Dicen que la construcción es lo que más mueve la economía. La que da más trabajo a la gente. Hoy se hacen enormes construcciones. Los arquitectos ponen toda su imaginación para crear edificios extraños, bonitos y hasta arriesgados.
Por otra parte, hoy todos hablamos de construir el futuro. Pareciera que vivimos descontentos con el presente y todos estamos empeñados en un futuro mejor.
Todos queremos construir “nuestra casa del futuro” donde nos sintamos mejor, donde sintamos más calor y donde podamos vivir más humanamente.
No somos especialistas en construcción y por eso no queremos hacer competencia a los arquitectos que los hay muy buenos. Pero sí me preocupa la construcción del futuro de nuestras vidas. Esa casa de la que habla Jesús donde poder vivir. Y la pregunta surge de inmediato: ¿sobre qué construimos?
¿Sobre principios sólidos?
¿Sobre principios inadecuados?
¿Sobre nuestras ideas personales?
¿Sobre lo que todos dicen y hablan?
¿Sobre la palabra de los hombres?
¿Sobre la palabra de Dios?
¿Sobre qué construimos al hombre del futuro?
¿Sobre los valores humanos o los valores que nos impone la sociedad?
¿Sobre su crecimiento y maduración como persona?
¿Sobre el disfrute de los sentidos o la seriedad de la vida?
¿Sobre lo fácil del placer o sobre el esfuerzo de la lucha diaria?
¿Sobre los valores del Evangelio o sobre lo que todos hacen?
¿Sobre una libertad responsable o sobre la esclavitud de los instintos?
¿Sobre el egoísmo o sobre la responsabilidad para con los demás?
Porque construir al hombre no es nada fácil.
Porque sólo se construirá al hombre desde las posibilidades del hombre.
Porque sólo construiremos al hombre desde ideales que valgan la pena.
Porque sólo construiremos al hombre, no como isla encerrado sobre sí mismo, sino abierto y solidario con los demás.
Porque sólo construiremos al hombre en el amor y no en el desamor.
Porque sólo construiremos al hombre como imagen de Dios y como un objeto de uso.
Porque sólo construiremos al hombre como hermano y no como enemigo.
Porque sólo construiremos al hombre dándole vida y no matándolo.
Es que podemos construir al hombre “sobre la roca del Evangelio o sobre la arena de la superficialidad?
¿Sobre qué construimos nuestra sociedad del futuro?
¿Sobre el ansia del tener más cada uno?
¿Sobre el sentido de la justicia y la equidad?
¿Sobre la injusticia que no tiene en cuenta a los otros?
¿Sobre el sentido del compartir fraterno?
¿Sobre el respeto a la dignidad humana de todos los hombres?
Porque podemos construir nuestro futuro social sobre ideologías que sólo piensan en las cosas menos en el hombre.
Porque podemos construir nuestro futuro sobre los verdaderos valores humanos.
Porque podemos construir nuestro futuro sobre el respeto a la dignidad humana.
Porque podemos construir nuestro futuro sobre el hombre y no sobre las cosas.
Porque podemos construir nuestro futuro sobre el amor y no sobre el odio.
Porque podemos construir nuestro futuro sobre la vida y no sobre la muerte.
“Porque podemos construir sobre roca o sobre arena”.
¿Sobre qué construimos la familia del futuro?
¿Sobre el verdadero amor o sobre la superficialidad de los sentimientos?
¿Sobre la improvisación o sobre una preparación seria?
¿Sobre el valorar al otro tal y como es, considerándolo como otro “yo”?
¿Sobre el amor que busca la felicidad del otro o la propia felicidad?
¿Sobre una mentalidad de lo definitivo o de la provisionalidad?
¿Sobre una mentalidad de fidelidad o de infidelidad?
¿Sobre el servir al otro o servirnos del otro?
¿Sobre la familia del pasado o sobre la familia de hoy?
Porque podemos construir la familia con personas maduras o inmaduras incapaces de un verdadero compromiso.
Porque podemos construir la familia sobre los valores de la comunión de dos vidas o sobre dos egoísmos que caminan juntos.
Porque podemos construir la familia como un espacio de encuentro de personas o como dos que caminan como extraños, cada uno por su lado.
Porque podemos construir la familia sobre la base del sacramento o sobre la superficialidad de una boda que dura unos minutos.
