Publicado por Acción Católica General
● Ruego por pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y, así, poder seguirlo mejor.
● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.
● Leo el texto. Después contemplo y subrayo.
● Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otras personajes, la BUENA NOTICIA que escucho... ¿Cómo he recibido la invitación personal de Jesús a seguirle? ¿Qué he tenido que abandonar y que dejo hoy para ir con Él?
● Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el evangelio. ¿En qué hechos vividos esta semana descubrimos la voluntad de Dios, manifestada por Jesús, de que todos seamos un solo pueblo?
● Llamadas que me hace -nos hace- el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso.
● Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...
Durante los últimos días del año pasado y los primeros del presente, fue noticia la subida de la luz un 9’8%, a pesar de las ganancias de las compañías eléctricas. Las protestas arreciaron, ya que la luz, la electricidad, es algo indispensable hoy en día, es necesaria para casi todo y no podemos imaginarnos nuestra vida sin ella. Si hacemos un repaso de nuestros hogares, nos encontraremos con que pocas cosas no necesitan de la electricidad para funcionar. Así que, aunque protestemos con razón, no nos queda más remedio que asumir la subida del recibo de la luz y pagar.
Tras la Navidad, y con el comienzo del Tiempo Ordinario en la liturgia, Dios también “nos ha subido la luz”, lo hemos escuchado en la 1ª lectura: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban en tierra de sombras y una luz les brilló». El pueblo ha experimentado una “subida de la luz”, pero no van a tener que pagar más, porque es un regalo de Dios. Esa “subida de la luz” tampoco acarrea protestas, al contrario: «Acreciste la alegría, aumentaste el gozo...». Porque la “subida de la luz” de Dios no significa una mayor carga; significa que «la vara del opresor y el yugo de su carga, el bastón de su hombro los quebrantaste...». La “subida de la luz” de Dios tiene un efecto liberador y salvador para el pueblo, que va comprendiendo que sin esa luz no puede vivir.
Y la “subida de la luz” de Dios alcanza su culmen en Jesús, como hemos celebrado en Navidad; Él es la Luz verdadera que brilla en la tiniebla y alumbra a todo hombre (cfr. Jn 1, 1ss).
En el Evangelio, san Mateo nos decía que en Jesús «se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías», y hemos escuchado en la 1ª lectura. En Jesús, la “subida de la luz” de Dios no es de un 9’8%, ni incluso de un 100%. En Jesús Dios nos regala una “subida de su Luz” que se eleva hasta el infinito, hasta Él mismo. Y de un modo totalmente gratuito; más aún, las ganancias van a ser para nosotros, porque también hoy «a los que habitaban en tierra y sobras de muerte una luz les brilló».
Para poder aprovechar esta “subida de la Luz” que es Jesús, necesitamos hacer lo que Él nos ha pedido: «Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos». Para que nuestra vida “funcione” con la luz de Jesús, debemos convertirnos a Él, transformar nuestra vida según sus enseñanzas haciendo nuestros los esquemas y valores del Reino, porque si no malgastaremos su Luz.
Y esa “subida de la Luz” que es Jesús no es sólo para nuestro disfrute particular y privado. Dios ha “subido la Luz” en Jesús con el objetivo de que esa subida llegue a todos, para que todos los que la acepten puedan experimentar la fuerza liberadora y salvadora de su Reino. La “subida de la Luz” que es Jesús necesita “cables conductores”, necesita apóstoles, como hemos escuchado en el Evangelio: «Vio a dos hermanos, a Simón... y a Andrés... les dijo: “Venid y seguidme” (...) vio a otros dos hermanos, a Santiago... y a Juan... Jesús los llamó también».
La “subida de la Luz” que es Jesús ha significado el comienzo del Reino de los cielos y por lo tanto una nueva vida para todos, pero para que ese Reino crezca y lo sintamos cada vez más cerca, debemos ser también apóstoles, “cables conductores” de la Luz de Jesús. Al igual que Jesús «recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del Reino», también nuestra vida, iluminada por la fe, debe abrirse y proclamar de palabra y obra el Evangelio del Reino.
Tras la celebración de la Navidad, ¿he experimentado en mí una “subida de la Luz” de Jesús? ¿Esa “subida de la Luz” la vivo como una mayor carga, o como una liberación? ¿Podría imaginar mi vida sin la Luz de Jesús? ¿Qué debería convertir para que mi vida funcione mejor con la Luz de Jesús? ¿Me siento llamado por mi nombre a ser apóstol, “cable conductor” para que otras personas puedan disfrutar de la “subida de la Luz” de Jesús? ¿Cómo anuncio el Reino?
Demos gracias a Dios por habernos “subido la Luz” en Jesús. Démosle gracias por contar con nosotros y porque en la Eucaristía Él se nos entrega como alimento para ser la “batería” que nos permite funcionar con su Luz el resto de la semana, y así seamos buenos “cables conductores” suyos, apóstoles creíbles que también recorren el mundo proclamando el Evangelio del Reino.
● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.
● Leo el texto. Después contemplo y subrayo.
● Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otras personajes, la BUENA NOTICIA que escucho... ¿Cómo he recibido la invitación personal de Jesús a seguirle? ¿Qué he tenido que abandonar y que dejo hoy para ir con Él?
● Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el evangelio. ¿En qué hechos vividos esta semana descubrimos la voluntad de Dios, manifestada por Jesús, de que todos seamos un solo pueblo?
● Llamadas que me hace -nos hace- el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso.
● Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...
“SUBIDA DE LA LUZ”
VER
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Durante los últimos días del año pasado y los primeros del presente, fue noticia la subida de la luz un 9’8%, a pesar de las ganancias de las compañías eléctricas. Las protestas arreciaron, ya que la luz, la electricidad, es algo indispensable hoy en día, es necesaria para casi todo y no podemos imaginarnos nuestra vida sin ella. Si hacemos un repaso de nuestros hogares, nos encontraremos con que pocas cosas no necesitan de la electricidad para funcionar. Así que, aunque protestemos con razón, no nos queda más remedio que asumir la subida del recibo de la luz y pagar.
JUZGAR
Tras la Navidad, y con el comienzo del Tiempo Ordinario en la liturgia, Dios también “nos ha subido la luz”, lo hemos escuchado en la 1ª lectura: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban en tierra de sombras y una luz les brilló». El pueblo ha experimentado una “subida de la luz”, pero no van a tener que pagar más, porque es un regalo de Dios. Esa “subida de la luz” tampoco acarrea protestas, al contrario: «Acreciste la alegría, aumentaste el gozo...». Porque la “subida de la luz” de Dios no significa una mayor carga; significa que «la vara del opresor y el yugo de su carga, el bastón de su hombro los quebrantaste...». La “subida de la luz” de Dios tiene un efecto liberador y salvador para el pueblo, que va comprendiendo que sin esa luz no puede vivir.
Y la “subida de la luz” de Dios alcanza su culmen en Jesús, como hemos celebrado en Navidad; Él es la Luz verdadera que brilla en la tiniebla y alumbra a todo hombre (cfr. Jn 1, 1ss).
En el Evangelio, san Mateo nos decía que en Jesús «se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías», y hemos escuchado en la 1ª lectura. En Jesús, la “subida de la luz” de Dios no es de un 9’8%, ni incluso de un 100%. En Jesús Dios nos regala una “subida de su Luz” que se eleva hasta el infinito, hasta Él mismo. Y de un modo totalmente gratuito; más aún, las ganancias van a ser para nosotros, porque también hoy «a los que habitaban en tierra y sobras de muerte una luz les brilló».
Para poder aprovechar esta “subida de la Luz” que es Jesús, necesitamos hacer lo que Él nos ha pedido: «Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos». Para que nuestra vida “funcione” con la luz de Jesús, debemos convertirnos a Él, transformar nuestra vida según sus enseñanzas haciendo nuestros los esquemas y valores del Reino, porque si no malgastaremos su Luz.
Y esa “subida de la Luz” que es Jesús no es sólo para nuestro disfrute particular y privado. Dios ha “subido la Luz” en Jesús con el objetivo de que esa subida llegue a todos, para que todos los que la acepten puedan experimentar la fuerza liberadora y salvadora de su Reino. La “subida de la Luz” que es Jesús necesita “cables conductores”, necesita apóstoles, como hemos escuchado en el Evangelio: «Vio a dos hermanos, a Simón... y a Andrés... les dijo: “Venid y seguidme” (...) vio a otros dos hermanos, a Santiago... y a Juan... Jesús los llamó también».
La “subida de la Luz” que es Jesús ha significado el comienzo del Reino de los cielos y por lo tanto una nueva vida para todos, pero para que ese Reino crezca y lo sintamos cada vez más cerca, debemos ser también apóstoles, “cables conductores” de la Luz de Jesús. Al igual que Jesús «recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del Reino», también nuestra vida, iluminada por la fe, debe abrirse y proclamar de palabra y obra el Evangelio del Reino.
ACTUAR
Tras la celebración de la Navidad, ¿he experimentado en mí una “subida de la Luz” de Jesús? ¿Esa “subida de la Luz” la vivo como una mayor carga, o como una liberación? ¿Podría imaginar mi vida sin la Luz de Jesús? ¿Qué debería convertir para que mi vida funcione mejor con la Luz de Jesús? ¿Me siento llamado por mi nombre a ser apóstol, “cable conductor” para que otras personas puedan disfrutar de la “subida de la Luz” de Jesús? ¿Cómo anuncio el Reino?
Demos gracias a Dios por habernos “subido la Luz” en Jesús. Démosle gracias por contar con nosotros y porque en la Eucaristía Él se nos entrega como alimento para ser la “batería” que nos permite funcionar con su Luz el resto de la semana, y así seamos buenos “cables conductores” suyos, apóstoles creíbles que también recorren el mundo proclamando el Evangelio del Reino.
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