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jueves, 20 de enero de 2011

DIOS SALVA A TODOS LOS HOMBRES COMO PUEBLO


TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Homilía de Monseñor Oscar Romero
22 de enero de 1978

Isaías 9, 1-4 / 1 Corintios 1, 10-13, 17 / Mateo 4, 12-23

Queridos hermanos:

EL TIEMPO ORDINARIO Y SU CARACTERÍSTICA DE ESPERANZA

Nos encontramos en el tercer domingo del Tiempo Ordinario. Se llama así, Tiempo Ordinario, ese período que está entre la Epifanía y la Cuaresma. Luego se interrumpe para celebrar el misterio de la redención que se prepara en Cuaresma y se celebra en Semana Santa prolongándose 50 días de Pascua hasta Pentecostés, la venida del Espíritu Santo. Entonces vuelve a re-emprenderse el tiempo ordinario después de Pentecostés. Total entre este período: Epifanía-Cuaresma, Pentecostés-Adviento, hay 33 ó 34 domingos y semanas que se llaman del tiempo Ordinario. La característica en cuanto al ornamento es que el sacerdote sale revestido de ornamentos verdes porque quiere significar la esperanza de un pueblo que peregrina y que a pesar de la rutina, de la habitualidad de un tiempo que para muchos puede ser coro desesperante, largo, duro como la peregrinación de la tierra, como la vida que a veces se sumerge sin sentido, pierde el horizonte, el cristiano debe de llevar siempre esa esperanza en su corazón. Esa es la característica de este Tiempo Ordinario.

EL EVANGELIO A TRAVÉS DE LOS CICLOS LITÚRGICOS

Pero recién pasadas las fiestas de Navidad y de Epifanía, el Evangelio que corresponde a ese año trata de iniciar ya la predicación pública de Cristo. Se van a fijar que el Evangelio en la lectura dominical de la Iglesia se ha dividido en tres ciclos: Ciclo A, Ciclo B y Ciclo C. Tres años distintos en que se escoge como lectura para el Ciclo A, el Evangelio de San Mateo. Es, hoy, este año. Estamos leyendo y leeremos durante estas 34 semanas el Evangelio de San Mateo. El Ciclo B corresponde al Evangelio de San Marcos, y el Ciclo C corresponde al Evangelio de San Lucas. De aquí a 2 años estaremos en el tercer Ciclo.

Y el Evangelio de San Juan, tan rico en el Misterio de Cristo se coloca todos los años en esas celebraciones que podíamos llamar tiempos fuertes del Año Litúrgico como son: ADVIENTO, NAVIDAD, CUARESMA Y PASCUA.

Así tenemos que a lo largo de tres años, si hemos asistido fielmente a nuestra misa dominical tenemos un prospecto de los 4 Evangelios. Junto al pasaje evangélico de cada domingo se escoge un pasaje del Viejo Testamento para ver la concordancia que existe entre el Nuevo Evangelio, el Evangelio de Cristo -plenitud de los tiempos- y el Viejo Testamento que viene anunciando cómo en el Nuevo Testamento se da el cumplimiento del Viejo Testamento.

LA EPÍSTOLA

Las Epístolas -o sea las segundas lecturas- no tienen propiamente una conexión con las lecturas del Evangelio y la primera lectura, sino que se van leyendo para que a lo largo de los tres años tengamos también una idea de las Cartas de los Apóstoles. En esta temporada, por ejemplo, estamos leyendo la primera carta a los Corintios. Pero si queremos siempre encontraremos un nexo que presenta las tres lecturas como un mensaje bíblico cuya síntesis hemos de tratar de comprender para vivirla.

LA HOMILÍA

¿Y por qué esta predicación del Evangelio, de la Biblia? Quiere ser una lectura, una reflexión vital. Es por eso, queridos hermanos, que se ordena la homilía. La homilía, una palabra que significa el actualizar, decir a la asamblea que se ha reunido que esta palabra, aunque pertenece a tiempos muy distantes de nosotros, es hoy para nosotros católicos que nos hemos reunido el domingo 22 de enero de 1978. Hoy, aquí y allá donde a través de la radio están reflexionando esta palabra, a través del humilde acento humano, imperfecto acento humano. No nos fijemos en el hombre que da este acento, fijémonos en la palabra que lleva ese acento que es palabra de Dios, mensaje de Dios para orientar, para darle vida, sentido cristiano a la sociedad de hoy, a los hombres de hoy.

HECHOS DE LA SEMANA

Por eso es mi afán de que antes de decir los pensamientos apropiados a la lectura bíblica poner un marco histórico, decir esta palabra de Isaías, de Pablo, de San Mateo, no la tenemos que leer desencarnada de nuestro tiempo, tiene que tener una luz para los acontecimientos de esta semana, tiene que orientar y decir algo. Como dice el Concilio: "El deber de un verdadero meditador de la palabra de Dios es iluminar los signos de los tiempos con la palabra de Dios; para darle a la historia y al momento que vive el sentido trascendente que lo une con Dios, y lo oriente hacia Dios".

LO QUE LA IGLESIA PIENSA SOBRE LA EDUCACIÓN

Quién puede descuidar, por ejemplo, en un sentido bien nacional de la palabra el acontecimiento pintoresco de esta semana: los niños con sus cuadernos y libros caminando para la escuela. Han comenzado las clases. Esto nos lleva a vivir esta semana también en una reflexión de ese acontecimiento patrio. ¿Qué piensa la Iglesia ante este espectáculo bello de una niñez, de una juventud, de unas escuelas que se abren, de unos maestros y maestras que están esperando después de sus vacaciones a los niños que vuelven?

En primer lugar, hermanos, elogiar el esfuerzo del Gobierno por extender la educación a todas partes. Claro está, es una gran obra y ojalá hubiera escuela para todos. Pero por otra parte, la Iglesia junto con esta alabanza y este aplauso quiere exponer su pensamiento acerca de la educación, y lo dice con franqueza a través de los Documentos de Medellín. Cuando mencionamos los Documentos de Medellín muchas gentes se asustan, pero es porque no los saben leer. Medellín es el pensamiento de la Iglesia para el continente latinoamericano. Naturalmente que muchos han abusado de esos Documentos, así como otros también los consideran como un tabú, de miedo. No es otra cosa que la inspiración cristiana a los pueblos latinoamericanos.

Un documento de Medellín se refiere a la Educación y de allí saco estos pensamientos para las escuelas que hoy abren: Que tenemos que criticar que la educación, por lo general en América Latina, no corresponde a la necesidad de unos pueblos que buscan su desarrollo. Es una educación que tiene un contenido abstracto, formalista, una didáctica más preocupada de transmitir conocimientos que de crear un espíritu crítico. La verdadera educación debería de crear en el niño y en el joven un espíritu crítico. Quiere decir que no se trague todo tan fácilmente, que sepa estar despierto. Que a la noticia del periódico no la crea sólo porque salió en el periódico; que analice, que critique. Que una ley que sale sepa analizarla, sepa ser crítico de su hora, de su ambiente.

Actualmente es una educación orientada al mantenimiento de las estructuras sociales y económicas imperantes y propiamente no es una colaboración a la transformación que necesitan nuestros pueblos, es una educación uniforme.

Mientras que en América Latina se está viviendo hoy la riqueza de un pluralismo humano, tantos valores humanos en los diversos países de América, que la verdadera educación tenía que descubrir lo propio, la creatividad de cada idiosincrasia y no tratar de dar un patr6n universal para todos los países.

Está orientada por lo general la educación en nuestros países latinoamericanos al deseo de tener más, mientras que la juventud de hoy exige más bien ser más en el gozo de su autorrealización por el servicio y el amor. No fomentemos una educación que en la mente del alumno cree una esperanza de llegar a ser rico, de tener poder, de dominar. Esto no corresponde a nuestro momento.

Formemos en el corazón del niño y del joven el ideal sublime de amar, de prepararse para servir, de darse a los demás. Lo demás sería una educación para el egoísmo, y queremos salir de los egoísmos que son las causas precisamente del gran malestar de nuestras sociedades.

Tiene que proponer la Iglesia, entonces, una educación que haga de los hombres sujetos de su propio desarrollo, protagonistas de la historia. No masa pasiva, conformista, sino hombres que sepan lucir su inteligencia, su creatividad, su voluntad para el servicio común de la patria. Quien tiene que ver que el desarrollo del hombre y de los pueblos es la promoción de cada hombre y de todos los hombres "de condiciones menos humanas a condiciones más humanas". Hacerle ver en la educación, al sujeto de la educación, perspectiva de un desarrollo en el cual él tiene que estar comprometido. No esperar que se lo hagan todo, sino ser él un protagonista, poner su granito de arena en esta transformación de América.

