios puede estar cerca porque (y en la medida en que) decidimos cambiar nosotros (nos convirtimos) y con ello cambiamos este mundo... Ya no estamos en tiempos de apocalipsis (una irrupción venida de fuera y de arriba), sino de praxis histórica (una transformación venida de abajo y de dentro). El reinado de Dios -la Utopía -por decirlo con un lenguaje más amplio- no es ni puede ser objeto de «espera» (algo que sucederá al margen de nosotros), sino de «esperanza» (la desinencia «anza» expresa ese matiz de actividad endógena), es decir, de esa actitud que consiste en «desear provocando», desear ardientemente una realidad todavía «u-tópica», tratando de hacerla «tópica», presente en el «topos», en el lugar, aquí y ahora, en la Tierra presente, no en el cielo futuro.
Insistimos: otras religiosidades discurren por otra experiencia de lo sagrado -y ello no es malo, es muy bueno, y es muestra de la pluriformidad de la religiosidad-, pero la vivencia espiritual específicamente cristiana es esta esperanza activa histórico-utópica. En este Adviento podríamos hacer de esto una materia de reflexión y examen.
Por cierto, la segunda lectura, de la carta a los romanos, coincide curiosamente con este mismo enfoque esencial: «Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza»... Mantener la «esperanza», mantener esa tensión de compromiso histórico-utópico es el objetivo de las Escrituras (por cierto, «de todas las Escrituras», no sólo de la Biblia...). Es decir: las Escrituras fueron escritas para eso. No para fines piadosos, para fines estrictamente transcendentes o sobrenaturales... sino «para mantenernos en la esperanza», por tanto, para comprmeternos en la historia, para encontrar lo divino en lo humano, el Futuro absoluto en el futuro histórico. Cualquier utilización bíblica que nos encierre en la misma Bíblia, nos separe de la vida o nos haga olvidar el compromiso histórico de construir apasionadamente la Utopía en esta tierra, será un uso malversado -o incluso perverso- de la Biblia.
El evangelio de hoy es dramatizado en varios capítulos de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil. Son los capítulos 2, 3 y 6. El guión -y su comentario- del capítulo 2 puede ser tomado de aquí: http://www.untaljesus.net/texesp.php?id=1100002
Puede ser escuchado aquí: http://www.untaljesus.net/audios/cap02b.mp3
Los guiones, comentarios y audios de los demás capítulos pueden ser encontrados en www.untaljesus.net
Para la revisión de vida
- ¿Soy persona de Utopía? ¿Vibro por ella? ¿Puedo decir que mi vida es un «vivir y luchar por la Causa (Utopía) que Jesús nos comunicó? ¿He llegado a descubrir y vivir el cristianismo como «militancia» histórica, como construcción de un Mundo Nuevo?
Juan es la antítesis de la sociedad de su tiempo; es decir, no se amoldó cómodamente a las maneras de ser y de pensar de sus contemporáneos. ¿Cómo me comporto yo en el ambiente en que vivo? ¿Hay algo de anuncio-denuncia en mi manera de ser y de transmitir el mensaje?
Para la reunión de grupo
- Recoger, reunir los pasajes bíblicos más importantes que parecen describir el mundo de la Utopía. Comentar tras su lectura.
- Nos sirve hoy la manera de argumentar de la predicación de Juan Bautista? ¿Por qué no?
- Recordar el canto del salmo 71 (de Juan Antonio Manzano), y su estribillo: «Tu Reino es Vida, tu Reino es Verdad, tu Reino es Justicia, tu Reino es Paz, tu Reino es Gracia, tu Reino es Amor. ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!». ¿Por qué ese estribillo es una de las mejores síntesis del mensaje cristiano y de su Utopía? Aprenderse ese estribillo como una definición muy práctica y asequible del Reinado de Dios.
Para la oración de los fieles
- Por nuestros grupos y comunidades células de la Iglesia, para que fieles a la misión que nos corresponde seamos capaces de anunciar valientemente el evangelio en todos los lugares.
- Por los que trabajan por la paz, la justicia y la prosperidad: para que descubran en su empeño el proyecto de Dios revelado en Jesús.
- Por las comunidades cristianas de todas las confesiones: para que nos preparaos a la conmemoración de la venida de nuestro salvador con obras de amor, justicia y de paz.
- Por todos nosotros para que este tiempo de adviento haga resonar en nuestros corazones las palabras de Juan que nos preparen de verdad a celebrar la llegada de Jesús.
Oración comunitaria
Dios Padre-Madre que nos entregas todo tu amor; haz que nuestras palabras y obras muestren siempre nuestra disposición al amor y la reconciliación; aleja de nosotros toda actitud de discordia, egoísmo y violencia, y haz que el encuentro que hoy celebramos nos fortalezca en la construcción de la Utopía del “otro mundo posible” que tú nos propones ayudarte a crear. Nosotros te lo pedimos por Jesús de Nazaret, hijo tuyo, hermano mayor nuestro. Amén.
Oh Fuerza Misteriosa que animas este proceso bio-cósmico, en el que nos sentimos inmersos sin comprenderlo ni terminar dejarnos transformar por él. Nos entregamos a Ti, Misterio de atracción irresistible, que del caos has originado este cosmos, con esa flecha meta-histórica que todo lo arrastra y lo lleva hacia adelante, también en nuestra propia vida, como en todo lo existente... Haz que nos sintamos cada vez más atraídos por Ti, Fuerza que todo lo atraes, y dejemos pasar esa Fuerza a través nuestro, para que asumida y multiplicada, siga transformando toda la realidad, esa Fuerza que eres Tú misma, que todo lo crea y lo recrea. Amén.
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