Cada Cuaresma comenzamos siempre con Jesús tentado en el desierto. Algo que, a primera vista, puede chocar, pero es que la pedagogía de Dios es siempre muy original. No hay verdadera libertad sin pasar por el desierto o los desiertos. La libertad tiene que atravesar el desierto de la duda, la lucha interior y hasta las ganas de desandar el camino para regresar a donde siempre.
La presencia de Jesús tentado en el desierto nos descubre la sutileza de toda tentación y de todo pecado. Nadie dice una mentira tan descarada para que todo el mundo se dé cuenta. Toda mentira va maquillada de verdad y toda tentación también va con un buen maquillaje de bondad. Lo fue la primera tentación: “Seréis como Dios.” Algo parecido le sucedió a Jesús. Las tres tentaciones van escondidas en textos bíblicos que son Palabra de Dios.
Solo que Jesús sabía leer muy bien la voluntad de Dios para que el tentador le metiese gato por liebre. Y como donde las dan las toman, Jesús acude también a la Palabra de Dios. Curioso, ¿verdad? El diablo citando la Escritura y Jesús citando también la Escritura: “También está escrito...” Mentir poniendo a Dios como testigo, desviar del camino citando a Dios, es la psicología de toda tentación.
¿Acaso cuando somos tentados se nos presenta la tentación como mala, como peligrosa, como un atentado contra Dios? Nadie acepta lo malo por ser malo, significaría un trastorno garrafal de nuestra conciencia. Nuestras tentaciones están todas revestidas de cierta bondad y verdad.
La infidelidad no va, acaso, con frecuencia justificada con eso de que “mi mujer no me comprende y no nos entendemos. En cambio, con la sucursal nos va de maravilla. “Ahora he encontrado lo que buscaba...” O también: “Ella no se va a enterar.”
Preguntémosles a los enamorados por qué llegan antes de tiempo a lo que debiera ser el final. La respuesta es clara “es que nos amamos, nos adoramos, nos vamos a casar”. No, no somos tan tontos que hagamos mal por el gusto de hacerlo, siempre lo endulzamos con esas medias verdades que lo hacen apetecible.
“Yo no le hablo, porque me ha hecho mucho daño.” Con eso ya podemos justificar nuestra enemistad. “Yo tomo porque estoy demasiado tenso y estresado y tengo que relajarme.” Habría que poner en cada vaso: “Bueno para recuperar el estado anímico.” Siempre que caemos en la tentación tenemos algún motivo que lo justifique. ¿No es esta nuestra historia? Y no hablemos de la Misa. “Yo no voy porque el cura es un tostón de aburrido.” Con eso ya he justificado seguir durmiendo o no molestarme en salir de casa. Ojo con los “camuflajes de las medias verdades”.
Quiero utilizar aquí un texto de Garaudy que creo es válido para las relaciones para la amistad, para los enamorados y para los mismos casados.
“El amor comienza cuando se prefiere al otro y no a sí mismo y cuando se reconoce su diferencia y su imprescindible libertad. Aceptar que en el otro viven presencias además de la nuestra, no pretender creernos imprescindibles en sus necesidades y en sus preocupaciones, no significa resignarse a la infidelidad a costa nuestra, es querer ante todo, como mayor prueba de amor, que el otro sea fiel a sí mismo. Incluso si esto nos hace sufrir, se trata de un sufrimiento fecundo porque lleva a desprendernos de nosotros mismos: en el seno del abrazo más amoroso, debemos considerar que estamos abrazando a un ser libre, lleno de posibilidades, que incluso se nos escapan.”
El amor es apertura al otro, pero sutilmente puede convertirse en un egoísmo solapado. Amar es considerar distinto al otro. Amar es aceptar que el otro tiene su propia identidad. Amar es aceptar que el otro tiene que realizarse a sí mismo. Amar es respetar los sentimientos y las ilusiones y esperanzas del otro. Amar es aceptar que el otro también piensa. Amar es dejar que el otro sea libre.