Una educación creadora ha de anticipar el nuevo tipo de sociedad que buscamos en América Latina. Nadie está contento con el tipo de sociedad que tenemos en nuestros pueblos. Si alguien finge estar contento o es por su propia ventaja o se está tratando de engañar; pero si somos sinceros todos aspiramos a una sociedad mejor, un mundo mejor. Entonces la educación tiene que anticipar en la escuela, en el colegio, la figura -aunque sea pequeñita- de una sociedad como la quisiéramos en América: unos maestros, unos padres de familia, unos niños que formen una comunidad modelo de amor, de colaboración, de corrección mutua, etc.

También quiere la Iglesia para América Latina una educación personalizante, una conciencia en cada niño y en cada joven de su propia dignidad humana, de su sentido de libre autodeterminación y de un sentido comunitario. Nadie vive para sí solo, como caracol, sino que debe de vivir abierto para los demás: sentido comunitario.

Una educación abierta al diálogo, en que estos conflictos de generaciones, de edades, de clases, en vez de ser barreras que nos dividen sean elementos que nos enriquecen mutuamente. Un gran aprecio en la educación por las peculiaridades de cada lugar, para integrarlas en la unidad pluralista del Continente y del mundo, es decir, el salvadoreño sepa que tiene valores salvadoreños que sólo El Salvador puede aportar al gran concierto de todos los países del mundo; y cultivar esos valores nuestros, autóctonos, no con un sentido de egoísmo como si no hubieran más hombres que los salvadoreños, sino para enriquecer con nuestro espíritu salvadoreño, con nuestras cosas tan bellas, el concierto pluralista de lo que son los diversos países.

¡Qué hermosa armonía resultaría cuando todos los países en vez de pensar sólo en sí piensen en el concierto de aquel Dios de las naciones: "Cantad al Señor todos los pueblos, porque Él es el que ha hecho maravillas"!. Y capacitar a todos, hermanos, en el cambio orgánico que necesita este continente.

De allí que la Iglesia sinceramente está solidaria con los esfuerzos educativos de los países, pero quisiera pedirles que tengan en cuenta estas realidades de nuestro Continente para que ella también sienta que su aportación es válida.

LA IGLESIA REIVINDICA LA LIBERTAD PARA CUMPLIR CON SU DEBER Y DERECHO DE EDUCAR

De allí que la Iglesia –como lo acaba de decir el Papa a nuestro Embajador ante la Santa Sede- reivindica la libertad sin trabas para que la Iglesia pueda cumplir su deber y su derecho de educar a todos sus cristianos en el desarrollo de su fe bautismal. La Iglesia no está pidiendo aquí una limosna, ella tiene derecho a que toda la sociedad que se ha comprometido por el Bautismo con Cristo sepa ser al mismo tiempo que ciudadanos de un pueblo del continente latinoamericano, ciudadanos también del reino de Dios. Y que tienen que prepararse como salvadoreños cristianos no solamente a ser útiles a la patria de la tierra, sino a vivir las grandes esperanzas y traducirlas precisamente como cristianos en las grandes realidades salvadoreñas.

Por eso la Iglesia predica, reúne grupos de reflexión, da catequesis y a pesar de las malas interpretaciones no puede callar. Es su deber enseñar el Evangelio integral, éste que está promoviendo la Iglesia en todos los países latinoamericanos.

Por eso también, hermanos, la Iglesia aprovecha eso que se llama hoy la educación asistemática, es decir, aprovechar los medios de comunicación social para llegar con su mensaje educador a todas las comunidades, a los movimientos juveniles, a las comunidades de base. ¡Qué hermoso, por ejemplo, saber que en este momento yo soy el pobre maestro que estoy llevando el mensaje de la educación cristiana a todas esas comunidades! Donde sé que los parlantes sintonizados con esta radio, a veces puestos en los campanarios de las iglesias, están llevando este mensaje a la inmensa masa de cristianos de nuestra Arquidiócesis para decirles lo que Cristo quiere de cada uno de los cristianos.

MENSAJE A LOS MAESTROS

Y junto a este acontecimiento de la educación, que como ven se presta a profundas reflexiones, yo quisiera invitar a estas reflexiones a los queridos maestros con quienes, gracias a Dios, guardamos muchas amistades. Para que sepan traducir en sus aulas escolares -sin traicionar su propio deber de súbditos de un gobierno, a su propia conciencia cristiana- que no se trata propiamente de dar catecismo en las escuelas: se trata de que el maestro, aun desarrollando el programa del Ministerio de Educación, sepa ser un testimonio vivo. ¡Su vida es la que interesa! Un cristiano que ha logrado hacer de su vida y de su profesión una síntesis entre la fe y su cultura, una síntesis entre su fe y su vida. El maestro, la maestra que se presenta viviendo esta síntesis, es muy fiel a los programas del gobierno y al mismo tiempo es muy fiel a lo que le exige su Iglesia, su Cristo, su bautismo.

HECHOS ECLESIALES

De allí que la Iglesia trata de vivir también su propia realidad de Iglesia. Y en este ambiente de familia que nos congrega en la misa de 8 en todas partes, les digo con profunda satisfacción las noticias y avisos de esta Iglesia.

¡QUIEN TOCA AL ARZOBISPO TOCA EL ALMA DE LA IGLESIA!

Yo quiero expresar hoy un agradecimiento profundo a mis queridos sacerdotes, a las queridas comunidades religiosas y laicos que han firmado ese documento de solidaridad que se publica en primera página hoy en "Orientación". Les agradezco, no por mi persona que ya merece todos los desprecios naturalmente, pero por lo que significa la persona del Obispo: signo de unidad, hasta poder decir que: ¡quien toca al Arzobispo, toca el alma de la Iglesia! No es un sentimiento de vanidad, sino de fe lo que me hace pensar así. Y no es por mi persona, sino por mi cargo que me duelen tantas injustas calumnias porque despedazan a la Iglesia. Y por eso agradezco ese llamamiento a la solidaridad que les recomiendo leer y reflexionar en "Orientación".

CELEBRACIONES DE ÓRDENES RELIGIOSAS, ACTIVIDADES PASTORALES, ETC.

Quiero alegrarme también con el Instituto de las Religiosas de Bethania, que durante esta semana han estado cumpliendo 50 años de su fundación. Que el Señor las haga ser comunidad de Iglesia útil a este momento de transformaciones tan difíciles; y que todos, religiosos, fieles, sacerdotes, tenemos que comprender las necesidades de estas renovaciones para ponernos al día en el servicio de una Iglesia que quiere estar también al día al servicio del mundo.

En este sentido también quiero anticipar mis felicitaciones a las Religiosas Guadalupanas, a las Carmelitas Misioneras, que están celebrando en estos meses fechas jubilares de su fundación.

Y de parte de las Carmelitas quiero ya anticipar una celebración que se efectuará aquí en San Salvador el día de la Virgen de Lourdes, 11 de febrero, en honor de la Virgen de los Enfermos. Vamos a hacer una concentración de enfermos allá junto al Colegio de la gruta de Lourdes, dirigido por las Hermanas Carmelitas que en esta forma quieren celebrar su aniversario de fundación. Desde ahora hago un llamamiento a todas las familias que tengan enfermos y puedan ser llevados a aquella explanada, para que allá celebremos una misa y los podamos ungir con el óleo de los enfermos para santificarles y darles un sentido más de consagración a sus enfermedades.

En la vida religiosa también quiero recordar hoy aquí, ante ustedes, una preciosa reunión que se tuvo en Chalatenango del 18 al 20 de enero, en que 20 religiosas que ya trabajan en comunidades de aquel Departamento programaron sus actividades para el año. Y orientaron cada vez más, según la Pastoral de la Arquidiócesis, sus trabajos en las diversas comunidades de aquel Departamento que hoy es toda una esperanza. Las saludamos desde aquí a esas heroicas Hermanas que están trabajando en pueblos tan distantes, pero con tanto fruto. ¡Que el Señor las bendiga!

Así también pido una bendición para la reunión de Religiosas que este día, con invitación a comunidades de todo el país, se está celebrando en el Colegio de la Asunción.

Ha habido fiestas en las comunidades de San Antonio Abad. Muchos de ustedes habrán oído la abundancia de pólvora que se han gastado esos católicos celebrando a su patrón San Antonio Abad.

También se celebró en Ciudad Delgado y en otras poblaciones al patrón San Sebastián, que entre nosotros tiene muchos devotos.

