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sábado, 31 de julio de 2010

ORACIONES para la EUCARISTÍA: AUSTERIDAD (DOMINGO 18 TO)


Publicado por Fe Adulta

ANÁFORA


Es justo, Dios y Padre nuestro,
que te rindamos este homenaje de gratitud.
Sentimos un profundo deseo de agradecerte
el mensaje de liberación, de autenticidad,
que nos has trasmitido a través de tu hijo Jesús.
Gracias, Señor, porque nos infundes confianza en nosotros mismos
y sabemos ahora que podemos hacer frente
al espíritu del dios dinero y el dios poder que dominan nuestra sociedad
y toman cuerpo luego en las injusticias, en el hambre y la sed
que desgraciadamente padece una gran parte de la humanidad.
Queremos contribuir a hacer posible otro mundo mejor
y unidos a cuantos luchan de tu parte a favor de la felicidad de todos,
invocamos tu auxilio y bendecimos tu nombre.

Santo, santo…

Gracias una vez más, Padre santo, por esa buena noticia,
que nos enseñó Jesús con su predicación.
Nos señaló el peligro del apego a la riqueza,
que desvía nuestra atención de lo realmente importante y
nos hace ciegos e insensibles ante las desgracias de los demás.
Pero además encarnó la pobreza y vivió cerca de pobres y marginados,
mostró su preocupación por los oprimidos, por toda la gente que sufre
y convirtió en bandera de su misión la construcción del Reino,
hacer de todos nosotros una gran familia de buenos hermanos.
Nos indicó el camino que lleva a la más profunda y auténtica felicidad
con su vida austera y desprendida y siendo modelo de liberación personal.
No escatimó esfuerzos y arriesgó su vida por difundir su mensaje liberador
hasta que finalmente padeció por ello la muerte más injusta.
Jesús nos encargó expresamente en su cena de despedida
que hiciéramos como él y nos entregáramos a los demás.

El mismo Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,
te dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».

Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».

Bendito seas, Padre, por Jesús, tu buen hijo,
que estuvo siempre estrechamente unido a Ti
mientras dedicaba su vida por entero a los demás.
Bendito seas, Padre, por Jesús, nuestro consejero y amigo,
que goza ahora felizmente de tu compañía.
Reconocemos que estamos muy lejos de hacer realidad tu proyecto,
quizás más lejos que nunca.
La ambición nos puede, la corrupción nos invade,
somos tan consumistas como nos lo podemos permitir,
hemos cerrado puertas y ventanas de nuestros hogares
y nos hemos hecho insensibles al grito de los que fuera mueren de hambre.
Pero queremos imitar a Jesús, seguir las enseñanzas del evangelio,
que nos invitan a la austeridad personal y a sentirnos libres,
a preocuparnos sobre todo por los hermanos más necesitados.
Envíanos tu espíritu y libéranos de nuestra esclavitud ante el dinero,
que aprendamos a repartirlo, a emplearlo en hacer felices a los demás.
Que nuestra iglesia, la que formamos todos los cristianos
sea un verdadero espacio de honradez y justicia,
modelo de sencillez y ejemplo de generosa solidaridad.
Con tu ayuda, Señor,
queremos irradiar ese estilo de vida que nos marcó Jesús,
para que todos los seres humanos disfruten
aquí en la tierra y para siempre de la felicidad de tu reino.
AMÉN.


Rafael Calvo Beca

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PRINCIPIO

Venimos a tu mesa, Padre, porque necesitamos alimentarnos,
necesitamos que tú nos limpies y nos libres.
Que tu Palabra y tu Pan cambien nuestro corazón
y lo haga semejante al corazón de tu Hijo Jesús.
Por el mismo Jesús nuestro Señor.


OFRENDA

Que nuestro pan y nuestro vino, nuestra carne y sangre,
todo nuestro ser, sea para el Reino,
como lo fue Jesús: pan y vino para la vida de todos.
Por el mismo Jesús, tu hijo, nuestro Señor.


DESPEDIDA

Nos despedimos agradecidos, Padre.
Hemos comulgado con Jesús,
salimos iluminados por tu Palabra y alimentados con tu Pan.
Que tu Viento, Padre cambie nuestro corazón
y nos empuje a vivir plenamente para el Reino
Por el mismo Jesús, tu hijo, nuestro Señor.

José Enrique Galarreta

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¡QUÉ DIFÍCIL ES NO COBRAR!


¡Qué difícil es no cobrar!
Dinero,
puestos,
recompensas,
regalos,
alabanzas,
admiración...

A veces, comisiones,
favores,
sobres...
Y otras,
impuestos,
tasas,
fotos para el recuerdo...

Se cobra casi siempre.
Las primeras veces
pasamos la factura con disimulo.
Después, cuando ya nos hemos avezado
y consolidado, que llega sin pensarlo,
hasta nos vanagloriamos de ello.

Y llega el despropósito:
los grandes emporios,
el ser exclusivos,
el prestigio,
la competencia,
el creernos dueños de casi todo...

Lo gratuito no tiene prestigio
y lo pequeño no cuenta con futuro.
Lo hemos comercializado todo...

Pero Tú, Jesús, ni cobrabas
ni acumulabas
ni eras avaricioso;
y avisaste del peligro.


Florentino Ulibarri

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Evangelio Misionero del Dia: 01 de Agosto de 2010 - DOMINGO XVIII DURANTE EL AÑO - Ciclo C

Pobre por amor

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 13-21

Uno de la multitud dijo al Señor: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia».
Jesús le respondió: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?» Después les dijo: «Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas».
Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: "¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha". Después pensó: "Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida".
Pero Dios le dijo: "Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?"
Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios».

Compartiendo la Palabra
Por Pedro Garcia cmf

¿Quién es el dueño del mundo? Aquel a quien todo el mundo obedece. ¿Y a quién obedece el mundo?... Todos lo sabemos muy bien: al dinero, a la plata. El becerro de oro tiene demasiados adoradores, que caen rendidos a sus pies, y el dinero se ha convertido en un auténtico dios. ¿Por qué?...
El hombre busca su seguridad. No quiere problemas en la vida. Y ansía también pasarla lo mejor que pueda: ¡a disfrutar, a gozar cuanto más mejor!...
Para ello, es necesario el dinero, y entonces el dinero es la primera ilusión, el principal motor de toda la actividad humana, aunque para conseguirlo haya que cometer los mayores crímenes e institucionalizar la misma injusticia...
El Evangelio de hoy se encuentra con esta realidad, y Jesús le aplica un remedio eficaz y decisivo. Eficaz y decisivo, claro está, si le queremos hacer caso a Jesús y aceptamos su norma sabia y amorosa.
La ocasión se la ofrece aquel buen hombre que le pide:
- Maestro, dile a mi hermano que reparta la herencia conmigo.
Jesús se desentiende del caso, y le responde:
- ¿Y quién me ha constituido a mí juez en estos asuntos?...
Entonces se vuelve a su auditorio, y les amonesta:
- Guardaos bien de toda avaricia. Porque, aunque uno abunde en riquezas, su vida no depende de sus bienes.
Como siempre, más que a sentencias y pensamientos fríos, Jesús recurre a comparaciones inolvidables. Y propone una parábola breve, pero cargada de sicología y profunda a más no poder.
- ¿Sabéis lo que le pasó a aquel terrateniente? La cosecha del año fue enorme, no sabía cómo arreglárselas, y empezó a discurrir: ¿Qué hago, si no sé dónde meter tantos sacos de trigo?... Ya sé lo que debo hacer. Voy a derribar los graneros actuales, construiré nuevos almacenes, meteré en ellos toda la cosecha, y después me diré a mí mismo: ¡Alma mía, tienes bienes para muchos años! Ahora, túmbate, descansa, come, bebe, pásala bien, date a la buena vida...
Así iba discurriendo el ricachón. Soñaba, soñaba en una felicidad copiosa y duradera, cuando, de repente, se le desmoronó toda ilusión. Porque, en medio de sus sueños fantásticos, oyó la voz de Dios en lo íntimo de su conciencia:
- ¡Necio! ¡Tonto rematado! Esta noche vas a morir. Y todos los bienes que has acumulado, ¿de quién van a ser, a qué manos irán a parar?...
Jesús, saca la conclusión, que se clava como un puñal en la mente, y hace pensar tanto:
- Esto le pasa al que acumula mucho dinero para sí, y no se hace rico delante de Dios.
Es natural que todos busquemos la seguridad en la vida. Entra en los planes de Dios, y Dios es el primero en pedirnos diligencia y trabajo para vivir honestamente, cómodamente, colaborando así con su Providencia. Y Dios es el primero también, antes que nosotros, en maldecir la injusticia que reina en el mundo y que tiene esclavos del hambre a millones de hermanos nuestros, los cuales carecen de lo más elemental que exige su dignidad de hombres.
Lo que Jesús nos dice y sobre lo que nos hace discurrir es algo muy distinto. Jesús nos insta evitar toda avaricia, causa de tantos males en la vida personal y en la sociedad, y a buscar lo que vale más, como son los bienes eternos.
El afán del dinero es causa de la división en muchas familias. Da miedo cuando se acerca la muerte del dueño y vienen las exigencias, los pleitos y las peleas de los herederos...
El afán del dinero es causa de muchas vidas inmorales, pues se rompen todos los moldes para conseguirlo y, cuando se tiene, comienza una conducta de despilfarro y tal vez de vicio degradante...
El afán del dinero es causa de todas las calamidades que gravan hoy la sociedad. El tráfico de drogas, el mercado de la prostitución, los manejos de la mafia, la injusticia de tantas multinacionales, la preponderancia de las naciones ricas sobre las pobres, el tráfico de armas nuevas y cada vez más terribles, la opresión del trabajador, los jornales escasos... —¿para qué seguir señalando más?— roban al pobre, acumulan cantidades ingentes de dinero en pocas manos, mueven puñales, aprietan gatillos y declaran guerras atroces o nos amenazan con ellas quitándonos toda paz...
Esta es la dura realidad de los males causados por la avaricia personal o colectiva modernas.
El mundo, en una sociedad de capitalismo salvaje, se ha vendido al dios dinero y ese dios nos está pagando con su propia moneda: la insatisfacción de los corazones, aparte de la injusta desigualdad social.
Jesús lo ve, y pone el remedio con su consejo atinado:
* El dinero? ¿la riqueza? ¿los bienes perecederos?..., nada de eso traspasa la frontera de esta vida ni le libra a ninguno de pasar por la muerte. Entonces, ¿cuál es su valor real?... Mientras que poner la seguridad de la vida en la Providencia de Dios —que cuida de nosotros— y acumular tesoros para el Cielo, eso no falla nunca y es la sabiduría consumada.
¡Señor Jesucristo!
Hoy no gritas contra la avaricia. No maldices. No lanzas anatemas.
Te contentas con avisar, y nos dices lo que enseñas siempre: que los pobres de espíritu son unos ricos de verdad, porque se fían de Dios y tienen más seguro que nadie el Reino de los Cielos.
¡Haznos amar, Señor Jesús, los bienes de allá arriba, los que duran para siempre!...

