El anónimo artista medieval dejó esculpida esta sonrisa en la iglesia románica. El tiempo y la erosión han ido borrando las de al lado. Pero ha sido benévolo con el rostro del joven que sonríe para que los peregrinos, siglo tras siglos, gocen quizás del contagio. Aprendan que entrar en el templo, la casa de Dios, no es de derrotistas, enlutados y cariacontecidos, sino de gente que sonríe a la vida. Con frecuencia muchos han identificado el cristianismo sólo con dolor, ascesis, ceniza y penitencia. Y a veces sonreír cuesta. Pero el centro de la fe es la alegría de la resurrección. Nada ni nadie puede arrancárnosla, como dice el propio Jesús (Juan 16,22) “La alegría es el amor disfrutado; es su primer fruto. Cuanto más grande es el amor, mayor es la alegría”, decía Tomás de Aquino en su Suma teológica. De aquí que el himno de la Madre de Jesús sea el canto feliz del Magnificat, que nace de la humildad. Buena noticia para estos tiempos de crisis
Un Dios Prohibido (Película completa)
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Verano de 1936, inicios de la Guerra Civil española. La película narra el
martirio d...
Hace 10 años
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