Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
En algunas tribus de África cuando una mujer está embarazada va al bosque con sus amigas y allí oran y meditan hasta que pueden oír la canción del niño concebido.
Saben que cada alma tiene sus propias vibraciones que expresan su finalidad y su destino.
Cuando las mujeres han aprendido la canción la cantan a coro y regresan a la tribu para enseñársela a todos.
Cuando el niño nace, la comunidad reunida, le canta al niño su canción y cuando el niño empieza su educación y cuando entra en la adolescencia y cuando se casa le cantan también su canción.
Finalmente cuando el alma está a punto de salir de este mundo, familia y amigos reunidos en torno a su cama le cantan por última vez su canción.
Y si a lo largo de su vida la persona ha cometido un crimen o una acción antisocial, el individuo es llamado al centro del pueblo y formando un gran círculo a su alrededor le cantan su canción.
La corrección no es castigo, es amor y recuerdo de la propia identidad. La canción le recuerda quién es. Y cuando uno reconoce su canción ya no vuelve a hacer daño a nadie.
Un amigo es alguien que conoce tu canción y te la canta cuando la has olvidado.
Para encontrar el camino de vuelta a casa basta cantar la canción que te han cantado desde que fuiste concebido.
El día del bautismo es el día de nuestra concepción. El día en que Dios nuestro Padre nos cantó su canción: Tú eres mi hijo, el amado, mi predilecto.
Termina el tiempo de Navidad con sus fiestas y las visitas y volvemos a la rutina de cada día.
Nuestra eucaristía dominical es también parte importante de nuestra rutina. No es la llamada del despertador la que nos congrega sino la llamada de Dios, la llamada de nuestro Padre que quiere cantarnos su canción de amor.
Venimos a la iglesia para "ver" como nos dice el evangelio.
Juan vio el cielo abierto y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre Jesús. Y escuchó una canción del cielo que decía: "Este es mi hijo, el amado, mi predilecto".
Son tantas las cosas que nuestros ojos carnales no logran "ver".
Juan tampoco veía al principio. Jesús era para él un judío más, un pecador más…
Qué difícil nos resulta muchas veces distinguir el original de la copia.
Estaba yo una vez visitando la iglesia de Our Lady of Esperanza en Manhattan para la que Soralla pintó un cuadro de San José. Admiraba yo el cuadro y al cabo de un rato el párroco me despertó y me dijo: "Es una copia. El original se guarda en la Hispanic Society".
Sólo los que pueden ver el interior de las cosas y de las personas pueden ver la diferencia.
No se puede juzgar un libro por sus tapas. No puedes decir quien es Jesús si no sabes "ver". Puedes admirarlo en los miles de cuadros que lo representan, puedes escuchar miles de sermones eruditos sobre Jesús, pero para captar su música y su esencia necesitas "ver".
Juan vio el Espíritu descender sobre Él. Vio a Dios en su bautismo y experimentó su poder. No fue un bautismo más. Fue como un terremoto, un acontecimiento divino.
Juan descubrió aquel día al profeta enviado por Dios para quitar el pecado del mundo que ningún bautismo puede quitar. Y finalmente vio.
Estamos en la iglesia, en este día bautismal, para ver más claramente quién es Jesús, escuchar su canción, aprenderla y seguir cantándola durante nuestra vida.
Nosotros también necesitamos terremotos en nuestras vidas y éstos son los acontecimientos cotidianos y las personas con las que nos encontramos y codeamos en nuestras vidas cotidianas.
El día del bautismo de Jesús marca el día 0 de su vida. Comienza el ministerio, la misión, el canto del amor de Dios a todos los hombres. Melodía sencilla y profunda que todos llevamos dentro.
Ojalá tengamos todos buenos amigos que nos la recuerdan y cantan cuando la hemos olvidado. Hijo, amado, predilecto, para siempre.
Saben que cada alma tiene sus propias vibraciones que expresan su finalidad y su destino.
Cuando las mujeres han aprendido la canción la cantan a coro y regresan a la tribu para enseñársela a todos.
Cuando el niño nace, la comunidad reunida, le canta al niño su canción y cuando el niño empieza su educación y cuando entra en la adolescencia y cuando se casa le cantan también su canción.
Finalmente cuando el alma está a punto de salir de este mundo, familia y amigos reunidos en torno a su cama le cantan por última vez su canción.
Y si a lo largo de su vida la persona ha cometido un crimen o una acción antisocial, el individuo es llamado al centro del pueblo y formando un gran círculo a su alrededor le cantan su canción.
La corrección no es castigo, es amor y recuerdo de la propia identidad. La canción le recuerda quién es. Y cuando uno reconoce su canción ya no vuelve a hacer daño a nadie.
Un amigo es alguien que conoce tu canción y te la canta cuando la has olvidado.
Para encontrar el camino de vuelta a casa basta cantar la canción que te han cantado desde que fuiste concebido.
El día del bautismo es el día de nuestra concepción. El día en que Dios nuestro Padre nos cantó su canción: Tú eres mi hijo, el amado, mi predilecto.
Termina el tiempo de Navidad con sus fiestas y las visitas y volvemos a la rutina de cada día.
Nuestra eucaristía dominical es también parte importante de nuestra rutina. No es la llamada del despertador la que nos congrega sino la llamada de Dios, la llamada de nuestro Padre que quiere cantarnos su canción de amor.
Venimos a la iglesia para "ver" como nos dice el evangelio.
Juan vio el cielo abierto y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre Jesús. Y escuchó una canción del cielo que decía: "Este es mi hijo, el amado, mi predilecto".
Son tantas las cosas que nuestros ojos carnales no logran "ver".
Juan tampoco veía al principio. Jesús era para él un judío más, un pecador más…
Qué difícil nos resulta muchas veces distinguir el original de la copia.
Estaba yo una vez visitando la iglesia de Our Lady of Esperanza en Manhattan para la que Soralla pintó un cuadro de San José. Admiraba yo el cuadro y al cabo de un rato el párroco me despertó y me dijo: "Es una copia. El original se guarda en la Hispanic Society".
Sólo los que pueden ver el interior de las cosas y de las personas pueden ver la diferencia.
No se puede juzgar un libro por sus tapas. No puedes decir quien es Jesús si no sabes "ver". Puedes admirarlo en los miles de cuadros que lo representan, puedes escuchar miles de sermones eruditos sobre Jesús, pero para captar su música y su esencia necesitas "ver".
Juan vio el Espíritu descender sobre Él. Vio a Dios en su bautismo y experimentó su poder. No fue un bautismo más. Fue como un terremoto, un acontecimiento divino.
Juan descubrió aquel día al profeta enviado por Dios para quitar el pecado del mundo que ningún bautismo puede quitar. Y finalmente vio.
Estamos en la iglesia, en este día bautismal, para ver más claramente quién es Jesús, escuchar su canción, aprenderla y seguir cantándola durante nuestra vida.
Nosotros también necesitamos terremotos en nuestras vidas y éstos son los acontecimientos cotidianos y las personas con las que nos encontramos y codeamos en nuestras vidas cotidianas.
El día del bautismo de Jesús marca el día 0 de su vida. Comienza el ministerio, la misión, el canto del amor de Dios a todos los hombres. Melodía sencilla y profunda que todos llevamos dentro.
Ojalá tengamos todos buenos amigos que nos la recuerdan y cantan cuando la hemos olvidado. Hijo, amado, predilecto, para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario