De San José, aunque los Evangelios guardan pocas palabras, tenemos éstas que acabamos de escuchar, cargadas de afecto, en las que se trasparenta la devoción hacia su persona de la comunidad cristiana primitiva de la que Lucas las asumió para su Evangelio. Pocas palabras pero las justas para presentarnos la grandeza de su persona, de su fe, un ejemplo a seguir. El silencio que rodea su vida nos permite adivinar su vida que hemos de verla movida por dos fuerzas que impregnan y dominan su corazón: la profunda fe en Dios y el gran amor a su familia, a María y a Jesús.José ama a María, le escoge como esposa. María, que aceptó la llamada de Dios para ser la madre de su hijo, también ama a José. Ella supo comprender la grandeza de este hombre que Dios puso en el camino de su vida.
José fue el padre de la familia en que nació y vivó Jesús. Con María fue el responsable de su educación. Jesús vivió en aquella cercanía que influyó poderosamente en su personalidad. Dios quiso para su Hijo aquel clima familiar.
San José al celebrar su fiesta, nos invita hoy a pensar en nuestras vidas, al recordar la suya. La fe y confianza en Dios en medio de las pruebas duras que vivió, su amor a María, a Jesús, la entrega responsable a su familia, son actitudes que Dios quiere ver en nosotros y hemos de tener la seguridad de que él nos ayuda a conseguirlo. No lo dudemos, tenemos un buen patrono que ha de tener mucha influencia ante quienes más nos quieren.
Todo esto ha creado en todo el pueblo cristiano un atractivo singular hacia la figura de san José, una devoción hacia él arraigada profundamente y que explica los patronazgos que la Iglesia le ha otorgado. Recogiendo el sentir de la tradición eclesial fue declarado por el papa Juan XXIII Patrono de la Iglesia. Ser patrono significa no sólo ser custodio y protector, sino también modelo y guía en el seguimiento de Cristo.. También ha sido nombrado patrono del mundo del trabajo.
La figura de san José, trabajando día a día al lado de María y de Jesús mismo, para el sustento de su familia, incide en la realidad cotidiana y universal de la actividad laboral en todas sus formas. El trabajo, tanto en su valor de realización personal como en su proyección social de servicio a la comunidad humana, tiene un signo válido y perenne en la figura ejemplar de san José, un hombre del mundo del trabajo. Su ejemplo ilumina la espiritualidad cristiana del trabajo al servicio del Reino de Dios en la sociedad.
San José es patrono también de nuestras misiones. Nuestra diócesis con las de Guipúzcoa y Álava han escrito conjuntamente una de sus páginas evangélicamente más ricas con las Misiones Diocesanas.
En muchas otras diócesis se celebra hoy el día del seminario. Por eso en este día nos acordamos de modo especial de aquellos que han sentido la llamada al apostolado, a quienes Dios les ha hecho comprender de un modo singular la grandeza de la misión de acercar a los hombres y mujeres la experiencia de Dios, hacerle a Dios presente en este mundo complejo de hoy a través de su palabra, a través de actos y gestos de servicio. No son solo sacerdotes, religiosos y religiosas, también son seglares los que realizan estas tareas apostólicas.
Todos ellos quieren compartir las inquietudes, las alegrías, las contradicciones de las gentes de hoy, ayudar para que en nuestro mundo sigan creciendo comunidades cristianas en las que hombres y mujeres puedan aprender qué es seguir a Jesús y descubran el llamamiento a ir configurando este mundo como Él lo llamaba “un reino de justicia y de paz”.
Y a ello dedican su vida. Es una vocación grande la de entregar la vida al apostolado. El Dios que les llama les da su gracia, como a José. Nosotros les podemos también ayudar de muchas maneras: en primer lugar con nuestra comprensión de lo necesario de su vocación, también con nuestra amistad, con nuestra palabra, y cómo no, con lo que hoy se nos pide, nuestra oración por ellos y la ayuda económica por los centros de formación en que ellos se preparan y en general por las misiones en las que realizan sus tareas apostólicas.
Vivimos en nuestro mundo lleno de egoísmos, de fealdad, de pecado y es importante también ver lo bello, lo bueno que hay entre nosotros y trabajar en su desarrollo.
La tarea evangelizadora que promueven nuestros sacerdotes y los misioneros y misioneras lleva consigo la construcción de un entorno humano más justo, que se manifiesta en la cercanía solidaria a los pobres, realizando entre ellos y con ellos tareas de promoción humana integral y consolidando el establecimiento de verdaderas comunidades cristianas, que van floreciendo con vigor en nuestro mundo de hoy tan secularizado.
Todo ello ha sido posible con su acción generosa y también con la ayuda generosa de muchos de vosotros en los quienes ha calado muy hondo el afecto y la responsabilidad de sentiros solidarios de las tareas de apostolado de las comunidades cristianas de nuestra Iglesia de hoy.
Vuestra generosidad os ayudará a sentir en vuestro espíritu un gozo profundo al saber del crecimiento y vitalidad de las nuevas comunidades cristianas en las que se celebra la palabra de Jesús, en las que Jesús está especialmente presente, y en las que se hace realidad su amor en este mundo en el que se sigue construyendo el Reino de Dios.
Seamos generosos, es la mejor manera de celebrar esta fiesta de San José
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