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miércoles, 2 de marzo de 2011

IX Domingo del T.O. (Mt 7, 21-27) - Ciclo A: No todo el que dice “señor, señor”...


Publicado por Servicios Koinonia

Dt 11,18.26-28: Miren, les pongo delante bendición y maldición
Salmo responsorial 30: Sé la roca de mi refugio, Señor.
Rom 3,21-12.28: El hombre es justificado por la fe.
Mt 7,21-27: No todo el que dice “señor, señor”...

En la primera lectura se nos presenta un fragmento de ese gran discurso de despedida de Moisés que viene a ser el libro del Deuteronomio. Es concretamente una exhortación que habla de la maldición o la bendición que se derivan seguir o no seguir a Dios en fidelidad. En la liturgia el texto se utiliza con frecuencia para expresar esa libertad que tenemos para elegir entre el bien y el mal.

Somos libres. La libertad es uno de nuestros grandes dones constitutivos. Podemos elegir nuestro estilo y sistema de vida; pero debemos ser conscientes del costo de nuestra libertad de opción. Toda elección es a la vez una renuncia: elegimos una opción gracias a que desechamos las demás que nos eran posibles. No es posible elegir sin renunciar. Y no podemos dejar de optar ni de dejar de renunciar. Es el riesgo de vivir, porque el mero hecho de vivir es elegir, y renunciar. Es decir: nuestra vida no está hecha: la tenemos que hacer, y la hacemos optando, continuamente, día a día. Al ritmo de cada elección. Aunque hay que distinguir cuidadosamente entre opciones y opciones, entre las opciones que comprometen un acto, un rato, un día, una semana... y las que comprometen nuestra vida a largo plazo, o el estado de vida, el tipo de trabajo o la profesión (cuando se puede elegir...); y, aun por encima de estas grandes opciones, queda todavía nuestra «opción fundamental», algo que no queda negado simplemente por un error o un acto menor contrario.

Por lo que se refiere a Dios, él ya hizo sus opciones fundamentales, que deben ser nuestra guía existencial: por el Amor, por la Justicia, por el Mundo, por toda la Vida y por la vida plena, por la Comunión universal...

Pablo se mueve en un mundo espiritual, en unas categorías que ni son las nuestras ni nos resultan fácilmente inteligibles. Dice que por medio del sacrificio Dios ha justificado a la humanidad, la cual, por muchas leyes y cumplimiento de preceptos que hiciera por sí misma, no sería capaz de justificarse, de salvarse... Quiere que los creyentes piensen que gracias a la gratuidad del amor del Padre somos herederos de la salvación... Un elemento importante será la fe, la cual es capaz de interpretar y leer la acción cotidiana de Dios a nuestro favor en la historia, en la cual, afirma, definitivamente justifica sin distinción a todos los que creen. Él está reaccionando ante la polémica judía de la «salvación por medio de las obras o por medio de la fe», que hoy nos resulta irrelevante.

El evangelio de hoy, de Mateo, nos presenta la sección final del largo sermón de la montaña. Todo el fragmento que hoy leemos está centrado en el tema de «la primacía del hacer sobre el decir». Es un evangelio con el que sintoniza inmediatamente la cultura moderna, que en los últimos siglos ha sido, fundamentalmente, «filosofía de la praxis»: aunque todo es importante, lo más importante no es el decir, el pensar, el interpretar o reinterpretar, sino el hacer, el construir, el amar efectivamente y el amar con eficacia; no simplemente el decir, o el invocar a Dios, el rezar, ni el culto... sino «hacer la voluntad de mi Padre», llevar adelante el «Proyecto de Dios».

En esto, Jesús recoge y potencia el mensaje que ya elaboraron y anunciaron los profetas, varios siglos antes de él. Fue en el llamado «tiempo axial», cuando, en varias zonas dispersas de la Humanidad, más o menos «simultáneamente», se dio un «crecimiento de la conciencia religiosa». Esta percepción de la primacía del hacer sobre el decir, de la praxis sobre la teoría, del amor-justicia sobre el culto... es tal vez una de las aportaciones más claras que el judaísmo hizo a ese concierto universal de la maduración de la humanidad en el llamado «tiempo axial». De esa madurez hemos estado viviendo en los casi tres milenios transcurridos, aunque hoy todo parece estar indicando que estamos entrando en un nuevo tiempo axial, que exige a la humanidad nuevos «saltos cualitativos» de maduración. (Sobre el tiempo axial véase el libro de Karen ARMSTRONG, La gran transformación, Paidós, Buenos Aires - México 2007).

Estos nuevos saltos cualitativos que esperamos, no invalidarán aquellos ya dados, sino que, simplemente, los prolongarán y profundizarán. Mientras, la lección de la sabiduría adquirida por la humanidad sigue vigente, y el evangelio de hoy se encarga de recordárnoslo.

