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sábado, 9 de abril de 2011

Dom 10 4 11. Lázaro ¡sal fuera!


Publicado por El Blog de X. Pikaza

Domingo 5 de cuaresma. Ciclo A. Jn 11, 1-46. Es una catequesis de cuaresma, de las más hermosas, culminando las anteriores, la del agua (samaritana) y la de la luz (ciego de nacimiento). Es una catequesis sobre el Cristo que aparece como desdoblado: Cristo es Lázaro, el resucitado; y Cristo es Jesús, el resucitador. Y en torno a ellos el camino de ascenso a Jerusalén, la familia/iglesia (tres hermanos), el riesgo del asesinato (a Jesús van a matarle precisamente por anunciar la resurrección).
Ésta es una historia realísima, la más real de todas las historias cristianas, pero no puede tomarse en sentido historicista, no se trata de un suceso externo, acontecido una vez, un día determinado, como milagro de muerto externo que resucitó a la vida anterior. Ésta es una catequesis simbólica de la resurrección, elaborada por la comunidad del Discípulo amado, desde un fondo de recuerdos y tradiciones históricas (que aparecen sobre todo en Lucas: Marta y María, Lázaro el mendigo…) (Sigo poniendo una imagen de Luna, Hillargia, luz de los muertos).
Pero empecemos leyendo el texto, un prodigio de emociones y esperanzas, de retos y tareas… en silencio, sabiendo que Lázaro somos todos; todos somos sus hermanas y amigos. Jesús parece ausente y lloramos, hoy de un modo especial todos los que mueren sin sentido sobre el mundo, como si Dios no existiera. Dejemos que el texto nos hable. Su historia es la nuestra:
Jn 11, 1-46
En aquel tiempo, [un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana, había caído enfermo. María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera; el enfermo era su hermano Lázaro.]
Las hermanas mandaron recado a Jesús, diciendo: "Señor, tu amigo está enfermo." Jesús, al oírlo, dijo: "Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella." Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Sólo entonces dice a sus discípulos: "Vamos otra vez a Judea."
[Los discípulos le replican: "Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver allí?" Jesús contestó: "¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza, porque le falta la luz. Dicho esto, añadió: "Lázaro, nuestro amigo, está dormido; voy a despertarlo." Entonces le dijeron sus discípulos: "Señor, si duerme, se salvará." Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les replicó claramente: "Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa."
Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos: "Vamos también nosotros y muramos con él."]
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. [Betania distaba poco de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano.] Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá." Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará." Marta respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día." Jesús le dice: "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?" Ella le contestó: "Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo."
[Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja: "El Maestro está ahí y te llama." Apenas lo oyó, se levantó y salió adonde estaba él; porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole: "Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano."]
Jesús, [viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban,] sollozó y, muy conmovido, preguntó: "¿Donde lo habéis enterrado?" Le contestaron: "Señor, ven a verlo." Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: "¡Cómo lo quería!" Pero algunos dijeron: "Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?"
Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa. Dice Jesús: "Quitad la losa." Marta, la hermana del muerto, le dice: "Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días." Jesús le dice: "¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?" Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: "Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado."
Y dicho esto, gritó con voz potente: "Lázaro, sal fuera." El muerto salió, los pies y las manos atadas con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: "Desatadlo y dejadlo andar."
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos de ellos fueron donde los fariseos y dijeron lo que había hecho Jesús. Se reunieron pues los sumos sacerdotes con los fariseos y dijeron:
¿Qué haremos, pues este hombre hace muchos signos, pues si le dejamos todos creerán en él…? ((Y decidieron matarle)).
Un comienzo
¿Qué se puede hacer? Llorar por los muertos, consolar a los vivos, esperar la resurrección… y comprometerse a favor de la vida, aunque ello resulte peligroso apostar por ella, como Jesús, subiendo a los lugares conflictivos (¡Vayamos, y muramos con él, como dice Tomás).
