Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
La gran muralla china es una de las maravillas que el hombre ha creado. Y dicen que es la única cosa de la tierra que se puede ver desde la luna.
Cuando terminaron su construcción, la gente satisfecha se regocijó. Y se dijeron, ahora sí que estamos a salvo. Nadie podrá atacarnos, nadie podrá penetrar esta magnífica e inexpugnable muralla.
Pero sus enemigos un día entraron con toda facilidad.
¿Cómo? Sobornando, comprando a los guardianes. El security abrió la puerta y entraron sin ninguna oposición.
Esta es nuestra historia desde el primer día de la creación. Adán y Eva somos nosotros rodeados por la gran muralla del amor de Dios, vivificados por el soplo de vida divina de Dios, colocados en este mundo para ser los amigos de Dios y ser los testigos de su gloria.
Esta es la historia de Adán y Eva, es decir, de todo hombre y de toda mujer desde el primer día de nuestra vida.
Tú eres el security que guarda la entrada del jardín.
Tú eres el conserje que guarda la entrada del edificio.
Tú eres el administrador de la vida divina que Dios te ha dado.
Tú eres el templo en el que Dios quiere habitar y conversar contigo.
Puedes hacer una copia de tu llave y dársela a tu párroco para que entre o se la puedes dar a un tigre cualquiera. Se la puedes dar a Dios o al diablo.
En el relato del Génesis vemos cómo la primera mujer abrió la puerta de la muralla y de su vida al diablo. Sus halagos, sus promesas y sus encantos la sedujeron y esta gran usurpadora le prometió lo imposible: ser como Dios.
La primera seducción y la primera tentación. Ser más grande. Tener más. Gozar más. Traicionar mi condición de criatura. Ser como Dios.
Todos, alguna vez, hemos dado la llave de nuestra muralla al enemigo disfrazado con ojos brillantes, con palabras lindas, con promesas magníficas.
A todos se nos abrieron los ojos, nos vimos desnudos y comprendimos que la felicidad no era eso, que nuestra paz no era eso, que nuestro destino no era eso, que Dios nos hizo para él y no para el tentador.
La palabra de Dios no es un cuento del pasado. La palabra de Dios es una radiografía de nuestra vida, de nuestra experiencia de hoy.
Aquí venimos para recordarnos nuestra fragilidad, para fortificar con el amor de Dios y su perdón nuestra muralla, para entregarle sólo a él la llave de nuestro ser.
El poeta cubano, Nicolás Guillén escribió el famoso poema, ahora, canción titulado: la Muralla:
Al corazón del amigo,
abre la muralla;
al veneno y al puñal,
cierra la muralla;
al mirto y la hierbabuena,
abre la muralla;
al diente de la serpiente,
cierra la muralla;
al ruiseñor en la flor
abre la muralla.
A Dios Padre y Creador
abre la muralla.
A Jesucristo, el Señor,
abre la muralla.
Al Espíritu Santo, fuego y amor,
abre la muralla.
¿A quién abres la puerta de tu alma?
El evangelio, hermanos, no es nuestra historia. Es la historia de Jesús, el Señor, el testigo fiel.
¡Qué diferente su historia de la nuestra!
"Jesús fue conducido al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo".
La tentación del cuerpo: el hambre.
La tentación del espíritu: la fama.
La tentación del corazón: el dinero.
¿Qué hizo Jesús?
Jesús no abrió la muralla de su vida al tentador. No traicionó su vocación. No desobedeció el plan de Dios. Y nos enseñó la respuesta que debemos dar al tentador.
"No sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios".
"No tentarás al Señor tu Dios".
"Adorarás al Señor tu Dios".
Hoy comenzamos la Cuaresma bajo el signo de la siempre presente tentación.
La comenzamos recordando la debilidad de todo ser humano y la fuerza y la fidelidad de Jesucristo.
Recordamos nuestra condición: por el hombre viene el pecado, la guerra, el sida, la violencia, la despreocupación del gobierno por los pobres…
Por un hombre, Jesucristo, viene el perdón, la sanación, la salvación, el amor de Dios…
Del hombre viene el no a Dios y a los hermanos.
De un hombre, Jesucristo, viene el sí a Dios y a todos los que lo celebran como su Señor.
Un periódico hizo esta pregunta a sus lectores: "¿Cuál es la causa de que haya tanto mal en el mundo?"
Hubo miles de respuestas.