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Dom 1 8 10. Maldita herencia que divide a los hermanos

Publicado por El Blog de X. Pikaza

Domingo 18. Tiempo Ordinario. Ciclo c. Lc 12, 13-21. El evangelio de este domingo, centrado en el riesgo de las “riquezas”, contiene la famosa parábola del “rico tonto” que acumula y acumula bienes, sin darse cuenta de que mañana (esta misma noche) ha de morir. Es un texto de sabiduría universal, que aparecen en diversas tradiciones culturales, (en la India y China, por ejemplo), y que yo mismo he comentado veces. Por eso hoy quiero fijarme sólo en la primera parte, del pasaje, un texto que podemos titular "maldita herencia", pues divide a los hermanos. El texto dice así:

En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús:
"Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia."
Él le contestó: "Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro sobre vosotros?”
(Lc 12, 13-14).

Más de una vez ha querido comentar ese pasaje, pero nunca me he atrevido. Hoy lo hago, con cierto miedo, porque se trata de un texto esencial y porque quiero preguntaros a vosotros, los lectores de mi blog: ¿Qué pensais?.

Ciertamente, la respuesta parece fácil: Jesús dice a ese hombre que él no ha venido a resolver temas de herencias, que son cosas materiales, de menos importancia; él no es juez sobre eso temas, sino maestro espiritual. Pero tras eso, me vienen cien preguntas y cuestiones, y veo que hay problemas no resueltos en la sociedad y en la Iglesia cristiana

¿No será que la misma “ley” de las herencias está mal planteada y va en contra de la comunión universal que quiere el evangelio? ¿No será que Jesús quiere superarla, buscando un tipo de gratuidad universal, donde no puede hablarse ya de herencias particulares, casi siempre injustas, pues hacen a unos ricos y a otros pobres?



¿No será que Jesús quiere retomar el espíritu del Jubileo israelita (Leve 25), según el cual todas las cosas se vuelven comunes y se reparten entre todos, cada cincuenta años? ¿Qué sentido tiene luchar en ese caso por luchar en ese caso por “mi” herencia, en contra de la herencia de los otros?

Esos dos hermanos son la humanidad, una parte rica que hereda sobre todo en bienes materiales (armas, estados, dineros...), otra que hereda sólo otros valores. Jesús ha venido a superar estar situación, por por ley, sino por solidaridad amorosa y por justicia que une a los hermanos.

Por eso he dicho ¡maldita herencia que divide a los hermanos!, y que lo hace hasta dentro de la Iglesia de Jesús. Con el paso de los siglos, muchas abadías e iglesias (empezando por la de Roma) se han hecho millonarios, dejando cuantiosas herencias a sus “sucesores”, con la consiguiente envidia de los estados (que han apelado a des-amortizaciones) para apoderarse de la herencia de las iglesias)...

Por eso, pregunto: ¿qué hacen las iglesias ricas en un mundo de pobres? ¿Qué hace un occidente llamado "cristiano" que no reparte y comparte la herencia con sus hermanos más pobres? ¿Dónde quedan los ideales de Comunión y Participación de Juan Pablo II? ¡Maldita la herencia que divide a los hermanos!

Éstos y otros temas están en el fondo de este brevísimo pasaje, que comentaré brevemente, citando al final dos capítulos de la Misná sobre la ley de herencias, para situarnos mejor ante el tema, aunque sólo sea por contraste. Buen domingo a todos.

Introducción.

Quiero recordar dos datos antes de pasar el breve comentario, pues parece a los lectores de mi blog importa poco el tema de las “herencias”, es decir, el orden económico.

(a) Hace dos días he presentado dos “vertientes” del pensamiento del Cardenal Medina. (1) Una vertiente económica, sobre el socialismo… Nadie ha entrado al trapo, nadie ha dicho nada, como si ese tema no fuera evangélico. (2) Una vertiente “sexual”, sobre la forma de tratar a las mujeres; inmediatamente he recibido en el blog más de cien comentarios y respuestas. Es evidente que el “sexo” (¿es así?) importa más que la justicia social.

(b) Ayer presenté la figura de Segundo Galilea, un hombre preocupado por la espiritualidad social, un hombre que quería que la iglesia fuera “pobre de solemnidad”, sin herencias ni riquezas. Casi nadie ha entrado tampoco. Parece que el tema no interesa.

Y sin embargo pienso que el tema es esencial para el cristianismo

1. El tema es esencial para entender la sociedad, la vida humana. Sin un tipo de “herencia” (es decir, de tradición) no habría vida humana. Vivimos de herencia, es decir de aquello que gratuitamente nos ha dado la familia, la sociedad, quizá la Iglesia: vivimos del amor que nos han ofrecido, de la lengua que nos han enseñado para comunicarnos y hablar, de las tradiciones culturales y sociales, de la tierra que otros han cultivado antes que nosotros, de los animales que han domesticado etc. etc. Sin una inmensa herencia de tradición, cultura, humanidad… e incluso religión nos habríamos podido vivir, estaríamos muertos. Gracias, por tanto, a los que nos han dado por herencia la vida.

2. Pero la herencia de la que habla en evangelio es básicamente otra: es herencia de dinero, de una parcela de tierra, de una casa, quizá de unos negocios (de unas cuentas bancarias). En sí misma, esa herencia es menos importante que la anterior, pero suele ser principio de discriminaciones: Unos reciben en herencia mucho (tierras, casas, campos, ejércitos y bombas, naciones poderosas….), mientras otros reciben muy poco (nacen sin tener ni siquiera un pan bajo el brazo, como decía mi abuela). ¿Por qué uno que nace en la Castellana hereda en general mucho más que uno que nace en Vallecas o e Katmandú?

3. El problema actual de las herencias es sangrante. Unos son herederos de millones (hijos de papá) y otros vienen al mundo con una mano delante y otra detrás, sin más “herencia” que el hambre… Son proscritos como nómadas, gitanos… (lo que está pasando en la culta y libre Francia). ¿Es justo eso? Decían muchos Santos Padres que las “herencias” en sí (en su forma actual, en el siglo IV-V d. C.) constituían un pecado: Uno que es muy rico (individuo o sociedad) es porque ha robado él (es un ladrón), o ha robado su padre o abuelo (ha sido un ladrón y bandido). Quizá es simplificar, pero así hablado dicho los mejores Santos Padres cristianos. Les parecería injusto que un yanqui pueda ser heredero de grandes bienes… mientras un bantú viene al mundo si nada más que el bosque que le están robando.

4. Hubo sociedades, como la judía en tiempos de Jesús, que organizan de manera minuciosa las herencias de tipo familiar, social, cultural y religioso. La religión era para ellos “tradición”, mantener la buena herencia (el buen depósito), una herencia hecha de leyes buenas, buenos libros, normas de distinción. La tarea más importante de la religión era regular bien las herencias, de manera que los escribas eran, ante todo, jueces y expertos en herencias (como verá quien ley el apéndice, con los dos capítulos de la Misná, con leyes del tiempo de Jesús, aunque codificados siglo y medio más tarde).

5. Jesús no quiso regular herencias, como dice el texto que comentamos. ¿Por qué? Puede ser porque pensó que él tenía otra función, más “espiritual”. Pero puede ser, y creo que fue, porque pensó que se debía superar el “etilo legal” de las herencias, al servicio de las familias más ricas de la sociedad. Jesús pensó que para tomar el camino del reino hay que superar este modelo social de posesión y dominio exclusivo de bienes, según la ley de herencias, al servicio de los ricos. Por eso pidió hombre que quiso seguirlo, teniendo muchos bienes, que los dejara todos, que se los diera a los pobres, para así poder seguirle en libertad y comunión de vida (Lc 18, 18-23).

6. A juicio de Jesús la ley de herencias era una especie de “robo social”. Por eso, él no quiere resolver jurídicamente el tema de herencias (cosa que es útil en un plano legal, no evangélico), sino enseñar a compartirlo todo (cf. Lc 18, 24-30; Mc 3, 31-35; 10, 28-31). Eso significa que, según Jesús, no se puede hablar de “herencias particulares”, al servicio de familias o de particulares (progenies de buen apellido, nobles que dejan millones y millones a sus descendientes, reyes que hacen lo mismo…). Este sistema particular de herencias resulta a su entender injusto, pues él quiere que todos los bienes del mundo sean para todos (al menos en ámbito eclesial). Por eso no ha querido ser juez de herencias entre particulares, sino promotor de un movimiento de comunión universal de personas y bienes.

7. De manera muy significativa, la Iglesia católica, al hacerse rica, ha recreado una ley de herencias, parecida a la de la Misná y aún peor. De hecho, la ley de herencias judía ha procurado ser más neutral, ha defendido mucho más a los pobres, a pesar del aparente caos de su casuística. Entre los cristianos, en general, ha sido mucho peor, pues al ver que Jesús no decía nada sobre herencias, y al pensar que su mensaje era espiritualista, la Iglesia en su conjunto ha apoyado y sacralizado una ley de herencias que proviene del Derecho Romano y que es anticristiana.

8. Por su parte, las Grandes Iglesias, haciéndose ricas, han venido a ser en gran parte de Europa las Grandes Propietarias (con el estamento de reyes y nobles). Evidentemente, ellas han regulado bien, para su provecho, la ley de herencias. Es evidente que muchas iglesias han puesto parte de sus bienes al servicio de los pobres, pero, en conjunto, la Iglesia ha sido siempre bastante rica, hasta que han llegado las diversas “secularizaciones” (en el mundo protestante) y “desamortizaciones” (en el mundo católico), que han privatizado los bienes de la Iglesia para bien (de algunos), para mal (del arte y de los valores culturales)… dentro de un sistema que sigue dominado por el deseo de tener. ¿Es bueno que los edificios y bienes del Vaticano, por ejemplo, se hereden de curas a curas, dentro de una oligarquía espiritual? ¿Es bueno que las Iglesias tengan a veces un gran patrimonio de bienes que pasan en herencia de creyentes a creyentes?

9. Un tema abierto… Dejo el abierto… con las palabras inquietantes de Jesús, que dice que no ha venido a resolver ese tema “técnico”. ¿Por qué lo ha dicho? ¿Simplemente para desentenderse? ¿Para que superemos un orden de herencias injusto? ¿Qué podría hacer, por ejemplo, el Estado con la ley de herencias y grandes patrimonios? ¿Es bueno que una familia pueda legar a sus hijos, por simple suerte biológica, sus grandes bienes? ¿Se debería dar a cada niño, al nacer, las mismas posibilidades económica?... El tema es difícil de resolver. Es claro que no tengo la respuesta, pero me gustaría haber ayudado a pensar. Buen domingo a todos.

10 Quien tenga curiosidad y tiempo puede dar un vistazo a los capítulos que la Misna dedica al tema, capítulos que estaban más o menos vigentes en tiempo de Jesús, dando su opinión sobre ellos.


APÉNDICE. MISNÁ ORDEN CUARTO. DAÑOS [nesiqin]
(Ed. Nacional: Madrid 1970)

CAPÍTULO VIII

1. Hay quien hereda y deja en herencia y hay quien hereda y no deja en herencia, hay quien deja herencia y no hereda y hay quien no hereda ni deja herencia. Estos son los que heredan y dejan herencia: el padre respecto a los hijos y los hijos con respecto al padre y a los hermanos de su padre. Estos heredan y pueden dejar en herencia. El varón respecto a su madre, el marido respecto a su mujer y a los hijos de las hermanas, pueden heredar, pero no dejar en herencia . La mujer puede dar herencia a sus hijos, a su marido y a los hermanos de la madre, pero no puede heredar de ellos. Los hermanos de la madre no heredan ni dejan en herencia.

2. Este es el orden de herencia: si uno muere y no tiene hijo varón, pasa la herencia a la hija . El hijo precede a la hija y todos los descendientes del hijo preceden a la hija. La hija precede a los hermanos (del padre) y todos los descendientes de la hija preceden a los hermanos (del padre). Los hermanos preceden a los tíos paternos y todos los descendientes de los hermanos preceden a los tíos paternos. Esta es la norma general: todo aquel que tiene preferencia en la heredad, tienen también preferencia sus descendientes. El padre tiene la preferencia sobre todos sus descendientes .

3. Las hijas de Salfajad tomaron tres partes en la herencia : la parte de su padre, que era de los salidos de Egipto; la parte que éste tenía con sus hermanos de los bienes de Jefer, quien, como era primogénito, tuvo dos partes.

4. Hijo e hija son iguales en lo que respecta a la herencia, a excepción de que el hijo recibe el doble de los bienes paternos, aunque no de los bienes maternos. Las hijas han de ser alimentadas a costa de los bienes paternos, pero no de los bienes maternos.

5. Si uno dice: «fulanito de tal, hijo primogénito, no herederá el doble», o «fulanito, mi hijo, no heredará con sus hermanos», no ha dicho nada, pues formuló unas condiciones contrarias a lo escrito en la Torá . Si uno divide verbalmente sus bienes entre sus hijos, aumentando a unos y disminuyendo a otros o equiparando al primogénito con los otros, sus palabras tienen valor. Pero si dice: «como herencia», no tienen valor. Si escribe o al principio, o en medio, o al final: «como don» , sus palabras tienen valor. Si uno dice: «fulanito me heredará», en tanto que él tiene una hija, o «mi hija me heredará», siendo así que tiene un hijo varón, sus palabras no tienen validez, ya que dispuso algo contra lo escrito en la Torá. R. Yojanán ben Beroca afirma: si lo dijo de uno que tiene aptitud para heredar, sus palabras son válidas. En cambio, si lo dijo de uno que no es apto para heredar, sus palabras no son válidas. Si uno asigna sus bienes a extraños y pasa por alto a sus hijos, lo que ha hecho, hecho queda, pero en él no se complacen los sabios. Rabán Simeón ben Gamaliel dice: si sus hijos no han tenido un comportamiento correcto, sea recordado para bien.

6. Si uno dice: «éste es mi hijo», es digno de crédito. «Este es mi hermano», no es digno de crédito, pero el otro puede coger con él su porción . Si él muere, los bienes vuelven a su lugar primero . Si le sobrevienen bienes por otro lado, sus hermanos heredarán con él . Si uno muere y aparece un testamento ligado a su pierna, éste no tiene validez . Pero (si lo entregó) y en él concede derecho a otro, sea o no de los herederos, sus palabras tienen validez .

7. Si uno asigna sus bienes a sus hijos, debe escribir: «desde hoy hasta mi muerte» . Esta es la opinión de R. Yehudá. R. Yosé dice que no es necesario . Si uno asigna sus bienes a su hijo para después de su muerte, este padre no podrá vender nada, porque (los bienes) fueron asignados al hijo. El hijo, por su parte, tampoco los puede vender, porque están bajo la potestad del padre. Si el padre, sin embargo, los vendiere, se consideran vendidos sólo hasta su fallecimiento; si fuere el hijo quien los vendiere, el comprador no tiene sobre ellos derecho hasta tanto no fallezca el padre. El padre puede arrancar (los frutos) del sueño y darlos en usufructo a quien quiera. Lo que queda de lo arrancado pertenece a los herederos. Si deja hijos mayores de edad y otros menores de edad, los mayores no han de vivir a costa de los menores ni los menores se han de alimentar a costa de los mayores, sino que han de hacer una repartición paritaria. Si los mayores contraen matrimonio , los menores también pueden hacerlo. Si los menores dijeren: vamos a contraer matrimonio del mismo modo que vosotros lo hicisteis, no se les ha de hacer caso. Lo que les dio el padre, dado está.

8. Si uno deja hijas mayores de edad y otras menores, las mayores no se han de sustentar a costa de las menores ni las menores se han de alimentar a costa de las mayores, sino que se ha de hacer una repartición paritaria. Si las mayoresa contraen matrimonio , también pueden contraerlo las menores . Si las menores dijeren: «nos casaremos del modo que vosotros lo habéis hecho», no se les ha de hacer caso. Aquí se aplica mayor severidad a las hijas que a los hijos, porque las hijas son alimentadas a costa de los hijos , pero no a costa de otras hijas .

CAPÍTULO IX

1. Si uno muere dejando hijos e hijas, cuando los bienes son abundantes, los hijos heredan y las hijas son alimentadas . Si los bienes son menguados, las hijas son alimentadas y los hijos habrán de pedir limosna. Admón dice: «¿a causa de ser varón he de tener perjuicio?» Rabán Gamaliel dice: apruebo las palabras de Admón.