El amor que esclaviza, el amor que no acepta al otro como es o que le impide realizarse en su propia vocación y llamada, no se puede llamar amor. Por eso, el amor no puede ser posesivo, tiene que ser liberador. El amor no es quererte para mí, es querer que tú seas lo que tienes que ser y ayudarte a serlo. El verdadero amor no consiste en convertirnos en padres y al otro en el hijo pequeño. El amor tiene que dejar crecer al otro y no mocharlo para reducirlo a nuestra propia medida.
Creo que pudiera servirnos como criterio para vivir plenamente esta Cuaresma 2011, lo que dijo un día Martin Luther King: "Me gustaría que alguien dijera aquel día (el de su muerte) que Martín Luther King trató de amar a alguien. Ese día quiero que podáis decir que traté de ser justo y que quise caminar junto a los que actuaban en justicia, que puse mi empeño en dar de comer al hambriento, que siempre traté de vestir al desnudo. Quiero que digáis ese día que dediqué mi vida a visitar a los que sufren en las cárceles. Y quiero que digáis que intenté amar y servir a los hombres… Y que todas las otras cosas superficiales (Premio Nobel de la Paz del 64) no tendrán importancia."
¿Y qué quisiéramos que dijesen de nosotros cuando lleguemos a la Pascua?
¿Y qué quisiéramos que dijesen de nosotros cuando muramos?
¿Podrán decir que hemos tomado en serio el Evangelio cuaresmal que nos invita a la conversión?
¿Podrán decir que durante estos cuarenta días hemos luchado por ser libres y por hacer libres a los demás?
¿Podrán decir que durante estos cuarenta días nos hemos amado más entre nosotros y hemos amado a todos los demás?
¿Podrán decir que hemos hecho nuestros los sufrimientos de los débiles y necesitados? ¿Qué podrán decir los demás y sobre todo qué podrá decir Dios?
Los grandes títulos no pasan de ser un Diploma colgado de la pared. Nuestra verdad somos nosotros mismos y nuestro amor al prójimo.
Ver que amas a todos.
Ver que todos te aman.
Ver que otros te necesitan.
Ver que necesitas de los otros.
Ver tu corazón convertido.
Ver tu mente limpia de mentira.
Ver tus ojos limpios para mirar.
Verte con más frecuencia en la Iglesia.
Verte con más frecuencia en la Misa.
Verte con más frecuencia orando.
Verte con más frecuencia con la Biblia en la mano.
Verte con más alegría en tu corazón.
Verte más sensible con los que te necesitan.
Verte caminar cada día a la luz de tu Bautismo.
Verte dialogando más con tu esposa/o.
Verte dialogando más con tus hijos.
Verte dialogando más con tus padres.
Verte mirándole a Él con el corazón.
Verte luchando por la justicia.
Verte luchando por la paz donde estés.
Verte sonriendo a los demás.
Verte tendiendo tu mano a los demás.
¿Se quedarán tan solo en sueños?
¿Serán sueños que se hacen realidad?
¡La respuesta, el Día de Pascua!
¿Dónde comienza? En mi bautismo.
¿Por dónde va? Por el desierto de la lucha y el esfuerzo.
¿Qué hacemos en el camino?
Tomar conciencia de lo que somos.
Mirar hacia donde queremos llegar.
Perdonar al que me ha ofendido.
Reconciliarme con mi hermano.
Compartir con el necesitado.
Limpiar la lengua de toda murmuración.
Limpiar el corazón de todo egoísmo.
Limpiar la mente de tanta basura de Internet.
Acompañar al que vive en soledad.
Acompañar al que te necesita.
Hablar con quien no tiene a nadie a su lado.
Purificar nuestro amor conyugal.
Renovar nuestro amor de fidelidad conyugal.
Renovar nuestro sacramento de matrimonio.
Renovar nuestro esfuerzo de ayudarse mutuamente.
Liberarnos de nuestras esclavitudes.
Liberarnos de nuestras vulgaridades.
Decir palabras que lleven bondad.
Dialogar y no discutir.
Dar de comer al que tiene hambre.
Leer cada día una página de la Biblia.
Hacer de tu confesión la fiesta del amor del Padre.
Hacer de la comunión un abrazo con Jesús.
La Cuaresma es un camino que tiene tropiezos.
Nosotros somos más que nuestros estorbos.
Debemos:
Tener fe en que podemos salir de donde estamos.