Los profetas clásicos de Israel pusieron el amor-justicia, o sea, la construcción de una sociedad humana, justa y feliz, por encima de una religiosidad cultualista (que privilegia el culto) o espiritualista (que se preocupa de lo espiritual en vez de lo material) o intimista (que prefiere la vivencia interior por encima de las implicaciones sociales). «”Misericordia” quiero (o sea, práctica del amor-justicia), no “sacrificios” (sacrificios ofrecidos en el culto, se entiende)», decía paradigmáticamente Oseas (6,6). Jesús, en otra parte del evangelio, pero sobre todo en su vida y en el conjunto de su predicación, recoge y vuelve a proclamar vivamente este mensaje profético, del que el judaísmo tardío se había ido apartando a favor –de nuevo- del cultualismo y del legalismo.

Esta dimensión del amor-justicia vivido con eficacia histórica y privilegiado por encima del cultualismo, intimismo o doctrinarismo, es tal vez el principal legado de la corriente judeo-cristiano-islámica al concierto universal de las religiones, y se originó en ese primer «tiempo axial» del milenio anterior a Jesús, el tiempo clásico de los grandes profetas de Israel. Jesús, como decimos, lo retomó, lo hizo suyo y lo proclamó con prioridad. Pero a lo largo de los siglos siguientes, sobre todo a partir de que el cristianismo fuera cooptado por el Imperio romano y fuera transformado en su «religión» de Estado, esta dimensión esencial pasó a la penumbra, a favor sobre todo del doctrinarismo (dimensión teórica y ortodoxia) y del sobrenaturalismo (segundo piso, metafísica, la «gracia sobrenatural» que se adquiere principalmente por el culto de la religión...). La teología de la liberación significó un intento de recuperación de la dimensión perdida; por eso concitó tales animadversiones. Pero su servicio ha sido irreversible: aun sus máximos opositores no pueden dejar de reconocer su influencia y su desafío.

La palabra de Jesús del evangelio de hoy sigue ahí, trayendo el mismo desafío, en plena sintonía con la sensibilidad actual.

El evangelio de hoy no es dramatizado en la serie «Un tal Jesús», de los hermanos LÓPEZ VIGIL. En la página http://untaljesus.net puede buscarse algún capítulo alternativo.


Para la revisión de vida

¿Soy de los que dicen y no hacen? ¿De los que rezan pero no se comprometen a construir un mundo mejor? ¿De los que se preocupan por la fe pero no por la justicia?, ¿por la ortodoxia pero no por la ortopraxis?

Para la reunión de grupo
- Ortodoxia-ortopraxis. Debatir en el grupo: ¿las dos son igual de importantes? ¿Las dos tienen igual fundamentación bíblica y evangélica? Dialogar.
- «Conocer a Yavé es practicar la justicia». Es la famosa expresión de los profetas. ¿En qué sentido está ahí dicho «conocer»? ¿Es el sentido griego-occidental?
- ¿Podríase pensar que Jesús estaría próximo a una especie de espiritualidad laica interreligiosa? ¿Sí? ¿No? ¿Por qué? ¿En qué bases de la Biblia en general y de los Evangelios en particular nos podríamos apoyar?


Para la oración de los fieles

- Por todos los hombres y mujeres que invocan a Dios bajo alguno de sus nombres, en cualquiera de las religiones, para que se esfuercen ante todo por realizar lo que intuimos que es la voluntad de Dios para la Humanidad... roguemos al Señor...
- Por todos los que tienen la vocación de animar la vida de las comunidades en cada una de las religiones, para que promuevan una fe religiosa que siempre integre la observancia y la promoción de la justicia...
- Para que la Iglesia sea un modelo de comunidad, en la que reine la fraternidad, la participación, la comunión... más que el poder, la jerarquización, la exclusión, los privilegios, la falta de participación y de democracia...
- Por nuestras comunidades cristianas: para que cada una de ellas sea un ejemplo de fe comprometida con la construcción de un mundo nuevo...
- Por esta comunidad nuestra, para que reviva su vida comunitaria con el compromiso por la defensa y la promoción de la Vida...


Oración comunitaria

Oh Dios, Padre-Madre del género humano, que habitas e inhabitas el interior de esta materia espiritual el Universo. Ayúdanos a captar tu inefable mensaje de convergencia universal en el amor, de armonización solidaria en la justicia, y de perenne creatividad evolutiva en la esperanza. Nosotros te lo pedimos inspirados por nuestro hermano Jesús, tu hijo, y por todos los demás mediadores que a través de los tiempos has suscitado en esta Humanidad que no cesa de buscarte. Por los siglos de los siglos. Amén.

Oh Misterio inefable, que te manifiestas como energía que atrae todo mutuamente y lo inter-relaciona y lo eleva en síntesis incontenibles y en nuevas realidades emergentes... Ayúdanos a sumergirnos en esta ebullición universal, aparentemente caótica, experimentando esa atracción-amor que todo ejerce sobre todo, viviéndola y saboreándola como experiencia mística que sostenga nuestra pasión por el amor y la justicia. Llénanos, transfórmanos, impúlsanos. Amén. Shalom. Shalam. Axé. Sauidi.

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