Por José María Maruri, SJ
1.- Tal vez, la escena nos lleve a una viaja casa romana y a un patio, donde dos hombres hablan. Uno mayor, aunque fornido de cuerpo, el otro mucho más joven es un soldado romano. El joven ha preguntado al judío Pedro: “Qué es ser cristiano”. Y el pescador no sabe expresar lo que su corazón lleva dentro, desde aquella primera mirada de Jesús, cuando le dijo: “sígueme”. ¿Qué ha sido su vida desde el encuentro con Jesús en Galilea? Pues seguir a Cristo. Y eso es una buena definición de su vida cristiana. Seguir a Jesús por amor. Esta hubiera podido ser una declaración dogmática del primer Papa, hablando del significado de ser cristiano.
Cuando no había aún templos cristianos, ni mandamientos eclesiales, ni libros de bautismos, ni libros de teología moral, cuando prácticamente los sacramentos que mantenían la vida cristiana eran el bautismo y la eucaristía, cuando el mismo Credo se reducía a creer en el amor del Padre que entrega al Hijo por nosotros a la muerte y lo resucita y con Él resucitamos todos, ¿qué señal de pertenencia a la Iglesia se podía dar cuando esa Iglesia apenas tenía corporeidad?
Aquellos cristianos sabían poca teología, y ningún derecho canónico, pero guardaban en sus corazones aquella luz nacida en ellos a la mirada que cada uno había recibido en Galilea cuando Jesús les llamó personalmente: “ven y sígueme”
2.- Jesús sigue mirando a cada uno y diciendo “sígueme”: para los menos puede significar el abandono de la familia y de cuanto tienen para seguir a Jesús en la vida sacerdotal o religiosa, pero para la gran mayoría es llamada al seguimiento en la vida cristiana.
¿Sentimos esta íntima llamada de Jesús? ¿Está nuestra vida transida de esa mirada personal de Jesús a mí? ¿O hemos hecho de nuestra vida cristiana un compartimiento estanco que no influye en mi vida ordinaria? ¿Un cumplir unos cuantos actos de culto, un admitir más o menos una lista de dogmas en un Credo, y otra lista de preceptos negativos con un gran NO delante de todos ellos?
Si nuestra vida cristiana es así, nuestra vida religiosa es un funeral de tercera en el que el enterrado es nuestro propio cristianismo.
3.- Ser cristiano es “seguir a Jesús”. No es imitarle en los pelos y barba largos, o en llevar sandalias o túnica o lucir una camiseta con un gran “I Love Jesús”, detrás. Ser cristiano es un gran Sí a Dios y a los hermanos.
-- es amar lo que Jesús amó.
-- es dar importancia a lo Él la dio.
-- es mirar a los hombres como Él los miró.
--es acercarse al pobre y al necesitado como Él lo hizo.
--es confiar en el Padre hasta más allá de la muerte como Él confió.
--es decir un Sí lleno de esperanza a la vida y a la humanidad como Jesús hizo.
4.- Podemos caer en algunos de esos NO, pero por favor que esa caída no os obsesione de forma que todo lo positivo de la vida cristiana quede absorbido por ese NO en que caímos.
Ser cristiano es dejar que la mirada de Jesús transforme nuestro corazón y así nos revistamos interiormente de los mismos sentimientos de Jesús hacia el Padre Dios y hacia nuestros hermanos. Que esta Eucaristía en la que estamos participando haga en nosotros esa transformación interior que nos haga, de verdad, cristianos, “mirados por Cristo y llamados por Él uno a uno”.
Cuando no había aún templos cristianos, ni mandamientos eclesiales, ni libros de bautismos, ni libros de teología moral, cuando prácticamente los sacramentos que mantenían la vida cristiana eran el bautismo y la eucaristía, cuando el mismo Credo se reducía a creer en el amor del Padre que entrega al Hijo por nosotros a la muerte y lo resucita y con Él resucitamos todos, ¿qué señal de pertenencia a la Iglesia se podía dar cuando esa Iglesia apenas tenía corporeidad?
Aquellos cristianos sabían poca teología, y ningún derecho canónico, pero guardaban en sus corazones aquella luz nacida en ellos a la mirada que cada uno había recibido en Galilea cuando Jesús les llamó personalmente: “ven y sígueme”
2.- Jesús sigue mirando a cada uno y diciendo “sígueme”: para los menos puede significar el abandono de la familia y de cuanto tienen para seguir a Jesús en la vida sacerdotal o religiosa, pero para la gran mayoría es llamada al seguimiento en la vida cristiana.
¿Sentimos esta íntima llamada de Jesús? ¿Está nuestra vida transida de esa mirada personal de Jesús a mí? ¿O hemos hecho de nuestra vida cristiana un compartimiento estanco que no influye en mi vida ordinaria? ¿Un cumplir unos cuantos actos de culto, un admitir más o menos una lista de dogmas en un Credo, y otra lista de preceptos negativos con un gran NO delante de todos ellos?
Si nuestra vida cristiana es así, nuestra vida religiosa es un funeral de tercera en el que el enterrado es nuestro propio cristianismo.
3.- Ser cristiano es “seguir a Jesús”. No es imitarle en los pelos y barba largos, o en llevar sandalias o túnica o lucir una camiseta con un gran “I Love Jesús”, detrás. Ser cristiano es un gran Sí a Dios y a los hermanos.
-- es amar lo que Jesús amó.
-- es dar importancia a lo Él la dio.
-- es mirar a los hombres como Él los miró.
--es acercarse al pobre y al necesitado como Él lo hizo.
--es confiar en el Padre hasta más allá de la muerte como Él confió.
--es decir un Sí lleno de esperanza a la vida y a la humanidad como Jesús hizo.
4.- Podemos caer en algunos de esos NO, pero por favor que esa caída no os obsesione de forma que todo lo positivo de la vida cristiana quede absorbido por ese NO en que caímos.
Ser cristiano es dejar que la mirada de Jesús transforme nuestro corazón y así nos revistamos interiormente de los mismos sentimientos de Jesús hacia el Padre Dios y hacia nuestros hermanos. Que esta Eucaristía en la que estamos participando haga en nosotros esa transformación interior que nos haga, de verdad, cristianos, “mirados por Cristo y llamados por Él uno a uno”.
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