Tener fe de que podemos llegar a la libertad pascual.
Tener fe de que para Dios nada hay imposible.
La presencia de Jesús tentado en el desierto nos descubre la sutileza de toda tentación y de todo pecado. Nadie dice una mentira tan descarada para que todo el mundo se dé cuenta. Toda mentira va maquillada de verdad y toda tentación también va con un buen maquillaje de bondad. Lo fue la primera tentación: “Seréis como Dios.” Algo parecido le sucedió a Jesús. Las tres tentaciones van escondidas en textos bíblicos que son Palabra de Dios.
Solo que Jesús sabía leer muy bien la voluntad de Dios para que el tentador le metiese gato por liebre. Y como donde las dan las toman, Jesús acude también a la Palabra de Dios. Curioso, ¿verdad? El diablo citando la Escritura y Jesús citando también la Escritura: “También está escrito...” Mentir poniendo a Dios como testigo, desviar del camino citando a Dios, es la psicología de toda tentación.
¿Acaso cuando somos tentados se nos presenta la tentación como mala, como peligrosa, como un atentado contra Dios? Nadie acepta lo malo por ser malo, significaría un trastorno garrafal de nuestra conciencia. Nuestras tentaciones están todas revestidas de cierta bondad y verdad.
La infidelidad no va, acaso, con frecuencia justificada con eso de que “mi mujer no me comprende y no nos entendemos. En cambio, con la sucursal nos va de maravilla. “Ahora he encontrado lo que buscaba...” O también: “Ella no se va a enterar.”
Preguntémosles a los enamorados por qué llegan antes de tiempo a lo que debiera ser el final. La respuesta es clara “es que nos amamos, nos adoramos, nos vamos a casar”. No, no somos tan tontos que hagamos mal por el gusto de hacerlo, siempre lo endulzamos con esas medias verdades que lo hacen apetecible.
“Yo no le hablo, porque me ha hecho mucho daño.” Con eso ya podemos justificar nuestra enemistad. “Yo tomo porque estoy demasiado tenso y estresado y tengo que relajarme.” Habría que poner en cada vaso: “Bueno para recuperar el estado anímico.” Siempre que caemos en la tentación tenemos algún motivo que lo justifique. ¿No es esta nuestra historia? Y no hablemos de la Misa. “Yo no voy porque el cura es un tostón de aburrido.” Con eso ya he justificado seguir durmiendo o no molestarme en salir de casa. Ojo con los “camuflajes de las medias verdades”.
EL VERDADERO AMOR
Quiero utilizar aquí un texto de Garaudy que creo es válido para las relaciones para la amistad, para los enamorados y para los mismos casados.
“El amor comienza cuando se prefiere al otro y no a sí mismo y cuando se reconoce su diferencia y su imprescindible libertad. Aceptar que en el otro viven presencias además de la nuestra, no pretender creernos imprescindibles en sus necesidades y en sus preocupaciones, no significa resignarse a la infidelidad a costa nuestra, es querer ante todo, como mayor prueba de amor, que el otro sea fiel a sí mismo. Incluso si esto nos hace sufrir, se trata de un sufrimiento fecundo porque lleva a desprendernos de nosotros mismos: en el seno del abrazo más amoroso, debemos considerar que estamos abrazando a un ser libre, lleno de posibilidades, que incluso se nos escapan.”
El amor es apertura al otro, pero sutilmente puede convertirse en un egoísmo solapado. Amar es considerar distinto al otro. Amar es aceptar que el otro tiene su propia identidad. Amar es aceptar que el otro tiene que realizarse a sí mismo. Amar es respetar los sentimientos y las ilusiones y esperanzas del otro. Amar es aceptar que el otro también piensa. Amar es dejar que el otro sea libre.
El amor que esclaviza, el amor que no acepta al otro como es o que le impide realizarse en su propia vocación y llamada, no se puede llamar amor. Por eso, el amor no puede ser posesivo, tiene que ser liberador. El amor no es quererte para mí, es querer que tú seas lo que tienes que ser y ayudarte a serlo. El verdadero amor no consiste en convertirnos en padres y al otro en el hijo pequeño. El amor tiene que dejar crecer al otro y no mocharlo para reducirlo a nuestra propia medida.
PLAN CUARESMAL
Creo que pudiera servirnos como criterio para vivir plenamente esta Cuaresma 2011, lo que dijo un día Martin Luther King: "Me gustaría que alguien dijera aquel día (el de su muerte) que Martín Luther King trató de amar a alguien. Ese día quiero que podáis decir que traté de ser justo y que quise caminar junto a los que actuaban en justicia, que puse mi empeño en dar de comer al hambriento, que siempre traté de vestir al desnudo. Quiero que digáis ese día que dediqué mi vida a visitar a los que sufren en las cárceles. Y quiero que digáis que intenté amar y servir a los hombres… Y que todas las otras cosas superficiales (Premio Nobel de la Paz del 64) no tendrán importancia."
¿Y qué quisiéramos que dijesen de nosotros cuando lleguemos a la Pascua?
¿Y qué quisiéramos que dijesen de nosotros cuando muramos?
¿Podrán decir que hemos tomado en serio el Evangelio cuaresmal que nos invita a la conversión?
¿Podrán decir que durante estos cuarenta días hemos luchado por ser libres y por hacer libres a los demás?
¿Podrán decir que durante estos cuarenta días nos hemos amado más entre nosotros y hemos amado a todos los demás?
¿Podrán decir que hemos hecho nuestros los sufrimientos de los débiles y necesitados? ¿Qué podrán decir los demás y sobre todo qué podrá decir Dios?
Los grandes títulos no pasan de ser un Diploma colgado de la pared. Nuestra verdad somos nosotros mismos y nuestro amor al prójimo.
SUEÑOS DE DIOS PARA LA CUARESMA
Ver que amas a todos.
Ver que todos te aman.
Ver que otros te necesitan.
Ver que necesitas de los otros.
Ver tu corazón convertido.
Ver tu mente limpia de mentira.
Ver tus ojos limpios para mirar.
Verte con más frecuencia en la Iglesia.
Verte con más frecuencia en la Misa.
Verte con más frecuencia orando.
Verte con más frecuencia con la Biblia en la mano.
Verte con más alegría en tu corazón.
Verte más sensible con los que te necesitan.
Verte caminar cada día a la luz de tu Bautismo.
Verte dialogando más con tu esposa/o.
Verte dialogando más con tus hijos.
Verte dialogando más con tus padres.
Verte mirándole a Él con el corazón.
Verte luchando por la justicia.
Verte luchando por la paz donde estés.
Verte sonriendo a los demás.
Verte tendiendo tu mano a los demás.
¿Se quedarán tan solo en sueños?
¿Serán sueños que se hacen realidad?
¡La respuesta, el Día de Pascua!
CAMINO DE LA PASCUA
¿Dónde comienza? En mi bautismo.
¿Por dónde va? Por el desierto de la lucha y el esfuerzo.
¿Qué hacemos en el camino?
Tomar conciencia de lo que somos.
Mirar hacia donde queremos llegar.
Perdonar al que me ha ofendido.
Reconciliarme con mi hermano.
Compartir con el necesitado.
Limpiar la lengua de toda murmuración.
Limpiar el corazón de todo egoísmo.
Limpiar la mente de tanta basura de Internet.
Acompañar al que vive en soledad.
Acompañar al que te necesita.
Hablar con quien no tiene a nadie a su lado.
Purificar nuestro amor conyugal.
Renovar nuestro amor de fidelidad conyugal.
Renovar nuestro sacramento de matrimonio.
Renovar nuestro esfuerzo de ayudarse mutuamente.
Liberarnos de nuestras esclavitudes.
Liberarnos de nuestras vulgaridades.
Decir palabras que lleven bondad.
Dialogar y no discutir.
Dar de comer al que tiene hambre.
Leer cada día una página de la Biblia.
Hacer de tu confesión la fiesta del amor del Padre.
Hacer de la comunión un abrazo con Jesús.
La Cuaresma es un camino que tiene tropiezos.
Nosotros somos más que nuestros estorbos.
Debemos:
Tener fe en que podemos salir de donde estamos.
Tener fe de que podemos llegar a la libertad pascual.
Tener fe de que para Dios nada hay imposible.
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