2. Si uno deja hijos e hijas y uno de género neutro, cuando los bienes son abundantes, los hermanos varones lo pueden apartar con las hermanas; si los bienes son escasos, las hermanas lo pueden apartar con los hermanos varones. Si uno dice: «si mi mujer da a luz a un varón, recibirá éste una mina», en caso de que dé a luz a un varón, recibirá una mina. Si dice: «si mi mujer da a luz a una niña, recibirá ésta doscientos sús ; en caso de nacer niña, recibirá los doscientos sús. Si dice: «una mina si es niño y doscientos sús si es niña», si da a luz a un niño o una niña, el niño recibe una mina y la niña doscientos sús. Si da a luz a uno de género neutro, no recibirá nada. Pero si dice: «sea lo que diere a luz mi mujer recibirá tanto», en ese caso recibirá. Si no hay más heredero que él, heredará todo.

3. Si uno deja hijos mayores y menores de edad y los mayores mejoran la herencia , la mejora es para el común. Si dicen : «mirad lo que dejó nuestro padre, nosotros trabajaremos y tendremos su usufructo», la mejora es para ellos. Del mismo modo, si la mujer mejora la herencia , la mejora es para el común. Pero si ella dice: «mirad lo que me dejó mi marido, quiero trabajarlo y tener el usufructo», en tal caso la mejora es para sí misma.

4. Si unos hermanos están asociados (respecto a la herencia paterna) y uno de los hermanos consigue un oficio , el beneficio es para el común. Si uno enferma y se hace curar, la cura corre a su cuenta. Si algunos de los hermanos hacen regalo de bodas durante la vida del padre, en caso de que sea devuelto el regalo de bodas, la devolución va en beneficio común, ya que el regalo de bodas se puede recuperar por el tribunal . Si uno envía a su vecino unos jarros de vino o de aceite, no los puede recuperar por el tribunal, porque se computan con un acto bueno.

5. Si uno envía regalos de esponsales a la casa de su (futuro) suegro, aunque fueran cien minas, y comió allí una comida como yerno, incluso aunque fuera sólo por el valor de un denario, no puede recuperar (los regalos enviados). Pero si no hizo allí nunca comida como yerno, puede recuperarlos . Si envió muchos regalos con la condición de que retornen con ella a la casa del marido, éstos pueden ser recobrados. Si fueron pocos regalos para que se sirviesen de ellos en casa de su padre, éstos no pueden ser recuperados.

6. Si uno gravemente enfermo asigna todos sus bienes a extraños y deja para sí una mínima cantidad de terreno, su donación es válida. Pero si no deja para sí absolutamente nada de terreno, su donación no es válida . Si no escribió «gravemente enfermo» y él dice que estaba gravemente enfermo, mientras que los otros afirman que estaba sano, tiene que probar que estaba gravemente enfermo. Esta es la opinión de R. Meír. Los sabios, en cambio, afirman: el que reclama algo de su prójimo tiene que aducir las pruebas .

7. Si uno distribuye sus bienes verbalmente, dice R. Eliezer: tanto si está sano como si está gravemente enfermo, los bienes inmuebles se adquieren o por dinero, o por documento, o por prescripción, mientras que los bienes muebles se adquieren sólo arrastrándolos hacia sí . Le dijeron: ocurrió a la madre de los hijos de Rojel que se puso enferma y dijo: «dad mi velo a mi hija», el velo que valía doce minas. Ella murió y cumplieron su palabra. El les respondió: a los hijos de Rojel debía enterrar su propia madre . Los sabios dicen que en sábado sus palabras tienen validez, porque no se puede escribir, pero, en días feriales, no. R. Yehosúa dice: si establecieron esto así para el sábado, con tanta mayor razón para el día ferial. Parecido es lo siguiente: se puede tomar posesión de una cosa para un menor de edad , pero no para un mayor de edad . R. Yehosúa dice: si lo establecieron para un menor de edad, con tanta más razón para un mayor de edad .

8. Si una casa se derrumba sobre uno y sobre su padre o sobre uno y sobre el que ha de darle la herencia y tenía que pagar la dote matrimonial a la mujer o era deudor, los herederos del padre pueden decir: «el hijo murió primero , luego falleció el padre». En cambio, los acreedores pueden decir: «el padre murió primero y después el hijo». La escuela de Samay enseña: se ha de hacer una partición. La escuela de Hilel dice: los bienes permanecen en su posesión .

9. Si una casa se derrumba sobre un hombre y sobre su mujer y los herederos del marido dicen: «murió primero la mujer y luego el marido», mientras que los herederos de la mujer dicen: «murió primero el marido y luego la mujer», la escuela de Samay enseña: «se han de dividir (los bienes)», mientras que la escuela de Hilel afirma que los bienes permanecen con sus poseedores; la dote queda en posesión de los herederos del marido; en cambio, los bienes que han sobrevivido y que se han ido con ella quedan en posesión de los herederos del padre.

10. Si una casa se derrumba sobre hijo y madre , tanto unos como otros están de acuerdo en que deben repartirlos. R. Aquiba dice: confieso que en este caso los bienes permanecen en su posesión . Ben Azay le respondió: nosotros lamentamos las disputas y tú vienes a disputar con nosotros sobre lo que están de acuerdo.

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EVANGELIO DEL DOMINGO: “DIOS” DINERO


Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm

Alguien del público increpa a Jesús para que medie en una trifulca familiar a propósito de la herencia. Ese "poderoso caballero, don dinero", cupido de la codicia, es tremendamente seductor, y en las jaulas de sus señuelos han ido cayendo los hombres de todos los tiempos.
Jesús quiere, más allá de la disputa puntual que aquel suceso le planteó, desenmascarar el torpe chantaje que siempre supone el dios dinero, el ídolo del tener, la falsa seguridad de acumular. La conseja de la parábola de este Evangelio: "túmbate, come, bebe y date buena vida", la vemos corregida y aumentada, hoy igual que hace veinte siglos, por las consignas hedonistas, a las que nos empujan los adoradores de los nuevos becerros de oro: compre, consuma, cambie, aspire, goce, disfrute...
No es que Jesucristo y el cristianismo sean tristes y entristecedores, aguafiestas de la vida, pero ponen en guardia ante la propaganda fácil de una felicidad falsa. Se denuncia que poco a poco vayamos creyéndonos todos que el problema de nuestra felicidad depende de lo que tengo y acumulo. El problema viene cuando nos quitamos el disfraz del personaje y emerge la realidad de la persona, el drama viene cuando en el camerino de nuestra intimidad nos quitamos los maquillajes sociales y aparecen las arrugas de nuestra alma que habíamos camuflado bajo tantas apariencias.
Y cuando los profetas del consumo van llevando nuestra insatisfecha sociedad al jardín de las delicias de dios dinero; y cuando logrado el objetivo propuesto de adquirir o disfrutar de lo que se nos prometía lo último de lo último, seguimos masticando la tristeza y el hastío; y cuando en esta interminable espiral de ansiedad constatamos que nos falta demasiado para vivir felizmente; y cuando entrando al trapo del consumo, del dinero y del placer inhumano, lo que mayormente conseguimos es agobio, vanidad, enfrentamiento, ansiedad, injusticias, deshumanización... etc, entonces miramos los cristianos a Jesús, como aquellos otros hicieron hace dos mil años, y creemos que la única riqueza que no mancha, ni corrompe, ni ofende, ni destruye, es esa de la cual hablaba Él: "no amasar riquezas para sí, sino ser rico ante Dios".
Entonces, a la luz de este Evangelio, comprendemos que efectivamente Jesús no es rival de lo bueno, ni de lo bello, ni de lo gozoso, pero sí es implacable contra todo intento deshumanizador que pretende comprar y vender la felicidad y la dicha, bajo una bondad, una belleza y una alegría que son falsas, sencillamente falsas.

Publicado por ZENIT

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Meditación para el domingo XVIII del tiempo ordinario


En las latitudes occidentales, el mes de agosto evoca vacaciones, tiempo de ocio y diversión, de liberación de agobios y de legítimo descanso. Tiempo de cosechas del cereal en la meseta castellana, de saborear los éxitos del curso o de la carrera terminada.

Por los datos sociológicos y laborales negativos, que se ciernen sobre gran parte de la población y en las familias, se está sufriendo la merma de disponibilidad de medios para proyectos de viajes y estancias en zonas atractivas, con efectos quizá de nostalgia, tristeza, desánimo, agravio comparativo.

La Palabra de este domingo nos ilumina tanto para situaciones de abundancia como para tiempos de escasez. Con la imagen de los graneros repletos, que lleva al labrador al despilfarro, al egoísmo y a la insensatez, pensando que podrá disfrutar sin escrúpulos las rentas del fruto de lo que le ha dado la naturaleza, se nos advierte cómo deberemos siempre estar atentos y responsables de los dones que se nos entregan, no para provecho propio, sino para servicio y acrecentamiento de bienes útiles para los demás. Sobre todo porque nadie tiene propiedad de sus días. El salmista nos da la medida: “Mil años en tu presencia son como un ayer que pasó, una vela nocturna”.

Puede parecer un discurso que agua la fiesta, pero el realismo de la verdad que tantas veces nos golpea está magníficamente descrito en la primera lectura, aunque suene algo a escepticismo. “Vanidad de vanidad, dice Qohelet, todo es vanidad. ¿Qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol?”

La Palabra de Dios nos provee del mejor equipamiento, el de la sensatez, por saber medir el tiempo y los bienes –“Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato”-; la discreción, para no errar en un consumismo descontrolado con consecuencias dolorosas, la austeridad en tiempo de escasez y de dificultades; la consciencia, para no perder el dominio propio y la atención y sensibilidad en el uso de los bienes; el reconocimiento de que todo es don; la gratitud, por los dones recibidos; la solidaridad con los que pueden pasar estrecheces...

No es reacción adecuada engañarse con el ambiente superficial, como dice San Pablo, ni de gozar efímeramente de los placeres corporales, por dejar en tiempo de vacaciones rienda suelta a todo lo terreno. Por el contrario, el creyente tiene en este tiempo la ocasión preciosa de contemplar la naturaleza, de alegrarse de todo lo que es bueno, porque la vida del creyente deberá estar escondida con Cristo en Dios. En definitiva: “Aspirad a los bienes de arriba”.

¡Ojalá que al regreso de las vacaciones, nos suceda no como dice el refrán que ocurre después de ir a un espectáculo, sino como canta el salmo 125: “Al ir iban llorando, llevado la semilla, al volver vuelven cantado, trayendo sus gavillas.”

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DESENMASCARAR LA INSENSATEZ


XVIII Domingo del Tiempo Ordinario (Lucas 12. 13-21) - Ciclo C
José Antonio Pagola

El protagonista de la pequeña parábola del "rico insensato" es un terrateniente como aquellos que conoció Jesús en Galilea. Hombres poderosos que explotaban sin piedad a los campesinos, pensando sólo en aumentar su bienestar. La gente los temía y envidiaba: sin duda eran los más afortunados. Para Jesús, son los más insensatos.

Sorprendido por una cosecha que desborda sus expectativas, el rico propietario se ve obligado a reflexionar: «¿Qué haré?». Habla consigo mismo. En su horizonte no aparece nadie más. No parece tener esposa, hijos, amigos ni vecinos. No piensa en los campesinos que trabajan sus tierras. Sólo le preocupa su bienestar y su riqueza: mi cosecha, mis graneros, mis bienes, mi vida...

El rico no se da cuenta de que vive encerrado en sí mismo, prisionero de una lógica que lo deshumaniza vaciándolo de toda dignidad. Sólo vive para acumular, almacenar y aumentar su bienestar material: «Construiré graneros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come y date buena vida».

De pronto, de manera inesperada, Jesús le hace intervenir al mismo Dios. Su grito interrumpe los sueños e ilusiones del rico: «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?». Ésta es la sentencia de Dios: la vida de este rico es un fracaso y una insensatez.

Agranda sus graneros, pero no sabe ensanchar el horizonte de su vida. Acrecienta su riqueza, pero empequeñece y empobrece su vida. Acumula bienes, pero no conoce la amistad, el amor generoso, la alegría ni la solidaridad. No sabe dar ni compartir, sólo acaparar. ¿Qué hay de humano en esta vida?

La crisis económica que estamos sufriendo es una "crisis de ambición": los países ricos, los grandes bancos, los poderosos de la tierra... hemos querido vivir por encima de nuestras posibilidades, soñando con acumular bienestar sin límite alguno y olvidando cada vez más a los que se hunden en la pobreza y el hambre. Pero, de pronto nuestra seguridad se ha venido abajo.

Esta crisis no es una más. Es un "signo de los tiempos" que hemos de leer a la luz del evangelio. No es difícil escuchar la voz de Dios en el fondo de nuestras conciencias: "Basta ya de tanta insensatez y tanta insolidaridad cruel". Nunca superaremos nuestras crisis económicas sin luchar por un cambio profundo de nuestro estilo de vida: hemos de vivir de manera más austera; hemos de compartir más nuestro bienestar.

Contribuye a desenmascarar nuestra insensatez, Pásalo.

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SENTIR CON LA IGLESIA

DECIMOCTAVO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
Homilía de Monseñor Oscar Romero
31 de Julio de 1977

Eclesiastés 1, 2; 2, 21-23 / Colosenses 3, 1-5. 9-11 / Lucas 12, 13-21

Muy Queridos radio-oyentes:

Este domingo que, según el lenguaje litúrgico, se llama domingo 18º del Tiempo Ordinario, no he tenido la dicha de celebrar con ustedes la eucaristía, porque, como ya les avisé, he tenido que partir a Costa Rica para celebrar allá una reunión de carácter episcopal con representaciones de los episcopados de Centro América, México y el Caribe. Pero, gracias a la técnica, puedo dejar mi voz grabada en una cinta magnetofónica, para estar con ustedes siquiera en estos momentos de reflexión sobre la Palabra de Dios que se lee precisamente este domingo.

Voy a ofrecerles pues, en primer lugar, las lecturas que hoy ofrece la Iglesia a nuestra consideración, y después, haremos juntos nuestra reflexión como una comunidad, como una diócesis que se alimenta de la Palabra de Dios.

La primera lectura está tomada del Libro de Eclesiastés, en el capítulo primero:

"Vaciedad sin sentido dice el predicador. Vaciedad sin sentido, todo es vaciedad. Hay quien trabaja con destreza, con habilidad y acierto, y tiene que legarle su porción al que no la ha trabajado. También esto es vaciedad y gran desgracia. ¿Qué saca el hombre de todo su trabajo y de los afanes con que trabaja bajo el sol? De día, dolores, penas y fatigas; de noche no descansa el corazón. También esto es vaciedad.

Palabra de Dios.

Te alabamos Señor.

La segunda lectura es de la carta del apóstol San Pablo a los colosenses en el capítulo 3.

Hermanos, ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto y vuestra vida está con Cristo, escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis juntamente con él, en gloria. Dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros; la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría. No sigáis engañándolos unos a otros. Despojaos de la vieja condición humana con sus obras, y revestíos de la nueva condición que ya se va renovando como imagen de su creador, hasta llegar a conocerlo. En este orden nuevo, no hay distinción entre judíos y gentiles, circuncisos e incircuncisos, bárbaros y escitas, esclavos y libres; porque Cristo es la síntesis de todo y está en todos.

Palabra de Dios.

Te alabamos Señor.

El Señor esté con vosotros.

Lectura del santo evangelio, según San Lucas.

En Aquel tiempo dijo uno del público a Jesús: Maestro dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia. Él le contestó: Hombre, ¿quien me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros? Y dijo a la gente: Mirad guardaos de toda clase de codicia pues, aunque uno ande sobrado su vida no depende de sus bienes. Y les propuso una parábola: Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos. ¿Qué haré? No tengo dónde almacenar la cosecha. Y se dijo: haré lo siguiente. Derribaré los graneros y construiré otros más grandes y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida. Pero Dios le dijo: Necio esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?. Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.

Palabra de Dios.

Te alabamos Señor.

Consagrando ya una reflexión a esta divina palabra que hemos escuchado quiero pensar concretamente en esta Arquidiócesis, en la que estamos haciendo esta reflexión para alimentar nuestra comunidad. Y vaya ante todo un saludo a todos los queridos radio-oyentes, una invitación cordial para que nos preparemos espiritualmente a la celebración de nuestra fiesta patronal, el Divino Salvador del Mundo el próximo 6 de agosto.

Quiero dedicar también un pensamiento muy cariñoso a la comunidad que vive y se alimenta de esta palabra divina allá en el Citalá. Es un simpático pueblecito en la frontera de nuestra república con Honduras, donde tuve la dicha de celebrar el Corpus, con las religiosas y aquella fervorosa comunidad, el lunes recién pasado. Les agradezco la acogida tan bondadosa que me dispersaron y que fue nada más un signo de la acogida que siempre dan a esta palabra. Supe allá un razgo generoso que yo quisiera proponerlo como ejemplo a muchas comunidades. Y es que los domingos, como allá no tienen sacerdote se reúnen en la Iglesia habiendo convocado a la gente con los repiques; y a la hora de la misa de nuestra Catedral ellos sintonizan allá su radio, oyen la misa hasta la hora de la comunión, cuándo las hermanas distribuyen la comunión a aquella comunidad y terminan haciendo oraciones propias. De esta manera esta palabra, de la homilía de Catedral, llega a aquella comunidad que la recoge con el mismo fervor con que aquí lo hacemos en nuestro templo máximo. Les felicito por este gesto tan original; y ojalá que muchas comunidades en cantones y pueblos donde no hay sacerdotes se alimenten de esta manera de la reflexión espiritual de la palabra de Dios.

Cuando regresábamos, con el querido párroco de La Palma, el Padre Vito Guarato, visitamos la cabecera parroquial, La Palma. Y nos hemos dado cuenta del fervor que allá alimenta el espíritu de aquella comunidad parroquial. Y una cosa muy original es una vida espiritual que se traduce en gestos prácticos de vida, como es el taller titulado "La Semilla de Dios". Bajo la dirección del Señor Fernando Llort y sus colaboradores, está creciendo allá una comunidad, que al mismo tiempo que desarrolla sus habilidades manuales, crece en el Espíritu, en la reflexión de la palabra de Dios en la oración. Que el Señor bendiga esta obra suscitada por el Espíritu Santo y que toda la comunidad de La Palma crezca. Ha sido un alimento para mi espíritu de pastor el haber visto lo que puede hacer una comunidad cuando comprende esa encarnación de la Palabra de Dios en la vida práctica. Y cómo quisiéramos que todos estos conflictos y situaciones sociológicas económicas, políticas del mundo, se resolvieran así como lo están resolviendo en La Palma: con un gran amor y un gran sentido del trabajo y un gran espíritu de oración.