SEMANA DE LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS

Y sobre todo, hermanos, y lo dejaba por último, como para hacer el marco a mi homilía de hoy en esta semana, desde el miércoles se está celebrando la Semana de la Unidad de los Cristianos. Es una experiencia verdaderamente halagadora. Hemos estado el miércoles en la iglesia del Rosario, el jueves en el Liceo Salvadoreño, en la bonita capilla de los Hnos. Maristas; el viernes en la Primera Iglesia Bautista, donde fuimos acogidos por el Pastor con una hospitalidad muy exquisita y por esa congregación cristiana con un verdadero sentido de hospitalidad. Anoche aquí en Catedral; esta noche aquí en Catedral también. Mañana lunes en la iglesia Bautista Emmanuel, Barrio San Jacinto; pasado mañana martes, en la Basílica Sagrado Corazón; y el miércoles les invito de manera especial para la clausura de esta semana aquí en Catedral, a las 7 de la noche. Todas estas noches a las 7 hemos expresado ese anhelo que Cristo vivió en su Evangelio: "Padre, que todos los que creen en mí, sean una sola cosa para que el mundo crea que Tú me enviaste". Porque tanto protestantes de buena voluntad -y subrayo esta palabra porque también hemos encontrado protestantes de mala voluntad que no creen ni en la oración de Cristo que los une a todos los que creen en Él, pero están todos aquellos que son muy numerosos, hermanos cristianos no católicos, que los llamamos protestantes por designarlos con un nombre, con su buena voluntad- y los católicos que han acudido a esta invitación, nos hemos confundido en una sola familia que sigue el Evangelio de Cristo para orar, para que desaparezcan las diferencias que estorban la evangelización del mundo. Somos estorbo mientras estemos divididos, pero cuando estemos unidos y presentemos el EVANGELIO en una sola Congregación Cristiana, entonces el mundo se convertirá. No lo dudemos.

Y a esto va precisamente mi reflexión de la palabra de Dios. Quisiera llamar a esta homilía: La Iglesia, Germen Segurísimo de Unidad para el género humano. Así la llama el Concilio: "La Iglesia es germen de unidad para todo el género humano". Y quiero ofrecerles estos tres pensamientos:

1º: Dios se hace presente en la historia de los hombres, en Cristo.

2º: Cristo, presencia de Dios en la historia, llama a todos los hombres a convertirse y a colaborar.

3º: La desunión de los cristianos, el estorbo del reino de Cristo. De allí un llamamiento a la unidad tanto dentro de la Iglesia como fuera de la Iglesia, a todos los cristianos no católicos.

1º. DIOS SE HACE PRESENTE EN LA HISTORIA DE LOS HOMBRES EN CRISTO

Zabulón y Neftalí... brilló una luz
En la primera lectura está el primer pensamiento expresado con una elocuencia propia de Isaías: "el señor en otro tiempo humilló el país de Zabulón y de Neftalí, pero ahora le alegra con su presencia". Y cuando San Mateo en su Evangelio queriendo confrontar el Viejo Testamento con el Nuevo, anuncia que Cristo predicó precisamente en esos países de Zabulón y de Neftalí -que está en la Galilea- entonces se cumplió, dice el Evangelio, lo que anunció el profeta: "País de Zabulón, país de Neftalí, camino del mar, el pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, brilló una luz". ¡Qué hermosa manera de presentar la presencia de Cristo ya en la historia!

DIOS ROMPE LOS YUGOS, LAS VARAS DEL OPRESOR ...

Aquel rinconcito de Palestina, las regiones tribales de Zabulón y Neftalí fueron las tribus que primero invadió Teglás Balazar III, rey de Asiria, en su afán de conquistar toda la Palestina; de modo que el imperio de un pagano en la Tierra Santa cubrió de sombra los países de Neftalí y Zabulón. Por eso el profeta habla de una humillación. Pero ese profeta que ya preveía los tiempos de Mateo, anuncia la alegría cuando aparece otra vez la luz, la libertad sobre esos países esclavizados por la invasión extranjera. E Isaías describe ese momento en profecía cuando dice: "Acreciste la alegría, aumentaste el gozo, se gozan en tu presencia como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín". Y fíjense bien en lo que sigue:

"porque la vara del opresor, el yugo de su carga, el bastón de su hombro, los quebrantaste como en el día de Medián". En Medián, Gedeón llevó una batalla vencida de una forma original. Muy fácil fue la victoria. Pues así dice Isaías: "llegará el reino de Dios a quebrar la vara del opresor". El yugo era el emblema de un pueblo subyugado, puesto bajo el yugo. "Dios quebrantará ese yugo, Dios dará la libertad, el pueblo oprimido cantará la alegría de un Dios que lo ha visitado para salvarlo".

Hermanos, esto es lo que produce Dios cuando llega a un pueblo: romper los yugos, las varas del opresor. Esto es lo que debe clamar todo hombre, toda familia, todo pueblo cuando siente, como Zabulón y Neftalí, la humillación, la aflicción, la depresión: ¡Ha de tener esperanza! Y el profeta no se engaña.

Cuando CRISTO aparece en esos países curando enfermos, resucitando muertos, predicando a los pobres, llevando esperanza a los pueblos, ha comenzado en la tierra como cuando se tira una piedra a un lago tranquilo y comienzan a hacerse ondas que llegan hasta los confines del lago. Cristo ha aparecido en Zabulón y Neftalí, con las mismas señales de una liberación: sacudiendo los yugos opresores, trayendo alegría a los corazones, sembrando esperanza. Y esto es lo que ahora está haciendo Dios en la historia.

AFÁN DE LA IGLESIA: PREDICAR LA PRESENCIA DE DIOS EN LA HISTORIA

Por eso el afán de la Iglesia es predicar esta presencia de Dios en la historia, la alegría de su presencia. Que nadie mate esa alegría, hermanos; que vivamos todos el amor con que Dios nos visita, nos ama de verdad. Y aunque permite a veces la humillación de Zabulón y Neftalí para purificar los pecados de los pueblos, Dios no nos ha abandonado, Dios está con nosotros. Mantengamos esta ilusión profunda de nuestra fe, oremos, pidamos. A mí me da tristeza ver mucha gente pesimista como que si ya todo estuviera perdido; como si estuviéramos en un callejón sin salida. ¡De ninguna manera! Tal vez estamos viviendo las tinieblas de Zabulón y Neftalí. Pero como Isaías, sin haber vivido la presencia de Cristo que vino 8 siglos después, nosotros esperamos no 8 siglos, porque Cristo ya está en la historia, esperamos otra cosa, esperamos lo que ahora quiero expresarles en mi segundo pensamiento.

2º. CRISTO LLAMA A TODOS LOS HOMBRES A CONVERTIRSE Y A COLABORAR

Cristo ha venido y comienza a llamar.

Miren el Evangelio, ¡qué precioso!: "Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: 'Convertíos porque está cerca el reino de los cielos'". Y el pasaje que se ha leído hoy nos cuenta las primeras vocaciones de cuatro apóstoles: Pedro y Andrés, hermanos; Juan y Santiago, hermanos. Junto al lago pescando, Cristo los llama: "¡Vengan, déjenlo todo, los necesito. Quiero hacer de ustedes más bien pescadores de hombres!" Y lo siguieron... Y en pos de esas cuatro primeras vocaciones, otras, y otras, y otras más. Ha sido el llamamiento de Cristo a todos los hombres.

Dios ha dado la vida a cada persona para una vocación; no todos a la vocación ministerial, sagrada, la que yo tengo el honor de tener. Pero la vocación que ustedes tienen, laicos: vocación del matrimonio, vocación de la profesión, vocación de la situación económica, política, social; el cargo político también es un lugar desde donde se puede servir a Dios.

¿QUÉ ES LA CONVERSIÓN?

Y Cristo llama a todos, pero los llama a la conversión. Ya les expliqué un día qué significa esta palabra. Conversión es orientarse de frente hacia una parte. Los militares dan la orden: conversión a la izquierda, conversión a la derecha. Conversión, decimos nosotros, hacia CRISTO. Conviértanse, dice Cristo.

Esta es la condición: convertirse. La conversión es necesaria para que se realice la liberación que los pueblos esperan. De allí que la Iglesia, predicando esta conversión, tiene que señalar el reino opuesto al reino de Dios: el reino del pecado. Predicación que no denuncia el pecado no es predicación de Evangelio; predicación que contenta al pecador para que se afiance en su situación de pecado está traicionando el llamamiento del Evangelio; predicación que no molesta al pecador sino que lo adormece en su pecado es dejar a Zabulón y Neftalí en su sombra de muerte. Predicación que despierta, predicación que ilumina como cuando se enciende una luz y alguien está dormido, naturalmente que lo molesta pero lo ha despertado. Esta es la predicación de Cristo: Despertad, convertíos. Esta es la predicación auténtica de la Iglesia. Naturalmente, hermanos, que una predicación así tiene que encontrar conflicto, tiene que perder prestigios mal entendidos, tiene que molestar, tiene que ser perseguida. No puede estar bien con los poderes de las tinieblas y del pecado.