G. K. Chesterton contestó: "Dear Sir, I am". "Querido Señor, Yo soy".
Cuando terminaron su construcción, la gente satisfecha se regocijó. Y se dijeron, ahora sí que estamos a salvo. Nadie podrá atacarnos, nadie podrá penetrar esta magnífica e inexpugnable muralla.
Pero sus enemigos un día entraron con toda facilidad.
¿Cómo? Sobornando, comprando a los guardianes. El security abrió la puerta y entraron sin ninguna oposición.
Esta es nuestra historia desde el primer día de la creación. Adán y Eva somos nosotros rodeados por la gran muralla del amor de Dios, vivificados por el soplo de vida divina de Dios, colocados en este mundo para ser los amigos de Dios y ser los testigos de su gloria.
Esta es la historia de Adán y Eva, es decir, de todo hombre y de toda mujer desde el primer día de nuestra vida.
Tú eres el security que guarda la entrada del jardín.
Tú eres el conserje que guarda la entrada del edificio.
Tú eres el administrador de la vida divina que Dios te ha dado.
Tú eres el templo en el que Dios quiere habitar y conversar contigo.
Puedes hacer una copia de tu llave y dársela a tu párroco para que entre o se la puedes dar a un tigre cualquiera. Se la puedes dar a Dios o al diablo.
En el relato del Génesis vemos cómo la primera mujer abrió la puerta de la muralla y de su vida al diablo. Sus halagos, sus promesas y sus encantos la sedujeron y esta gran usurpadora le prometió lo imposible: ser como Dios.
La primera seducción y la primera tentación. Ser más grande. Tener más. Gozar más. Traicionar mi condición de criatura. Ser como Dios.
Todos, alguna vez, hemos dado la llave de nuestra muralla al enemigo disfrazado con ojos brillantes, con palabras lindas, con promesas magníficas.
A todos se nos abrieron los ojos, nos vimos desnudos y comprendimos que la felicidad no era eso, que nuestra paz no era eso, que nuestro destino no era eso, que Dios nos hizo para él y no para el tentador.
La palabra de Dios no es un cuento del pasado. La palabra de Dios es una radiografía de nuestra vida, de nuestra experiencia de hoy.
Aquí venimos para recordarnos nuestra fragilidad, para fortificar con el amor de Dios y su perdón nuestra muralla, para entregarle sólo a él la llave de nuestro ser.
El poeta cubano, Nicolás Guillén escribió el famoso poema, ahora, canción titulado: la Muralla:
Al corazón del amigo,
abre la muralla;
al veneno y al puñal,
cierra la muralla;
al mirto y la hierbabuena,
abre la muralla;
al diente de la serpiente,
cierra la muralla;
al ruiseñor en la flor
abre la muralla.
A Dios Padre y Creador
abre la muralla.
A Jesucristo, el Señor,
abre la muralla.
Al Espíritu Santo, fuego y amor,
abre la muralla.
¿A quién abres la puerta de tu alma?
El evangelio, hermanos, no es nuestra historia. Es la historia de Jesús, el Señor, el testigo fiel.
¡Qué diferente su historia de la nuestra!
"Jesús fue conducido al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo".
La tentación del cuerpo: el hambre.
La tentación del espíritu: la fama.
La tentación del corazón: el dinero.
¿Qué hizo Jesús?
Jesús no abrió la muralla de su vida al tentador. No traicionó su vocación. No desobedeció el plan de Dios. Y nos enseñó la respuesta que debemos dar al tentador.
"No sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios".
"No tentarás al Señor tu Dios".
"Adorarás al Señor tu Dios".
Hoy comenzamos la Cuaresma bajo el signo de la siempre presente tentación.
La comenzamos recordando la debilidad de todo ser humano y la fuerza y la fidelidad de Jesucristo.
Recordamos nuestra condición: por el hombre viene el pecado, la guerra, el sida, la violencia, la despreocupación del gobierno por los pobres…
Por un hombre, Jesucristo, viene el perdón, la sanación, la salvación, el amor de Dios…
Del hombre viene el no a Dios y a los hermanos.
De un hombre, Jesucristo, viene el sí a Dios y a todos los que lo celebran como su Señor.
Un periódico hizo esta pregunta a sus lectores: "¿Cuál es la causa de que haya tanto mal en el mundo?"
Hubo miles de respuestas.
G. K. Chesterton contestó: "Dear Sir, I am". "Querido Señor, Yo soy".
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