También queremos recoger con agradecimiento el esfuerzo que están haciendo los encargados de los diversos aspectos de preparar la próxima celebración del Divino Salvador del Mundo. Hay un activo comité de sacerdotes y laicos que han tomado a su cargo los diversos aspectos de esta complicada celebración. Decimos complicada porque queremos hacerla espléndida, para que el Divino Salvador del Mundo reciba el homenaje de la Arquidiócesis y de la patria y nos bendiga copiosamente. Ya el programa es conocido, y los encargados de desarrollar los diversos detalles están trabajando intensamente y con gran amor a nuestro Divino Redentor.

Hemos anunciado para el 5 de agosto por la mañana una convivencia del Apostolado de la Oración en la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús. Hemos llamado también a todos los católicos, a la tradicional "Bajada" que será a las 4 de la tarde y que será transmitida por radio, los que no pueden asistir, sírvanse de sus aparatos receptores sintonizando YSAX y los que asistan a esta tradicional "Bajada" procuren también poner al servicio de la muchedumbre sus aparatos receptores sintonizándolos en esta emisora.

Por la noche del 5, llamamos a todos los que quieran hacer oración por la patria a la catedral. Allí, junto con los grupos de oración junto con el Movimiento de Renovación en el Espíritu vamos a intensificar bajo la guía y la inspiración del Espíritu Santo, una oración por nuestra Iglesia y por nuestra patria. Y el 6 a las 9 de la mañana, esperamos a todas las parroquias bajo sus estandartes en la Plaza Barrios frente a Catedral donde tendremos la dicha de honrar al Divino Salvador del Mundo con una solemne concelebración.

Hemos repetido los fines meramente espirituales, de esta celebración y rogamos a todo los salvadoreños que no se dejen guiar por la mala voluntad, y por eso, no vayan a interpretar mal las intenciones de la Iglesia que solamente quieren ser la de honrar al Divino Salvador del Mundo y atraer sus bendiciones sobre este querido pueblo, tan dichosamente puesto bajo el nombre dulcísimo del Divino Salvador.

Y junto a estos hechos que hemos recordado y que forman parte de la trama de nuestra vida eclesial, pensemos en tantas otras cosas que forman nuestra vida diaria. Pensemos en nuestros campos necesitados de lluvias; pensemos en nuestras cosechas esperadas; pensemos en toda la belleza de nuestros paisajes; en la vida de nuestros país. Ojalá pudiéramos verla en toda su profundidad. Y, precisamente para eso, nos invita la palabra de Dios de este domingo, para que sepamos ver las cosas en su verdadera perspectiva.

Este es el mensaje que yo quisiera subrayar hoy para ustedes y para mí queridos radio oyentes, el mensaje de la trascendencia. Trascendencia es una palabra que quiere significar la perspectiva hacia lo eterno, hacia Dios, hacia lo divino. Sólo cuando se mira el mundo, las cosas, las riquezas la tierra hacia Dios que les dio origen, las cosas tienen sentido. Cuando miramos las cosas, las riquezas y los bienes de la tierra, sin tener en cuenta a Dios, las cosas se hacen vanas. Así lo describe el Concilio en una de sus frases lapidarias de la Constitución de la Iglesia en el Mundo de Hoy. "La creatura, sin el Creador se desvanece". Y voy a leerles todo ese párrafo del Concilio que me parece el mejor comentario de las lecturas de hoy. Está en la Constitución de la Iglesia en el Mundo Actual en el número 36, y dice así:

Muchos de nuestros contemporáneos, parecen temer que, por una excesivamente estrecha vinculación entre la actividad humana y la religión, sufra trabas la autonomía del hombre, de la sociedad o de la ciencia.

Si por autonomía de la realidad terrena se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco, es absolutamente legítima esta exigencia de autonomía. No es sólo, que la reclamen imperiosamente los hombres de nuestro tiempo. Es que además responde a la voluntad del Creador. Pues, por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propias y de un propio orden regulado, que el hombre debe respetar, con el reconocimiento de la metodología particular de cada ciencia o arte. Por ello, la investigación metódica en todos los campos del saber, si está realizada en una forma auténticamente científica y conforme a las normas morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las realidades de la fe tienen su origen en un mismo Dios. Más aún, quien con perseverancia y humildad se esfuerza por penetrar en los secretos de la realidad, está llevando, aún sin saberlo, como por lo mano de Dios, quien, sosteniendo todas las cosas, da a todas ellas el ser. Son a este respecto, de deplorar ciertas actitudes que, por no comprender bien el sentido de la legítima autonomía de la ciencia, se han dado algunas veces entre los propios cristianos actitudes que, seguidas de agrias polémicas, indujeron a muchos a establecer una oposición entre la ciencia y la fe.

Pero si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios, y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le escape la falsedad envuelta en tales palabras. La creatura sin el Creador desaparece. Por lo demás cuantos creen en Dios, sea cual fuere su religión, escucharon siempre la manifestación de la voz de Dios en el lenguaje de la creación. Más aún, por el olvido de Dios, la propia creatura queda oscurecida.

Hasta aquí el Concilio, y digo que este es el comentario más autorizado de las lecturas bíblicas de este domingo, porque, cuando el Antiguo Testamento nos dice: "Vaciedad sin sentido, vaciedad sin sentido, todo es vaciedad" Es una perspectiva de la creación, prescindiendo del creador. Todo es vano de veras. Las cosas no tienen sentido en sí misma. Solamente esa autonomía que nos ha dicho el Concilio, es decir, las cosas tienen su ser, su belleza, su propio valor, porque Dios se lo ha dado. Y en este sentido, sí recobran toda su belleza cuando las cosas se miran con esa trascendencia, con esa orientación, con esa perspectiva hacia Dios. Entonces ya no son vaciedad, sino que tienen propia belleza, pero teniendo en cuenta que todo lo están recibiendo de Dios.

En este sentido también hay que analizar el evangelio tan precioso de nuestro Señor Jesucristo de este domingo. Cuando le dice a aquel hombre que le pedía la colaboración para que su hermano repartiera su herencia, y Jesús le dice que no es juez de estas cosas temporales, le está diciendo que mire hacia el origen de las cosas, que no son la fuente de la felicidad, que no es en tener como los hombres son felices, sino en tener las cosas, pero mirando hacia Dios y la voluntad de Dios hacia estas cosas. "Mirad, -les dice Cristo- guardaos de todas clases de codicia, pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes".

He aquí una amonestación de los bienes terrenales hecha por Cristo. La Iglesia, como Cristo, no está puesta en el mundo para ser juez o árbitro de los bienes temporales. La misión de la Iglesia, ha dicho claramente el Concilio, no es de carácter social, político o económico, sino que es una misión religiosa. La misión de la Iglesia es darle a las cosas, a la política, a los bienes de la tierra, su dimensión religiosa, su trascendencia. Por eso, la Iglesia siente como más íntima las cosas de la tierra, porque las sabe unir con la voluntad de su Creador. Y tiene que denunciar, cuando estas cosas creadas los hombres las están subordinando al pecado.

No es así como Dios quiere que se manejen las cosas. No es la codicia la ley de las cosas de la tierra. No es el egoísmo, no son los bienes tenidos sólo para hacer felices a unos pocos. Es la voluntad de Dios, que ha creado las cosas para la felicidad y para el bien de todos, lo que nos exige a nosotros en la Iglesia a darles a las cosas su trascendencia, su sentido según la voluntad de Dios.

Lo que sucede cuando el hombre pierde esta visión de la trascendencia lo describe maravillosamente la parábola del evangelio de hoy. Aquel rico que hacía consistir su felicidad en haber cosechado mucho, llenar sus graneros y pensaba darse una gran vida disfrutando de sus cosas. Se había olvidado de la muerte, se había olvidado de Dios; y por eso el evangelio le recuerda: "Insensato, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?". Esta es la vanidad que dice la primera lectura: haber trabajado tanto, para adquirir tanto, y tener que dejarlo. No se lleva las cosas materiales, solamente se lleva el haber usado las cosas materiales según la voluntad de Dios. Solamente acompañarán en el juicio eterno del hombre sus actitudes internas: el haber manejado las cosas de la tierra, sin perder la perspectiva de la trascendencia, unir a Dios.

Y ésta es, pues, la misión de la Iglesia en el mundo actual: el reclamarle a los hombres que miren con trascendencia todas sus actitudes, todas sus cosas; lo político, lo económico, lo social, todo lo de la tierra; los deberes temporales, los derechos humanos, todo lo de la tierra, tiene que ver mucho la Iglesia con ello, no porque ese sea el fin de su misión. Porque su misión tiene que ser, cabalmente, darle el sentido trascendente, orientar hacia Dios los corazones de los hombres. Y desde los corazones de los hombres, convertidos hacia Dios, crear un mundo mejor, un mundo más conforme a la voluntad de Dios, en que todos nos sintamos, hermanos todos con un sentido de trascendencia hacia el Creador.