Porque podemos construir la familia “sobre la roca de la Palabra de Dios o sobre la arena movediza de lo que hoy está de moda”.
www.iglesiaquecamina.com
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Por otra parte, hoy todos hablamos de construir el futuro. Pareciera que vivimos descontentos con el presente y todos estamos empeñados en un futuro mejor.
Todos queremos construir “nuestra casa del futuro” donde nos sintamos mejor, donde sintamos más calor y donde podamos vivir más humanamente.
No somos especialistas en construcción y por eso no queremos hacer competencia a los arquitectos que los hay muy buenos. Pero sí me preocupa la construcción del futuro de nuestras vidas. Esa casa de la que habla Jesús donde poder vivir. Y la pregunta surge de inmediato: ¿sobre qué construimos?
¿Sobre principios sólidos?
¿Sobre principios inadecuados?
¿Sobre nuestras ideas personales?
¿Sobre lo que todos dicen y hablan?
¿Sobre la palabra de los hombres?
¿Sobre la palabra de Dios?
¿Sobre qué construimos al hombre del futuro?
¿Sobre los valores humanos o los valores que nos impone la sociedad?
¿Sobre su crecimiento y maduración como persona?
¿Sobre el disfrute de los sentidos o la seriedad de la vida?
¿Sobre lo fácil del placer o sobre el esfuerzo de la lucha diaria?
¿Sobre los valores del Evangelio o sobre lo que todos hacen?
¿Sobre una libertad responsable o sobre la esclavitud de los instintos?
¿Sobre el egoísmo o sobre la responsabilidad para con los demás?
Porque construir al hombre no es nada fácil.
Porque sólo se construirá al hombre desde las posibilidades del hombre.
Porque sólo construiremos al hombre desde ideales que valgan la pena.
Porque sólo construiremos al hombre, no como isla encerrado sobre sí mismo, sino abierto y solidario con los demás.
Porque sólo construiremos al hombre en el amor y no en el desamor.
Porque sólo construiremos al hombre como imagen de Dios y como un objeto de uso.
Porque sólo construiremos al hombre como hermano y no como enemigo.
Porque sólo construiremos al hombre dándole vida y no matándolo.
Es que podemos construir al hombre “sobre la roca del Evangelio o sobre la arena de la superficialidad?
¿Sobre qué construimos nuestra sociedad del futuro?
¿Sobre el ansia del tener más cada uno?
¿Sobre el sentido de la justicia y la equidad?
¿Sobre la injusticia que no tiene en cuenta a los otros?
¿Sobre el sentido del compartir fraterno?
¿Sobre el respeto a la dignidad humana de todos los hombres?
Porque podemos construir nuestro futuro social sobre ideologías que sólo piensan en las cosas menos en el hombre.
Porque podemos construir nuestro futuro sobre los verdaderos valores humanos.
Porque podemos construir nuestro futuro sobre el respeto a la dignidad humana.
Porque podemos construir nuestro futuro sobre el hombre y no sobre las cosas.
Porque podemos construir nuestro futuro sobre el amor y no sobre el odio.
Porque podemos construir nuestro futuro sobre la vida y no sobre la muerte.
“Porque podemos construir sobre roca o sobre arena”.
¿Sobre qué construimos la familia del futuro?
¿Sobre el verdadero amor o sobre la superficialidad de los sentimientos?
¿Sobre la improvisación o sobre una preparación seria?
¿Sobre el valorar al otro tal y como es, considerándolo como otro “yo”?
¿Sobre el amor que busca la felicidad del otro o la propia felicidad?
¿Sobre una mentalidad de lo definitivo o de la provisionalidad?
¿Sobre una mentalidad de fidelidad o de infidelidad?
¿Sobre el servir al otro o servirnos del otro?
¿Sobre la familia del pasado o sobre la familia de hoy?
Porque podemos construir la familia con personas maduras o inmaduras incapaces de un verdadero compromiso.
Porque podemos construir la familia sobre los valores de la comunión de dos vidas o sobre dos egoísmos que caminan juntos.
Porque podemos construir la familia como un espacio de encuentro de personas o como dos que caminan como extraños, cada uno por su lado.
Porque podemos construir la familia sobre la base del sacramento o sobre la superficialidad de una boda que dura unos minutos.
Porque podemos construir la familia “sobre la roca de la Palabra de Dios o sobre la arena movediza de lo que hoy está de moda”.
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