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miércoles, 5 de enero de 2011

Un juguete, ¿una desilusión?


Desde mediados del mes pasado estamos siendo gratamente bombardeados por la campaña del “bolígrafo solidario”, que consiste en que compras un determinado bolígrafo por 5 euros y ese dinero es destinado a producir juguetes para niños del tercer mundo: Haití, Guatemala y, en general, países de África y América Latina. Según mis datos, la campaña recoge más de tres millones de euros que permiten fabricar medio millón de juguetes, distribuidos entre unos 700.000 niños. Más de cuatrocientos mil son juguetes unipersonales.

Por supuesto, todo gesto de solidaridad, por pequeño que sea, ha de ser bien recibido. Pero además el amor está obligado a ser inteligente (así traducen algunos el título de la encíclica “Caritas in veritate” de Benedicto XVI) y, en ese modo de formular, se encuentran tanto el creyente Ratzinger como el ateo Bertrand Russell. Por eso ruego que se me permitan algunas preguntas en torno a esa campaña que ya se ha convertido en una pieza más de nuestro paisaje navideño.

1.- La ilusión la llevan dentro los niños y casi no necesita estímulos exteriores; la alimentación desgraciadamente no la llevan dentro y ha de venirles desde fuera. He visto en América Latina niñitos jugando con pelotas de papel o de tela arrugada mal sujeta con dos cuerdas, sintiéndose casillas o messis, y disfrutando tanto o más que el niño rico y aburrido que tiene un cuarto repleto de juguetes inútiles, siempre a la espera de otro mejor.

2.- El peligro real es que la recepción de un juguete nuevo tan ajeno a sus posibilidades y a su realidad, agoste la ilusión interior del niño y le quite las ganas de volver a jugar con sus cacharros habituales: que se le pinche el globo de la ilusión mientras se le infla el globo del consumismo. Y que el resultado sea más bien: un juguete… una desilusión futura.

3.- Otra pregunta: por supuesto aquellos niños (como todos) necesitan “crecer jugando” como dice el eslogan de la campaña. Pero ¿no es cierto que necesitan mucho más crecer comiendo, crecer con el mínimo indispensable de salud, y crecer aprendiendo? Lo del juego está más a su alcance, salvo cuando a los 6 años tienen ya que madrugar para acompañar a su padre al campo… Joan Gomis (antiguo presidente de Justicia i Pau), me contó que un día estaba comiendo con unos amigos en un restaurante de Nicaragua y se les acercaron unos niños a pedir limosna. Ante la cara de duda que a todos se nos pone en esos casos, uno de los chavales les dijo: no queremos dinero pero si tuvieran lápices para que podamos aprender a escribir… Y Gomis les dio todas las plumas que llevaba encima.

4.- Repito que quiero hacer preguntas y no simples críticas. Las preguntas anteriores afectan a los niños. La siguiente nos atañe a nosotros: ¿no existe el peligro de que ese bolígrafo solidario tranquilice nuestras conciencias y nos inyecte ese inconsciente tan frecuente que dice: “ya hemos cumplido; y ahora vamos a lo nuestro”? Las buenas intenciones existen sin duda, y varias entidades eclesiásticas colaboran en esa campaña. Pero deberíamos preguntarnos si esos donativos son obra del “amor inteligente” o del mínimo esfuerzo amoroso. ¿No valdría la pena que, después de los cinco euros de bolígrafo solidario, gastáramos otros cincuenta para alguna fundación que lleve como nombre “crecer comiendo”? Porque no podemos quedarnos con la idea de que los niños del mundo ya tienen todo lo necesario y sólo les faltan a algunos las posibilidades de jugar mejor… Es exactamente al revés, y eso que no he hablado aquí de los niños esclavos. Así de cruel es la civilización que hemos construido.

5.- Quizá eso es lo que olvida el bueno de Andrés Iniesta y otros futbolistas millonarios que apoyan la campana: “es bueno que pensemos en los que no tienen las cosas que tenemos nosotros”… Temo que aquí el pase se le queda corto al maestro y no acabará en gol sino que será cortado por nuestros defensas. Porque lo bueno sería que comprendamos que lo que tenemos nosotros en buena parte no es nuestro, y lo que no tienen ellos les falta sencillamente porque se lo hemos quitado nosotros en una larga historia de siglos. Por eso decía san Vicente de Paul que los pobres “han de perdonarnos el pan que les damos”. Cuánto más el juguete.

No pretendo ser aguafiestas sino abrir ojos para que vean más. Toda piedra hace pared, dice un refrán catalán y castellano que no quiero olvidar. Pero cabe añadir que cuando el edificio está ruinoso hay que pensar sobre todo en piedras angulares y claves de bóveda que lo sostengan bien.

Y si queremos mirar sin miedo a nuestro mundo, hay que estar muy ciego para no darnos cuenta de que, como construcción global, está bastante cuarteado por más que tenga algunas habitaciones bien bonitas.

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