Queridos hermanos estimados radio-oyentes, esta es la palabra del Señor en este domingo 18º del Tiempo Ordinario. Ha sido para mí una satisfacción haber recordado, junto con ustedes, que la vida y las cosas que la vida nos da no tiene sentido. Son vaciedad, se disipan, se diluyen, mientras no las veamos en su origen, que es Dios, que les está dando el ser, la belleza, la consistencia. Y si de Dios vienen su belleza, su consistencia las cosas de la tierra que manejamos no las podemos manejar sin tener nuestros ojos clavados en Dios para preguntarle cómo quiere que las manejemos. Que no nos olvidemos de Dios, que no nos olvidemos de que un día tenemos que darle cuenta, y que nuestra actitud, frente a las cosas de la tierra, recibirá una respuesta de Dios, que será un premio o un castigo. Que se manejen las cosas de la tierra como Dios quiere que se manejen y no de otra manera.

Por cumplir este deber, la Iglesia sufre la persecución, la incomprensión. Pero la Iglesia no puede hablar de otro modo, y tiene que inquietar a los hombres que se quieren dormir sobre sus bienes, sobre sus triunfos, sobre sus poderes. Y la Iglesia tiene que recordarles como Cristo en el evangelio de hoy: Insensatos, que no sabéis que hay que dar cuenta a Dios de esas cosas? ¿Que habéis olvidado que las cosas tienen su razón de ser, su existencia, su consistencial su valor, su belleza, sólo porque Dios les está dando esas cosas?

Manejádlas pues, como Dios quiere que las manejemos, con un sentido de trascendencia. Y elevándonos a Dios, terminamos nuestra reflexión con una bendición que con cariño de Pastor quiero impartirles.

La bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre vosotros. Amén.

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Lecturas y Liturgia de las Horas: 01 de Agosto de 2010


DOMINGO XVIII DURANTE EL AÑO

Lectura del libro del Eclesiastés 1, 2; 2, 21-23

¡Vanidad, pura vanidad!, dice el sabio Cohélet.
¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad!

Porque un hombre que ha trabajado
con sabiduría, con ciencia y eficacia,
tiene que dejar su parte
a otro que no hizo ningún esfuerzo.
También esto es vanidad y una grave desgracia.

¿Qué le reporta al hombre todo su esfuerzo
y todo lo que busca afanosamente bajo el sol?
Porque todos sus días son penosos,
y su ocupación, un sufrimiento;
ni siquiera de noche descansa su corazón.
También esto es vanidad.

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL 89, 3-6. 12-14. 17

R. Señor, Tú has sido nuestro refugio.

Tú haces que los hombres vuelvan al polvo,
con sólo decirles: «Vuelvan, seres humanos».
Porque mil años son ante tus ojos
como el día de ayer, que ya pasó,
como una vigilia de la noche. R.

Tú los arrebatas, y son como un sueño,
como la hierba que brota de mañana:
por la mañana brota y florece,
y por la tarde se seca y se marchita. R.

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que nuestro corazón alcance la sabiduría.
¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...?
Ten compasión de tus servidores. R.

Sácianos en seguida con tu amor,
y cantaremos felices toda nuestra vida.
Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor;
que el Señor, nuestro Dios,
haga prosperar la obra de nuestras manos. R.


Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Colosas 3, 1-5. 9-11

Hermanos:
Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es la esperanza de ustedes, entonces también aparecerán ustedes con Él, llenos de gloria.
Por lo tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría. Tampoco se engañen los unos a los otros.
Porque ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus obras y se revistieron del hombre nuevo, aquél que avanza hacia el conocimiento perfecto, renovándose constantemente según la imagen de su Creador. Por eso, ya no hay pagano ni judío, circunciso ni incircunciso, bárbaro ni extranjero, esclavo ni hombre libre, sino sólo Cristo, que es todo y está en todos.

Palabra de Dios.



Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 13-21

Uno de la multitud dijo al Señor: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia».
Jesús le respondió: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?» Después les dijo: «Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas».
Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: "¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha". Después pensó: "Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida".
Pero Dios le dijo: "Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?"
Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios».

Palabra del Señor.

LITURGIA DE LAS HORAS
TIEMPO ORDINARIO
DOMINGO DE LA SEMANA XVIII
Del Propio. Salterio II. Tomo IV

1 de agosto

LAUDES
(Oración de la mañana)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

INVITATORIO

Ant. Pueblo del Señor, rebaño que él guía, bendice a tu Dios. Aleluya.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Himno: CRISTO, EL SEÑOR

Cristo, el Señor,
como la primavera,
como una nueva aurora,
resucitó.

Cristo, nuestra Pascua,
es nuestro rescate,
nuestra salvación.

Es grano en la tierra,
muerto y florecido,
tierno pan de amor.

Se rompió el sepulcro,
se movió la roca,
y el fruto brotó.

Dueño de la muerte,
en el árbol grita
su resurrección.

Humilde en la tierra,
Señor de los cielos,
su cielo nos dio.

Ábranse de gozo
las puertas del Hombre,
que al hombre salvó.

Gloria para siempre
al Cordero humilde
que nos redimió. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Bendito el que viene en nombre del Señor. Aleluya.

Salmo 117 - HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.

Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.

Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.

En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.

El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.

Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.

Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.

Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.

Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»

No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.

Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.

Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.

Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.

Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.

Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.

Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.

Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Bendito el que viene en nombre del Señor. Aleluya.

Ant. 2. Cantemos un himno al Señor nuestro Dios. Aleluya.

Cántico: QUE LA CREACIÓN ENTERA ALABE AL SEÑOR Dn 3, 52-57

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito tu nombre, Santo y glorioso:
a él gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres en el templo de tu santa gloria:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres sobre el trono de tu reino:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres en la bóveda del cielo:
a ti honor y alabanza por los siglos.

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Cantemos un himno al Señor nuestro Dios. Aleluya.

Ant. 3. Alabad al Señor por su inmensa grandeza. Aleluya.

Salmo 150 - ALABAD AL SEÑOR.

Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su augusto firmamento.

Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.

Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,

Alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas,

alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.

Todo ser que alienta, alabe al Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Alabad al Señor por su inmensa grandeza. Aleluya.

LECTURA BREVE Ez 36, 25-27

Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos.

RESPONSORIO BREVE

V. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu nombre.
R. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu nombre.

V. Pregonando tus maravillas.
R. Invocando tu nombre.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu nombre.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba. Aleluya.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba. Aleluya.

PRECES

Invoquemos, hermanos, a nuestro Salvador, que ha venido al mundo para ser «Dios-con-nosotros», y digámosle confiadamente:

Señor Jesús, rey de la gloria, sé tú nuestra luz y nuestro gozo.

Señor Jesús, sol que nace de lo alto y primicia de la humanidad resucitada,
haz que siguiéndote a ti no caminemos nunca en sombras de muerte, sino que tengamos siempre la luz de la vida.

Que sepamos descubrir, Señor, cómo todas las creaturas están llenas de tus perfecciones,
para que así, en todas ellas, sepamos contemplarte a ti.

No permitas, Señor, que hoy nos dejemos vencer por el mal,
antes danos tu fuerza para que venzamos al mal a fuerza del bien.

Tú que, bautizado por Juan en el Jordán, fuiste ungido con el Espíritu Santo,
asístenos durante este día para que actuemos movidos por este mismo Espíritu.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Por Jesús nos llamamos y somos hijos de Dios; por ello nos atrevemos a decir:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Señor, danos tu misericordia y atiende a las súplicas de tus hijos; concede la tranquilidad y la paz a los que nos gloriamos de tenerte como creador y como guía, y consérvalas en nosotros para siempre. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.


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II VÍSPERAS
Oración de la tarde

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: ¿DONDE ESTÁ MUERTE, TU VICTORIA?

¿Dónde está muerte, tu victoria?
¿Dónde está muerte, tu aguijón?
Todo es destello de su gloria,
clara luz, resurrección.

Fiesta es la lucha terminada,
vida es la muerte del Señor,
día la noche engalanada,
gloria eterna de su amor.

Fuente perenne de la vida,
luz siempre viva de su don,
Cristo es ya vida siempre unida
a toda vida en aflicción.

Cuando la noche se avecina,
noche del hombre y su ilusión,
Cristo es ya luz que lo ilumina,
Sol de su vida y corazón.

Demos al Padre la alabanza,
por Jesucristo, Hijo y señor,
dénos su espíritu esperanza
viva y eterna de su amor. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Cristo es sacerdote eterno según el rito de Melquisedec. Aleluya.

Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.

En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Cristo es sacerdote eterno según el rito de Melquisedec. Aleluya.

Ant. 2. Nuestro Dios está en el cielo, y lo que quiere lo hace. Aleluya.

Salmo 113 B - HIMNO AL DIOS VERDADERO.

No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria;
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios»?

Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas:

tienen boca, y no hablan;
tienen ojos, y no ven;
tienen orejas, y no oyen;
tienen nariz, y no huelen;

tienen manos, y no tocan;
tienen pies, y no andan;
no tiene voz su garganta:
que sean igual los que los hacen,
cuantos confían en ellos.

Israel confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.

Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga,
bendiga a la casa de Israel,
bendiga a la casa de Aarón;
bendiga a los fieles del Señor,
pequeños y grandes.

Que el Señor os acreciente,
a vosotros y a vuestros hijos;
benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres.

Los muertos ya no alaban al Señor,
ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor
ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Nuestro Dios está en el cielo, y lo que quiere lo hace. Aleluya.