Estamos ante el dolor de Jesús que (en un plano) llora y solloza impotente ante la muerte de su amigo, en un mundo que huele, mundo de asesinos concretos, de mentiras extensas, de llanto y de muerte. Es Hijo de Dios, pero no puede impedir que su amigo muera, porque la muerte pertenece a la ley de la vida. Por eso llora, porque ve al amigo muerto. Pero le ofrece (a él, a sus hermanas) la esperanza de la resurrección.
Lázaro murió de muerte natural y a muchos, en cambio, les matan, de muerte violenta, los diversos tipos de asesinos, traficantes de la muerte, precisamente aquellos que no quieren que Jesús resucite, dé vida a los muertos. … pensando que así pueden obtener ventajas políticas, sociales o de cualquier tipo que sea, ignorando que con la muerte sólo se consigue más muerte. El texto no acaba con la resurrección de Lázaro, sino con la decisión de Caifás y los sumos sacerdotes, que deciden matar a Jesús porque da la vida, porque resucita a los muertos.
Jesús no impidió la muerte de Lázaro. Esperó tres días antes de venir y Lázaro murió... Son los días de la vida y de muerte en este mundo, son los días de la dura realidad de la historia. Después vino, en el día de la resurrección que es tercer día (como dicen los judíos y decimos los cristianos: Resucitó, resucitará al tercer día, que es el tiempo de la culminación).
¿Por qué no vino antes para impedir que Lázaro? Se lo preguntaron las hermanas y lloró. No pudo venir antes, pero lloró. No puede impedir un tipo de muerte en este mundo, pero sufre. También llora aquí, en nuestro día, en todos los hospitales y casas de difuntos, en los campos de concentración y en las cárceles, en los lugares donde siguen reinando las bombas y el hambre…
¿Por qué no impidió que muriera Lázaro?
¿Por qué no detuvo la muerte asesina?
¿Por qué no impide que las balas fallaran vuelen buscando la muerte?
¿Por qué no para la mano al terremoto, por qué no tapa la boca al tsunami que grita, produciendo olas inmensas?
¿Por qué no cierras las grietas de los agujeros negros de las cámaras atómicas de Fukushima) ¿Por qué…?
Jesús lloró con sus amigas. Hay acontecimientos en la vida ante los que sólo tenemos el llanto y la condena y la libertad para cambiar
Nos queda la oración y el llanto y la solidaridad
Oración por los muertos… pues la oración vincula a los vivos con los muertos. Una oración con voces y en silencio, porque creemos en la resurrección, como Jesús creía en la resurrección de Lázaro.
Una oración que acepta la muerte (porque es condición humana) y que condena a los que trafican con ella, con la guerra y el hambre, con la injusticia y la opresión. Una oración de cercanía, con las hermanos y hermanos de los muertos. Aceptación de la muerte, pero condena sin paliativos, sin distingos, sin comparaciones, para todos los que matan, aprovechándose de la muerte de los otros.
Después debemos ofrecer una palabra de solidaridad a las hermanas y familiares del muerto… Solidaridad a los amigos, a los compañeros. No sé si podemos consolarles, pues a veces el único consuelo es el silencio con ellos. Muchas veces, no entiendo. Tampoco Jesús entendía. No hizo un sermón explicando las razones de la muerte de Lázaro. Simplemente lloró.
Lázaro ¡Sal fuera!
Jesús lloró, pero creía (porque creía) en la resurrección. Y de esa forma habló, llegado el tercer día, culminado el tiempo del llanto (que es el tiempo de muerte de este mundo, un tiempo del que nadie vuelve a la historia anterior). De esa forma nos introduce (desde este mismo mundo) en el cuarto día (día pascual) de la resurrección, diciendo: “Sal fuera”.
¡Lázaro sal fuera! Esta palabra hay que decirla desde ahora, con Jesús. ¡Salgamos fuera todos, de manera que no vivamos más de muertes, de manera que no vivamos más aletargados, envueltos en sudarios y vendas, pactando con la violencia y la injusticia, dando cobertura a los que matan.