LA VOCACIÓN SAGRADA

Convertirse, pues, es el llamamiento que Cristo hace y si entre esa conversión hay hombres o mujeres que sientan más de cerca el llamamiento de Cristo, surge entonces en el pueblo de DIOS la vocación sagrada: "¡Venid y os haré pescadores de hombres!" Es lo que están sintiendo en estos momentos los jóvenes que van a entrar al Seminario; es lo que sienten los que se están preparando para el sacerdocio. Y ojalá esta palabra despertara en muchos corazones juveniles, en muchos hogares, el sentido de la vocación sagrada. La señorita, la niña que quiere consagrar su amor como el de la Virgencita que celebrábamos ayer, Santa Inés, a quien quisieron casar con un pagano pero ella ya se habla desposado místicamente con Cristo; y por ser fiel a su místico desposorio con el Amor Eterno, murió Virgen y Mártir. Cuántas jóvenes, cuántos jóvenes, en este llamamiento de Cristo sienten el impulso del Espíritu de Dios que los llama.

Me decía una religiosa en estos días: "¡Cómo se ven florecer vocaciones! Viera cuántas muchachas van buscando allá a ver si pueden ser religiosas". Lo mismo el Padre Segura en el Seminario ha sobrepasado sus esperanzas, y no le caben los muchachos que han despertado a la vocación. Y se están preparando allá en sus institutos, en su familia, para cuando llegue la hora de poder aceptarles.

EL LLAMAMIENTO A LA CONVERSIÓN HA DESPERTADO A MUCHOS QUE ESTABAN DORMIDOS

Hay una inquietud inmensa, hermanos; el llamamiento de la conversión ha despertado muchos corazones que estaban dormidos en Zabulón y Neftalí, en el pecado, pensando que la Iglesia estaba metiéndose en política, en otros campos que no son los suyos. Y han comprendido, al fin, que no está haciendo más que predicar el reino de Dios, el cual señala el pecado aunque el pecado se encuentre en la política y se encuentre también en las situaciones económicas y demás situaciones de la humanidad.

La Iglesia no puede menos que ser la voz de Cristo, de decir: Convertíos porque el reino de Dios está cerca y el que lo quiera aprovechar, no lo logrará si no es convirtiéndose, arrepintiéndose de su pecado, acercándose a Dios. Este ha sido el clamor de la Iglesia en estos últimos tiempos: la conversión. Por eso, queridos hermanos: Convertíos. Yo el primero necesito conversión, todos necesitamos conversión porque el Apocalipsis dice: El que es santo, santifíquese más; el que es justo, justifíquese más y, naturalmente, el que está en pecado, póngase en gracia de Dios, renuncie a sus injusticias, a sus egoísmos, a sus atropellos. Póngase amigo de Dios; el pecado no lo quiere Dios.

3º. LA DESUNIÓN DE LOS CRISTIANOS. EL ESTORBO DEL REINO DE CRISTO.

Y mi tercer pensamiento entonces surge: Si Cristo llama a todos a formar un solo equipo de salvación como nos dice el Concilio: "Todo aquello que desune este proyecto de Cristo es pecado", la desunión es pecado.

LA IGLESIA, PUEBLO MESIÁNICO

El Concilio dice una frase muy bonita; cuando habla de la Iglesia la llama "Pueblo Mesiánico". Todos ustedes, yo, somos el pueblo mesiánico. Dice así el Concilio: "Este pueblo Mesiánico -y estoy pensando en ustedes aunque no incluya a todos los hombres actualmente y con frecuencia aparezca una grey pequeña- es, sin embargo, para todo el género humano un germen segurísimo de unidad, de esperanza y de salvación. Cristo que lo instituyó para ser comunión de vida, de caridad y de verdad, se sirve también de él como de instrumento de la redención universal y lo envía a todo el universo como luz del mundo y sal de la tierra".

LOS CRISTIANOS: COSAS QUE NOS UNEN Y COSAS QUE NOS DESUNEN.

¡Qué honor más inmenso, queridos cristianos, y digo expresamente cristianos porque al decir hoy esta palabra en la semana de la unidad, la palabra cristiano no solamente quiere decir los católicos, sino que quiere decir también las otras dos grandes ramas del Cristianismo que se desgajaron de la unidad. Una, la rama Ortodoxa. Allí por el Oriente, en el Siglo XI se apartaron de la comunión con Pedro, con la Santa Sede. Por pecados mismos de los hombres vinieron las desuniones, dice el Concilio. Y la otra rama que llamamos la Protestante, la de la Reforma que fue en el siglo XVI, comenzando por Lutero. De allí se disgregaron las diversas sectas que ahora forman el pueblo y que se llama Evangélico o que llamamos también protestante.

Estos dos grandes desgajos son los que han quebrado la unidad del Cristianismo. ¡Pero somos Cristianos! Hay muchas cosas que nos unen. Con las del Oriente, por ejemplo: ¡Cuántas cosas bellas! Los primeros concilios que proclamaron la fe en la TRINIDAD, en la ENCARNACIÓN DE DIOS HECHO HOMBRE, fueron en un ambiente de unidad con los orientales. Es nostálgico pensar que nuestros grandes dogmas nos recuerdan precisamente aquella rama que se apartó de nosotros.

Y luego, en el siglo XVI también el Protestantismo, proclamado el libre examen de la BIBLIA, se apartó de la autoridad del magisterio de la Iglesia para hacer una interpretación muy suya de la Sagrada Escritura. Pero ese amor a la Escritura, ese amor a Cristo, no lo han perdido. Lo tienen intensamente quizá mucho más que algunos católicos que de católicos no tienen nada de cristianos. Porque no odiaran tanto, no calumniaran, no despedazaran tanto al Cristianismo si de verdad fueran siquiera cristianos, no digamos católicos.

LLAMAMIENTO A LA UNIDAD

Entonces, la palabra Cristiano significa para este día un llamamiento a pertenecer a esta gran familia de la unidad. Hoy está trabajando la Iglesia unida con los Protestantes por el acercamiento, por la comunión;

LA UNIÓN TIENE QUE SER A BASE DE UNA CONVERSIÓN INTERIOR

Pero yo quiero que se tengan ideas muy claras de esta unión que buscamos con nuestros hermanos. El Concilio dice que esta unión tiene que ser a base de una CONVERSIÓN INTERIOR. Y esto es lo que yo he sentido en estas noches: que católicos y protestantes buscamos sinceramente a Cristo en una conversión hacia el Señor. Habla también de una comunión en la oración aunque no llegue a una conversión en todo lo que creemos pero que nos separa a unos de otros.

UN CONOCIMIENTO RECÍPROCO

Pide también el Concilio un CONOCIMIENTO RECÍPROCO.

Hermanos, yo creo que gran parte de nuestras divisiones con los Protestantes es la falta de conocimiento; ni ellos a nosotros, ni nosotros a ellos conocemos muchas veces su psicología, su modo de pensar; pero cuando uno se acerca conoce tan buena voluntad en unos y en otros como también descubrimos las fallas humanas que como hombres tienen ellos y tenemos nosotros.

FIDELIDAD A LA DOCTRINA

De ahí que en este conocimiento mutuo el Concilio pide una cosa muy importante: Fidelidad a la Doctrina. No vayan a decir que porque el Arzobispo anda ya en los templos protestantes se está haciendo protestante; o porque la Catedral se abre hoy a los protestantes para que canten, a que prediquen aquí, ya no hay diferencias entre católicos y protestantes. Eso no lo hemos dicho. Estamos diciendo ahora claramente que cada uno tiene que ser fiel a su doctrina. El católico sabe que nadie le puede arrancar su fe en la confesión, en la Eucaristía, su amor a la Virgen, su devoción a los Santos, su obediencia al Papa. Esto, católicos, jamás lo puede traicionar un católico. El protestante tiene también que ser fiel a lo que cree en conciencia que es verdad.

COOPERACIÓN EN LAS COSAS QUE NOS UNEN

Pero esta fidelidad a la propia doctrina no impide que podamos llegar a una cooperación con aquellas cosas que nos unen. De ahí que, por ejemplo, hoy en nuestro tiempo es tan útil para los cristianos en común el trabajar por la dignidad humana, por la promoción de la paz en la justicia, la aplicación social del Evangelio, la inspiración cristiana de las artes y de las letras.

Hay un inmenso campo en el cual católicos y protestantes en vez de andar peleando nos unamos en el amor sabiendo que hay diferencias doctrinales profundas. Pero hay muchas semejanzas que conociéndonos cada vez más, nos irán llevando a desaparecerlas para que pronto se realice de veras, sin traba alguna, lo que Cristo tanto soñó: Padre, que sean una sola cosa, con un solo rebaño, bajo un solo Pastor -que es Cristo Nuestro Señor-.

Queridos hermanos: este es el llamamiento de la PALABRA DE DIOS para este día. ¡Qué oportuno en una semana de la unidad hacer un llamamiento a todos a que oremos intensamente para que se realice la unidad que Cristo ha pedido!, y para que formando esa presencia de Dios en la historia a través de su cristianismo, los hombres de todo el mundo encuentren nuestra Iglesia Unida, el germen segurísimo de la unidad, de la esperanza y del amor.

Pongámonos de pie y vamos a proclamar nuestra fe...

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