Ant. 3. Alabad al Señor sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7

El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
(R. Aleluya)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Alabad al Señor sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que les teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Llegó la boda del cordero.
(R. Aleluya)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Alabad al Señor sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

LECTURA BREVE 2Ts 2, 13-14

Nosotros debemos dar continuamente gracias a Dios por vosotros, hermanos, a quienes tanto ama el Señor. Dios os eligió desde toda la eternidad para daros la salud por la santificación que obra el Espíritu y por la fe en la verdad. Con tal fin os convocó por medio del mensaje de la salud, anunciado por nosotros, para daros la posesión de la gloria de nuestro Señor Jesucristo.

RESPONSORIO BREVE

V. Nuestro Señor es grande y poderoso.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

V. Su sabiduría no tiene medida.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Si en verdad deseáis llegar a ser ricos, amad las riquezas verdaderas.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Si en verdad deseáis llegar a ser ricos, amad las riquezas verdaderas.

PRECES

Demos gloria y honor a Cristo, que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive para interceder en su favor, y digámosle con plena confianza:

Acuérdate, Señor, de tu pueblo.

Señor Jesús, sol de justicia que iluminas nuestras vidas, al llegar al umbral de la noche te pedimos por todos los hombres,
que todos lleguen a gozar eternamente de tu luz.

Guarda, Señor, la alianza sellada con tu sangre
y santifica a tu iglesia para que sea siempre inmaculada y santa.

Acuérdate de esta comunidad aquí reunida,
que tú elegiste como morada de tu gloria.

Que los que están en camino tengan un viaje feliz
y regresen a sus hogares con salud y alegría.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Acoge, Señor, a tus hijos difuntos
y concédeles tu perdón y la vida eterna.

Terminemos nuestras preces con la oración que Cristo nos enseñó:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Señor, danos tu misericordia y atiende a las súplicas de tus hijos; concede la tranquilidad y la paz a los que nos gloriamos de tenerte como creador y como guía, y consérvalas en nosotros para siempre. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.



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COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

EXAMEN DE CONCIENCIA

Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.

Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Himno: CUANDO LA LUZ DEL SOL ES YA PONIENTE

Cuando la luz del sol es ya poniente,
gracias, Señor, es nuestra melodía;
recibe, como ofrenda, amablemente,
nuestro dolor, trabajo y alegría.

Si poco fue el amor en nuestro empeño
de darle vida al día que fenece,
convierta en realidad lo que fue un sueño
tu gran amor que todo lo engrandece.

Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte
de pecadora en justa, e ilumina
la senda de la vida y de la muerte
del hombre que en la fe lucha y camina.

Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza
la noche oscura sobre nuestro día,
concédenos la paz y la esperanza
de esperar cada noche tu gran día. Amén.

SALMODIA

Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

Salmo 90 - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.

Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.»

Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.

No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.

Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.

Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.

No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;

te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.

«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.

Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

LECTURA BREVE Ap 22, 4-5

Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.

RESPONSORIO BREVE

V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32

Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

ORACIÓN

OREMOS,
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

BENDICIÓN

V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.

ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Madre del Redentor, Virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella del mar,

ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.

Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.

Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.

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Tomad, Señor y Recibid...


"Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad,
mi memoria,mi entendimiento y toda mi voluntad;
todo mi haber y mi poseer.
Vos me disteis,a Vos, Señor, lo torno.
Todo es Vuestro:disponed de ello según Vuestra Voluntad.
Dadme Vuestro Amor y Gracia,que éstas me bastan. Amén."

SAN IGNACIO DE LOYOLA

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Un test de confianza de Ignacio de Loyola



Hoy celebramos la fiesta de San Ignacio de Loyola. Hay un episodio en su vida, cuando decide embarcarse a Tierra Santa para seguir incluso “in situ” a Jesús de Nazaret que es muy revelador, pues él mismo, en la radicalidad de su seguimiento se hace un test del grado de su confianza en Dios. Una pregunta muy pertinente para el mundo en que vivimos hoy-

Lo cuento así en mi novela histórica El caballero de las dos banderas:

Pero lo que obsesionaba por entonces al peregrino era embarcarse cuanto antes hacia Tierra Santa. Con frecuencia se le veía en el puerto sentando en los cordelares perdiendo su mirada más allá de las jarcias y velámenes y preguntando a marineros y contramaestres si alguna nave zarparía pronto y podría llevarle a Italia, donde sacar el necesario salvoconducto para Jerusalén.

Un día le dijo Íñigo a Isabel:

–¡Mañana parto rumbo a Italia, Isabel!

–¿Qué decís? ¿Acaso tenéis ya pasaje?

–Si, lo acabo de concertar con un bergantín armado, que zarpa en seguida.

–¿Un bergantín? De ninguna manera, Íñigo. Eso es una locura. No lo consentiremos. No iréis sino en un navío mayor.

Íñigo cedió ante las insistencias de Isabel. Y, azares de la vida o mano de la Providencia, sucedió que el bergantín apenas salido de puerto, zozobró y se hundió con toda su tripulación y sus pasajeros.

Mientras esperaba algún otro barco, no faltaban algunos conocidos que se le ofrecían para acompañarle en el viaje, pero él se negaba una y otra vez.” Y aunque se le ofrecían algunas compañías, –relata– no quiso ir sino solo; que toda su cosa era tener a solo Dios por refugio. Y así un día a unos que le mucho instaban, porque no sabía lengua italiana ni latina, para que tomase una compañía, diciéndole cuánto le ayudaría, y loándosela mucho, él dijo que, aunque fuese hijo o hermano del duque de Cardona, no iría en su compañía; porque él deseaba tener tres virtudes: caridad y fe y esperanza; y llevando un compañero, cuando tuviese hambre, esperaría ayuda dél; y cuando cayese, que le ayudaría a levantar; y así también se confiara dél y le tendría afición por estos respectos; y que esta confianza y afición y esperanza la quería tener en solo Dios. Y esto, que decía de esta manera, lo sentía así en su corazón. Y con estos pensamientos él tenía deseos de embarcarse, no solamente solo, mas sin ninguna provisión. Y empezando a negociar la embarcación, alcanzó del maestro de la nave que le llevase de valde, pues que no tenía dineros, mas con tal condición, que había de meter en la nave algún biscocho para mantenerse, y que de otra manera de ningún modo del mundo le recibirían”.

Aquí se le volvió a presentar el problema de los escrúpulos. Si llevaba el “biscocho” o alimento consigo, ¿dónde quedaba la confianza en Dios? De modo que se determinó a acudir al confesor.

–Mi deseo es seguir a nuestro Serñor, padre –le dijo–, y hacer todo a mayor gloria de Dios. Pero si llevo conmigo mantenimiento, no pondré en Él mi confianza.

El confesor le miró sonriendo.

–Dejaos de escrúpulos. Yo os autorizo que pidáis lo necesario y lo llevéis con vos, como os ha exigido el maestro de la nave.

Aquella misma tarde se dirigió a una señora que solía socorrerle y le pidió que le diera para alimentarse durante el viaje. Esta, con extrañeza, le preguntó:

–¿Pero hacia dónde os queréis embarcar, hombre de Dios?

Íñigo dudó. “Si digo Jerusalén, me va a dar vanagloria”, por lo que respondió:

–A Italia y Roma voy, señora mía.

La dama frunció el ceño.

–¿A Roma queréis ir? ¡Pues los que van allí no sé como vienen!

Y explica Íñigo:”Queriendo decir que se aprovechaban en Roma poco de cosas de espíritu”. Es decir que ya no gozaba por entonces Roma fama de ser precisamente un espejo de virtudes cristianas.

A mi rubio caballero le quedaba tal temor a la vanagloria que ocultaba su nombre, la familia a la que pertenecía y la tierra de donde procedía, cuando alguien se lo preguntaba. Otra avispada mujer, a la que pidió ayuda para el viaje, le miró las manos y la distinción que siempre conservaría en su rostro y le espetó:

–Cierto que parecéis un mal hombre, cuando así andáis por el mundo. Mejor fuera tornaros a casa, en vez de ir vagando por ahí como un perdido.

–Bien decís, buena señora, que no soy otra cosa–respondió Íñigo.

La mujer quedó tan impactada con la respuesta que le dio pan, vino y otras cosas para el viaje.

De modo que al final se hizo con su biscocho y se presentó en el puerto, que no era más que una playa con un embarcadero, dispuesto a zarpar en torno al día de san José. “Mas hallándose en la playa con cinco o seis blancas, de las que le habían dado pidiendo por las puertas (porque de esta manera solía vivir), las dejó en un banco que halló allí junto a la playa”.

Así, sin blanca, desde cubierta contempló cómo se empequeñecían las casas de Barcelona, donde había permanecido poco más de veinte días, intentando buscar inútilmente personas espirituales con las que conversar. Un ansia que se le apaciguó desde entonces. Se pasaba el día “en continua oración, ora sobre cubierta, o en los sitios más bajos y solitarios de la nave” y se limitaba a una sola refección, la del medio día, quedándose todas las noches sin cenar. Así lo comprobó con sus propios ojos el mozo del quince años Gabriel Perpiña, que con los años llegaría a ordenarse de presbítero. A veces se metía en la sentina con un calor sofocante, mientras fuera los soldados borrachos alborotaban toda la noche. Cuando estos callaban, subía a cubierta y miraba las estrellas o la luna rielando sobre las olas, mientras su alma se perdía, al cerrar sus ojos, en un mar más anchuroso aún.

(De El caballero de las dos banderas, ed. Mz. Roca)

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