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viernes, 10 de diciembre de 2010

III Domingo de Adviento, GAUDETE (Mt 11, 2-11) - Ciclo A: ¿LO CONOCEIS?



En otras épocas, las cosas estaban más claras: los que creían, creían todos lo mismo; los que no creían... ¡allá ellos!
Hoy, sin embargo, son muchas las voces que pretenden hablar en nombre de Jesús y diversos los mensajes que en su nombre se proponen. ¿Somos nosotros capaces de descubrir cuál es su auténtico mensaje? ¿Hay algún medio fiable para reconocerlo?
¿ Qué podemos responder a la pregunta que sirve de título a una popular canción religiosa: «¿Lo conocéis?»?

EL MESÍAS DE JUAN

Según Juan Bautista, era misión del Mesías ser el instru­mento por medio del cual Dios iba a devolver a su pueblo la libertad, la dignidad y la justicia.

A los dirigentes religiosos y políticos (fariseos y saduceos) y al mismísimo rey Herodes les anunció que Dios les iba a dar su merecido por ser los directos responsables de la injusticia (Mt 3,7-12; 14,3-4); al pueblo le dijo que se preparara, rom­piendo con esa injusticia, para el difícil y terrible juicio que se acercaba: «Enmendaos, que está cerca el reinado de Dios» (Mt 3,2).


LAS DUDAS DE JUAN

Confiado porque sabía que estaba de la parte del Dios liberador de Israel, denunció con valentía los abusos de los poderosos. Pero... Un día el rey Herodes, presionado por su amante, lo detuvo y lo encerró en la cárcel (Mt 14,3ss).

Seguro que entonces se le agolparon en la mente un torren­te de preguntas. ¿Qué estaba pasando? ¿Cuándo se iba a reali­zar el juicio de Dios? ¿Cuándo iban a ser castigados, de una vez por todas, los culpables? ¿Cómo es que Dios no establecía ya con su poder la justicia? ¿Vencerían de nuevo los de siem­pre? ¿ Se habría vuelto a olvidar Dios de su pueblo? Quizá aquél no era todavía el Mesías. Y silo era, ¿por qué no hacía nada por librarlo de la cárcel? Estas eran las dudas del Bau­tista.


VIDA Y LIBERACION

Por medio de dos de sus discípulos, Juan plantea la cues­tión al mismo Jesús: «¿Eres tú el que tenía que venir o esperamos a otro?» En su respuesta, Jesús se remite a los hechos:

-«Id a contarle a Juan lo que estáis viendo y oyendo».

Lo que presenta como pruebas para que Juan sepa y crea que él es efectivamente el Mesías son las cosas que hace y el mensaje que predica; son hechos y palabras de liberación y vida: «Ciegos ven y cojos andan, leprosos quedan limpios y sordos oyen, muertos resucitan y pobres reciben la buena no­ticia». Esas son las señales del Mesías; eso es lo que sobre él anunciaron los antiguos: por medio de él Dios devolvería al pueblo la vida y la libertad que los poderosos le habían arrebatado. Cojos, ciegos, leprosos, sordos, muertos..., invalidez, oscuridad, marginación, muerte... A ese estado habían llevado al pueblo.


OTRO MESÍAS, OTRO DIOS, OTRO HOMBRE

Jesús era, en efecto, el Mesías, pues daba vida y libertad. Pero entonces...

Juan Bautista no sabía que la misión del Mesías no era juzgar al hombre, sino darle la posibilidad de crecer y hacerse adulto, dejando de ser -también en sus relaciones con Dios-infantil. Sabía que Dios quiere la libertad del hombre, pero no sabía que Dios también quiere que sean los hombres quie­nes conquisten su propia libertad; y sabia que Dios emplea toda su fuerza en favor de la liberación de los hombres; pero no sabia que la fuerza del Padre de Jesús no es el castigo que esclaviza por el miedo, sino el amor, infinitamente eficaz si es aceptado, pero del todo inútil si se rechaza. Sabía que Dios no soporta la injusticia ni la opresión de los pobres; pero no sa­bia que la solución a esos problemas no iba a bajar milagrosa­mente del cielo. Dios, por medio de su Mesías, estaba ya ense­ñando cual es el único modo de resolverlos definitivamente: poniendo en práctica la buena noticia, el evangelio que Jesús anunciaba a los pobres, cada hombre y cada pueblo podría obtener de Dios la vida y la liberación definitivas; pero el hom­bre debería colaborar en su propia liberación.


¿LO CONOCEIS?

A Juan Bautista le costó trabajo reconocer, en Jesús, al Mesías. ¿Y nosotros? ¿Lo conocemos? ¿Lo reconocemos?

A un Dios que no nos resuelve nuestros problemas, sino que nos exige comprometernos en su solución, ¿ lo recono­cemos?

A un Mesías partidario de la teología de la liberación (= ciencia del Dios liberador Y, en su sentido más radical y profundo, ¿ lo reconocemos?

¿Y a un hombre adulto, responsable de su propio destino por voluntad de Dios?

Estas son las señales del Mesías, los rasgos mediante los cuales se puede reconocer el mensaje de Jesús: allí donde se anuncia y se pone en práctica, los hombres son más humanos, más felices, y están más llenos de vida, de libertad, de amor.

Y ya, desde ahora.

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