Esta palabra ¡sal fuera! es para todos. Tenemos que salir de un mundo en el que, de un modo o de otro, nos hemos acostumbrado a la muerte, de manera que muchos viven (vivimos) de la muerte de los demás. Salir fuera de la tumba significa vivir para la vida, en justicia y solidaridad. Que los educadores eduquen para la paz, que los políticos gobiernen para la justicia, que los trabajadores trabajen para el bien de todos… que todos podamos vivir para la concordia, condenando la violencia de un modo radical, total…
El riesgo de los pacificadores
El camino de la paz empieza por el llanto y la conversión. Es un camino en el que intervienen muchos factores, un camino en el que tienen responsabilidad muchas personas, empezando por los políticos y los educadores, por los dueños de la economía y los creadores de opinión, por los dirigentes de las iglesias etc.
Este camino de paz es hermoso, pero muy arriesgado. Los que trabajan sin más por la vida, los que sacan a los hombres y mujeres de sus tumbas suelen ser perseguidos, porque hay intereses creados y muchos prefieren que las cosas sigan así. Con una lucidez impresionante, el evangelio de hoy sigue y dice, como he mostrado ya al citar el texto:
Jn 11, 46. Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho [resucitando a Lázaro]. 47 Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron al Sanedrín y decían: --¿Qué hacemos? Pues este hombre hace muchas señales.
48 Si le dejamos seguir así, todos creerán en él; y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar y nuestra nación. 49 Entonces uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote en aquel año, les dijo: --Vosotros no sabéis nada; 50 ni consideráis que os conviene que un solo hombre muera por el pueblo, y no que perezca toda la nación (Jn 11, 46-50).
Es peligroso optar por la vida en este mundo de muerte. Hay muchos (personas e instituciones) que prefieren mantener las cosas así, traficando con la muerte. El evangelio supone que los primeros traficantes de la muerte (¡que Lázaro se pudra!) son los dirigentes religiosos y políticos que controlan el poder desde la muerte. Por eso, para impedir que Lázaro resucite y viva y sea testigo de paz proponen matar al “mensajero”, al que habla a favor de la paz (¡recordemos a M. Luther King, a Mons. Romero, a Ignacio Ellacuría!). Para vivir de la muerte de los demás, hay que matar a los que lloran y promueven la vida, como Jesús.
No quiero trazar ninguna condenar a los políticos sin más, ni acusar a los dirigentes religiosos (a los que acusa Juan), ni a los traficantes de la muerte (vendedores de armas, promotores de una economía que mata….). Al contrario, sé que muchos (de un modo especial algunos políticos) se esfuerzan por lograr la paz, con honradez y con riesgo. Por ellos pido, a ellos les animo a continuar en los caminos de la paz, de los que habla el Benedictus de Zacarías.
Pero debo añadir que nadie, nunca, deberá aprovecharse de la muerte de los demás para medrar, para manteniendo ningún tipo de injusticia; que nadie se aproveche de la injusticia para justificar ningún tipo de acción opresora, con el argumento de Caifás (¡matemos a Jesús para vivir todos más tranquilos).
La única verdad es la que abre espacio para todos, en justicia y paz. El único valor es la vida, cada vida, por encima de la "santa nación" a la que apelaba Caifás (en pacto con el Santo Imperio de Roma)... Por eso, el evangelio sigue comentando que, en un sentido, Caifás tenía razón, porque Jesús "murió no solamente por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban esparcidos" (Jn 11, 51). El verdadero pueblo de Dios surge allí donde pueden reunirse y convivir y alegrarse en amor "todos los hijos de Dios", todos los seres humanos.
El camino de la vida comienza allí donde se sabe que no se puede matar a ninguno para “mantener la propia seguridad". La palabra de Jesús: ¡Lázaro, sal fuera, es un principio de esperanza, pero también de compromiso por la justicia en este mundo.
(Dios mediante, el tema seguirá mañana, sobre el sentido de la resurrección de Lázaro). Buen día a todos

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